Creepypasta: los sueños.

 Esta historia está escrita a modo de secuela de esta creepypasta de aquí: https://youtu.be/hR9PznZOEAk?si=re6ldNegkjb8wDBe

¿Han oído hablar del relato "Exilio" del autor Edmon Hamilton? Es una historia de no más de 8 páginas escrita en 1943, perdón si les destripo el final pero tal vez les interesa. La historia cuenta como un grupo de escritores se reúnen, todo son risas hasta que habla Carrik, él es un escritor algo tétrico que dice haber experimentado una vivencia terrible, una vez fue atrapado dentro de su propio mundo de fantasía, un mundo cruel lleno de brutos y a grandes rasgos muy aterrador. 

"¿Y como escapaste de ese mundo?" Le preguntan.

"Nunca lo hice".

Se cierra el telón.

Una vez tuve un sueño tan vívido que cuando me desperté lo apunté de inmediato, dejé registro de él y hasta subí un vídeo con la experiencia a YouTube, sin embargo, al final el tiempo logra imponerse y me olvidé de él, hoy tengo ese sueño de nuevo.

He desarrollado una teoría con el correr de los años, ¿Y si los sueños son en realidad lugares que hemos visitado en vidas anteriores? Cuando sepas la respuesta tendrás miedo.

Salgo por una luz, no era tanto una luz, era más bien un brillo reconfortante, es difícil de explicar. Estoy en un callejón, caminaba con calma por unas calles interminables y encontré un tacho de basura en el que habían rebotado unas cuantas balas.

"Así que fueron reales", pensé, recordé esa sensación de estrés, corriendo con noventa personas delante escapando de francotiradores.

No había cuerpos al rededor, de hecho, no había más personas y eso me resultó hasta cierto punto reconfortante. ¿Sabías que no puedes imaginar caras nuevas en tus sueños? El cerebro recuerda constantemente los rostros humanos para diferenciarlos de rostros falsos, es una táctica primitiva de supervivencia.

Es de noche, el pasillo tiene un ancho de 6 metros y está encasillado en muros de unos 14 metros de altura. En la cima de los mismos a penas se divisan las fachadas de casas colocadas de forma estratégica para que una vez situado en la ventana adecuada, no te sea muy difícil abrir fuego con un rifle de asalto sin necesidad de apuntar.

No había luz, la única farola que iluminaba mi caminata era la luna. Tampoco había estrellas y muy difícilmente podía ver algo más allá de dos kilómetros, se que no es poco, pero atrapado en un callejón tan claustrofóbico saber que hay algo más allá sería un consuelo.

Toqué las paredes, estaban frías, como si hubieran sido mojadas para que no se pudiera escalar por ellas, tubo que ser hace años pero el cemento aún mantenía la humedad.

Cargaba conmigo una extraña nostalgia, era como si hubiera podido viajar al pasado pero ya no había nadie allí, solo viejas memorias convertidas en estructuras que tarde o temprano caerían.

No tardé mucho en divisar un edificio en la línea del horizonte, era la crueldad transformada en edificio. Me di la vuelta, esta vez no había regreso a casa, volví a mirar al edificio.

- Y ahora que soy libre algo en mi me pide volver, que lastima - dije eso en alto, pero ni siquiera el eco acudió como respuesta, estaba solo.

La primera vez que vi este edificio estaba preso en él, hecho de madera carcomida y yeso blanco en descomposición. Parecía un hospital psiquiátrico y recuerdo que lo primero que pensé es que no era normal que estuviera ahí porque no me sentía loco. Todo era mentira, estando más cerca me doy cuenta de que está hecho de una superficie vidriosa y plastificada, como una televisión de plasma, este lugar estaba construido a base de hologramas, de mentiras.

La puerta estaba abierta, me recibía a su izquierda un cubículo roto y una palanca dentro, el cubículo estaba hecho de cristal antibalas y la palanca estaba empapada de sangre extraída de la cabeza de un bebé, me resultó extraño ver que aún estaba fresca. La cabeza no estaba por ningún lado, mejor, ahora que no me impulsaban las ansias de libertad una imagen así me hubiera dejado secuelas.

- Y pensar que rompimos esto a patadas - digo deslizando mis dedos por los bordes aún afilados del cristal. 

Mi mano se aferró a la palanca, recuerdo que cuando la moví por primera vez me pareció que tenía un peso imposible, ahora no me presenta impedimento pero no la jalaré, no quiero quedarme atrapado en este complejo.

- Díez años, madre mía, se dice pronto pero es un buen... - susurro como si alguien me escuchara.

En el suelo hay un papel arrugado y pisoteado que recojo y examino, antes estaba en un sobre amarillo. Este lugar es tan complejo que hasta los reclutas portaban siempre un sobre consigo en los cuales había un mapa con instrucciones para moverse entre el complejo. 

El mapa del suelo es el mío, creo que lo tiré cuando logramos abrir la puerta y salir al exterior, recuerdo como lo conseguí, se lo quité a un ladronzuelo que trataba de robar mis cosas, supongo que se lo habría robado a un guardia. Ahora que lo pienso, no fui yo quien tomó el sobre, fue una chica... Si, esa chica trató de ayudarme, enseñarme como salir. Se llamaba Lorena, un esbirro la voló la cabeza con un arma de calibre corto cuando iba a explicarme la importancia del sobre, yo empujé a ese tipo, le hice atravesar una ventana y su cuerpo se destrozó contra un terreno baldío de piedras. Se que se llamaba Lorena porque luego encontré a sus abuelos llorándola y decían ese nombre.

Nunca más volveré a encontrarme con ella, la conocí como por 20 segundos y ahora nunca más volveré a verla, como Chuck Palahniuk dijo una vez, "un instante es lo máximo que puedes esperar de la perfección". Bueno, algo así, le estoy parafraseando.

Era extraño volver a recorrer esos pasillos, sin hologramas solo parecía el interior de una lavadora. Llegué hasta una sala que reconocí de inmediato, un pasillo estrecho lleno de agujeros en la pared, di 20 pasos y luego me eché rápidamente hacia atrás evitando un proyectil que hizo silbar el aire cerca de mi ojo. Una flecha había salido con la precisión de un ballestero, diminuta y mortal, poco más grande que un dedo índice y más perforante que una espada, aún me sorprende que de joven esas cosas no me rompieran los huesos, la adrenalina es un producto estamínico maravilloso.

Pasé la sala corriendo y me di el lujo de presumir con una voltereta hacia atrás cuando llegué al otro extremo, que placer es sentirse vivo.

Avancé por los pasillos, subí escaleras y visité salas vacías que antes estaban llenas de gente vestida con harapos y apretada en cubículos. 

El corazón casi me da un vuelco cuando llegué a uno de los pasillos más altos, había un cadáver en el suelo, estaba al lado de una ventana rota y todavía había un olor a pólvora en el aire. Si, era el cuerpo de Lorena, en lugar de cara tenía un agujero gigantesco, como si la hubieran disparado a quemarropa con una escopeta. Jamás volvería a ver su rostro o sus ojos llenos de esperanza, no fueron más de 20 segundos y esos 20 segundos representaron todo.

- Nunca te di las gracias por ayudarme a escapar, por motivarme a liderar a todos, gracias - le digo como si pudiera escucharme. - Muchas gracias, de verdad.

¿Quién sería Lorena? Tuve que haberla visto en la vida real o jamás hubiera podido imaginar su cara. Tal vez era un ángel, tal vez me crucé con ella en el autobús o a lo mejor la vi en un vídeo de atletas que son entrevistados por sus fans.

Nunca podré saberlo.

Miro a través de la ventana rota, efectivamente hay un terreno baldío y un arma corta de buen calibre, pero ni rastro de un cuerpo o algo.

Ya solo me queda caminar hacia un lugar, no se muy bien cómo llegar y el mapa no es de mucha ayuda porque los pasillos son demasiado intrincados, pero al final poco importa, por fin estoy aquí. Lo primero que me da la bienvenida son unas divisiones de madera muy podridas en el techo, todo sigue muy oscuro y el aire se siente pesado, aún se notan restos de olor a comida o tal vez solo es mi memoria queriendo dar forma al lugar.

Penetré en la oscuridad y caminé esquivando clavos oxidados y maderas sueltas. Finalmente lo encontré, me dio tanta nostalgia verlo, un cuchillo de postre malgastado y con mango de madera, aún estaba manchado de la sangre de un hombre violento que amenazaba a una familia, no debería sentir orgullo por ello pero lo hice.

Se me encrespó hasta el último pelo del cuerpo, sabía que no estaba solo en esa habitación. Noté las vibraciones de unos pasos apenas inaudibles y mi cuerpo recogió el cuchillo con gran velocidad, agachándome para preparar un ataque sorpresa.

La habitación se iluminó con una chispa de electricidad, estaba de espaldas y fue solo una décima de segundo, pero supe que detrás de mí había un hombre armado hasta los dientes de mínimo 120 kilos y lo peor es que me estaba buscando porque caminaba decidido.

Supe su posición exacta cuando estaba a dos pasos de mí, entonces agarré mi cuchillo con fuerza dirigiéndolo a su cuello con un giro magistral.

Atrapó mi muñeca en pleno desplazamiento, levantó mi manoey golpeó con su mano libre debajo de mi axila. Se sintió como si una bola de 70 kilos callera sobre el dedo meñique de mi pié. Todo mi cuerpo se paralizó de golpe y recibí una patada en el pecho que me empujó por los aires lejos de mi sitio, terminé atravesando una pared de madera descompuesta y mi cuerpo amortiguó la caída de 20 metros con la espalda, varios huesos tronaron.

Me revolví en el suelo y noté que estaba en el mismo terreno baldío donde tiré al secuaz, mis instintos me dijeron de inmediato donde encontraría el arma y fui por ella.

El suelo retumbó cuando algo se precipitó hacia él, las rocas se elevaron medio centímetro del suelo y la explosión de humo dejó pequeño el edificio que saltó por los aires como un castillo de naipes en medio de un huracán. Solo pude aferrarme a mi pistola con fuerza y esperar que aquel tipo no fuera a prueba de balas.

Salió caminando de la polvareda, ni siquiera estaba sucio. Tenía el pelo marrón y una cicatriz en el ojo derecho, vestía con una armadura negra con retoques dorados y una capa oscura que le hacía juego a sus guantes y botas que portaban el resplandor de la oxidiana.

- No deberías haber vuelto - me dijo mientras su pelo tomaba un tono rojizo por el brillo provocado por la electricidad que parecía emanar de su ser.

Su voz era firme y serena, como si siguiera el estereotipo de guerrero solitario que busca a su amada y su figura de metro ochenta y seis era cuánto mínimo respetable.

Me sentí tonto apuntándole con un arma, pero mi vergüenza no superaría a mi puntería, tres tiros a la cabeza apretando fuerte la culata, mi cuerpo tenso inmune al retroceso.

Los chispazos de electricidad cubrieron su cuerpo, en ráfagas de destellos azules las balas se derritieron, perdiendo todo su efecto. Le lancé el arma sin balas, la atrapó y la aplastó con sus manos.

Me puse en una guardia tradicional de jujitsu, lo había practicado de joven y sabía lo necesario, gracias a esto una vez sometí a dos adolescentes a la vez. No estaba muy seguro de que fuera a funcionar contra alguien como el guerrero pero tenía que intentarlo.

Empezó a caminar hacia mí, las prendas se le soltaron a cada paso, era como si perdieran su consistencia y sacara sus miembros a través de un recipiente de plastilina. Terminó a siete pasos de mí, sin camiseta ni calzado, sepa el mundo como era que no se cortaba con las piedras. En momentos como estos no hacen falta palabras.

Me tiré por él y decidí iniciar mi ataque con una patada baja ante la cual no se inmutó, mi fémur chocó contra su pierna con la misma efectividad que un hacha contra un edificio de hormigón.

¿Quizás un derribo iría mejor? Avancé en un salto vertiginoso con los brazos por delante, pero él rápidamente se puso en guardia, echó las piernas atrás y detuvo mi impulso inclinando su espalda. Sus brazos rodearon mi cabeza, iba a hacerme una guillotina, lamentablemente para él yo tenía libres mis brazos así que le di un rápido puñetazo en el cuello con la mano derecha, antes de que pensara en mejorar el agarre levanté la cabeza de manera que la parte posterior de mi cráneo resonó en su mentón. Intentó lanzarme un cruzado con la izquierda pero en un giro impulsado por la planta y punta de mis pies logré rasparle la cara con el codo, a modo de cuchilla le rasgué el otro ojo.

Debí haber tomado distancia pero me tomó por los hombros ajeno al dolor que debía sentir y me incó la rodilla en el estómago, mientras yo trataba de procesar el daño se impulsó con la pierna que tocó tierra y elevó la otra rodilla hasta mi mandíbula. Cualquier palabra que pueda usar para describir esa agonía se quedará corta, si no tenía la mandíbula fracturada en el momento, la tuve cuando sus nudillos arremetieron sin piedad golpeando mi lado izquierdo, tirándome al suelo y perdiendo un par de dientes.

Se abalanzó sobre mí y yo instintivamente me giré de espaldas protegiendo mi cabeza, el se limitó a tres golpes en mi nuca tratando de hacer que abriera mis defensas para poder hacerme un agarre por el cuello, un mata león que lo llaman.

Giré con vehemencia y clavé varías veces mi codo en su hígado, pero él tipo estaba hecho de hierro, simplemente no cedía y al final pudo romper mi guardia. Sus brazos aplastaban con tanta fuerza mi cuello que notaba como se partía mi tráquea.

Finalmente todo termina, me despierto con sudores fríos y mareos. Fue solo un sueño, intento convencerme de eso, fue solo un sueño.

Han pasado semanas desde aquello y ya no puedo soñar, he perdido cualquier contacto con mi imaginación. Los especialistas me han dicho que simplemente tube una pesadilla tan estresante que mi cerebro prefiere evitar los sueños como mecanismo de defensa.

Si, el cerebro hace muchas cosas para defendernos, recordar rostros, experiencias, tal vez ponernos en contacto con dimensiones más allá de nuestro alcance... Por favor amigos, aprecien sus sueños, no todo el mundo puede permitírselos.

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