Creepypasta: un sueño más grande que un charco.
No fue un sueño particularmente aterrador, porque de hecho, no fue un sueño en absoluto.
Me bajé del autobús con dos amigas, la estación estaba en lo que siglos atrás fue una estación de ferrocarril para el transporte de mercancías, ahora solo quedaban dos líneas de vias separadas, hechas de hierro oxidado y madera carcomida. El suelo húmedo había reclamado lo que era suyo por derecho, y múltiples hierbajos crecían en un terreno mayor mente embarcado. Así a ojo diría que el centro entre las vías, en circunstancias normales era una llanura decente de 12 o 15 metros de diámetro, estimo. Viéndola en ese momento, la tierra se había levantado como si hubiera pasado por ella un tractor, y grandes charcos se habían formado en la tierra, posiblemente de 30 o 50 centímetros de profundidad.
Cómo digo, bajé de esa parada con dos amigas, Bernarda y Anastasia. Todos llegábamos con nuestro traje de instituto y nuestras mochilas a la espalda, fuimos por la acera alante en dirección a la casa de Anastasia, que estaba todo recto a 30 metros de la vieja estación de ferrocarril y sus minas de sedimentos áridos que quedaban a nuestra derecha.
Llegamos a la casa de Anastasia, y que decir, era la misma edificación de una sola planta con un patio delantero precioso, decorado con dos pinos en cada esquina y varias macetas con ortensias, y ni hablar del patio trasero con una longitud de 15 metros que tenía su propio huerto privado.
Nos abrió su padre, el futbolista divorciado fiel creyente de la cienciología. Tenía la cara de Gerard Piqué en el cuerpo de Eduard Norton, y con una sonrisa nos tiró algo de propaganda que salió por mis oídos tan rápido como entró. Su padre era una buena persona, pero repetitivo como él solo.
20 metros más alante tuve que cambiar de acera, y ahí me despedí de Bernarda, ella se fue a su casa, yo a un bazar chino que llevaba 10 años en el pueblo, pero ya empezaba a sentirlo viejo.
Había dos personas delante de mí, contaban sus batallitas a la china recepcionista mientras compraban el pan y ella respondía en un español sin "erres" cargado de mucho acento pequines.
Yo fui conciso, siempre he sido tímido para las compras, me llevé mis dos barras de pan y pagué sacando la cartera de la mochila, luego de quitármela de mi espalda para poder tomarla mejor.
Tenía que irme a casa, tomé dos calles más y me fui recto, ligero con los dos panes bajo el brazo. Abrí la puerta corredera que daba a mi patio con la llave de mi bolsillo, y mi madre al verme me hizo una pregunta que me tomó por banda.
- ¿Vienes muy ligero, no?
No supe a qué se refería hasta que noté que no cargaba peso en la espalda, ¿Y mi mochila? No podía ser, solo me la había quitado en el chino y me la había vuelto a poner, o eso creí recordar.
Tuve que volver al chino corriendo, pedirles por favor que me dejaran buscarla y aunque aceptaron sin pegas, la mochila no aparecía por ninguna parte. ¿Me la abría dejado en la parada del autobús? Imposible, la tenía en el chino, pagué sacando algo de ella, pero ya de perdidos al río, miraría igual.
Corrí hacia el lugar con todas mis ganas, pensando en porque tenía que encontrar mi mochila, ahí no solo tenía la cartera, también tenía mi DNI, mis libros y todos mis apuntes. Distraerme tanto hizo que no me diera cuenta de que me había pasado la estación de largo, y ahora estaba en la entrada de la mina.
Me golpeé en la frente y maldige mi falta de atención, fui corriendo en linea recta hasta llegar a las vias, salté la primera, y pasé por entre medias del barro a zancadas, hasta llegar a la mitad del diámetro, al terreno levantado. No había forma de que cruzara esa parte, los charcos eran profundos, y mis pies se hundían si estaba mucho tiempo quieto. No quería terminar hundido hasta las rodillas sin posibilidad de salir si caía en un charco, no había gente cerca y sabía que eso era un viaje de ida sin retorno, como le pasa a las personas que se entierran hasta la cintura de granos de trigo en los silos.
Me giré y di varias zancadas por donde había venido, pero en uno de mis saltos bien calculados la tierra se hundió a mis pies, y de pronto, sin razón alguna, era sumergido en aguas profundas.
No tengo forma clara de explicarlo, todo lo que me rodeaba era agua estancada, y mi único punto de luz era el agujero por el que había entrado, el resto era tierra compacta de 10 cm de grosor sobre el agua. Estaba en un escenario imposible, había caído en tierra y parecía más que estuviera bajo el agua de un estanque congelado.
Superado un shock de dos segundos intenté nadar hacia arriba, pero simplemente no podía, mi cuerpo no se empujaba en el agua y era arrastrado hacia abajo por una fuerza antónima a las leyes de la física convencional.
El agua era fría, si lo pienso mucho aún siento ese frío en mis huesos, pero me asustaba más el fondo, porque no existía. De alguna forma sabía que podía estar cayendo eternamente y jamás tocaría el fondo, en esa zona abisal estaba un espacio más grande que el universo conocido, y de alguna forma que soy incapaz de explicar, te puedo decir, que si el universo verdaderamente fuera infinito, aún así cabría en esas aguas y sobraría espacio para que me ahogase.
No pude seguir conteniendo la respiración, empecé a notar el agua entrando a mis pulmones y empecé a toser.
Entonces desperté con esa tos, escupiendo agua estancada en la almohada. Antes de si quiera poder cuestionarme si todo había sido un sueño o no, vi algo en los pies de mi cama.
Mi pierna izquierda estaba rota, y apuntaba en mi dirección. Una mano tomaba mi talón derecho y lo apretaba con fuerza. Esa mano era más bien una garra, rosada y compacta, unido a un cuerpo tan aterrador como inexplicable.
Era una criatura encorvada, de rasgos antropomórficos y con una melena amplia y gruesa. A pesar de estar desnudo, todo su cuerpo estaba cubierto de un pelaje rosado que contrastaba con la oscuridad que lo cubría.
Lo más extraño era lo que llevaba puesto en la cara, era una mascara de tragedia griega, blanca, compacta e inexpresiva.
"Ven, Jaime, deja que los titanes te miren", dijo mientras arrastraba mi talón. . .
Volví a despertar, de golpe, y sin la tos de antes, aunque si tenía una respiración muy costosa y un fuerte dolor en el pie que me impidió levantarme, lo único que pude hacer fue gritar por ayuda.
***
No recuerdo mucho de lo que pasó después, desperté a mis padres, fui hospitalizado y las pruebas médicas mostraron que mi condición era crítica, tenía los pulmones llenos de agua.
"Un solo mililitro más y hubiera muerto", dice mi madre que le dijeron los médicos.
No se cómo llegó ese agua allí, pero la situación de mi pie no era mucho mejor, según me cuenta mi madre, tenía todos los ligamentos medio rotos, era como si hubiera recibido una patada jugando fútbol, pero no había daño externo, algo había roto los músculos desde fuera sin tocar mi piel.
***
Actualmente sigo en tratamiento médico, la cantidad de líquido en mis pulmones ya no es mortal, y con una cirugía mi talón se curó hace poco más de una semana, por fin pude decirle adiós a las muletas.
No pude explicarle a mis padres cómo terminé así, los médicos sugieren que bebí demasiada agua, me dio un colapso y eso hizo que tropezara en la cama rompiéndome el talón. ¿Imposible, dirás? Todo en esta historia lo es.
Quiero pensar que todo está en mi cabeza, que esa criatura de la mascara griega solo fue un producto de mi subconsciente, porque pensar que un ser de pesadilla me hizo tanto daño sin un motivo comprensible, simplemente no encaja en mi cabeza.
Por cierto, solo una cosa más, no me llamo Jaime, nadie en mi familia se llama Jaime, ni siquiera tengo un hermano o hermana que puedan tener un nombre similar porqué soy hijo único.
Llegué a pensar que Jaime podría ser un hermano mayor que nunca conocí, que murió antes de que yo naciera de alguna manera grotesca y que esa criatura vino por él, pero no, mi madre nunca tuvo hijos antes que yo, ni vivos ni muertos, y no seré yo quien critique a su propia madre por decirle que no abortó a nadie antes de traerme al mundo.
No se que pasó, y espero morir sin saberlo, porque lo último que quiero es dejar que los titanes me miren.
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