En este bar solo se aceptan señoritas: Me tomaré la vida lo enserio que quiera (part 1).
"Hoy todo va demasiado bien, algo malo tiene que pasar", eso solía decir mi padre, y pocas veces se equivocaba, y es lo que suelo decirme cuando pasan 15 minutos y no ocurre nada en el turno de noche. En estos dos meses no he tenido visitas de nuevas señoritas, pero Keiserin y Alfa vienen a tomarse algo con regularidad, me pregunto cuál será la noche en que coincidan. No me importaría que fuera hoy, total, esta no ofrece nada interesante.
***
- De acuerdo, todas hablan español, incluso las emperatrices de otros planetas, ¿Pero no te parece extraño que gente como Keiserin también hable con nuestro mismo dialecto? Se supone que viene de dos siglos en el futuro pero todas sus expresiones las entiendo - le comento a Aaron en una noche en la cual no me distraigo limpiando copas. - Es extraño si lo piensas, un joven de 2005 no entendería las expresiones de un joven de 2022, pero yo le entiendo a ella sin problemas, ¿Qué posibilidades había?
- Una muy próxima a cero, pero, no cero - mi jefe se encoje de hombros. - No lo sé muchacho, mi teoría es que esa puerta solo nos conecta con gente que nos entienda, pero que sabré yo, solo soy un viejo canceroso con un bar.
"Si, lo mejor es no hacerse muchas preguntas", me digo a mí mismo. "Supongo que es como en Ben 10, donde hasta los cazarrecompensas hechos de diamante de otros planetas saben hablar inglés".
***
La puerta se abre y un guante blanco se alza mientras su portadora pasa saludando. - Buenas noches, señoritos, ¿Qué le pueden ofrecer a esta trovadora que se está asando de calor?
- Lo de siempre, supongo.
- No esta vez - retira el taburete antes de poner sus posaderas en el cuero rasgado. - Hoy solo quiero hablar, mi actuación ha sido a última hora y he estado comiendo antes.
- como veas - solo me da por asentir.
Mientras ella se quita el sombrero y la guitarra para dejar sus cabellos al viento, yo pienso de nuevo en la primera vez que nos conocimos y parece que aún puedo sentir su pelo en mi cara, que le puedo hacer, al menos no es esa clase de fetiche del zapato contra el pecho.
- Jaime, una pregunta un poco tonta, ¿Sigues hablándote con Antonio?
Mi mente rebusca, o, si, Antonio Revilla Alcalá, era el chico que estaba en este trabajo antes de que yo llegara y fue quien me lo presentó. - Yo se que sigue vivo, estudiando en Inglaterra como te dije, pero llevo como mes y medio sin hablarle, ¿Por qué la pregunta?
- No, nada en particular - el hecho de que Keiserin no haya respondido mi pregunta con otra activa todas mis alarmas. - Solo pa' saber que tal le va, ¿No va a venir por aquí, cierto?
- No creo, Inglaterra está muy lejos de América, ¿Lo sabes, no?
- ¿Donde creés que vivo? - ahí está la Keiserin que conozco.
- Solo quería asegurarme, en tu mundo no existe mi país - digo encogiéndome de hombros.
- Ya, ya se... - Keiserin apoya un codo en la mesa y luego pone la cabeza sobre su palma. - En tu país Japón no es un país cristiano tampoco, es todo tan raro.
Todavía me parece sorprendente que las ditas, no solo conservaran la religión cristiana, sino que además la llevaron hasta hacerla mayoritaria en China, Taiwán, Japón y las dos Coreas, que según dijo Keiserin, ahora eran una sola. Pero Keiserin no estaba muy puesta en teología, dado a que asumió que jamás se casaría, sabía de la religión lo que aprendió de las canciones que estudió en su maestría. Pero claro, las formas de practicar las creencias religiosas suelen cambiar luego de un cataclismo radioactivo mundial.
- Jaime, ¿Tú trabajas aquí todas las noches? - Su tono de curiosidad parece genuino, pero no estoy tan acostumbrado a que me llamen por mi nombre, y mi cerebro confunde amabilidad con coqueteo.
- Si, era parte del contrato que firmé - me rasco un poco la barbilla al recordarlo. - Pero no me preocupa mucho, tenía una cláusula de un pago extra en caso de que afectara a mi vida con efectos secundarios.
- ¿Qué clase de efectos secundarios?
- Una vez una mujer que vino me tiró una cartera a la cabeza, y yo que tengo los reflejos de una tortuga con artrosis la paré con la frente - me masajeo, todavía duele. - Me subieron el sueldo 12 cantos.
- Ha de ser una ventaja enorme no asustarse fácilmente en un trabajo como este - Keiserin asiente como para confirmárselo a si misma.
- Tiene sus más y sus menos, pero teniendo a Aaron por aquí me preocupo poco, sabe lidiar hasta con poltergeist.
¡Clach! Una cacerola se cae en la cocina y le sigue un sonoro; "¡Me cago en todo, odio este jabón!".
- El cielo sabe que si Aaron no perdiera tanto tiempo en la cocina colocando cosas como un maniático sería demasiado poderoso - me río para encontrar otra sonrisa en el rostro de la trovadora. - Eso y el cáncer, ahora está en un tratamiento en el cual tiene que tratar de tener las manos lo más limpias posibles o algo así, con temas tan personales prefiero no hacer muchas preguntas.
- Eres todo un caballero como los de antes - comparto la mirada, su sonrisa carmín me sigue pareciendo fuera de serie.
Asiento y suspiro, creo que buscaré un vidrio que limpiar ahora.
- Perdoname si insisto, pero se me hace muy curioso verte tan centrado en el trabajo a estas horas de la noche - dice Keiserin, volviendo a tomar mi atención. - ¿No te preocupa que un día vayas a salir de fiesta con tus amigos y te tengas que venir aquí repentinamente? , porque, ¿Te gustan las fiestas, no?
- Tanto como al promedio mundial, supongo - para ser sincero, nunca me había planteado ese escenario. - Pero no me preocupa, organizaría bien el horario para tener una quedada agradable con mi amigo.
- ¿Amigo? - Keiserin afila su mirar como el músico que se centra en un pentagrama. - ¿Solo tienes un amigo?
- En la universidad, si, tuve otros amigos cuando estuve en el instituto, pero perdimos el contacto cuando me mudé - al ver que se avecina otra pregunta niego con la cabeza. - No quisiera indagar en ese tema, involucra el divorcio de mis padres.
Keiserin asiente comprensiva, aunque brevemente la veo morderse el labio, trama algo, no hay duda. - ¿Y no te resultaría de interés venir a una fiesta de mi mundo?
- No - respondo por automático.
- ¿Por qué no? - ella iergue un poco su espalda y parece genuinamente sorprendida.
- No soy mucho de salir de casa.
- Hay una primera vez para todo, sería una experiencia única en su tipo y todas esas dudas que has tenido a lo largo de nuestras conversaciones las podrías resolver en persona - Keiserin asiente convenciéndose a ella sola. - Más que una fiesta podrías verlo como un estudio de campo.
- No, no me interesa.
- Pero justificame por qué no.
- Keiserin, en tu mundo la violación es legal.
La veo poner una mueca de desagrado. - Han pasado décadas desde eso.
- Décadas, no siglos - reafirmo mi postura sin temor en mis palabras.
Keiserin respira, supongo que se esperaba esta respuesta por mi parte. Saca su espejo de bolsillo y se mira el rubor de la cara.
- Está bien - abre otro bolsillo interior y saca una cartera, me sorprende más la cantidad de bolsillos que tiene ese chaqué que los fajos que ella guarda. - Di un precio, puedo ofrecerte hasta 4 ceros.
- Eso quiere decir que puedes subir la apuesta hasta 5, pero lo harás ver cómo si te sacara de tu zona de confort para presionarme, ¿No?
- De... ¿De qué estás hablando?
- Keiserin, estudio psicología, es el truco más viejo del manual, no voy a caer en la trampa de más valor y menos riesgo.
Ella se resigna guardando la cartera en dos movimientos. Pero por su expresión de ludópata frustrado porque no encienden la máquina tragaperras, se que esta conversación no ha terminado.
- Podría conseguir un uno y seis ceros - dice pensando con una mano en el mentón. - Si le pido un préstamo al banco para...
- Keiserin, por favor... - mascullo un poco las palabras dentro de mi, me cuesta decirle esto como a un mago le cuesta revelar sus trucos. - No aceptaría tu dinero ni aunque fueran 10 ceros porque... Porque tu dinero en este mundo no nos sirve.
- ¿Cómo dices? - frunce un poco el ceño, hora de mostrar los espejos del otro lado de la caja.
Camino hacia la caja registradora y la abro de un golpe seco porque la parte corredera con el dinero siempre se atasca. Sus apartados solo muestran billetes y monedas locales.
- Aaron acepta los pagos de todas las clientas porque le gusta coleccionar billetes y monedas exóticas - cierro la caja con un sonoro golpe que matiza la decepción en el semblante de la trovadora. - Aunque me dieras un billón de lo que sea, no es como que vaya a poder ir al banco y cambiarlo, no me sirve.
Ahora su rostro tiene un marcado gesto de; "ya veo", y tamborilea con los dedos en la mesa. Yo regreso a mi sitio, ahora sí con un trapo y una copa, solo dejaré que la noche fluya.
- ¿No me vas a preguntar porqué estoy insistiendo en esto? - volvió a cuestionar Keiserin al cabo de 10 segundos de silencio.
- No voy a ir, así que cuanto menos sepa mejor - respondo firme en mis convicciones.
- Vale, el dinero no funciona contigo - esto se está acalorando, pequeñas gotas de sudor parecen emerger de sus poros. - Que te parecen abrazos gratis de por vida, y un besito en la frente.
- Keiserin, no tengo cinco años - intento sonar enfadado pero el rubor colorado de mi cuerpo da otras señales.
- Pues más no te voy a ofrecer - se cruza de brazos sobre la mesa y susurra. - Pero tengo una amiga que si estaría dispuesta a ofrecerte mucho más.
- ¡Keiserin! - ahora sí he gritado, me siento como un niño enfadado con su madre porque esta contando historias vergonzosas de cuando era pequeño.
- Amor, te prometo que no hay ninguna sorpresa, no es dita, 100 por 100 mujer, y abierta a experiencias nuevas.
- ¡Mira! - levanto la mano y agacho la cabeza tanto como me es posible. - No se cómo funciona el intercambio de bienes y servicios en tu mundo, pero si no quiro una cantidad de dinero que no gastaría en años, menos voy a querer sexo de 5 minutos.
*Ñium *.
La puerta se abre al ser empujada por una chica de cabello negro con una única mecha cian y ropa oscura. Si, es Alfa, a abierto con una mano mientras tiene la otra en su chamarra, y tiene cara de que quiere saber que está pasando, o eso creo distinguir en sus ojeras residuales, intuyo que últimamente duerme mejor.
- ¿Interrumpo algo importante? - pregunta desde fuera.
- No necesariamente - digo mientras mi cara trata sin éxito de recuperar su color original.
- Si, por supuesto que sí - dice Keiserin, que casi da un puñetazo en la mesa para enfatizar su postura.
- Preguntaba por cortesía, voy a entrar igual.
"De todas las noches, tenían que coincidir en esta", murmullo para mí.
Alfa parece estar de buenas, el sonido de sus espuelas pasa de largo a Keiserin y se pone a dos taburetes de distancia, dejando uno vacío entre las dos.
Alfa trae mejor cara últimamente, junto a ropa más limpia y olor a gasolina. Al menos ya no dispara radiación desde sus heridas del cuello.
¿El por qué del olor? Lo desconozco, total, no es mi asunto, pero intuyo que llevó a reparar el coche ese que dijo que destruyó contra el hombre lagarto y se quedaría trabajando de mecánica en ese taller. Solo espero que no amenazara de muerte al dueño.
- Ponme algo - me dice la recién llegada.
El ponme algo de Alfa es su forma de decir; "quiero un roncola", solo espero que hoy lo pague.
Mientras saco un vaso y las respectivas botellas, Keiserin se vuelve a mirar en el espejo y se seca la cara con sus guantes. Me gustaría que Alfa hiciera algo parecido, pero solo me mira fijamente con una sonrisa que podría volverse psicópata y retorcida si se abriera un poco más.
- ¿Has tenido tiempo para aprenderte una canción nueva? Mataría por volver a oírte cantar - dudo que esté siendo metafórica.
- No, primero me ha tenido muy entretenido todo el tema de configurar el móvil nuevo, segundo la universidad y los exámenes cercanos, tercero las lecturas obligatorias - le paso el baso deslizándolo por la barra, me gusta eso y el sonido de los hielos al chocar.
La puerta de la cocina se abre y Aaron sale quitándose el polvo de las manos como un gimnasta se quita el magnesio después de la calistenia. - Cuanta gente aquí, ¿Regalan dinero o algo así?
(Seguramente ha escuchado mi conversación con Keiserin, no es que hayamos sido silenciosos).
- Por favor, ¿Podemos no cambiar de tema? - dice Keiserin compartiendo miradas con todos, aunque a Alfa le da igual y sorbe su bebida con fuerza.
- ¿Qué sucede? - pregunta mi jefe con un tono más serio.
(Mi plan de no hacer preguntas se ha ido al garete, fuera como fuese, hoy estaba destinada a ser la noche que ocurriera todo).
- Es algo que me involucra a mí y es algo que involucra a Julieta - responde Keiserin.
- ¿Esa quien es? ¿Tú novia? - pregunta Alfa.
- ¿Que te importa? - le contra cuestiona Keiserin con despecho. - Y Julieta es un hombre.
- Tiene nombre de gay - dice Alfa, suelta una carcajada en la que se queda sola. - Eso es como feliz en inglés.
- ¿Estás buscando problemas? Porque a lo mejor los encuentras.
Mis ojos se abren, es la primera vez que veo a Keiserin cabrearse, y Alfa lo ha conseguido en tiempo record, lo peor es que forma una sonrisa provocadora.
- ¡Ey! - grita Aaron en un tono firme. - Nada de peleas en mi bar, y menos a estas horas de la noche.
Mi jefe tensa unos músculos que alguna vez fueron del tamaño de un culturista profesional, y sirve para detener el pique, hasta ellas saben que está mal gritar en el bar de un anciano.
- Okey, lo entiendo, dejare que Lady dramas nos hable - Alfa sube y baja lentamente ambas manos de la altura de su cabeza mientras hace el rodamiento de ojos más explícito que he visto en mi vida.
Keiserin suelta un suspiro que es más un bufido y toma postura. - ¿Os acordáis que os hablé de la coronación de Julieta, no? Bien, ese evento dura seis meses, es una demostración de estatus, los dos primeros meses son para bailes de gala, ya sabéis, fiestas como las de antes, con lámparas de araña y luces ambientales.
» En los dos meses siguientes solo se permite la asistencia de mujeres solteras, una de ellas se convertirá en la futura esposa de Julieta, y se decide al final de ese segundo mes.
» Los dos últimos meses se festeja el casamiento, y en el mes final se corona a Julieta, se le pondrá el collar de matrimonio y tendrá que arrodillarse para besarla el pene.
- Espera, espera - Alfa interrumpe con la expresión de confusión y alegría más explícita que en este planeta se puede realizar. - ¿Él le besa el pene a ella?
- ¿Tienes problemas de audición? - En cualquier momento Keiserin le soltará un puñetazo a Alfa y le abrirá alguna de las cicatrices ya cerradas que se hizo con los cristales.
- ¡Ja! ¿Pero de qué país eres que las mujeres tienen pene?
- No son mujeres, son ditas - La mano derecha de Keiserin forma un puño perfecto, el pulgar por fuera, no hay manera de que esto acabe bien.
- Alfa, por favor - comento lo más calmado que puedo.
La señorita con mecha celeste se levanta y se va riendo, solo deja de ser escuchada cuando la puerta se cierra, hasta entonces Keiserin le está deseando la muerte con la mirada.
- ¿Quién era esa? - pregunta señalando con el pulgar tras de si.
- Es una especie de programa, cantante, demonio, humana que cobró conciencia y vino una vez por aquí - noto que Aaron me frunce el ceño porque conscientemente he omitido que también mató dos personas, que sepamos. - Ella vino un día y le dejé mi móvil, así que viene de vez en cuando porque le caí en gracia.
- ¿Eso es muy normal por aquí?
- A veces cita frases de Eminem y piensa que no nos damos cuenta - añado yo evitando deliberadamente la pregunta.
Aaron mueve su muñeca para ver su reloj casi con más años que Popeye. - Este bar cierra en 17 minutos, muchachos, ahí acaba mi sesión de terapia, así que deberíais seguir.
- Si - afirma Keiserin. - Mira, Jaime, te he preguntado antes por Antonio porque supuse que él si querría ayudarme, la última vez que estuve aquí pudo invocar una espada.
Supongo que mi cara de extrañeza genera la misma expresión en su rostro por reflejo. Yo sabía que Antonio era fuerte, quizás que entró artes marciales mixtas porque eso fue popular con el escándalo de Monika, ¿Pero invocar espadas? Es la primera vez que lo escucho.
Me giro para mirar a mi jefe y este solo asiente comprensivo, su cara básicamente dice "sí a veces hacía eso", ¿Cuántos secretos más se me escapan? La verdad es que no quiero preguntar, pero algo me dice que me enteraré de todos modos.
- ¿Pero ayudarte a qué? - pregunto.
Antes de que Keiserin pronuncie una respuesta Alfa vuelve a entrar caminando a su asiento con resquicios de una risa en su cara.
Todos nos la quedamos mirando, en especial Keiserin, que todavía tiene que tener un debate interno sobre si soltarla un puñetazo o no. - Estáis actuando como si no hubierais visto a una mujer blanca antes, seguir hablando - aunque eso dice, toma su vaso antes llenado y sorvió con fuerza por cinco segundos hasta terminárselo.
- ¿Querías saber a qué me refería, no? - retoma la pregunta Keiserin, a la cual asiento. - Ya sabes mi historia con Julieta, fui poco sutil proyectándola cuando vine la primera vez - afirmo de nuevo.
» Aunque el contrato es de seis meses y paso entre 6 y 8 horas en su castillo, según el día.
"¿Castillo?", pregunta la expresión de mi cara aunque yo no diga nada.
- ¿No lo dije, verdad? - Keiserin cierra los ojos con calma y se masajea la frente. - El estatus social de Julieta, él no es un príncipe, no en el máximo sentido de la palabra, pero su madre es la sexta mujer más importante del país, es como una administradora de la hacienda pública pero con un estatus más del siglo 18.
Simplemente asiento sorprendido, no esperaba que en una sociedad tan supuestamente avanzada se repitan títulos arcaicos, aunque bueno, las repúblicas actuales todavía usan de base el derecho romano, que sabré yo.
- Perdón si se me saltan detalles, estoy acostumbrada a vivir sin tiempo límite, así que pa ir rápido omito información.
- Pues ve al grano directamente - intervino Alfa con cara desganada.
Iba a reprenderla como si sirviera de algo, pero aunque Keiserin apretó la mandíbula, supo que la chica de la mecha tenía algo de razón. - Supongo que matizaré lo importante, si.
» En todo el tiempo que he estado aquí solo he hablado con Julieta tranquilamente unas 8 veces, cuando viene a verme al "bacesteich" después de mis recitales. Y eso de tranquilamente es relativo, pues no es el único hombre que viene a verme, y la cola hace que vayan entrando y saliendo deprisa.
» Por lo demás, no suelo ver a Julieta en las fiestas de su propia casa, y cuando asiste lo hace acompañado de su hermana, persona a la cual no le agrado, no porque le haya hecho algo sino porque soy una mujer de segunda.
Miré a Alfa, ya podía ver sus labios a punto de moverse para preguntar; "¿Eres una prostituta?", o una palabra más vulgar.
- Y antes de que lo digas - Keiserin mira fulminantemente a Alfa. - No soy una meretriz, las ditas consideran mujer de segunda a cualquier ser humano de cromosomas X X carentes de pene y testículos.
Alfa entrecierra los ojos, no le gustaba que se adelantaran a sus pasos. - Eso es biológicamente imposible - se limita a decir.
- Exclamó la mujer sobrenatural controla tecnología que asesinó a un hombre lagarto y se curó de la radiación sin secuelas - dijo repentinamente mi jefe.
Alfa prefirió morderse la lengua y evitar la réplica. Plasmaré esto en mis recuerdos, a ella se le van las ganas de seguir bromeando si te adelantas a sus argumentos.
- ¿Donde me había quedado? - pregunta Keiserin, noto como una gota de sudor le escurre de la frente, algo de estrés que la está poniendo nerviosa.
- No le caes bien a la hermana de Julieta - le recuerdo.
- Si, cierto, hace unos días tuve un incidente con ella, básicamente me dijo que no podía ir a la segunda parte de la coronación, aquella donde Julieta debe elegir esposa - Keiserin da un bufido. - No debería poder impedírmelo, soy más mujer que cualquiera de las ditas, pero aunque lo negó, sospecha de algo entre Julieta y yo, se está anticipando a que Julieta monte un numerito - otro bufido. - Como les gusta fingir en esta pantomima, solo pactarán el matrimonio con la dita más adinerada del mercado.
Ahora comprendía un poco más el dolor de Keiserin, un amor imposible por reglas sociales, a Lorca le hubiera encantado esta historia.
- Sin más rodeos te digo, Jaime, que quiero que vayas a esa fiesta porque tengo un plan con el que poder sacar a Julieta, traerla aquí, y olvidarnos de nuestro mundo para siempre.
Ninguno de los presentes teníamos una cara que pudiera expresar las emociones que se cruzaron en nuestras cabezas al escuchar eso.
- ¿Por eso me preguntaste si te dejaría el bar? - preguntó mi jefe.
- En parte si, dudo que aquí fueran a encontrarme, casi nadie viene a este bar según me habéis contado - Keiserin volvió a mirarme. - Jaime, no puedo hacer esto sola, te prometo que lo que tienes que hacer no es mucho.
- ¿Exactamente qué sería?
- Tendrías que distraer a Alhambra - me quedé perplejo, ¿Me estaba pidiendo distraer a un edificio? Supongo que notó algo en mi cara porque matizó. - Alhambra es la hermana de Julieta.
No me gustó ese matiz, no era muy bueno hablando con las mujeres, en general, no era muy bueno hablando con nadie, soy más de los que escucha y pregunta en caliente por las cosas más evidentes, y no por las más importantes.
- Te prometo que no tienes porqué ser muy educado, cortés o amable, ella se fijará en ti por como eres.
Mi cara de perplejidad aumentó más. No me considero feo, pero tampoco soy lo que se dice un sex simbol. Luzco como si Eminem (que me perdone por compararme con él) se hubiera despertado tarde, con todo su pelo chupado por una vaca, y una barba que no pasaba de pelusilla por más que me la dejara crecer por meses. Súmale unos ojos insípidos, que bajo la luz adecuada parecen tener más estrabismo que Cuasimodo. Y de mi pelo caído cuando me arreglo para venir a trabajar prefiero no hablar.
Vi a Alfa conteniendo la risa todo lo que podía, y Aaron solo miró su reloj, faltaban 8 minutos. Keiserin en cambio me miraba como si la información que acababa de compartirme fuera de vital importancia para su vida, diantres, seguramente lo era.
- Me alagas Keiserin, de verdad que si - digo volviéndome rojo sin disimularlo. - Pero, ¿No destacaría mucho entre tus hombres?
- ¿Tú? Para nada, hasta tienes la altura correcta, el promedio está en metro cincuenta.
Me ofendí, podría haber destacado otro rasgo. - Ya pero yo no parezco una joven de 18.
Alfa frunció un poco el ceño y su cabeza giró mirándonos a ambos, era el tipo de cara que se preguntaba, "Enserio, ¿De qué país viene?".
- Eso es mejor - los ojos de Keiserin se iluminaron, me tenía justo donde quería desde un principio. - La he visto en las fiestas, solo habla con hombres si son padres importantes, o si no le queda más remedio, no invita a nadie a bailar pero si habla más con las ditas de rasgos más masculinos. Si mi instinto de psicóloga doctorada no me engaña, tiene que estar cansada de los rasgos afeminados con los que convive diario, si tú fueras se fijaría en ti y entonces...
- Es que no quiero - dije por el calor del momento antes de que se siguiera haciendo ideas.
La alegría en la cara de Keiserin reventó con más fuerza que Tom después de caer en su propia trampa y comerse un cartucho de dinamita.
- Las mujeres no son lo tuyo, ¿Eh? - me soltó Alfa por la cara, aunque me dolió más ver a mi jefe asentir por el rabillo del ojo.
- Yo, yo solo no al menos - dije, y Keiserin volvió a sonreír, tenía un plan para eso.
- No irás solo, tengo dos entradas, dije que eran para mis hermanas, pero era puro cuento, tengo una amiga...
- Iré yo - interrumpió firme y tajante Alfa.
Keiserin solo la miró de reojo. - ¿Cómo dices?
- Estás hablando tan raro de tu país que definitivamente es algo que tengo que ver con mis propios ojos - dice Alfa como si fuera un argumento razonable. - Y si algo saliera mal, yo puedo ayudar a Jaime, sea con mi poder o con mi fuerza.
- ¡Ja! - Keiserin se rió, y matizó el sarcasmo dando un guantazo en la barra. - ¿Tú? Mira tus brazos, las ditas te partirían como una cuerda de guitarra contra un cuchillo.
Alfa se puso de pie, reculó tres pasos y puso su sonrisa de cosplayer psicópata. - Si, mira mis brazos - hizo un solo movimiento y algo escurrió de su espalda, pasando por su hombro resaltando la manga de su chaqueta hasta terminar empuñado en su mano derecha. Era un bate de beisbol, uno que había sido reparado a mano y tenía restos de sangre seca, tanto de humano como de lagarto.
- ¡Ja! - volvió a reír Keiserin, que se puso de pie después de dar otro manotazo. - Pareces un niño con un palo que creé que puede ganarle a un gorila, no me ganarías ni a mí.
- ¡Ven y demuéstralo! - Alfa sonreía, desafiante.
- Nada de peleas en mi bar - repitió Abraham con su cara de "ya estoy viejo para estos trotes".
- Pues vamos fuera - dice Alfa señalando la puerta de una cabezada.
- Amor, hago Jiu jitsu callejero, no te conviene que luchemos en el asfalto del callejón.
"O, así que no era mentira, eso es algo que existía", pienso.
- ¿De qué hablas? Fuera hay un bosque, estamos en un bar de carretera cubano.
Keiserin me mira a mí, que me encojo de hombros, y luego a mí jefe, que hace lo mismo. - ¿No le habéis dicho que está en un bar interdimensional?
- Di por hecho que lo sabría - respondo.
- ¿Bar interdi...? A, eso explica porque no podía acceder a tu cuenta bancaria - nos reveló Alfa.
Mentiría si digo que me sorprende que lo haya intentado.
- Si ella sale primero, podréis ir a su mundo - dice Aaron antes de mirarse la muñeca. - Pero deberíais arreglar vuestras diferencias rápido, cerramos en cinco minutos.
Alfa hace un gesto con el mentón; "andando", eso las dos lo entienden.
***
Mi jefe y yo mirábamos desde la puerta que había trabado con una silla porque sino se cerraba sola.
Alfa y Keiserin estaban a poco más de dos metros la una de la otra. Alfa parecía que esperase el "jomran" de su vida y Keiserin tenía una pose rara, las piernas en compás, la mano izquierda a la altura de la mandíbula y el brazo derecho más suelto y estirado, como si sostuviera un escudo.
- Lo voy a hacer sin trucos mentales para que luego la niñita no llore - dice Alfa afilando su sonrisa.
- Te lo voy a poner fácil - dice Keiserin. - Derríbame al suelo una sola vez en menos de 30 segundos y te dejo que vengas.
- ¿No te recuerda esto a tus experiencias sexuales? - pregunta Alfa levantando el bate.
- ¿Qué?
- ¡Pides 30 segundos y sobran 29!
Ese fue su grito de guerra antes de que su bate, sujeto a dos manos, trazara un arco horizontal. Keiserin le hizo un parry con la mano derecha, empujó el bate de Alfa como quien quita una ramita en una caminata por el bosque y su mano izquierda le atinó a Hatsune en todo el plexo solar.
Alfa soltó una bocanada a medias, cuando recibió un derechazo en la garganta que parecía un gancho pero en realidad era un recto.
Aunque Alfa reculó, no perdió posición, volvió a colocar el bate a la altura de sus hombros y lanzó golpes horizontales desde distintos ángulos, como si golpease muchas bolas rápidas de seguido. Keiserin contragolpeó todo con sus puños, sus guantes verdaderamente chocaban con la madera del bate y lo devolvían a su sitio, a ella el impacto ni siquiera parecía dolerle en las muñecas.
Keiserin entonces entra más en el perímetro de Alfa, da un golpe con toda la palma abierta en la nariz, sus guantes se llenan de sangre, pero por supuesto, la chica que resistió miles de cortes de cristales en la cara no se ve gravemente afectada, ni siquiera suelta el bate.
Y entonces llega.
- ¡A! - Keiserin solo deja salir esa letra cuando Alfa le patea la rodilla derecha, su punto de apoyo.
Alfa ingeniosamente había estado atacando solo desde un frente con su bate, para que Keiserin solo se esperase golpes desde esa dirección, lo que no se vio venir fue que la chica matalagartos supiera patear, y que manera de patear, permítanme decirles, pateó en muy corta distancia, ascendentemente, en lo que cualquiera hubiera confundido con un acto de trastabillar. El golpe impactó perfectamente, si hubiera tardado medio segundo más, Keiserin ya se hubiera hecho con el tren superior de Alfa de un agarre a dos brazos.
Para la mala suerte de Alfa, Keiserin no cayó y logró retroceder cuando el bate subía, evitando un golpe que hubiera dado en la cabeza. Incluso si el arco había sido corto, eso de 700 Neutons no bajaba.
Todo esto en solo 7 segundos.
Keiserin avanza a zancadas contrapuestas de un lado a otro, pero Alfa ve venir el golpe a tiempo, sus manos giran por debajo del agarre que Keiserin intentaba de sus muñecas y el bate se incrusta en sus costillas. No hay forma de que eso no duela, pero Keiserin no lo demuestra, solo recoloca sus manos y agarra a Alfa de camisa y chaqueta, agacha todo el cuerpo de Alfa hasta que incrusta la rodilla en lo más profundo de su estómago. Alfa escupe a Keiserin y esta se cubre a tiempo con la palma, sus guantes parecen ser impermeables a las babas y los restos de roncola.
Alfa tira hacia atrás con fuerza, librándose del agarre de una sola mano de Keiserin. Puedo notar la sorpresa en el rostro de la mujer, no se esperaba tanto aguante por parte de Alfa, pero está decidida a terminar el combate aquí.
Antes de que Alfa tenga tiempo de poner su bate en posición, Keiserin lanza una patada alta directamente contra la boca de Alfa, no contra la mandíbula, directamente los dientes, tiene total intención de mellarle la sonrisa de por vida.
Pero Alfa sonríe más y entonces, muerde. Su dentadura se clava con fuerza en la plantilla de Alfa y solo se sacude un poco con el impacto.
- ¿Qué coño? - grita Keiserin.
Alfa entonces salta y da una doble patada a Keiserin en la única pierna que tiene de apoyo, es una de esas patadas voladoras con los dos pies que hacen en la lucha mexicana, como la que una vez tiró a KeMonito del escenario.
Así cayeron al suelo las dos, en solo 15 segundos, aunque Alfa estaba riendo como una desquiciada. - Jajaja que te jodan, y sin usar mis poderes - dice.
- ¿Quién coño muerde una pierna en un combate? - exige saber Keiserin a medio flexionar y señalando a Alfa.
- ¿Funcionó si, o no?
- ¿Me vas a comprar tú el pantalón a juego con el chaqué? - Keiserin se miró la zona afectada, el mordisco había sido con ganas, no iba a dejar marca permanente en la piel, pero casi le dolía hasta el hueso, y el pantalón estaba lleno de babas y manchas de licor. - Solo tengo otro par limpio.
Alfa seguía tumbada y riendo cuando Keiserin se reincorporaba y me miraba. - ¿De verdad creés que esto podrá defenderte?
- Te ha tirado al suelo y casi te deja fuera dos veces - respondí.
- Suerte del principiante - masculla entre dientes mientras se quita el polvo.
- Ganar es ganar - dice Alfa antes de extender una mano. - Ayúdame, ¿Okey? Se me ha resentido la espalda por la patada.
Keiserin frunció el ceño, creo que podía entender esa cara, estaba algo dolida, pero aún así le extendió la mano de vuelta y ayudó a Alfa a ponerse de pie. Keiserin a parte de educada, bella, cortes y amable, era una mujer de palabra, había perdido en sus propios términos y aceptaría la participación de Alfa.
***
De vuelta en el bar, y a falta de 4 segundos para cerrar, dejamos las cosas más claras.
- Bueno, Jaime, ya tienes guarda espaldas, ¿Te convence el plan? - me pregunta Keiserin.
- No mucho, y creo que hay partes que matizar, pero total, no voy a echarme atrás ahora que casi te dejas una pierna.
Keiserin miró de soslayo a Alfa y esta se relamió sonriendo. - Muy bien, respecto a ti, te vienes conmigo a mi mundo.
- ¿Qué? ¿Por qué? - rechistó Alfa.
- ¿No pensarás ir vestida así a una fiesta de gala, no?
- Claro que no, me compraré un vestido adecuado.
- ¿Tú? - pregunto yo por la sorpresa del momento.
Alfa me atrapa de la pajarita y me acerca a ella en un movimiento. - Si, soy tan fina y refinada como una flor de loto, ¿De acuerdo?
- Ya vale - Keiserin nos separa de un movimiento. - Vendrás conmigo y te compraré algo adecuado, yo sé que ropa se lleva y con cuál pasarás más inadvertida. Te dejo ayudar, pero será bajo mis términos.
- Como sea - dice Alfa ya cansada de tanta charla.
- El tiempo se acaba, afinaremos detalles mañana cuando venga a recogerte, Jaime, por favor traete un traje elegante.
- ¿Espera, es mañana?
- ¿No es muy tarde ya? Adiós.
Keiserin tomó a Alfa del brazo, y salió por la puerta antes de que tuviera tiempo para replantear la oferta. En cuanto la chica del sombrero y la guitarra cerró la puerta la abrí, pero ya no estaban, solo estaba la calle que veía siempre antes de entrar a trabajar. Si quién abría la puerta no era una mujer, simplemente te llevaba al lugar de siempre, mi mundo de siempre.
- Cuando te cases te harán la misma - me soltó mi jefe junto a una palmadita de aliento.
"Mañana será un día largo, voy a tener que pedirle a alguien los apuntes de la universidad después", fue todo lo que pude pensar.
***
Y mañana llegó.
Keiserin abrió la puerta a las mismas 3 en punto, y allí me encontró, con mi ropa casual y un maletín donde llevaba mi traje más elegante que llevaba sin usar desde la comunión, pero claro, no había superado el metro sesenta desde entonces.
Keiserin vino sola, traía su chaqué, pero ni rastro de su sombrero o sus pantalones elegantes, llevaba un chándal deportivo. Me dijo que Alfa nos estaba esperando en un hotel y me explicaría todo por el camino.
Le había dicho a mis conocidos que me iba a ir dos días de excursión con unos amigos, técnicamente no era mentira, así que estaría incomunicado por la falta de cobertura en la zona. Aaron se ofreció a cuidar del bar esos dos días, e incluso me dijo que no me los descontaría de mi paga, como quiero a ese hombre.
Entonces llegué a su mundo y fue... Extraño, no tendría otra palabra para describirlo. Calles solo ocupadas por coches y transeúntes que se dirigían a sus casas. Mirara a donde mirara, yo era el único hombre visible en las calles iluminadas por farolas y cigarrillos.
Keiserin saca su propio cigarrillo de alguno de sus 50 bolsillos internos, me lo ofrece antes de encenderlo pero yo solo levanto la palma. - No, gracias, no me gusta el tabaco.
- No te preocupes, esto no tiene ni tabaco ni nicotina - hace otro movimiento para insistir pero solo niego en respuesta. - No te harían mal, créeme, son como caramelos respirables, yo no tomaría nada que pudiera arruinar mis pulmones o garganta.
Keiserin se lleva el cigarro a la boca, es una varilla de papeles blancos bien liados acabados en una colilla verde con el nombre de la empresa. Estaba preguntándome de qué bolsillo iba a sacar Keiserin el mechero, pero solo dio un aplauso muy cerca del final del cigarrillo y lo prendió con la fricción de sus guantes.
Quedé más impresionado por eso que por la ciudad, se suponía que estaba como dos siglos en el futuro, pero esa parte de la ciudad era una zona urbana normal y corriente, y luego solo caminamos hasta una zona que parecía el casco antiguo de cualquier ciudad europea. Tampoco venía esperando el futuro de los super sónicos o coches voladores, pero esto casi que podría visitarlo cualquier día si fuera a una ciudad como Málaga (España).
Nosotros íbamos caminando por una acera, nos cruzábamos con poca gente, la mayoría jóvenes que se habían quedado en una salida hasta tarde, o simples trabajadoras que volvían a su casa después del turno de noche. No recibí ni una sola mirada, nadie parecía notarme fuera de lugar, por como me había descrito Keiserin a las ditas, venía esperando miradas lascivas o algo peor.
- ¿Noto decepción en tu cara? - me preguntó Keiserin cuando llegamos a una zona sin gente.
- Decepción no es la palabra que usaría, pero no es así como me imaginaba el futuro.
- Piensa que este no es tu futuro, y el sistema de organización de las ditas es práctico, máxima eficiencia con mínimo esfuerzo.
Me conformé con esa respuesta, incluso en mi mundo es normal conservar edificaciones de siglos pasados si son duraderas, además, mi madre solía decir; "si no está roto no lo arregles".
Eso sí, solo vi a un hombre en la calle, iba de la mano de una mujer casi tres cabezas más alta que él, y ella cargaba las bolsas de la compra mientras el revisaba la lista en su teléfono. Si que me desconcertó ver a un hombre de rasgos tan afeminados y casi de mi altura con un collar en el cuello, cosas como esa solo se veían en la comic con.
***
Finalmente llegamos a un hotel de 4 estrellas, puerta giratoria, dos escalones para subir a una tarima de caoba y una mujer despampanante detrás del mostrador, de verdad que por la vista no podía echarle más de 23 años, pero si era del estilo de Keiserin, seguramente rondaba los 35 o más.
- Buenas noches, Julia - dice Keiserin, haciendo un saludo desde la frente. - ¿Ha estado todo en orden?
- Si, tu compañera no ha causado molestias - los ojos avellana de la recepcionista fueron a parar a mí. - ¿Y quién es este bombón?
No sabía si sería pertinente dirigirle la palabra a una dita o no, y solo opté por sonrojarme y desviar la mirada.
- No te asustes, Jaime - Keiserin me da un codazo para que reaccione. - No es una dita, no muerde. Ella es Julia López, la amiga mujer de la que te hablé.
"¿Hablarme de ella? No me había hablado de nadie, solo de ... O, ella es la que hubiera querido conmigo si Keiserin se lo pedía", pensé rápidamente.
Era alta, aunque a mi lado cualquiera lo era, tenía su traje de trabajo con un sombrero de azafata sobre su cabello castaño y suelto. No encontraba ninguna imperfección en su figura.
- Un gusto conocerte - digo haciendo una reverencia.
- digo lo mismo "por dos" - me corresponde la reverencia. - Espero que su estancia aquí sea agradable y que nos recomiende cuando vuelva a estudiar al extranjero.
Nos quedamos mirando dos segundos más hasta que Keiserin me tiró con suavidad del brazo para que me moviera. - Venga, Jaime, tu madre nos espera arriba.
Tendría que preguntarme a qué se refería Keiserin con "mi madre", pero estaba muy ocupado tratando de bajar el tono colorado mientras Julia me seguía mirando.
***
Alfa estaba tirada en la cama de la "suit", sin zapatos y solo con unos pantalones de dormir y una camiseta de algodón blanca, ambas prendas le quedaban grandes porque seguramente eran de Keiserin. Su cabeza estaba a los pies de la cama, y sus pies apuntaban al cabecero, estaba viendo la película de "8 Millas" en la televisión de pantalla plana que venía en el lugar por defecto, apuesto que Keiserin se la puso para que se estuviera quieta.
- Esta es la primera, y seguramente única, vez que estoy en una habitación tan lujosa - digo al mirar todo el espacio y notar que hay dos baños, una ducha, una cocina y un salón con tres camas separadas.
- Si, Julia se lo monta bien para ser la dueña en solitario de todo esto - sorprendido miro a Keiserin, que pone una sonrisa mellada antes de rematar diciendo. - Casi ni se nota que está donde está por montarse orgias con sus inversores.
Ahí murió la magia, pero la parte más fría de mi mente le encontró sentido, el resto de propietarias de hoteles no podría tirar de ese truco si la homosexualidad entre ditas estaba penada por ley, Julia en cambio era bonita, y si Keiserin decía que las mujeres normales lo tenían difícil para casarse, al menos podía sacar beneficios de sus atributos con las ditas, criaturas excitadas 18 horas al día en palabras de Keiserin.
- Deja de imaginarte eso - me gritó Alfa desde su cama.
- Yo, yo no estaba imaginando nada - replico.
Ella solo me mira de medio lado y sonríe, como diciendo, "si, ya, claro".
- Tampoco saques conclusiones erróneas - me dice Keiserin poniéndome una mano en el hombro. - Me hace un descuento increíble por ser mujer como ella, solo pago un cuarto del precio original y puedo traer acompañantes, pero ahora tenemos cosas más importantes que planificar.
Nos reunimos los tres en la cocina, Keiserin puso un plano y explicó parte por parte nuestros roles en esta misión, cuando todo estuvo claro nos fuimos a dormir.
***
Me desperté temprano, la fiesta no empezaba hasta las 20:30, y con mi móvil y el wifi del hotel, resolví todas mis dudas históricas, que no contaré porque total, no vienen al caso.
***
Y llegaron las horas predestinadas, le di la mano a Alfa y me descubrí sudando en el control de personal, pero al enseñar las entradas nos dejaron pasar sin problemas. Ya una vez dentro y en un gran pasillo que servía de ante sala al evento principal, Alfa tiró un poco de mi para reanimarme.
- ¿Qué te pasa? - me pregunta.
La miro, está hermosa, tiene un precioso vestido negro de encajes con manga larga, sin escote y que muestra poco de la espalda. Su pelo está perfectamente peinado, y lleva el maquillaje justo para que no se puedan discernir las escasas ojeras que tenía. Solo la reconozco porque Keiserin no consiguió convencerla para quitarse la mecha celeste, y estoy seguro de que lleva sus botas con espuelas bajo la larga falda del vestido.
- Creo que tengo miedo - le susurro.
Nunca antes me había pasado, pero esta vez me siento más pequeño de lo normal rodeado de tantas personas, y eso que esta vez muchas si son de mi altura o hasta más pequeñas, de verdad que tengo que superar este complejo. Mi propio cerebro parece regañarme diciéndome que mi traje no está a la altura y yo tampoco.
- Tonterías, tú no tienes de eso - Alfa me toma la mano con más fuerza. - Pero si sientes en cualquier momento que algo va mal, grita, te prometo que te encontraré.
Esas palabras me dieron las fuerzas que me faltaban, total, ¿Qué es lo peor que puede pasar en un baile de salón? Alzo la cabeza, tomo una bocanada de confianza y entro junto con Alfa con mi paso firme.
Lo único que resuena en mi cabeza son las últimas palabras que dijo Keiserin la noche que nos conocimos; "No te tomes la vida muy enserio, no saldrás vivo de ella".
Fin de la primera parte.
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Alfa: pelo negro largo con un mechón verde (pelo revuelto), jeans negros gastados, campera de cuero negro con líneas verdes (toda su ropa hecha girones) y botas de cowboy negras con espuelas, tiene ojeras tapadas con maquillaje negro, iris rojo y cicatriz 0.1.1, tiene una risa macabra (como Miku pero agresiva), tiene las uñas comidas y pintadas de añil, // Sale en la página 6 de 60 (solo en Google japonés), secuestró a una cosplayer y le obligó a cantar en inglés (lo hizo angustiada y aún así, Alpha la mató), se le van las ganas de seguir bromeando si te adelantas a sus argumentos, // "no abras los archivos", "ella es una falsa, yo soy la original", "yo bailo en la noche y sonrío en tus sueños", "¿No quieres hablar conmigo? Yo quiero ver cómo cantas", "¿Cómo ha estado? ¿Te gustó?", "Responde la pregunta, ¿Cómo ha estado?", "Así que, ¿A ti te gusta cantar, pequeña muñequita?", "es tu jodida culpa, perra", "¿Te ha gustado ahora?". "¿Sabes que opinaría mi creador al respecto? Nada, idiota, está muerto, lo encerré en mi sótano" // "okey", // "¿Entendiste?",
Jaime Parera Ronaldo: mide 1'60, tiene 19 años, estudia psicología, tiene mal de Urbach-Wiethe // sensible y formal (habla con números ordinales y a veces habla de usted, y a veces no), le gustan las caricaturas antiguas, el fisioculturismo, "soy de los que calla, y pregúntalo evidente no lo importante", el sonido del hielo en los vasos, frotar vasos o copas con una bayeta y las mujeres peligrosas // "este no es uno de esos casos", "pues díselo ahora, porque la tumba no va a escucharte", "lo lamento si...", "primera y seguramente única vez...", "sus dotes", "como dijo mi padre...", "para los no conocedores", "dudo que sea legal en este país...", "sin hacer preguntas", "que es exactamente lo que acaba de pasar", // "diantres", "total", "atenerme", "fuera como fuese", "dado que", // "discernir", "indagar", "holgazanear", "no quisiera", "repuso", "plasmar",
Aaron Paredes Ripoll: edad 57 años, tiene barba cana pero no bigote, está calvo, tiene cáncer de pulmón, no fuma // vive en la planta de arriba de su bar, su mujer hace natación, su hija es socorrista // "ya no estoy para estos trotes", "a los mejores les pasa", "llevo 54 años dando tralla", "hubieras ido y te hubieras enterado", "¿A qué se dedicaba ese?", "hay que empezar paseítos, lo que es pasear", "... Y vas de sobra", "A, si", "Si es que ahora no se aguanta la gente" // "joer", "muchacho",
Keiserin Gutiérrez: mide 1'78, pesa 64 kilos, 40 años, la mayor de tres hermanas, ojos marrones, cabellera morena, siempre lleva guantes blancos, chaqué de lino, labios carmín, un espejo de bolsillo, fan de "La Bella y la bestia" y de "Romeo y Julieta"// responde una pregunta con otra // su trabajo dura toda la noche así que no tiene reloj, lleva 50 rosas en los bolsillos interiores, un paquete de cigarros de menta fresa, un monedero y el reloj de Julieta, toca la guitarra española, tiene un doctorado de psicología y una maestría de música (S.XI-XXI), // "los de antes", "déjame hacerte los honores", "amor, por favor...", "codiciada soltera", "me voy a romper (la voz) en esto...", "no te tomes la vida muy en serio, no saldrás vivo de ella", // "tomar", "han de ser", // "mil perdones", "y luego", "pa' que",
BAR: puertas de cristal mate que se cierran solas // paredes marrones // la caja registradora se abre de un golpe seco porque la parte corredera con el dinero siempre se atasca // 4 luces en el techo, una oscila porque cuelga de un ventilador // barra de siete metros // Encimera con espacio para los pinchos de exposición// encima dos armarios pegados a la pared con tres estanterías para vasos (Jaime no llega a la tercera más alta) // a la derecha de la misma las dos fuentes de cerveza (una Mahou y otra Cruz campo) // al final de la repisa la cafetera // debajo de la barra está la nevera con las bebidas correspondientes // taburete de metal con asiento giratorio y de goma espuma // puerta (empuja) de plástico duro con cristal mate // baldosas de falso jade.
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