Creepypasta Watamote: ¿Cómo se debe seguir?

Entonces empezaste a llorar de verdad, tus lágrimas se resbalaron por el cañón de la pistola hasta llegar a mi dedo índice que estaba a segundos de apretar el gatillo.

Koroki Tomoko tenía los ojos desorbitados y la boca abierta con la expresión de un capa japonés, como si estuviera teniendo el sueño erótico más extraño que te puedas imaginar. La Magnum 44 apenas estaba profundizando en su piel pero segura estoy de que hasta en su próxima vida seguirá sintiendo presión.

Yo estaba delante de ella, era su vida y podría morir en cualquier momento.

No era una pistola legal ni barata y no quería que sus lágrimas la ensuciaran, incluso llegué a preocuparme por si la sal podía romperla.

Todo había comenzado después del festival escolar, supongo que volvías a tu casa con tu uniforme, tu mochila y tus pensamientos pero hiciste una parada en una tienda para comprar fideos instantáneos y luego sentarte en un banco a comer.

Yo simplemente te había seguido, esperando a ver a que dedicabas tu vida cuando no estabas aislada del resto de tu clase.

Así que ahí estabas esperando cualquier desvarío nocturno cuando me acerqué y te saludé. No me contestaste, seguramente tenías miedo porque no me veías la cara y tampoco reconocias mi voz. Puede que incluso llegaras a pensar que quería robarte los 500 llenes de la cartera, poco menos de la mitad de lo que se gana en un trabajo a medio tiempo dentro de una fábrica de pasteles.

¡Oh, Tomoko!

Con tus quince años es admirable que no te echaras a llorar cuando viste el arma, pero mearte encima fue algo repulsivo.

No, no se trataba de dinero. No siempre se trata de dinero.

Ni siquiera me dijiste hola.

- Bonita noche - te dije. - Fría pero despejada, ¿No crees?

Ni siquiera me dijiste hola.

- No eches a correr o te dispararé por la espalda - te dije.

Tenía mi pistola en la mano y un guante de látex para no dejar marcas en caso de que por algún casual el gatillo se accionara por accidente, eso pasa a veces.

Tomoko kuroki, caucásica, metro cuarenta y ocho, sin buena higiene y con unas ojeras que remarcaban tus gigantes ojos en una cara redonda con escasa nariz y unos pelos más encrespados que en día de lluvia.

Solo entonces tus ojos espantados mostraron un color verde como el fondo de Windows.

Cada vez que acercaba la pistola perdías más color, estabas tan pálida que parecías echa a escala de grises. 

- No retrocedas - te dije. 

Dejaste que la pistola te tocara y te measte encima. 

Tuve que ser yo quien tomara tu mochila y la cartera de dentro porque tú aún seguías sin creerte lo que estaba pasando.

Según decía tu carnet de estudiante te llamabas Tomoko Kuroki, tenías 15 años y vivías en una dirección que no merecía la pena memorizar. Tenía que ser una buena casa, si vivieras en un piso o algo parecido tu vivienda estaría numerada de manera diferente.

- He oído a gente llamarte Mokochi, ¿Por qué? - no insistí porque simplemente no contestabas.

También llevabas otras cosas en la mochila, una máquina de videojuegos, aquello era vergonzoso para ti, era uno sobre citas con chicos de unos tres o cuatro estados de ánimo.

Supongo que fue difícil para ti ver qué te ibas a morir y que lo primero que encontraría la policía al verte sería un juego que estaba muy cerca de ser porno. Pensaste en eso, en lo patética que eras y luego te echaste a llorar.

Te ibas a morir, a enfriar, ¿Habría algo al otro lado? Creo que te vi rezando en clase una vez.

Pasarías de estar viva a inerte, y tu mamá y papá tendrían que llamar al médico de la familia para que reconocieran tus dientes porque tu cara iba a volar en mil pedazos.

Y tu mamá y papá, hasta tu hermano, que siempre esperaba algo bueno de ti, te llorarían uno o dos días y luego nada. No es como que aportaras mucho de todos modos.

No, la vida no es justa, encima ahora esto. La gente de tu clase solo te recordaría por pisar una cucaracha y por tener el pelo lleno de hormigas, ni muerta serías popular.

- ¿Te gustan esta clase de juegos? - pregunté.

- Si - contestaste. Miraste la pantalla encendida, como asegurándote de que era el juego que sentías que valiera la pena. - Si - dijiste en un susurro prácticamente inaudible.

- ¿Qué querías ser de grande? - te pregunté.

Cómo no contestabas te encañoné con la pistola y te dije, "contesta o te mato aquí mismo".

- No lo se - respondiste entre lágrimas.

Sollozos, hipo, gimoteos y más orina, estabas a tres pasos de vomitar encima el plátano con chocolate del festival.

- Escucha, vas a morir esta noche, ¿Me escuchas Mokochi? Tal vez mueras dentro de un segundo, tal vez una hora, tu elijes. Miénteme, lo primero que se pase por tu cabeza.

Por fin me escuchaste y olvidaste la historia de terror psicológico que se formaba en tu cabeza.

- Déjame ir a casa - dijiste. - Solo quiero irme a mi casa, por favor.

- Esa no es una buena respuesta - te dije. - ¿Qué esperabas hacer el resto de tu vida? 

No lo sabías.

- Pues vas a morir ahora mismo - te dije.

- Traficante de armas - dijiste. - Como en los RPG.

- Eso es solo para malas personas - respondí. - ¿Si de mayor quieres ser una mala persona porque no matarte ahora y ahorrarnos el disgusto?

Esta vez no irías a la enfermería, no despertarás al lado de un chico guapo ni rencarnarás en un mundo de fantasía, simplemente morirás.

Volví a dejar las cosas dentro de tu cartera y la aparté a un lado del banco.

- No te dispararé porque eso no sería justo - te digo y pareces tranquilizarte aunque solo sea un poco. - Si juzgas a las demás personas por lo que crees que piensan de ti seguramente nunca lograrás nada.

Mientras yo retiraba el arma y tú perdías tu cara de miedo, poco a poco pusiste una de asco, doy por echo que entendiste la referencia.

- Vuelve a tu vida, cuando te despiertes mañana por la mañana quiero que estés más dispuesta a hacer amigos. Tengo tu cara y la dirección de tu casa, volveré tarde o temprano y si te veo desperdiciando tu vida en videojuegos y comida chatarra, ya sabes lo que pasará.

No agregaste nada.

- Me debes la vida Tomoko Kuroki, te juro que volveré, y si no has cumplido tu parte del trato no dudaré en disparar.

Tragaste saliva.

- Podrías estar muerta, ahora largo.

Tomaste tu cartera y te fuiste corriendo, ni siquiera miraste atrás. Mañana el desayuno te sentará mejor que nunca y tal vez aprecies aún más los pequeños gestos que te hace la gente como cuando te regalé aquel globo.

Solo estás en primero, siempre tan decidida a hacer algo, no apartaré mis ojos de ti.

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