La melancolía de Suzumiya Haruki - cap del 1 al 5.
Prólogo.
¿Cuándo dejé de creer en Santa Claus? La verdad, esa pregunta es absurda y no me importa en lo más mínimo. Pero si insistes en saber cuándo dejé de creer que un viejito con un traje rojo ridículo era Santa, te lo digo claro: nunca creí en él. Sabía que el Santa que aparecía en el kínder era una farsa. Ahora que lo pienso, todas mis compañeras tenían la misma cara de “esto es una broma” cuando veíamos al profesor disfrazado de Santa, con esa barba falsa que se le caía.
Nunca sorprendí a mi mamá besando a Santa Claus, pero era lo bastante lista como para dudar de un tipo que supuestamente trabaja solo en Nochebuena y tenía un trineo que iba como a 56 veces la velocidad del sonido. Sin embargo, me tomó un poco más de tiempo darme cuenta de que los alienígenas, fantasmas, monstruos y esos espers con poderes psíquicos, como los que salen en los animes llenos de explosiones donde “los héroes luchan contra organizaciones malignas”, tampoco existían.
No, espera, creo que en el fondo ya lo sabía, solo que no quería aceptarlo. Muy dentro de mí, deseaba que esos alienígenas, fantasmas, monstruos, espers y organizaciones siniestras aparecieran de repente. Comparado con mi vida aburrida y corriente, un mundo con apariciones espectaculares suena mucho más emocionante. ¡Yo también quería ser parte de ese mundo!
Quería ser la que rescata al chico secuestrado por extraterrestres mientras le dicen: "no debiste salvarme, estás viendo la piel de un asesino". Quería ser la que usa su astucia, valentía y una pistola láser súper confiable para enfrentarse a villanos del futuro que quieren reescribir la historia para su propio beneficio. ¡Quería ser la que expulsa demonios y monstruos con un hechizo épico, luchar contra mutantes o psíquicos de organizaciones malvadas y tener batallas telepáticas alucinantes!
Pero un momento, calma. Si de verdad me atacaran alienígenas o lo que sea, ¿cómo rayos iba a pelear contra ellos? ¡No tengo ni un ápice de poderes especiales!
Qué tal esto: un día, una misteriosa estudiante se transfiere a mi clase. Pero resulta que ella es en realidad una alienígena o alguien del futuro con habilidades psíquicas. Cuando ella se enfrente a los villanos, solo necesito encontrar una forma de meterme en esa guerra. Ella se encargaría de las peleas, y yo podría ser su compañera algo inútil pero con actitud, de esas que dicen: "Puedes hacerlo, te he visto hacerlo antes, creo en ti".
Si eso no chirula, qué tal esto: un día, un poder misterioso despierta dentro de mí, algo como telequinesis o una habilidad psíquica pasada de lanza. Descubro que hay un montón de gente con poderes similares, y una especie de sociedad paranormal me recluta. Así, me uno a esa organización y protejo al mundo de mutantes malvados.
Lamentablemente, la realidad es cruel como un golpe en la cara... Nadie se transfirió a mi clase, nunca vi un OVNI, cuando visité lugares supuestamente embrujados no pasó absolutamente nada, y después de mirar mi lápiz durante dos horas con toda mi concentración "Charli, Charli" no apareció ni se movió nada. Intentar leer las mentes de mis compañeras de clase solo me dio dolor de cabeza. No puedo evitar sentirme deprimida por lo aburridamente normal que es el mundo, donde las leyes de la física funcionan sin fallar.
Dejé de buscar OVNIs y de ver programas de televisión sobre lo paranormal porque al final me convencí de que eran imposibles. Incluso llegué al punto de sentir solo una especie de nostalgia por esas fantasías.
Después de la secundaria, abandoné por completo ese mundo de sueños locos y me anclé en la realidad. Nada pasó en 1999, aunque, para ser honesta, todavía tenía una chispa de esperanza de que algo increíble ocurriera.
Los humanos no hemos vuelto a la luna, mucho menos hemos ido más allá. A este paso, estaré jubilada antes de que pueda comprar un boleto de ida y vuelta a Alfa Centauri. Con esos pensamientos tan ordinarios, me convertí en una estudiante de preparatoria normal, algo sarcástica y sin grandes expectativas. Eso fue, claro, hasta el día en que conocí a Haruki Suzumiya.
Capítulo 1.
así, entré a la preparatoria de mi distrito. Al principio, estaba arrepintiéndome de mi decisión — esa escuela está en la cima de una colina absurdamente alta. Incluso en primavera, las estudiantes llegamos jadeando y sudando solo por subir esa maldita pendiente. Mi plan de “ir a la escuela como si fuera un paseo” claramente no iba a funcionar. Cada vez que pienso en repetir esta rutina todos los días durante los próximos tres años, me agoto y me deprimo al mismo tiempo. Esta mañana me quedé dormida — tal vez por eso estoy caminando más rápido de lo normal, y tal vez por eso estoy tan hecha polvo. Podría haberme levantado diez minutos antes, pero, como todos sabemos, los últimos diez minutos de sueño son los más deliciosos, ojalá pudiera casarme con mi cama.
Por eso llevaba una cara larga y pálida durante la inútil ceremonia de inicio, mientras las demás estudiantes tenían esa expresión de “nuevo comienzo” — ya saben, esa mezcla única de esperanza e incertidumbre que tienen los que entran a una escuela nueva. Ese no era mi caso: para colmo, varias de mis amigas de primaria también estaban aquí, y hasta algunos conocidos. Por eso no estaba tan nerviosa ni emocionada como las demás.
Los chicos llevaban chaquetas deportivas, las chicas usábamos uniformes de marinero. Vaya, qué combinación tan rara — quizás el aburrido director que daba el discurso de apertura tenía algún fetiche extraño con los uniformes de marinero. Pues no señor, no caeré en su juego, me voy a aferrar a la chaqueta reglamentaria hasta que me muera de una insolación o algo. Mientras pensaba en estas tonterías, la ceremonia finalmente terminó. Así que, junto con mis nuevas — y no muy entusiastas — compañeras de clase, entramos al salón 1-5.
Nuestra profesora asignada, Okabe-sensei, con una sonrisa que parecía haber ensayado frente al espejo durante una hora, se presentó al frente. Explicó que era la profesora de educación física y entrenadora del equipo de voleibol, luego se lanzó a contar cómo en sus días de universidad era una estrella del voleibol, que incluso ganó un campeonato, que a esta escuela le faltaban jugadoras decentes y que cualquiera que se uniera al equipo sería titular de inmediato, y que el voleibol era el deporte más fascinante del mundo. Justo cuando pensé que nunca iba a callarse, gritó de repente:
—¡Ahora, todas a presentarse!
Este tipo de cosas es típico, así que no me sorprendió demasiado.
Una a una, empezando por las chicas a la izquierda del salón, comenzaron las presentaciones. Levantaban la mano, decían su nombre, de qué secundaria venían y alguna trivialidad como sus hobbies o su comida favorita. Algunas tartamudeaban, pocas tenían algo interesante que decir, y otras intentaban chistes malos que hacían que el salón se sintiera como un congelador. Mientras las demás se presentaban, mi turno se acercaba. ¡Me estoy poniendo nerviosa! Todos saben cómo se siente esto, ¿verdad?
Tras terminar mi breve y cuidadosamente planeada presentación — intenté no sonar como si estuviera recitando un guion —, me senté, sintiendo ese alivio típico de haber sobrevivado a algo molesto pero necesario. La persona sentada detrás de mí se levantó — probablemente nunca olvidaré este momente por el resto de mi vida — y dijo las palabras que se convirtieron en el tema de conversación por semanas: “Me llamo Haruki Suzumiya. Vengo de la Secundaria del Este”.
Hasta ese momento, todo parecía normal, así que ni me molesté en voltear a verlo. Solo miré al frente, escuchando esa voz grave y segura.
“Los humanos normales no me interesan. Si hay alienígenas, viajeros del tiempo o espers, ¡que vengan a buscarme! Eso es todo”. Al escuchar eso, no pude evitar girarme.
Tenía el cabello negro, liso y algo desordenado. Aunque toda la clase lo miraba, su rostro — sorprendentemente atractivo — estaba lleno de una audacia casi desafiante. Sus ojos brillaban con una determinación feroz, enmarcados por cejas marcadas. Sus labios estaban firmemente cerrados. Esa fue mi primera impresión de este chico.
Aún recuerdo el brillo de su piel bajo la luz: debo admitir que era bastante guapo.
Haruki, con esos ojos provocadores, recorrió la clase lentamente y se detuvo en mí — yo estaba con la boca abierta como idiota. Luego se sentó sin siquiera esbozar una sonrisa. ¿Quería ser dramático o qué?
Creo que en ese momento todas en el salón teníamos un signo de interrogación gigante en la cabeza, sin saber cómo reaccionar. “¿Debería reírme?”. Nadie tenía la respuesta.
Ahora lo sé: Haruki no estaba siendo dramático ni gracioso. Siempre lleva esa expresión de odiar todo lo que respira, como si el mundo le debiera algo. Mirando atrás, no hay duda de eso.
Tras unos treinta segundos de un silencio incómodo que parecía una eternidad, la profesora, algo dudosa, señaló a la siguiente persona para continuar, y así la tensión se desvaneció.
Así nos conocimos. Inolvidable. Me gustaría creer que fue pura casualidad.
Después de robarse la atención de todas en el primer día, Haruki volvió a actuar como un estudiante de preparatoria normal. ¡La calma antes de la tormenta! ¡El iceberg diciendo al barco que navegue tranquilo!
Todas en esta escuela veníamos de una de las cuatro secundarias de la ciudad — estudiantes promedio, nada especial. Eso incluía a algunas que venían de la Secundaria del Este, así que debería haber alguien en la clase que conociera a Haruki y supiera qué significaba su silencio. Desafortunadamente, yo no conocía a ninguna de esa secundaria, así que nadie me explicó cuán seria era la situación. Por eso, unos días después de su explosiva presentación, hice algo que nunca olvidaré: intenté hablar con él antes de clases. ¡Fue como empujar la primera pieza de un dominó del desastre, y yo misma lo hice!
Verán, cuando Haruki está sentado en silencio en su lugar, parece un chico normal — incluso atractivo. Así que pensé que sentarme frente a él sería una buena forma de acercarme. Creí que funcionaría. Qué ingenua fui. Alguien, por favor, recuérdeme que use el sentido común la próxima vez.
Empecé la conversación refiriéndome a su presentación:
—Oye, oye — dije, girando la cabeza con una sonrisa casual —. Lo que dijiste en tu presentación, ¿lo decías en serio?
Con los brazos cruzados y los labios apretados, Haruki Suzumiya mantuvo su postura de estatua, luego clavó sus ojos en los míos:
—¿Qué parte de mi presentación? — Su tono era seco, casi desafiante.
—Lo de los alienígenas y eso — respondí, intentando sonar relajada.
—¿Eres una alienígena? — preguntó, totalmente serio, como si realmente lo esperara.
—No — dije, desconcertada.
—Entonces, ¿qué quieres? — replicó, sin moverse.
— Nada — murmuré, perdiendo el impulso.
—No me hagas perder el tiempo — sentenció, y desvió la mirada hacia el pizarrón, como si yo fuera un mosquito molesto.
Su mirada era tan fría que terminé diciendo “lo siento” sin darme cuenta. Haruki Suzumiya me ignoró por completo.
Estaba a punto de contraatacar con alguna frase ingeniosa, pero mi mente estaba en blanco. Afortunadamente, Okabe-sensei entró al salón y me salvó de hacer el ridículo aún más.
Mientras giraba la cabeza, noté que algunas compañeras me miraban con curiosidad. Eso me irritó bastante, así que les devolví la mirada. Pero entonces vi sus expresiones: parecían asustadas, algunas hasta asintieron con empatía. Luego me enteré de que varias venían de la Secundaria del Este.
Dado que mi primer intento de hablar con Haruki fue un desastre total, decidí que, por mi propia seguridad, lo mejor era mantener la distancia de ahora en adelante. Con eso en mente, pasó una semana.
***
Pero, como yo era parte de esta clase, siempre habría chicas que quisieran hablar con el chico de mirada intensa y actitud arrolladora llamado Haruki Suzumiya.
La mayoría eran esas compañeras que no soportaban ver a alguien aislado y, con buena intención, intentaban ser amables y “rescatar” al pobre chico. ¡No digo que esté mal, solo que deberían analizar a su objetivo antes de lanzarse!
—Hola, ¿viste el programa de anoche? Ese de las nueve — dijo una chica, toda sonrisas.
—No — respondió Haruki, seco como un desierto.
—¿Eh? ¿Por qué no? — insistió ella, sin captar la indirecta.
—No sé — cortó él, sin siquiera mirarla.
—Deberías verlo. Aunque lo agarres a la mitad, no te pierdes. ¿Quieres que te cuente de qué va hasta ahora? — siguió, optimista.
—¡Qué pesada eres! — soltó Haruki, con un bufido impaciente.
Así terminaban esas charlas.
Habría sido más fácil si Haruki simplemente hubiera dicho “no” con su cara de mala uva, pero el señor dramático reclama para si toda la atención mientras finge que no. Es lo que yo llamaría un narcisista indiferente selectivo, si me preguntan. Al final, la pobre chica solo podía balbucear algo como —Ya veo… entonces, me voy… — y alejarse, preguntándose “¿Qué dije mal?” mientras se hundía en la confusión.
Tranquilas, no hicieron nada malo. El problema está en el cerebro de Haruki Suzumiya, no en ustedes.
Aunque no me molestaba comer sola, no quería que las demás pensaran que era una ermitaña mientras todas compartían sus almuerzos con amigas, riendo como si estuvieran en un comercial. Por eso, aunque me daba igual si me malinterpretaban, almorzaba con dos conocidas de primaria: Kunikida, una chica tranquila, y Taniguchi, una estudiante de la Secundaria del Este que se sentaba cerca de mí.
Así fue como empezamos a hablar de Haruki.
—¿Intentaste hablar con Suzumiya? — preguntó Taniguchi, con una ceja levantada y un aire de quien sabe más de lo que dice.
Asentí, encogiéndome de hombros.
—¿Y te soltó alguna locura que te dejó sin saber cómo reaccionar? — continuó, con una sonrisa pícara.
—¡Exacto! — dije, exasperada.
Taniguchi se metió un pedazo de tamagoyaki en la boca, lo masticó con calma y luego habló:
—Si ese chico estuviera interesado en ti, no diría esas cosas raras. Mi consejo: olvídate de él. A estas alturas ya deberías saber que no es normal — sentenció, como si fuera una experta.
—Estuve en la misma clase que él durante tres años seguidos. Sé cómo es — añadió, con un tono que mezclaba resignación y diversión.
Y así empezó su discurso:
—Haruki siempre hace cosas imposibles de entender. Pensé que al menos intentaría calmarse un poco en la secundaria, pero me equivoqué. ¿Escuchaste su presentación, no? — dijo, mirándome.
—¿Lo de los alienígenas y todo eso? — respondí, alzando una ceja.
Kunikida, que hasta ese momento estaba concentrada quitándole las espinas a su pescado frito, levantó la vista y comentó:
—Ese mismo. También en primaria se la pasaba haciendo y diciendo cosas raras. ¡Como aquel incidente de vandalismo escolar!
—¿Qué pasó? — pregunté, intrigada a pesar de mí misma.
—¿Conoces esa máquina para dibujar líneas de cal en los campos deportivos? — dijo Taniguchi —. No recuerdo cómo se llama… Bueno, da igual. Haruki se coló en la escuela de noche y, con esa cosa, dibujó un símbolo gigante en el medio del campo.
Taniguchi tenía una sonrisa oscura, como si reviviera el momento con cierto placer.
—Fue alucinante. Esa mañana, cuando llegué a la escuela, solo veía triángulos y círculos enormes. No entendía qué eran, así que subí al cuarto piso para verlo desde arriba. Ni así lo descifré. Todavía no sé qué significaba ese símbolo — admitió, encogiéndose de hombros.
—Creo que yo también lo vi — intervino Kunikida —. ¿No salió en el periódico? ¡Hasta había una foto desde un helicóptero! Parecía una de esas figuras de los desiertos Andinos.
— Exactamente, puso 7 rayas para hablar con los extraterrestres, como los mayas. O eso es lo que creemos.
— Los Andes no son Mayas, tenían sus propias culturas indígenas — la corrigió.
No recordaba haber oído de eso, pero la idea me dio escalofríos.
— Como sea, yo lo vi en el artículo — confirmó Taniguchi —. El titular era algo como “Vándalo misterioso ataca la Secundaria del Este de noche”, ¿no? Adivina quién fue el genio detrás de la obra.
—No me digas que fue Haruki — dije, aunque ya lo sospechaba.
—Él mismo lo confesó. Sin dudas. Lo arrastraron a la oficina del director, con todos los profesores interrogándolo sobre por qué lo hizo — explicó Taniguchi, con un brillo en los ojos.
—¿Y por qué lo hizo? — pregunté, esperando alguna revelación épica.
—No tengo idea — respondió Taniguchi, mientras se atragantaba con un bocado de arroz —. Escuché que no dijo nada. Claro, con esa mirada suya, cualquiera se rinde. Algunos decían que dibujó el símbolo para contactar OVNIs, otros que era un sello mágico para invocar monstruos, o que quería abrir un portal a otro mundo. Hubo mil teorías, pero como el culpable no habla, nunca sabremos si eran ciertas. Hasta hoy, es un misterio.
Por alguna razón, me imaginé a Haruki, con su expresión seria, trazando líneas en el campo bajo la luz de la luna. Sin duda había preparado todo de antemano: la máquina, el polvo de cal, probablemente hasta una linterna. Bajo esa luz tenue, Haruki Suzumiya parecía determinado, casi trágico… Vale, eso es solo mi imaginación corriendo.
Pero, siendo honesta, Haruki probablemente hizo eso para invocar OVNIs, monstruos o un portal dimensional. Trabajó toda la noche, pero nada pasó. Me lo imagino parado en el campo, mirando el cielo vacío, con esa mezcla de decepción y terquedad. Seguro que su próximo plan era aprender un idioma extraterrestre para insultarlos adecuadamente por hacerle perder el tiempo.
— ¡Y eso no fue todo! — siguió Taniguchi, todavía con su almuerzo.
—Una mañana, llegamos y todos los pupitres del salón estaban en el pasillo. Otra vez, había marcas pintadas en el tejado de la escuela. En otra ocasión, Haruki andaba pegando carteles con “hechizos” por todo el edificio, como esos talismanes que les ponen a los vampiros chinos en la frente. Simplemente no lo entiendo — dijo, sacudiendo la cabeza.
Así es, Haruki no estaba en el salón en ese momento, o no estaríamos teniendo esta conversación. Pero, pensándolo bien, si nos hubiera oído, probablemente le habría dado igual. Normalmente, Haruki desaparecía después del cuarto período y regresaba justo antes del quinto. No llevaba almuerzo, así que supongo que iba a la cafetería, pero ¿una hora entera para comer? Además, al final de cada clase, se esfumaba. ¿A dónde rayos va?
—¡Pero es súper popular entre las chicas! — interrumpió Taniguchi, con un guiño.
—Es guapo, atlético e inteligente. Aunque tenga sus rarezas, si se queda callado, no está nada mal — añadió, como si estuviera evaluando un producto.
—¿De dónde sacas tantos chismes? — preguntó Kunikida, cuya caja de almuerzo estaba mucho más llena que la de Taniguchi, que podía comerse un león por las patas y no engordar.
— Hubo una época en que Haruki cambiaba de novias como de calcetines — explicó Taniguchi —. Por lo que sé, la relación más larga duró una semana, y la más corta, cinco minutos después de que la chica se le confesara. La única explicación que les daba era —No tengo tiempo para andar con humanas comunes.
Taniguchi hablaba con una mezcla de admiración y resentimiento. Al notar mi mirada, se puso a la defensiva:
—¡Lo oí de otras! ¡En serio! Por alguna razón, Haruki nunca rechazaba una confesión. Pero para el tercer año, todos ya habían captado la idea, y nadie se le acercaba. Tengo el presentimiento de que esa historia se va a repetir aquí en la preparatoria. Así que, advertencia: déjenlo en paz. Lo digo como alguien que estuvo en su clase — concluyó, con un aire de veterana.
En lo que a mí respecta, digan lo que quieran imaginarias personas de mi cabeza, Haruki no me resultaba de interés por estar macizo, había algo más que se me escapaba.
Taniguchi guardó su caja de almuerzo vacía y soltó una risita siniestra.
—Si tuviera que elegir, me quedaría con Asakura Ryou — dijo, señalando con la barbilla a un grupo de chicos a unos metros.
En el centro, con una sonrisa encantadora, estaba Asakura Ryou.
—Según mi análisis, él está en el top tres de “los chicos más guapos del primer año” — afirmó Taniguchi, como si fuera una científica.
—¿Ya analizaste a todos los chicos de primer año? — preguntó Kunikida, incrédula.
—Los clasifico en categorías de la A a la D. Solo me aprendo los nombres de los que son A. ¡La preparatoria es una vez en la vida, quiero que la mía sea lo más divertida posible! — exclamó Taniguchi, con un brillo en los ojos.
—¿Entonces Asakura Ryou es una A? — dijo Kunikida, siguiendo el juego.
—¡Es un doble A con un signo de más! Miren esa cara, su personalidad debe ser de primera. Y ese cuerpo, seguro que podría levantarme con una mano. Me sentiría tan segura entre sus brazos — sentenció Taniguchi, como si realme creyese que podía tener una oportunidad con él.
Aun ignorando los comentarios exagerados de Taniguchi, Asakura Ryou tenía un atractivo muy distinto al de Haruki Suzumiya.
Para empezar, era increíblemente guapo, con esa vibra de alegría que hacía que todos quisieran acercarse. Segundo, su personalidad parecía confirmar lo que decía Taniguchi. Estos días, nadie se atrevía a hablar con Haruki, excepto Asakura Ryou. No importaba cuán cortante fuera Haruki, Ryou seguía intentando charlar con él de vez en cuando, con una paciencia que casi lo hacía parecer el delegado de la clase. Tercero, por cómo respondía en clase, estaba claro que era muy listo. Siempre contestaba las preguntas de las profesoras con precisión, ganándose miradas de aprobación — sin duda, un estudiante modelo. Para rematar, era extremadamente popular entre los demás chicos. Apenas llevaba una semana el curso, y ya era el centro de atención de los estudiantes de la clase. ¡Como si hubiera caído del cielo con un imán para atraer a todos!
Comparado con el Haruki Suzumiya gruñón y obsesionado con temas de ciencia ficción, la elección era obvia. Pero, aun así, ambos estaban completamente fuera del alcance de nuestra heroína Taniguchi. No había forma de que ella pudiera acercarse a ninguno de los dos.
***
Por entonces, era abril, y y Haruki se estaba portando sorprendentemente bien. Para mí, fue un mes bastante tranquilo. Como mucho, aún faltaba un mes para que Haruki descarrilara por completo.
Pero, incluso durante este período, noté algunos comportamientos extraños de Haruki.
¿Por qué lo digo?
Primera pista: Cambiaba su estilo todos los días, y no me refiero a su ropa. Juzgando por lo que observé, seguía un patrón. Los lunes, Haruki llegaba sin ningún accesorio, con el uniforme impecable, como si quisiera pasar desapercibido (cosa imposible). El martes, aparecía con una cadena plateada colgando del cinturón. Aunque no quiera admitirlo, ese toque le quedaba ridículamente bien. El miércoles, llevaba dos cadenas, una en el cinturón y otra en la muñeca. El jueves, tres, añadiendo una al cuello. Para el viernes, lucía cuatro cadenas, con un brillo metálico que prácticamente gritaba “mírenme”. ¡Era desconcertante!
Lunes=0, martes=1, miércoles=2, y así.
A medida que avanzaba la semana, aumentaba el número de cadenas. El lunes siguiente, el ciclo se reiniciaba. No entendía por qué hacía esto. Siguiendo esa lógica, el domingo debería llevar seis cadenas, como un rockstar extraterrestre. De pronto, me descubrí curiosa por ver cómo se vería un domingo.
Segunda pista: En educación física, las clases 1-5 y 1-6 se juntaban, con chicos y chicas separados. Para cambiarse, las chicas usábamos el salón 1-5 y los chicos el 1-6, así que, al final del período anterior, las chicas de la clase 1-6 venían a nuestro salón.
Desafortunadamente, Haruki ignoraba por completo a las chicas de la clase y empezaba a cambiarse antes de que llegaran. Según los rumores, los chicos, liderados por Asakura Ryou, intentaban —sin éxito— convencerlo de esperar. Hay quien dice que llegó a pegarse con uno. Cada clase de educación física, Haruki se quitaba la chaqueta y la camisa sin inmutarse, como si el salón fuera su vestidor personal. Por eso, Asakura Ryou pedía a las chicas de la 1-6 que esperaran hasta la segunda campana antes de entrar.
En serio, Haruki tiene un físico envidiable… ¡argh, no es momento para pensar en eso!
Pista #3: Al final de las clases, Haruki desaparecía como ninja. Cuando sonaba la campana, agarraba su mochila y salía disparado del salón. Al principio, pensé que iba directo a casa, pero nunca imaginé que estaba probando todos los clubes de la escuela. Un día, lo veíamos lanzando en el club de béisbol; al siguiente, cortando madera en el club de carpintería. Después, lo encontrábamos peleando con un shinai en el club de kendo. Creo que también se unió al club de básquetbol. En resumen, participó en todos los clubes deportivos y culturales. Por supuesto, todos los clubes intentaron reclutarlo, y, por supuesto, los rechazó a todos. Su excusa: —Me aburre hacer lo mismo todos los días en un club.
Al final, no se quedó en ninguno. ¿Qué demonios intenta hacer?
Con eso, la fama de “el chico raro de primer año” se esparció como pólvora. En menos de un mes, no quedaba nadie en la escuela que no conociera a Haruki Suzumiya. Para mayo, aún había quienes no sabían el nombre de la directora, pero Haruki Suzumiya ya era una leyenda al nivel del "Payaso de Sandown" o "El hombre gris de Pawleys Island", inofensivo, pero mejor mantener distancias.
***
Así, con Haruki siempre en el centro de todo, llegó mayo.
No creo en el destino más de lo que creo en el monstruo del Lago Ness, pero si el destino, desde algún lugar desconocido, realmente mueve los hilos de nuestras vidas, entonces la rueda de mi destino empezó a girar en ese momento. Me imagino a un anciano en una montaña remota, reescribiendo el libro de mi vida con una pluma invisible y cara de "jo, jo, jo, ya iba siendo hora".
Tras los festivos de la Semana Dorada, subía a la escuela, todavía confundida sobre qué día era. El calor infernal de mayo me hacía sudar como nunca, y esa colina interminable parecía burlarse de mí.
—¿Qué le pasa a este planeta? ¿Tiene fiebre o qué? — murmuré, agotada.
—Oye, Kyonko — dijo alguien, dándome una palmada en el hombro. Era Taniguchi.
Yo llevaba la chaqueta del uniforme colgada al hombro, era algo opcional para mujeres y yo ya me estaba arrepintiendo de mi terquedad. Taniguchi iba ligera con su traje de marinero y su falda plisada movida por el viento. —A dónde fuiste en la Semana Dorada? — preguntó, con una sonrisa burlona.
—Llevé a mi hermanito a visitar a la abuela en el campo — respondí, jadeando.
—Qué aburrido — se rió.
—¿Ah, sí? ¿Y tú qué hiciste? — repliqué, alzando una ceja.
—Trabajé toda la semana — dijo, encogiéndose de hombros.
—No te ves como alguien que trabaja — bromeé.
—Kyonko, ya estamos en preparatoria. ¿Por qué sigues llevándote a tu hermanito a ver a tus abuelos? ¡Deberías actuar como adulta! — dijo, como si ella fuera la reina de la madurez.
Por cierto, Kyonko soy yo. Mi tía inventó ese apodo hace años, cuando exclamó: —¡Por dios, cómo ha crecido Kyonko! — Mi hermanito pensó que era graciosísimo y empezó a llamarme así. Luego, mis amigas lo adoptaron, y ahora todos me dicen Kyonko. ¡Maldita sea, antes mi hermanito me decía “hermanita”!
—Es una tradición familiar que todos los primos se reúnan en la Semana Dorada — expliqué, mientras el sudor me pegaba el uniforme a la piel.
Taniguchi, parlanchina como siempre, empezó a contarme sobre unos chicos que conoció en su trabajo temporal, supuestamente, la habían llovido peticiones por todas partes, caballeros de salario mínimo y pelo engominado rogando por su atención. Sinceramente, los planes de los demás o lo adorables que son sus mascotas están en mi lista de temas más aburridos del universo. Mientras escuchaba las fantasías románticas de Taniguchi (ignorando que nadie querría salir con ella), llegamos a la entrada de la escuela.
***
Haruki Suzumiya ya estaba en su escritorio detrás del mío, mirando por la ventana. Esta vez llevaba dos cadenas plateadas: una en el cinturón y otra en la muñeca. Supongo que es miércoles. Por alguna razón — tal vez estaba perdiendo la cabeza —, me encontré hablando con él otra vez.
—¿Pones esas cadenas todos los días por los extraterrestres? — pregunté, intentando sonar casual.
Como un robot, Haruki giró la cabeza lentamente hacia mí, con esa mirada seria que podría congelar un volcán. La verdad, me dio algo de miedo.
—¿Cuándo lo notaste?
Hice una pausa para pensarlo.
—Hace un tiempo, creo — respondí, encogiéndome de hombros.
—¿En serio? — dijo, apoyando la barbilla en la mano, con cara de fastidio.
—Al menos eso pienso, porque cada día pareces… no sé, alguien diferente — añadí, improvisando.
¡Era la primera vez que teníamos una conversación de verdad!
—Uso colores diferentes en los enganches también — no sabía si estaba siendo sarcástico o si quería que usase sabiamente esa información. — Lunes, amarillo; martes, rojo; miércoles, azul; jueves, verde; viernes, dorado; sábado, marrón; domingo, blanco.
Más o menos capté lo que quería decir, supongo.
—¿Entonces también usas un número para cada día, con el lunes en cero y el domingo en seis? — pregunté, sintiéndome astuta.
—Exacto — afirmó, sin pestañear.
—¿Pero el lunes no debería ser el uno? — tal vez esto estaba funcionando.
— ¿No tenías una opinión más irrelevante para dar?
Yyy se escapó de nuevo. Repampanos, este chico es imposible.
—Está bien, está bien — retrocedí, levantando las manos.
No muy contento con mi comentario, Haruki frunció el ceño. Me quedé ahí, incómoda, esperando que el tiempo pasara volando.
—¿Te he visto antes en algún lado? ¿Hace mucho tiempo? — preguntó de repente, entrecerrando los ojos.
—No creo — respondí, desconcertada.
En ese momento, Okabe-sensei entró apresurada al salón, y nuestra primera conversación terminó.
¡Aunque no fue gran cosa, sentía que podía ser el comienzo de algo!
La única oportunidad para hablar con Haruki era ese pequeño momento antes de clases, porque durante los descansos desaparecía. Pero, como mi escritorio estaba justo frente al suyo, tenía más chances que las demás.
Lo que más me sorprendió fue que Haruki respondió a mi pregunta sin rodeos. Pensé que diría algo como —¡Me estás fastidiando! — o —¡No te importa! — Supongo que yo también me estoy volviendo rara por atreverme a hablarle.
Por eso, cuando llegué al salón al día siguiente y vi que, en lugar de las tres cadenas del jueves, Haruki se había quitado todas y llevaba el uniforme sin un solo accesorio, me deprimí profundamente.
El estilo rebelde que le daba ese aire único había desaparecido. Era como un rockstar sin maquillaje. Ahora parecía… normal. Aunque, claro, seguía viéndose bien, lo hizo justo después de que hablé de las cadenas. Obviamente tiene algo contra mí. ¡Qué rayos!
Aun así, le pregunté por qué:
—Por nada — respondió, con su tono gruñón de siempre, sin mostrar ni un ápice de emoción.
No me iba a dar ninguna explicación. Qué sorpresa.
—¿De verdad probaste todos los clubes? — insistí, cambiando de tema.
Desde ese día, hablar con él antes de clases se volvió parte de mi rutina. Si no iniciaba la conversación, Haruki no mostraba ninguna reacción. También aprendí que, si hablaba de cosas como el programa de anoche o el clima — lo que él llamaba “temas estúpidos” —, me ignoraba por completo. Así que elegía mis temas con cuidado.
—¿Hay algún club que sea más divertido que los otros? Estaba pensando en unirme a uno — dije, probando suerte.
— Prueba a tirarte por la ventana, te divertirás más.
— Sabes, en algunos idiomas tienen un verbo para eso, "defenestrar" lo llaman.
Supongo que el humor no es mi punto fuerte, no logré ni una mínima sonrisa por su parte. Solo dejó escapar un leve suspiro. ¿Eso fue un suspiro?
—Creí que esta escuela sería diferente — dijo, mirando al vacío —. Al final, es igual que la secundaria. Nada cambia. Me equivoqué de lugar.
—Oye, ¿qué criterios usaste para elegir esta preparatoria? — pregunté, medio en broma.
—Los clubes deportivos y culturales son todos iguales — continuó, ignorándome —. Si tan solo hubiera un club especial aquí…
—¿Y quién te dio autoridad para decidir qué es especial? — repliqué, alzando una ceja.
—Cállate — cortó, con un gruñido —. Si un club me gusta, es especial. Si no, es basura.
—Claro, sabía que dirías algo así — dije, conteniendo una risa.
—¡Hmph! — Haruki giró la cabeza, con cara de enojo, y eso marcó el fin de la charla por ese día.
***
Y así llegó otro día con otro tema de conversación, porque aparentemente mi vida ahora giraba en torno a las locuras de Haruki Suzumiya.
—Oye, escuché algo el otro día —dije, intentando sonar casual mientras me sentaba frente a él—. No es gran cosa, pero… ¿es cierto que siempre cortabas con todas las chicas que salían contigo?
—¿Por qué tengo que aguantar esto incluso de ti? —gruñó Haruki, apoyándose en el respaldo de su silla con un movimiento brusco que hizo crujir la madera.
Me miró fijamente, sus ojos negros brillando con esa intensidad que podía derretir acero. Además de su habitual mirada perdida, ese ceño fruncido parecía ser su segunda expresión predeterminada.
—¿Qué te dijo esa idiota de Taniguchi? —continuó, golpeando el escritorio con los nudillos—. Dios, no puedo creer que esté en la misma clase que esa chismosa, incluso después de la secundaria. ¿No será una de esas acosadoras obsesivas que escriben cartas con su menstruación, verdad?
—Tú no tienes ningún filtro moral ni ético cuando hablas, ¿A que no? —respondí.
— No sé qué te habrán contado, pero da igual —se encogió de hombros ignorando mi pregunta—. Probablemente casi todo es verdad.
—¿Y no hay ninguna chica con la que quieras algo serio? —ya sospechaba la respuesta.
—¡Absolutamente ninguna!
Haruki no creía en medias tintas, eso estaba claro.
—Todas las chicas que he conocido son unas aburridas —siguió, cruzándose de brazos—. Siempre lo mismo: me pasan notitas cursis en el casillero, me piden que las acompañe a un festival escolar, que las ayude con algo pesado, o si compartimos una bufanda. La primera salida siempre es a algún puesto de comida callejera, luego a tomar un refresco en una tienda de conveniencia. Y al final, siempre se despiden con un “nos vemos mañana”, bah, todas iguales.
— No veo qué tiene de malo eso —pensé, pero no me atreví a decirlo. Si Haruki dice que algo es aburrido, es aburrido para el mundo entero, fin de la discusión.
—Y luego, sin falta, me mandan un mensaje diciendo que les gusto —continuó, con un bufido de desprecio—. ¡Qué rayos! ¡Eso es algo importante! ¡Al menos deberían tener las agallas de decirlo en persona!
Sentí una punzada de lástima por esas chicas. Confesarle algo a Haruki, con esa mirada que te hace sentir como un insecto, debía ser como enfrentarse a un dragón. No las culpo por esconderse detrás de un teléfono. Intenté suavizar las cosas.
—Tienes razón —dije, encogiéndome de hombros—. Yo lo diría cara a cara, si fuera el caso.
— Perdón por preguntar — espetó, claramente sarcástico.
¿Otra vez dije algo malo? Esto empezaba a sentirse como un juego donde siempre pierdo.
—El problema es este — se inclinó hacia mí, su voz baja pero cargada de frustración—. ¿Por qué todas las chicas de este planeta son tan predecibles? Me lo he preguntado desde la secundaria, y nada ha cambiado. —Y ahora sigo igual de harto —añadió, golpeando el escritorio otra vez, lo que hizo que un lápiz rodara al suelo.
—¿Entonces qué tipo de persona te parecería “interesante”? —pregunté, medio en broma. — ¿Un extraterrestre?
Haruki me miró con un desprecio que podría haber detenido el tráfico.
—Un extraterrestre, un viajero del tiempo, o alguien con poderes estaría bien —dijo, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mientras no sean humanos comunes y corrientes. Me da igual si son hombres o mujeres.
— Así que eres de esos que no les importa si conectan o les enchufan — dije sarcástica para ser absolutamente ignorada.
— ¡Los humanos son un aburrimiento total! —espetó, como si acabara de insultar a toda la especie.
—Bueno… tal vez en eso tienes algo de razón —admití, sorprendiéndome a mí misma.
No podía contradecirlo del todo. A veces imaginaba que el nuevo estudiante de intercambio era mitad alienígena, o que Taniguchi, con su obsesión por los chismes, era en secreto una detective del futuro. Si Asakura Ryou, que no paraba de sonreírme desde el otro lado del salón, tuviera algún poder sobrenatural, yo misma la daría otra "A" en la calificación de Taniguchi.
— ¡Por eso! —gritó Haruki, poniéndose de pie de un salto.
Su silla cayó al suelo con un estruendo que hizo que toda la clase girara a mirarlo. Sus puños estaban apretados, y su mirada parecía perdida en algún punto del universo.
—¡Por eso estoy haciendo todo lo posible! —proclamó, como si estuviera declarando la guerra al cosmos.
—¡Lo siento, llego tarde! —dijo Okabe-sensei, irrumpiendo en el salón con su habitual energía desbordada.
Al ver a Haruki de pie, con los puños cerrados y la mirada fija en el techo, se quedó paralizada, como si hubiera entrado en una película de ciencia ficción a mitad de la trama.
—Eh… la clase está por empezar —balbuceó, claramente desconcertada.
Haruki se sentó de golpe, con la mirada clavada en el borde de su escritorio. Yo me giré hacia adelante, y el resto de la clase hizo lo mismo, como si nada hubiera pasado. Okabe-sensei, todavía confundida, tomó su lugar frente al pizarrón y carraspeó.
Si soy honesta, muy en el fondo envidiaba la actitud de Haruki. Él todavía creía que podía encontrar algo extraordinario, algo que yo había dejado de esperar hace años. Mientras yo me conformaba con sobrevivir al instituto, él luchaba con todas sus fuerzas por hacer realidad su sueño. Si quedarse sentado no iba a traer a los extraterrestres, él mismo los invocaría. Por eso hacía cosas como dibujar símbolos gigantes en el campo de la escuela, pintar signos en los tejados, o pegar talismanes extraños por los pasillos. Tan infantil como inútil, pero ganas no le faltan.
***
Oye, Kyonko —dijo Taniguchi, interceptándome después de clase con una cara que gritaba “chisme jugoso”.
—¡Taniguchi, pareces una tonta con esa expresión! —repliqué, esquivándola.
—¡Cállate! —dijo, poniendo los ojos en blanco—. No me importa lo que digas. ¿Qué clase de truco estás usando?
—¿Truco? —pregunté, frunciendo el ceño.
Ella señaló el asiento vacío de Haruki, como si fuera la escena de un crimen.
—¡Es la primera vez que veo a Suzumiya hablar tanto con alguien! —dijo, con un tono entre admirado y acusador—. ¿De qué rayos estaban hablando?
—Eh, no sé, cosas que no te importan, ¿Supongo?
Kunikida apareció detrás de ella, como una sombra silenciosa.
—A Kyonko siempre le han atraído los chicos raros —dijo, con una sonrisita.
Oye, no digas cosas que puedan malinterpretarse.
—No me importa si a Kyonko le gustan los raros —interrumpió Taniguchi. — Lo que no entiendo es por qué a Suzumiya le gusta hablar con ella. ¡No lo pillo!
—Tal vez Kyonko es igual de rara —sugirió Kunikida, con un brillo travieso en los ojos.
—Es probable —añadió Taniguchi—. Digo, nadie con un apodo como “Kyonko” puede ser normal.
¡Dejen de llamarme Kyonko! ¡Usen mi nombre de una vez! ¡Y mi hermanito debería volver a decirme “hermanita”, no ese apodo estúpido!
—También me gustaría saber —dijo una voz alegre, surgiendo de la nada.
Levanté la vista y, claro, ahí estaba Asakura Ryou, con su sonrisa perfecta que parecía sacada de un anuncio de pasta de dientes. Como representante del curso, siempre estaba metiéndose en todo. —Intenté hablar con Suzumiya-san unas veces, pero no funcionó — se inclinó un poco hacia mí, sus ojos cerrados. — ¿Cuál es tu secreto?
Hice como que lo pensaba, aunque mi cabeza estaba en blanco.
—No tengo idea —admití, encogiéndome de hombros.
Asakura soltó una risa suave. — Qué bueno que alguien pueda hablar con él —dijo, con esa calidez que siempre me ponía nerviosa—. No debería aislarse tanto. Me alegra que seas su amiga.
—¿Amiga? —repetí, sacudiendo la cabeza—. No sé si esa es la palabra.
¡Si lo único que recibo de Haruki son gruñidos y miradas asesinas!
—Tienes que seguir ayudándolo a integrarse con la clase —insistió Asakura, juntando las manos como si me estuviera pidiendo un favor divino—. ¡Estamos todos en el mismo curso, contamos contigo!
¡Oye, no me cargues con esa responsabilidad!
—¿Kyonko, somos buenas amigas, verdad? —preguntó Taniguchi, con una mirada sospechosamente intensa. — ¿Si encontrases a un chico que esté igual de bueno que Haruki, pero mentalmente estable, me lo presentarías, cierto?
— ¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Una no puede relacionarse con un compañero sin que la traten de casamentera o lunática?
— O de casamentera lunática — añadió Kunikida, con los brazos cruzados y una sonrisa de suficiencia.
— Bueno, creo que ya basta de molestar a la pobre Kyonko — Asakura puso delicadamente sus dos manos en mis hombros, como si fuese a darme un masaje, y si, me puse colorada por reflejo, y si, eso desató la ira de Taniguchi que apretó el puño envidiosa. — Contamos contigo, pero si sientes que Suzumiya-san te supera, o algo por el estilo, aquí estoy para hablarlo.
***
Resulta que alguien decidió que debíamos cambiar de asientos cada mes. Asakura, como representante, escribió los números de los escritorios en pedazos de papel, los metió en una caja de hojalata, y cada uno sacó uno. A mí me tocó el penúltimo asiento junto a la ventana que daba al patio. ¿Y adivinen quién sacó el último, justo detrás de mí? Sí, el siempre gruñón Haruki Suzumiya.
—¿Por qué no pasa nada interesante? —se quejó Haruki, mirando por la ventana como si esperara que un OVNI aterrizara en el patio—. ¿Un estudiante desaparecido, un profesor asesinado en un salón cerrado? ¡Algo!
—¡Para de decir esas cosas! —repliqué, girándome hacia él.
—Me uní al Club del Misterio —dijo, con un suspiro que parecía cargar el peso del universo.
—¿Y qué tal? —pregunté, aunque ya imaginaba la respuesta.
—Una pérdida de tiempo —gruñó—. ¡No pasó nada interesante! Todos son fanáticos de las novelas de detectives, pero ninguno parece un detective de verdad.
—¿Y eso no es lo normal? —dije, alzando una ceja.
—También probé el Club de Estudios Sobrenaturales —añadió, con un destello de esperanza que se apagó rápido.
—¿En serio? —pregunté, intrigada.
—Son solo un montón de nerds obsesionados con lo oculto —dijo, golpeando el escritorio—. ¿Eso te suena divertido?
—No, la verdad no —admití.
—¡Esto es un desastre! —explotó, inclinándose hacia mí—. ¿Por qué esta escuela no tiene un solo club que valga la pena?
—No hay mucho que puedas hacer al respecto —dije, encogiéndome de hombros.
—¡Pensé que al entrar a la preparatoria encontraría algo increíble! —continuó, con una furia que hacía temblar su voz—. Es como soñar con jugar en las ligas mayores y descubrir que tu escuela ni siquiera tiene un equipo de béisbol.
Haruki parecía un volcán a punto de erupcionar, mirando por la ventana con un suspiro que podría haber desinflado un globo aerostático. ¿Debería sentir lástima por él? Ni siquiera sabía qué tipo de club quería. Tal vez él tampoco lo sabía. Solo buscaba “algo interesante”. ¿Qué era eso para él? ¿Resolver un asesinato? ¿Cazar OVNIs? Creo que ni él tenía la respuesta.
—Sabes, si no existen esos clubes, no puedes hacer mucho —dije, atreviéndome a dar mi opinión—. Por lo que he visto, los humanos normalmente se adaptan a lo que tienen. Pero los que no están conformes intentan crear algo nuevo, y así avanza la civilización. La gente quería volar, e inventaron aviones. Querían ir rápido, e inventaron trenes y autos. Pero esas cosas las hicieron genios con talentos especiales. Nosotros, los mortales comunes, tenemos que conformarnos con vivir lo mejor que podamos. No podemos actuar por impulso solo porque queremos.
—Cállate — Haruki giró la cabeza para volver a perderse en el patio. Esa teoría de que se pegó con alguien por llevar la contraria cada vez se me hace más plausible.
Ese chico no estaba interesado en nada, a menos que involucrara extraterrestres, viajeros del tiempo o poderes sobrenaturales que desafiaran la realidad. Pero, noticias frescas: el mundo no funciona así. No, en serio.
¡Vivan las leyes de la física, la termodinámica, la relatividad y la cuántica! Aunque estas últimas no se unifiquen. Gracias a ellas, los humanos podemos vivir sin que un OVNI nos abduzca en el almuerzo. No importa cuánto se enoje Haruki, o las tonterías que diga Kunikida, yo soy alguien normal y no necesito más.
***
De lo próximo, no tengo idea cuando pasó. El calor del sol estaba convirtiendo el salón en un horno, y mi cabeza empezaba a caer hacia el escritorio, lista para rendirme al sueño. Justo cuando mis párpados se cerraban, algo impactó contra mi nuca con un plop seco. Me enderecé de golpe, con un ardor punzante en la cabeza, y giré furiosa hacia el culpable. Haruki Suzumiya, sentado detrás de mí, miraba al techo con una cara de inocencia que no engañaba a nadie. En el suelo, junto a mi pie, había una bola de papel arrugada.
—¡¿Qué demonios haces?! —siseé, frotándome la nuca.
Haruki solo devolvió una mirada fría, pero centrarme en su sonrisa me hizo notar de inmediato que estaba por reírse.
—No te hagas el idiota —repliqué, con los dientes apretados para no levantar la voz. — ¡Esto salió de tu escritorio!
—Pruebas, necesito pruebas —dijo, cruzándose de brazos como si fuera un abogado en un drama legal.
El profesor carraspeó, era nuevo, de inglés y tenía apuntado en la pizarra los principios del verbo "To Be", la tiza en la mano parecía danzar nerviosa. El resto de la clase ya no estaba medio dormida o medio inconsciente por el calor. Los ojos de Taniguchi brillaban con curiosidad malsana, y hasta Asakura Ryou, desde el otro lado del salón, alzó una ceja cosa mala.
Pensé con muchas ganas el agacharme y devolverle el papelazo. Pero solo hice una reverencia de disculpa hacia el profesor antes de recoger el papel y tirarlo a la mochila. Esto no había terminado y la insolencia me la iba a pagar. Por lo pronto solo me quedaba lidiar con el dolor de cabeza que no había sido solo producto de la bola de papel.
***
La campana sonó, liberándonos de la clase. Agarré mi mochila y salí disparada al pasillo, desesperada por un momento de paz. A lo mejor iba al baño o a lo mejor iba a tirarme por la azotea, no se. Lo único que se es que desde ese día aprendí a estar más atenta de por donde camino y de quien me sigue. Un brazo pasó frente a mi cara mientras giraba un pasillo y terminé apretada contra la pared por la sorpresa.
— Kyonko, ¿Donde vas? — para sorpresa de nadie, Haruki me había interceptado en una escena estúpidamente kabe-don. Oye, ¿Cuando había escuchado este mi apodo?
— Oye, ¿Qué te pasa?
— No leíste el papel, ¿Verdad? — su mirada buscaba mentiras que no había pronunciado y ya empezaba a escuchar pasos de la gente por los pasillos.
— ¿Hablas del proyectil que me tiraste? — lo intenté apartar empujando su pecho pero él parecía hecho de roca. — No, no lo leí. ¿Era una declaración de guerra?
Haruki rió, una sonrisa que me descuadró por completo. La primera felicidad genuina que veía en su cara.
— No, idiota, era una invitación, para mí club. La Brigada S O S, y tú, Kyonko, eres la primera miembro.
— Espera, yo no me apunté a nada.
— Prácticamente dijiste que querías entrar en un club que me resultase interesante, eso es lo que te estoy ofreciendo, no seas aburrida.
Mientras más gente pasaba y se nos quedaba mirando, cosa que empezaba a ser rutina con Haruki en mi vida, yo no sabía cómo afrontar esto. Alguien susurró “¡Kyonko y Suzumiya!” y juro que escuché a Taniguchi murmurar “¡Esto es material de primera!”. Creo que la situación empezó a ser incómoda hasta para Haruki.
— No he escuchado un no.
Esta vez, tomó mi mano con fuerza y salió corriendo arrastrándome con él, cruzamos los corredores, subimos las escaleras, y finalmente nos detuvimos junto a la puerta que conduce a la terraza.
¿Se puede saber en qué me he metido?
Capítulo 2.
Mi presentimiento no falló. Cuando Haruki Suzumiya tiene una idea, el universo entero se reorganiza para hacerla realidad, y yo, como siempre, termino atrapada en el huracán. Por qué, a ver, me gustaría decir que estaba poniendo resistencia, pero parecía una bandera que ondeaba mientras el corría más rápido que la luz en el vacío.
Cuando mis pies volvieron a tocar el suelo y mi mochila dejó de golpearme la espalda, vi que estábamos en el cuarto piso, frente a una puerta marcada con un letrero que decía “Acceso a la terraza”. Estaba cerrada con candado, como siempre, y las escaleras parecían un cementerio de proyectos fallidos del Club de Artes. Lienzos rotos, marcos astillados, estatuas decapitadas y cajas de pintura seca que hacían aún más estrecho un espacio ya estrecho. ¿Qué demonios hacía Haruki trayéndome a este basurero?
—Necesito que me ayudes —dijo, acercándose tanto que sentí su aliento a menta fresca en mi cara, ¿Había estado masticando chicles en clase? Eso parece demasiado normal para él. Puso sus manos sobre mis hombros y notes sus dedos posándose con delicadeza en mi chaqueta, parece que el señor bruto gruñón no dura eternamente.
—¿Ayudarte con qué?
— ¿Qué no es obvio? Mi club.
— Vale, te lo voy a poner en perspectiva — dije cruzándome de brazos y fingiendo que no me incomodaba lo cerca que estaba de mi frente. — ¿Por qué tengo que ayudarte a formar un club después de que me arrastrases hasta aquí y asumieses que tu criterio es el único que importa?
— No entiendo porque quieres que me repita — ya volvía al tono molesto que conocía. A lo mejor hasta golpeaba una pared como golpeó el pupitre. — Está bien, mírame a los ojos y dime: "Haruki, no quiero tener nada que ver con tu club que va a cambiar el instituto tal y como lo conocemos".
¿Qué lo iba a cambiar? No había duda, a lo mejor le prendía fuego para invocar a alguna entidad profetizada en antiguos manuscritos babilónicos que descargó por 5 lucas en internet. Era una premisa ridícula, y más ridículo me parecía el estar mirándole a los ojos sin que pudiera pronunciar palabra.
¡Ajg! Bien, la carne es débil, ¿Si? Dije que no me gustaba Haruki porque estuviera macizo, y lo mantengo. Pero era guapo, y a mí me gustan los chicos guapos, y me estaba mirando con la cara ladeada, una sonrisa de calor tropical y las cejas alzadas en el punto justo entre confianza y seguridad. Repampanos, seguro que ya había hecho esto con más chicas y le había salido bien si tenía tantos corazones rotos sin consecuencias.
— Yo, ams, mira no es que no quiera.
— Entonces es un si — definitivamente no me estaba escuchando. — Te encargarás de los formularios. Cuando acaben las clases, irás a preguntar qué es lo que tenemos que hacer, ¿Te parece?.
— ¿Y tú qué vas a hacer? — retrocedí apartándome de sus brazos para chocar con una cabeza de yeso rota en un pedestal.
— Buscaré un salón donde situarnos — infló el pecho muy seguro de sus palabras. — Confío en ti, Kyonko.
— ¡Oye! — le frené cuando estaba por girar en redondo. — Deja de llamarme así, tengo nombre, ¿Sabes?
— ¿Cuál?
Maldito egocéntrico, como sabía que esa amabilidad era actuada. ¿Tan listo y ni recuerdas a la chica que se presentó antes que tú el primer día? ¿Es que no prestas atención a cuando los profesores me nombran en clase? Iba a gritarlo hasta que se quedase tallado en su cerebro, pero entonces pensé en Asakura, Taniguchi y el resto, si empezábamos a llamarnos por nuestro nombre de pila, los rumores iban a dar la vuelta al mundo, puede que hasta llegasen a Alfa Centauri antes que yo.
— No importa, Kyonko está bien — dije resignada.
— Perfecto — Haruki no esperó más de mí y salió de mi campo visual con un sprin tras saltar cinco escalones.
Me quedé allí, sola, mirando una estatua de yeso sin cabeza que parecía tan confundida como yo.
—Ni siquiera acepté… —murmuré, pero el yeso no respondió.
Suspiré y bajé lentamente, preguntándome cómo iba a explicar esto a Taniguchi y Kunikida sin que me convirtieran en la rara del siglo. Aunque seguramente ya tenían montada su película en su cabeza, cachis, seguramente tenían una trilogía completa con una spin off en camino y un universo alternativo de géneros invertidos.
***
Averiguar los requisitos para formar un club no fue difícil. Todo estaba en la parte trasera del reglamento escolar, y básicamente decía:
Para crear una “asociación” se necesitan: cinco miembros o más, un profesor supervisor, un nombre para el club, un director, y un resumen de actividades u objetivos, que debe ser aprobado por el Comité Ejecutivo del Consejo Estudiantil. Las actividades deben “impulsar el conocimiento y la creatividad” (ja, buena suerte con eso, Haruki). Si el club tiene buenos resultados, puede ascender a “grupo de estudio”. Pero mientras sea una simple asociación, la escuela no dará ni un yen de presupuesto. Pensándolo bien, 5 miembros era lo de menos, a lo mejor Haruki arrastraba a tres chicas más sin explicarles nada. Un profesor supervisor sería más complicado, pero tal vez podría convencer a Okabe-sensei si le prometía que Haruki no sacrificaría una cabra en un volcán en nombre de Xenu. El nombre del club… bueno, algo vago como “Club de Actividades Especiales” podría colar. Y el director, obviamente, sería Haruki. Nadie más tendría el ego para reclamar el puesto.
Si saltábamos todas esas barreras, aún quedaba algo más, un requisito mínimo que dictaba "las políticas escolares de impulsar el conocimiento y la creatividad". Voy a suponer, sin mucho terror a equivocarme, que sea lo que sea que busque Haruki, no se va a alinear con esto ni por asomo. En fin, hago este monólogo como si Haruki fuese el tipo de persona que se preocupa mucho por las reglas.
Cuando sonó la campana del final de clases, apenas tuve tiempo de guardar mis cosas. Su mano se cerró en la manga de mi chaqueta, y antes de que pudiera gritar, me arrastró fuera del salón, mi mochila quedó colgando de un solo hombro, y mis apuntes casi volaron por el pasillo.
—¿A dónde vamos? —jadeé, intentando no tropezar.
—¡Al salón del club! —respondió Haruki, bajo sus estándares, cualquier otra explicación sobraba.
Apartó a un par de estudiantes que se cruzaron en nuestro camino, ignorando sus quejas. Yo, mientras tanto, luchaba por mantener el equilibrio y mi dignidad. ¿No podía al menos soltarme? Ya sabéis, por eso de que soy un ser humano que puede caminar con sus propias piernas.
Cruzamos el vestíbulo del primer piso, pasamos al edificio anexo, y subimos otro tramo de escaleras. El pasillo del tercer piso era oscuro, con bombillas parpadeantes, como se nota que el presupuesto está para fetiches de trajes de marinero y poco más. Al final, Haruki se detuvo frente a una puerta, puños en la cintura y pies en compás: "Club de literatura", decía un cartel.
—Aquí es —anunció Haruki sin molestarse
en tocar, abrió la puerta de un empujón y entró como si fuera el dueño del lugar. Yo, claro, fui arrastrada detrás de él.
El salón era más grande de lo que esperaba, aunque tal vez solo lo parecía porque estaba casi vacío. Una mesa rectangular, unas sillas, y un librero polvoriento eran todo el mobiliario. Las paredes tenían grietas, y el techo mostraba manchas de humedad que sugerían que el edificio no había visto una reparación desde la era Meiji.
Sentado en una de las sillas, como si fuera parte del decorado, había un chico delgado con gafas gruesas, leyendo un libro de tapa dura que parecía pesar más que él. No levantó la vista cuando entramos, ni siquiera cuando Haruki carraspeó ruidosamente.
—Desde ahora, este será nuestro salón del club — extendió los brazos para matizar mientras lanzaba esa sonrisa a la que no me acostumbraba. Llámenme loca, pero cuando un león enseña los dientes no es para mostrar empatía.
— Espera un segundo, ¿qué es este lugar?
— El edificio de los clubes culturales —respondió, como si fuera obvio—. Aquí están los salones de pintura, música, y esas cosas. Los clubes sin salón fijo también usan este lugar. Lo llaman el Complejo Antiguo. Se supone que esto pertenece al club de literatura.
— ¿Se supone? El cartel sigue en la puerta.
— Si, pero todos se fueron cuando se graduaron, es como si se hubiera cancelado.
— ¿Y que pasa con él? — señalé respetuosamente, si es que eso se puede, al chico de gafas que pasaba lentamente una hoja.
— Él es la razón por la que uso "hubiera" en esa frase.
— ¡Entonces el club no se ha cancelado! — protesté.
— Aún — señaló levantando un dedo. — Un club con un solo miembro es básicamente un cadáver. Nosotros lo resucitaremos con una idea revolucionaria.
¿Este chico se escucha cuando habla? Suena igual que los estafadores en los comerciales. ¿Y ese chico lector no iba a hacer nada mientras robaban el club delante de sus narices? Le di un rápido vistazo; gafas de culo de vaso, pelo corto, y rostro estoico mientras Haruki gritaba a todo pulmón alguno de sus desvaríos. El chico pasaba las páginas con una precisión mecánica, y sus gafas reflejaban la luz de la ventana, ocultando sus ojos. Si no fuera por el movimiento de sus manos, habría jurado que era un maniquí.
— ¿Y qué hacemos con él? — pregunté.
— Hablé con él en el almuerzo. Le dije que necesitábamos el salón, y respondió que no le importaba, siempre que lo dejemos leer en paz.
— ¿Enserio? — alcé una ceja antes de mirarle. — Disculpa, ¿Este bruto no te habrá amenazado para que nos dejes el salón, no?
— Oye, ¿Por quién me tomas?
El chico me enfocó con sus ojos por encima de las gafas, tenía los mismos ojos que el resto y no se le veía en mala forma. Lo que quiero decir, es que no parecía alguien que estuviera aquí bajo amenazas. — No tengo problema — me dijo antes de retomar su lectura.
— Te dije, es un tipo raro — me increpó Haruki.
— Vino el toro a hablar de cuernos, ¿Con qué derecho dices tu eso? — pregunté sabiendo de antemano que Haruki ignoraría mi pregunta.
Haruki empezó a hablar de planificación y a moverse por el sitio, pero el chico volvió a alzar la vista de su lectura para verme. Cabe la posibilidad de que se sintiera incómodo porque no dejaba de mirarlo, pero no puedes demostrar eso en un tribunal. Ni sus ojos ni sus labios mostraban expresión, casi como si fueran una máscara.
— Nagato Yuuki —dijo, con una voz tan plana que podría haber sido olvidada antes de terminar la frase.
Al menos hablaba bien, porque por su comportamiento robótico me hubiera esperado que se expresase en código morse. Como sea.
— Oye, Nagato-san —dije, apoyándome en la mesa para no sentirme tan insignificante—. Este loco quiere usar tu salón para un club que ni siquiera tiene nombre. ¿De verdad te parece bien?
—Afirmativo —respondió, sin levantar la vista.
—¿Y si al final si te molesta que estemos aquí todo el tiempo?
— No lo hará.
— ¿Y si en un flechazo de anarquía te echa de tu propio club?
— Que lo intente.
Vaya, alguien más extraño que Haruki, eso que la bara estaba alta. Cada respuesta era inmediata, pero su rostro no mostraba nada. Déjame matizar, nada.
— Perfecto, asunto resuelto —anunció Haruki, girándose con un golpe al librero que hizo temblar los estantes. — A partir de ahora, nos reuniremos aquí después de clases, y si faltan, pónganse fecha, los encontraré.
— ¿Qué eres acaso Mifune Toshirō?
Haruki ignoró mi comentario y se cruzó de brazos, con esa postura de “yo mando” que hacía imposible discutirle. Asentí a regañadientes, porque, ¿qué otra opción tenía? Estábamos en su mundo ahora.
— Bueno, como sea genio, ¿Cuál es tu consejo millonario para que esto salga a flote? El instituto no te reconocerá por falta de miembros.
— ¿Cuál es el mínimo?
— Se supone que cinco.
— Perfecto, entonces solo faltan dos más — chasqueó los dedos en un gesto caricaturesco mientras yo fruncía el ceño.
— ¿Ya contaste a Nagato? —pregunté, señalando al chico, que seguía perdido en su libro. — ¿Desde cuándo es parte de tu plan?
— Desde ahora — sentenció y se acabó el debate. — Y ya se quién va a ser el siguiente.
Como era de esperarse, no dio ninguna explicación antes de salir por esa puerta con un "nos vemos". Yo tomé mi mochila, Nagato seguía en su mundo y una curiosidad fuerte me invadía por conservar aún el papel que había sido arrojado contra mi cabeza. Lo desarrugué y vi que ponía "Felicidades, asciendes a vicepresidente de mi club, te buscaré después". Es que si no me pasa a mí no le ocurre a nadie más.
***
Al día siguiente, cuando sonó la campana final, Taniguchi y Kunikida intentaron arrastrarme a la cafetería, aún no se cómo escapé sin defenestrarme en el proceso, porque vaya que querían explicaciones. Creo que se intimidaron cuando Haruki apareció por mi espalda y con un simple: "ve primero", dio a entender que, fuera lo que fuese que iba a hacer, no sería normal ni seguro, así que alejó a todos de inmediato. Él solo había salido corriendo tan rápido, otra vez, que me replanteé eso de que no pudieran existir renos hipersónicos empujando un trineo.
***
El salón del Club de Literatura estaba exactamente como lo dejamos: polvoriento, viejo, y con Yuuki Nagato sentado en la misma silla, leyendo el mismo libro (o al menos parecía el mismo). Hoy no me traje la mochila, opté por una cartera más parecida a un maletín de oficina que otra cosa, era más fácil de llevar y me daría menos problemas si Haruki me arrastraba.
Digo todo eso porque lo primero que hice fue dejarlo sobre la mesa para darme cuenta que Nagato no había traído nada, solo tenía el libro. ¿Todo lo que hacían en el Club de Literatura era leer? ¿Por qué estaba leyendo todo el tiempo? Digo, normalmente en este tipo de club se toman anotaciones que luego se comentan, o se revisan estudios sobre el libro en cuestión para contrastar datos y teorías.
—¿Qué lees? —pregunté, incapaz de soportar la quietud.
Nagato alzó el libro ligeramente, mostrándome la portada. Era un tomo grueso con letras en un idioma que no reconocí, probablemente una novela de ciencia ficción con un título imposible de pronunciar.
—¿Es bueno?
— Único — Nagato ajustó sus gafas, un gesto que ya empezaba a parecer su marca personal.
Eso realmente no respondía a mi pregunta. — ¿Qué parte?
— Todo.
— ¿Te gusta leer, entonces?
Bajó mínimamente el libro y miró sobre sus gafas, para ser alguien tan inexpresivo entendí perfectamente su mensaje entre líneas; "¿Porque estas preguntas obvias son mejores que el silencio incómodo que teníamos?". Opté por desplomarme en una silla esperando que el tiempo pasase rápido. ¿Por qué sigo aquí? Me gustaría estar en mi casa, con mi tiempo para fingir que estudio y mi hermanito pidiendo cosas raras como que le compre un gato.
La puerta se abrió como si alguien le hubiese... No, rectifico, la puerta se abrió cuando Haruki le dio una patada que de milagro no rompió el cierre. — ¡Llegué! — anunció por todo lo alto. — ¡Perdón por la demora, me costó atrapar a este pequeño!
Saludó con una mano, en la otra tenía atrapado por el antebrazo a alguien de mi estatura, parecía un chico, y pongamos ese "parecía" entre muchas comillas, porque sólo identifiqué su género por el uniforme. Tiró al pobre a dentro mientras giraba y cerraba la sala con llave, ¡No puede ser, había secuestrado a alguien!
Me hubiera preocupado, el cielo sabe que no miento, pero me perdí con su apariencia. Era… adorable. No había otra palabra. Delgado, con cabello castaño que caía en mechones suaves sobre su frente, y unos ojos grandes que parecían sacados de un moe de Kyoto Animation. Su uniforme estaba impecable, pero él temblaba como una hoja, claramente aterrorizado por Haruki.
—¿Que-qué está pasando? —balbuceó, con una voz aguda que sonaba al borde del llanto—. ¿Do-dónde estoy? ¿Por qué me trajeron aquí? ¿Po-por qué cierras la puerta?
— ¡Cállate! —ladró Haruki, con una autoridad que hizo que el chico se congelara. — Les presento a Asahina Mitsuru, el cuarto integrante oficial de mi club.
Nagato no se movió, de hecho, me hubiera sorprendido más que lo hiciera. El pobre chico, Mitsuru, estaba al borde de un ataque de nervios, y yo tenía que volver a dar la cara por las locuras de Haruki, acercándome para increparle.
— ¿De dónde lo secuestraste?
— ¡Ajj, siempre tan exagerada! — hizo un ademán como si yo fuese la loca. — No lo secuestré, solo lo rapté.
— Esas palabras son sinónimos — dije apretando los dientes, consciente de que mis gritos le podrían dar una taquicardia al nuevo.
— Como se nota que no estudias, secuestro implica uso de violencia — él verdaderamente creyó que me ganó con ese argumento. — Yo solo lo vi soñando despierto en un salón de segundo año, siempre reviso los rincones de la escuela en los descansos, y ya lo había fichado un par de veces. Así que lo traje.
— En los descansos te dedicas a espiar a la. . Un momento — casi se me corta la respiración cuando repasé las palabras "salón de segundo año". — ¿Es un sempai?
— ¿Por qué el 75% de las veces que me hablas es para preguntar cosas obvias? Es un año mayor, ¿Y que?
No puede decirlo enserio, por favor, no puede ser. Me estaba regañando, este tipo era increíble en el peor de los sentidos.
— Está bien… — suspiré fuerte y profundo, frotándome las sienes. — ¿Por qué trajiste a, e, bueno, Asahina-sempai aquí?
— Míralo —dijo Haruki, apuntando al chico con un dedo tan cerca de su nariz que Mitsuru dio un salto hacia atrás. — ¿No es una monada?
— Suenas como un secuestrador en potencia — luego fruncí más el ceño y lo miré. — Rectifico, suenas como un secuestrador certificado.
— ¡El atractivo es clave! — expresó sin haberme escuchado. — En todas las historias épicas hay un personaje frágil y adorable que inspira a los demás a protegerlo.
Giré hacia Mitsuru, observándolo con más atención. Era menudo, con una cara tan bien cuidada que parecía tratada con maquillaje y agua micelar. Su cabello castaño caía en mechones suaves, enmarcando unos ojos enormes que parecían suplicar “sáquenme de aquí”. Sus labios temblaban, dejando ver una fila de dientes perfectamente alineados. Si le dieras una capa y un cetro podría ser un lindo príncipe azul. ¡Oye, espera Kyonko, ¿En qué rayos estás pensando?!
— Y eso no es todo — no se bien como lo hizo, pero Haruki se puso tras Asahina-sempai en un movimiento, tomándole de inmediato bajo los hombros.
— ¡Nyaaa! — No puede ser, Mitsuru hizo el ruido de un gatito al ser levantado en vilo.
— ¡Es tan pequeño, pero tiene un carisma increíble! —declaró, sacudiendo a Mitsuru como si fuera un muñeco—. ¡Esa cara de cachorro y esa vibra de “necesito ayuda” serán perfectos, todos amarán a alguien tan delicado que solo busca protección, no es así!
Haruki empezó a girar sobre su eje, y yo empecé a temerme lo peor del pobre Mitsuru.
— Además, es medio afeminado, seguro que hay algún rarito que viene solo por verlo usar un uniforme de marinera. — Haruki, imperturbable, puso las manos en el pecho de Mitsuru, apretando su chaqueta con un entusiasmo que rayaba en lo maniático — oye, tú que estás medio plana, ¿Qué medidas crees que tiene?
Tendría que interferir, yo se que si, pero toda esta situación me estaba subiendo el calor a la mollera y pensar bajo presión no es mi punto fuerte.
— ¡De-Detente! —balbuceó, con los ojos llenos de lágrimas.
No pude soportarlo más. Me lancé hacia ellos y tiré del brazo de Haruki, apartándolo de Mitsuru con un empujón. No me preguntes de dónde saqué tanta fuerza, porque fui yo la que casi se disloca un brazo. Maldita tercera ley de Newton.
— ¡¿Qué demonios haces?! —grité, plantándome entre los dos—. ¡Déjalo en paz!
— No dije ninguna mentira, ¡Tócalo tú, verás lo que digo!
Mitsuru soltó un gemido débil, abrazándose a sí mismo como si quisiera desaparecer. Lo miré, y sus ojos suplicantes me hicieron sentir como la peor cómplice del mundo.
— ¡Claro que no!, Son reglas básicas del consentimiento, idiota.
Lo que me dejó pasmada fue que, durante todo este circo, Yuuki Nagato no movió un músculo. Seguía leyendo su libro, ¿Qué le pasa?
Entonces, una idea horrible cruzó mi mente.
—Espera… —dije, girándome hacia Haruki—. ¿La única razón por la que trajiste a Asahina-sempai es porque es… adorable?
—¡Obvio! Será como la mascota del club.
Os prometo que no pensé que se pudiera ser tan irrespetuoso y denigrante en tan pocas palabras. Mitsuru, que intentaba arreglar su chaqueta arrugada y camisa, levantó la vista y me miró con una mezcla de esperanza y terror. Oye, no me mires así, ¡esto no es mi culpa!
— Mitsuru-kun, ¿Estás en algún club? — preguntó Haruki pasándose por donde no brilla el sol los niveles jerárquicos sociales.
— Si-si, en el de caligrafía — murmuró, en cualquier momento podía caerse por el estrés.
— Pues lo dejas. Va a interferir con mi club.
¡Haruki, eres el colmo del egoísmo! Mitsuru parecía una víctima de novela de misterio, implorándome con sus ojos que lo salvara. Entonces, como si apenas notara a Nagato, sus ojos se abrieron de par en par. Dudó, miró al suelo, y murmuró:
—Entiendo.
—¿Entiendes qué? — pregunté para no ser respondida.
— Renunciaré al Club de Caligrafía —dijo, con una voz tan triste que podría haber roto un corazón de piedra—. Me uniré a tu club.
—¿Pero sabes en qué te estás metiendo? —insistí, dando un paso hacia él.
— ¿En el club de literatura, no?
— No, solo usamos el salón porque él nos lo prestó — señalé a Nagato sobre mi hombro. — No sabemos qué haremos, no tiene nombre, y Nagato, el de allá, es el único miembro real del Club de Literatura.
—Oh… —murmuró Mitsuru, con la boca entreabierta y los ojos vidriosos.
Su reacción era la más normal que había visto en días. Pero Haruki, como siempre, no estaba para sutilezas.
—¡Eso no importa! — Haruki puso su mano sobre el hombro de Mitsuru. — A partir de hoy y para siempre, seremos ¡La Brigada SOS! Brigada de Suzumiya que aprovecha cualquier Ocasión para hacer del mundo un lugar más Sorprendente.
Bueno audiencia imaginaria de mi cabeza, ya pueden reírse, porque yo estaba tan cansada que ni siquiera tenía ganas de discutir porque no se usan así las siglas. Con eso se dio un carpetazo y nos fuimos, no sin antes rememorar la amenaza de que faltar un día era sentencia de muerte.
***
Cuando nos íbamos, llamé la atención de Asahina-sempai por los pasillos, él volteó conservando la sonrisa. — ¿Si? — preguntó.
No tienes que unirte a este circo si no quieres —dije, bajando la voz—. Puedo hablar con Haruki, inventar algo para sacarte de esto.
—No —murmuró, sacudiendo la cabeza. Él se detuvo, parpadeó por un instante, y sonrió. — Está bien. Quiero estar aquí.
Esto gritaba síndrome de Estocolmo en todas las escalas de la teoría de cuerdas. — ¡Pero, este va a ser un terrible club!
— No importa; ¿No te uniste tú también?
— Yo no firmé nada, si por mí fuera, mañana ni aparecía — dije con los brazos en jaras.
— No deberías decir eso, quizás este sea el resultado absoluto de este Plano Tem... Carajo, me estoy yendo — Él dijo una palabrota con la mirada perdida en la distancia.
— ¿Qué?
— Solo dejémoslo en que Haruki es fascinante y me intriga que Nagato-san también esté aquí.
— ¿Te intriga?
— Si, bueno, no, no es nada — Asahina sacudió su cabeza apresuradamente, haciendo flotar su ondulado flequillo de alguna forma. Entonces sonrió, parecía muy apenado, y me dirigió una profunda reverencia. — Quizá les traiga problemas, así que por favor traten de soportarme por ahora.
— No tienes que hacer eso... me siento muy incómoda, Asahina-sempai.
— Por favor, llámame Mitsuru — Sonrió.
¡Diablos, es tan bonito que no pude seguir llevándole la contraria!
Capítulo 3.
No sabéis lo interesante que es empezar un día teniendo a Haruki diciendo una locura más grande que la anterior, por momentos me arrepiento de haberle hablado en primer lugar.
— ¿Sabes qué necesitamos hacer ahora? — preguntó arrimando su pupitre por si no le escuchaba.
— Sorpréndeme.
— Necesitamos una misteriosa estudiante de intercambio.
— ¿Nacional o interestelar?
— Interdimensional, evidentemente — puso una cara rara, como si mi duda le hubiera ofendido. — Una estudiante que se hubiera transferido después de dos meses de haber comenzado clases, es, definitivamente, un misterio que no podemos dejar escapar, ¿Qué opinas?
— Debe ser serio el asunto si necesitas mi opinión para respaldarte — alcé las cejas y él me miró con cara de que no volvería a hacerme una pregunta en lo que resta de año. — Bueno, si se diera el caso, podría ser que sus padres fueron transferidos por cuestiones de trabajo y tuvieron que traerla.
— ¡Esas cosas no pasan en medio de un curso escolar! No es normal.
— ¿Bajo que parámetros consideras tú que algo es normal? Porque deveras que me gustaría saber.
— Una estudiante misteriosa — se llevó la barbilla al puño y miró por la ventana. — ¿Podré convencerla de entrar al club?
— ¡¿En realidad nunca escuchas nada de lo que te digo, verdad?!
Su vista quedó perdida en el patio y yo ya no tenía cuerpo para esto.
***
Comenzaron a correr rumores por la escuela de que Haruki y yo estábamos tramando algo. Hoy fue el día en el que no pude evitar que esos rumores tuvieran consecuencias en mi vida, y si, vino de mano de Taniguchi que me atrapó en un cambio de clases.
— ¿Hey, qué pasa contigo y con Suzumiya? — preguntó antes de que me levantase para alisar mi falda. — ¿Ustedes no están enamorados o algo así, verdad?
— ¿Podrías dejar de pensar que cada vez que un hombre y una mujer interactúan más de dos veces es porque son pareja? — le repliqué. — Eres la viva imagen de que eso no funciona.
— A, no, no vas a desviar el tema sacando mi fracaso en el amor — se cruzó infranqueable. — ¿Os habéis besado ya?
— ¡Claro que no! — le grité, y no la aparté por no montar un numerito. — Para ser honesta, a mí también me gustaría saber qué está pasando.
Hizo una mueca, como si hubiese visto a Haruki hacer esto antes. — como amiga tuya te digo, ¡Trata de no meterte en nada ridículo, ya no son estudiantes de secundaria! ¡Si los atrapan pintando sobre la pista de carreras de la escuela o algo así, los van a suspender!
Vale, no podía culparla por advertirme del tanque de tiburones en el que estaba sumergiéndome voluntariamente. Pero tampoco soy ninguna loca, si Haruki hubiera estado solo en ese asunto, podría haberlo ignorado fácilmente. Pero en ese momento también tenía que cuidar a Nagato y Mikuru, y no podía permitir que se vieran afectados. Cuando me di cuenta de lo mucho que me preocupaba por ellos, me sentí muy orgullosa de mí misma. Aunque algo me decía que Nagato podía protegerme más él a mí que yo a él.
— Va, no exageres, se lo que me hago. Ya lo oíste en los pasillos, solo quiere formar un club o algo así.
— ¿Para hacer qué?
— A saber, ¿Por qué te importa?
— ¿Sabes? Me parece insultante tú comportamiento — Taniguchi se llevó una mano a lo alto del pecho con una expresión ofendida. — Genuinamente estoy preocupada por ti, he visto chicas no salir de su casa por una semana solo porque el tonto de Suzumiya las rechazó tras 5 días de citas. Tú ya llevas casi dos meses tomándole cariño, y no quiero que te pase algo peor como, yo que sé, que acabes hospitalizada, o peor, siendo la primera muerte en su contador por alguna locura irresponsable.
Me mantuve en silencio, la boca cerrada y mis ojos encontrados con los suyos. Taniguchi normalmente soltaba una tontería tras otra sobre chicos, músculos o perfumes para atraer chicos músculosos, pero genuinamente veía a alguien que hablaba desde la experiencia y el conocimiento.
— Vale, se que no estamos en la secundaria, y no estoy saliendo con Suzumiya, te aseguro que hago más un papel de voz de la razón que otra cosa — comenté buscando bien las palabras. — Solo creo que solo está aburrido, tiene una pasión por lo sobrenatural, y ya, es de lo que nos reunimos a hablar a ratos.
— ¿Me prometes que no hay nada de que preocuparse?
Preferí no pensar en como Haruki había secuestrado, perdón, raptado a una persona. — Lo prometo.
— ¿Y prometes presentarme algún tío cañón si lo conoces?
— Con qué eso querías, ¿E?
— Jajaja, no, bueno, era por aliviar tensiones — suspiró antes de retirarse, las clases estaban por reanudarse y no tenía pinta de querer estar aquí cuando Haruki volviese. — En fin, cuando termines en la cárcel porque a Suzumiya le parecía buena idea ir a hacer círculos en un campo de arroz por la noche, no digas que no te avisé.
***
Así que ahí estaba, pasando calor y aburrimiento entre cuatro paredes hasta que a Haruki se le ocurriera algo. Él tenía el puño en la cara y tamborileaba con la mano contraria en la mesa de un escritorio que había traído de quien sabe donde. Nagato estaba en su esquina y Asahina, que no tenía por qué venir, había obedecido de todos modos, y estaba sentado en una de las sillas, muy confundido.
— ¡Necesito una computadora! — le gritó Haruki al techo.
— Claro, trae más cosas que hay poco.
Desde que se fundó la Brigada SOS, el salón del Club de Literatura comenzó a llenarse con muchas otras cosas, aparte de la vieja mesa, las sillas de metal y el librero. En una esquina, había un armario portátil, también había una cantimplora con algunas copas, una tetera, un radio con reproductor de CD y MD, un refrigerador, una grabadora, una sartén, un tazón, y todo tipo de utensilios de cocina. Tenía la leve sospecha, no poco infundada, de que algún día diría que empezaríamos a vivir ahí.
Haruki estaba en su escritorio con una pequeña pirámide negra con la palabra “Comandante”, estaba a dos segundos de hablar y hacer que subiese el pan.
— Es la era de la información, y ni siquiera tenemos una computadora. ¡Así no podemos hacer nada! — Haruki dio un golpe en la madera, todo su peso en su mano y saltó hacia delante.
Está bien, fue impresionante verle saltar medio metro, o así, en el aire, pero al pobre Mitsuru casi se le cae el alma a los pies cuando corrió hacia él luciendo una siniestra sonrisa.
— Pero tú, guapo, vas a ayudarme a cambiar eso.
— Espera — me levanté como un resorte. — ¿Hablas de conseguir una computadora? ¿No estás planeando robar una tienda de artículos electrónicos, o sí?
— Que va, es algo legal — hizo una pausa que no me gustó. — Espero. ¡Síganme!
Asahina y yo obedecimos la orden de Haruki y le seguimos por el pasillo, hasta que llegamos al Grupo de Estudio de la Informática, a dos puertas de distancia.
Salté de inmediato — ¡Ya veo por donde van los tiros y no me gusta un...
— ¡Piensa rápido! — Haruki me tiró una cámara instantánea a la altura del pecho, y la atrapé más por reflejo que por gusto.
Haruki dio una patada a la puerta y se abrió, todas las chicas de la sala, se giraron como si el mismísimo demonio hubiera entrado recitando sus nombres en orden alfabético. Qué, sinceramente, hubiera dado menos miedo, porque dicen que con el demonio se puede negociar.
— ¡Hola! ¡Vengo a recoger una computadora! — gritó como quien pide pan en la panadería.
El salón era similar al nuestro, pero mucho más estrecho, como si alguien hubiera decidido que las computadoras no necesitaban espacio para respirar. Los escritorios, alineados en filas precisas, estaban ocupados por monitores, teclados y altavoces. El zumbido constante de los ventiladores llenaba el aire, un murmullo electrónico.
— ¿Quién está a cargo? —preguntó Haruki.
Una de las chicas, con gafas de marco grueso y una coleta apretada, se levantó. Era alta, casi tanto como Haruki, y tenía esa aura de “no me hagas perder el tiempo”.
—Soy la presidenta del Club de Informática —dijo, cruzándose de brazos—. ¿En qué te puedo ayudar?
—¿Tengo que repetirlo? —replicó Haruki, inflando el pecho—. Quiero una computadora. Ahora.
La presidenta parpadeó, y su cara pasó de confusión a incredulidad. — No, no, no. ¿Crees que somos un almacén? Estas computadoras las compramos con nuestro dinero, no tenemos presupuesto para regalarlas.
— Por favor — Haruki puso los ojos en blanco de sobremanera. — Tienen unas 10 para seis tatamis que miede esto. Una menos no las va a matar.
— ¡Eso no funciona así! —protestó la presidenta, alzando la voz—. Espera, ¿quiénes son ustedes?
Haruki dio un paso adelante, como si estuviera a punto de declarar la guerra.
—Soy Suzumiya Haruki, Comandante Supremo de la Brigada SOS —anunció, señalándonos a Mitsuru y a mí—. Ellos son “Subordinado Número Uno” y “la vicepresidenta”.
¿Disculpa? ¿Quién te dio permiso para ponerme en tu organigrama? Un papel arrugado es un tratado de servilleta, no vale. Miré a Mitsuru, que parecía a punto de desmayarse, y supe que no iba a protestar. Cobarde.
— ¡Entreguen una computadora! Es la última invitación formal que les ofrezco.
La presidenta lo miró como si le hubiera pedido que le regalara un riñón. —No sé qué es esa “Brigada SOS”, pero no vamos a darte nada. ¡Vayan y compren su propia computadora!
— Entonces lo haremos a mi manera — Los ojos de Haruki brillaron con esa chispa que siempre anunciaba desastre.
Antes de que pudiera procesar lo que pasaba, Haruki agarró a Mitsuru por los hombros y lo empujó hacia la presidenta. Mitsuru tropezó, con un gemido que sonó como un cachorro asustado, y cayó contra ella. Haruki, rápido como un relámpago, tomó la mano de la presidenta y la plantó en el cuello de la camisa de Mitsuru, arrugándola como si lo estuviera zarandeando.
—¡A-Ahh! —chilló Mitsuru, sus ojos abiertos.
— ¿Qué demonios? —gritó la presidenta, intentando retroceder.
¡Click!
Sin querer —o tal vez porque Haruki me fulminó con la mirada—, apreté el disparador de la cámara que me había obligado a llevar. La escena quedó inmortalizada: Mitsuru con cara de querer desaparecer, la presidenta con la mano en su camisa, y un ángulo que hacía parecer que ella lo estaba intimidando.
Haruki sujetó a Mitsuru para que no escapara, y con la otra mano presionó aún más la mano de la presidenta contra él, arrugándole la camisa hasta casi arrancarle un botón.
—¡Kyonko, otra foto! —ordenó Haruki.
¡Juro delante de la tumba de quien sea que el segundo click también fue sin querer! lo siento muchísimo. Justo cuando Haruki estaba a punto de hacer que la presidenta “empujara” a Mitsuru contra un escritorio —probablemente para una foto aún más comprometedora—, la presidenta se zafó, roja de furia.
—¡¿Qué crees que haces?! —gritó, retrocediendo como si Haruki fuera radiactivo.
Haruki agitó un dedo frente a ella, con una elegancia que no pegaba con su plan maquiavélico.
—Ahora tenemos pruebas fotográficas de que acosaste a un miembro de nuestra brigada —dijo, con una calma aterradora—. Si no quieres que estas fotos lleguen a la dirección, nos darás una computadora.
—¡¿Qué clase de broma enferma es esta?! —bramó la presidenta, con las mejillas encendidas—. ¡Tú me obligaste a tocarlo! ¡Soy inocente!
—¿En serio? —replicó Haruki, alzando una ceja—. Puedes gritar lo que quieras, pero ¿quién te va a creer con estas fotos?
Miré a Mitsuru, que se había derrumbado en el suelo, temblando como una hoja. El pobre estaba tan conmocionado que no podía ni levantarse. Lo siento, Mitsuru, soy una cómplice horrible.
La presidenta no se rindió.
—¡Todo mi club es testigo! —dijo, señalando a las otras tres chicas, que nos miraban con la boca abierta—. ¡No hice nada por mi cuenta!
Las tres asintieron frenéticamente, como muñecas de resorte.
—¡Es verdad! —dijo una, con voz aguda—. ¡Ella no quería!
—¡Nuestra presidenta es inocente! —añadió otra.
Si Haruki fuera de los que escuchan razones, no sería Haruki Suzumiya.
—¿Oh, en serio? —dijo, cruzándose de brazos—. Entonces diremos que todas ustedes acosaron a Asahina en grupo. ¿Qué tal eso?
En ese momento, las caras de todas —incluyendo la mía y la de Mitsuru— se pusieron blancas como papel. ¿En serio habíamos llegado a esto?
—¡S-Suzumiya-san! —balbuceó Mitsuru, arrastrándose hasta los pies de Haruki en un intento desesperado de detenerlo.
Haruki lo apartó con un empujón, como si fuera un mosquito molesto.
—¿Y bien? —dijo, mirando a la presidenta con una sonrisa triunfal—. ¿Nos dan la computadora o no?
La cara de la presidenta pasó de roja a pálida, y finalmente se oscureció como si hubiera perdido toda esperanza. Al final, se desplomó en su silla, derrotada.
—¡Tomen una y lárguense! —masculló, con la voz rota.
Las otras chicas corrieron a su lado, como si fuera una soldado caída en batalla.
—¡Presidenta! —dijo una, casi llorando.
—¡No se rinda! —suplicó otra.
—¿Está bien? —preguntó la tercera.
La presidenta dejó caer la cabeza, como un títere sin cuerdas. Verla así, incluso siendo parte del circo de Haruki, me hizo sentir una punzada de culpa. Pobre chica.
—¿Cuál es el modelo más nuevo? — preguntó Haruki sin remordimientos.
A, no, ahora sí que iba a intervenir. Si cualquiera de ellas se quejaba estábamos muertas, la fama de Haruki como muchacho problemático nos jugaba en contra, y unas fotos hechas con su cámara eran tan creíbles como un cuchillo limpio al lado de un cadáver. ¡Eran cuatro chicas acosadas contra un testimonio de alguien manipulable y temeroso, porque yo no me iba a poner de su parte en esto!
— ¿Cuál es tu problema? — le increpé.
— Es que no se reconocer los modelos con solo verlos — sacó un papel del bolsillo con todos los nombres de los modelos más nuevos. Este tipo era el descaro en persona. — Creo que la más nueva es esa — señaló a una, y por la cara de todas, acertó.
— No, esa no, la compramos este mes — por los ojos vidriosos que ponía la presidenta, no estaba mintiendo.
— Pues esta va a ser — dijo sin más. — Y también quiero que la instaléis con wifi y demás.
— Muy bien, para — no se de dónde me salieron voz y ovarios, pero agarre a Haruki de la corbata y casi moví su cuello un decímetro. — ¿No te das cuenta o cuál es tu problema? ¡Esto es una extorsión!
Haruki se irguió todo lo grande que era y su corbata se soltó de mi mano. — Pero si ni la están usando.
¿Se imaginan a un ladrón robando un cuadro y que su escusa sea, "yo lo miraré mejor en mi casa porque aquí ni lo están mirando"? Exactamente así sonaba Haruki para mí. Repámpanos, Taniguchi tenía razón, Haruki es demasiado temerario.
— Si se te ocurre robarte una computadora de esta sala, me voy a poner de su parte cuando te acusen al director.
— Ellas no se atreverán.
— No, pero yo si — busqué apoyo en alguien, pero ellas estaban que no se la creían y Asahina-sempai estaba echo un ovillo en el suelo.
— ¡Ajj, que aburrida eres cuando quieres! — gruñó. — ¡Vale!, ¿Cuál no vais a echar de menos? La pagaré en plazos.
Haruki tuvo que chasquear los dedos tres veces hasta que la presidenta volvió en sí misma y señaló una computadora más antigua que la expansión del universo.
— 30.000 mil yenes.
Creo que bajaron el precio a drede, hay guitarras más caras que eso, pero para Haruki pareció un precio adecuado. — Trato echo, todos amigos y así la niña no me llora.
Pese a lo que dijo, se llevó las fotos y la cámara, algo me dice que no hemos escuchado sus ultimas declaraciones.
— Asahina-sempai — me agaché mientras él se ponía de pie, parecía más molesto que apenado, pero claro, le habían manoseado contra su voluntad, si a mí me hicieran eso. . Mataría a alguien. — Regresemos.
Ni siquiera me atreví a mirar al club de informática a los ojos. Mitsuru gimió mientras se arreglaba la camisa y se ajustaba un botón. Yo no sabía ni cómo sentirme. ¡Haruki, idiota! ¿No podías negociar el precio desde el principio? Tenías una lista de computadoras, y no vistes como alguien pobre. ¿Para que quería una computadora en primer lugar?
— Lo siento — me dijo Mitsuru, a mi, por alguna razón. — Joder, esto no tendría que ser así.
La palabrota sobraba, pero entendía su frustración, así que prefería no opinar. — Si, está loco — añadí.
— No, es que, has cambiado el evento — tal como el otro día, dijo esto mirando a un punto no especificado.
— ¿Perdona?
— O, a, a, ¡Has sido increíblemente valiente, Kyonko! Ojalá alguien como tú me proteja siempre.
Me sentí tan alagada que no me importó que no me llamase por mi nombre. Siendo justa con él, seguramente ni se lo sabía.
Capítulo 4.
¿Para que quería Haruki el dichoso computador? Para hacer el sitio web de la Brigada SOS, por supuesto, ¿Para que más sería?
Miren, no se cómo, pero Nagato, al día siguiente decidió que había leído suficientes libros de computación y podía instalar wifi, cable, lo que sea que se haga con el ratón y el teclado, y puso todo en orden. Yo no sé porque decidió dejar de aparentar ser un robot para empezar a portarse como uno, solo se que a alguien le iba a tocar hacer la página en internet. Gira la ruleta, ¿A quien le va a tocar? Tin, tin, tin, ¡A mí! Por supuesto.
— Eres la única persona en la que confío para hacerlo, Kyonko. Yo estoy muy ocupado buscando a los demás miembros — me dijo Haruki mirándome a los ojos.
Era un truco de manipulador de manual, ¿Creéis que le funcionó? Pues si, y no quiero hablar del tema.
La computadora fue instalada en el escritorio con la pirámide de “Comandante”. Haruki me dijo mientras navegaba la web con el ratón:
— Si puedes terminarlo en menos de dos días sería fantástico, porque no podemos hacer nada hasta que tengamos una página web.
En una de esas me dio por preguntar — ¿Cuando dices que vas a pagar esto?
— Fui ayer pero tenían la puerta cerrada con llave.
— Tarado, ¡Las diste un susto de muerte y aún tienes las fotos, no se van a atrever a abrirte! — le reproché.
— Vaya, que lista eres, mejor tiro la puerta de una patada y las rastreo en los descansos, de seguro eso las tranquiliza.
Maldito idiota, él podría haber hecho eso sin ningún remordimiento, pero por el comportamiento del club de informática, algo me dice que eso nos traería más problemas. Ellas querían quedarse al margen, y yo no tenía la autoridad para formar una tregua en mejores condiciones.
Así que así pasaron las tardes, Asahina temblaba apoyado en un escritorio, justo al lado de Nagato Yuki, que como siempre, estaba sentado leyendo un libro, este iba sobre Júpiter y la composición de su núcleo. Gracias por nada, hombres del hogar.
"No importa lo que digas, no puedo hacerlo". Eso es lo que quería decirle, en serio. Pero entonces estaría negando que aprender a hacer una página web sonaba interesante, y no creo que el corazón de Asahina-sempai hubiera aguantado otro intercambio verbal entre nosotros.
Y así, mi ardua tarea de diseñar la página comenzó al segundo día. Claro que fue mucho más fácil de lo que había pensado. El software ya tenía instalado lo necesario, y cuando pregunté a Nagato como aprendió a hacer eso respondió: "Leí un libro". Así todo lo que tuve que hacer fue seguir las instrucciones del programa, copiar y pegar un poco, y eso fue todo.
Pero como se suele decir, cuando una puerta se abre, otra se cierra. El problema era claro , ¿Qué iba a escribir en la página?
En ese momento, aún no sabía de qué se trataba la Brigada SOS, así que tenía una gran cantidad de nada sobre qué escribir. Por lo que opté por algo sencillo, un aviso que decía: "¡Bienvenidos a la página de la Brigada SOS!". Una genio del Marketing, ya sé.
En la parte de arriba, simplemente me detuve. "¿Esto era demasiado para ti? Bueno, el error es mío por creerte capaz". Las palabras que Haruki no dijo, pero seguro diría, sonaban como una maldición en mis oídos, así que tuve que emplear mi hora de almuerzo y terminarlo mientras trataba de comer.
— ¿Nagato-san, alguna idea sobre que poner? — Le pregunté a Nagato, en un arrebato de desesperación. Al parecer ya había merendado en el club, porque estaba leyendo totalmente limpio de cualquier rastro de alimento cuando llegué.
— Negativo — respondió. Ni levantó la vista. Yo sé que esto no es asunto mío, pero me pregunto si presta algo de atención en clase.
Dejé de mirar a Nagato y volví a concentrarme en el monitor de 15 pulgadas, tratando de pensar con claridad.
Entonces fui consciente de un problema: ¿Qué pasará si la escuela se da cuenta de que una organización sin aprobar está usando su servidor y ancho de banda para alojar un sitio web?
Podía imaginar a Haruki diciendo "¡Por favor, no sobrepienses! La escuela tiene goteras, rotos y mil asuntos más importantes que preocuparse por una página web. Y si lo descubren, entonces simplemente retiraremos la página. En estas cosas lo importante es actuar primero que los demás, ¿no?".
¡De cierta forma, tengo envidia de la actitud simple y optimista de Haruki! Pero no diré eso donde pueda ser escuchada.
Después de hacer unos enlaces y anotar nuestro correo electrónico, todavía era muy temprano para organizar un foro, subí nuestro sitio web al servidor, que consistía solo en una página de bienvenida sin más detalles.
Di un carpetazo y contemplé orgullosa mi trabajo. Después de asegurarme que la página funcionara, apagué la computadora. Cuando estaba punto de estirarme un poco en mi asiento, me sorprendió ver a Nagato de pie a mis espaldas.
Qué raro, ¿cómo es que no lo escuché cuando se movió? Su cara seguía blanca como una estrella de noche. Me miraba fijamente, como si yo fuera una de esas cartas de examen visual.
— Ten — me entregó un libro muy grueso, que yo tomé por costumbre. Por poco soy arrastrada de boca contra el suelo, ¿Cuanto pesaba esta cosa? Al mirar la portada, vi que era la novela de ciencia ficción que Nagato había estado leyendo hace algunos días.
— Todo tuyo — me dijo como quien arroja dinero en un templo.
— Gracias — le dije antes de buscar espacio para el libro en mi cartera.
Tras decir eso, Nagato salió del cuarto sin mirar atrás. En ese momento sonó la campana que señalaba el final del almuerzo, él se había esperado hasta el último segundo para hacer una salida dramática. Enserio, este compite con Haruki por ver quién se comporta de la forma más loca. Ojalá hubiera alguien a quien le importase lo que yo pensaba.
Después de cargar con el pesado libro hasta mi salón de clase y sentarme, me tiraron un papel a la cabeza, no tuve que girarme para saber quién era.
— ¿Entonces, ya está lista la página? — Haruki y su aliento mentolado me llegaron hasta los oídos, así como el golpe que hizo al sostener los bordes de su escritorio con las manos mientras se inclinaba.
Igualmente giré con desinterés, mirándolo con los ojos entre cerrados me di cuenta de que su cuaderno estaba lleno de garabatos por todos lados. Traté de ignorar las miradas de nuestros compañeros y respondí.
— La gente normal me preguntaría cómo a ido con un gracias de antemano — supe que eso ya le estaba aburriendo, así que rodé mis ojos. — Si, ya está listo, pero la página es una porquería, no tiene nada.
— Ya me apaño con eso, lo importante es tener un correo electrónico.
Que ganas tuve de gritarle "¡¿Entonces por qué no habías registrado antes tu propio correo!?", pero Asakura ya estaba en la clase con su grupo de amigos, y Taniguchi seguramente nos espiaba desde algún ángulo muerto.
— Hubieras puesto tu correo si tanto te preocupaba.
— Eso no habría sido sensato, ¿Qué habría pasado cuando mi buzón se llenara con todo el correo que recibiremos? Se me podría llenar el doble de lo que ya está.
Tenía la sospecha de que esos correos eran en su mayoría cartas de amor que había ignorado, o pagos de deudas que también había ignorado, pero intenté llevar la conversación a mi terreno.
— Dudo que te lleguen muchos correos en primer lugar — le dije con una ceja alzada. — Y el doble de cero es cero, chico gruñón. Si no, ¿Quién te escribe tanto?
— Como se nota que eres mujer, todo lo quieres saber, ¡Eso es un secreto! — después de decir eso, sonrió de una manera misteriosa y siniestra.
Se que habrá algún viajero en el tiempo maldiciendo a toda mi familia por no haber detenido a Haruki ahora que podía, pero a decir verdad, no podía, la brigada SOS seguiría adelante con, o sin mí.
— ¿Vas a raptar a alguien más?
— No, de momento no — me dio dos palmaditas en la cabeza. — Lo sabrás cuando terminen las clases de hoy, pero hasta entonces, es información clasificada.
Juro que escuché la risa de Asakura en algún lado y me giré con un: "Cómo si me importara".
***
Al llegar la sexta clase, Haruki no apareció por ningún lado. No creía que se hubiera ido a casa sin avisar, eso requeriría sentido común. Pero no encontrarme con él ni para decirme que no se me olvidase pasarme por el club era otra mala señal.
***
Las clases terminaron poco después, y guiada por la costumbre, salí caminando hacia el salón del club. Llegué a temer tener que darle explicaciones a Kunikida o Taniguchi, pero a la primera no la vi y la segunda estaba tonteando con un chico que seguramente solo le estaba pidiendo la tarea.
Me fui al salón del club guiada por la rutina a pesar de que me preguntaba por qué lo hacía, pero mis pies nunca se detuvieron hasta que estuve delante de su puerta.
— Hola — dije al entrar.
Como me lo esperaba, allí estaban Nagato Yuuki y Asahina-sempai.
Se que no soy quien para tirar la primera piedra, pero en verdad parece que no tuvieran nada más que hacer.
Al verme entrar, Asahina me saludó con una expresión de alivio. Parece que pasar mucho tiempo a solas con Nagato puede ser muy agotador para él. A lo mejor Nagato es un ángel Interdimensional que se mueve solo cuando no lo miras, eso explicaría muchas cosas. Ya ni me cuestionaba porque Mitsuru estaba aquí después de la humillación que le hizo sentir Haruki ayer.
— ¿Dónde está Suzumiya-san? — me preguntó tembloroso.
— Con un poco de suerte, en prisión — comenté sarcástica, pero sus ojos abiertos y cara de haber visto un muerto me hicieron rectificar. — Era broma, no le he visto, se fue en la sexta hora.
— Yo no me chivé de nada a nadie — murmuró como si hubiera que castigarle a base de latigazos si levantase la voz.
Viendo lo deprimido que parecía,tuve que sacar valor de donde solo había rabia — ¡No te preocupes! Si él trata de hacerte algo raro, haré todo lo posible, y hasta lo imposible, si es posible, por detenerle.
Me miró con ojos de esperanza mientras pensaba en lo tonto que sonaba eso, ¿Que iba hacer yo con mis mal entrenados sesenta y pocos kilos si Haruki intentaba forzarle a lo que fuera? Tendría que comprar un spray pimienta un día de estos.
— Gracias — Se inclinó suavemente, y sentí un enorme deseo de abrazarle con ternura. Por supuesto, no lo hice, pero ganas no faltaron.
Pero a pesar de lo mucho que traté de inspirarle confianza, cinco minutos más tarde, todas esas promesas fueron arrojadas por la ventana, cayeron al mar, y se evaporaron como una gota de agua en la superficie de una enana blanca que se vuelve supernova.
— ¡Hola! — Haruki nos saludó muy animado y entró al cuarto, con dos bolsas de papel en las manos. — Lo siento, me retrasé.
¡Eso fue bastante amable! En alguien tan egoísta como Haruki, esa consideración... Esto olia a problemas.
Dejando las bolsas de papel en el piso, Haruki dio la vuelta y cerró la puerta con llave. Asahina tembló instantáneamente al escuchar el sonido del cerrojo.
— ¿Suzumiya, qué estás planeando hacer hoy? ¡En serio, no voy a volver a hacer nada que tenga que ver con robo o chantaje! — me crucé de brazos con toda la autoridad que tenía, ninguna.
— ¿De qué estás hablando? Yo nunca haría algo así — él verdaderamente se había desentendido de todo. — Bueno, primero que nada, vamos a ver esto.
De las bolsas de papel, sacó un montón de hojas tamaño A4 con algo escrito a mano en la parte superior. — Alejop, volantes que hice para dar a conocer la Brigada SOS a todo el mundo. ¡Doscientos recién impresos!
— ¿Cuanto dices que te costó esto? — pregunté ingenua de mí.
Haruki sonrió entregando los volantes y no respondió. ¿Faltó a clases por esto? La verdad cayó sobre mí cuando lo pensé detenidamente diez segundos... Él se había colado en el cuarto de impresoras durante la sexta hora cuando todos los profesores estaban en sus clases.
Como Nagato había dejado su libro a un lado para tomar un volante y Asahina lo leía como quién repasa para un examen de un idioma extranjero, preferí pensar en la presentación descabellada y no en consecuencias legales. El papel decía así:
"Los principios fundamentales de la Brigada SOS:"
"Nosotros, la Brigada SOS, buscamos todo tipo de fenómenos paranormales en este mundo. Invitamos a todos los que hayan vivido, estén viviendo, o sientan que van a vivir una experiencia sobrenatural o misteriosa, para que vengan y consulten con nosotros. Haremos todo lo posible por responder a sus preguntas.
Sin embargo, tengan en cuenta que no nos ocuparemos de fenómenos paranormales comunes y corrientes; debe ser un fenómeno paranormal que consideremos asombroso de verdad. Nuestro correo electrónico es. .".
Si esto fuese una película de terror yo diría; "Haruki te falta un verano", entonces una lámpara parpadearia y resultaría que la computadora estaba embrujada y todos morimos porque somos los pacientes cero de una maldición rara, como en Ringu. Pero no, esto era mi aburrido mundo normal y lo que tenía delante era un panfleto que repartía mi correo electrónico a completos desconocidos. Un minuto y veinte segundos, eso era el tiempo que Haruki había tardado en presentar una idea que no iba a aprobar.
Estaba comenzando a tener una idea de lo que en realidad es la Brigada SOS. Parecía que sin importar lo que pasara, Haruki quería seguir metido en un mundo de ciencia ficción, misterio, y novelas de fantasía. La Brigada era poco más que una fantasía escapista, cuando esto fallase estrepitosamente a lo mejor sentaba cabeza o a lo mejor terminaba en la cárcel. Espero que sea el primer caso, no soportaría un "te lo dije" de Taniguchi.
— Muy bien, es hora de ir a entregar los volantes — anunció.
— ¿Donde?
— En la entrada de la escuela. Todavía quedan muchos estudiantes que no se han ido a casa.
— Este plan no implica romper ninguna ley regulada por Nihon Koku Kenpou — me detuve un segundo. — ¿Cuál es el truco? ¿Hay algún mensaje cifrado contra vampiros chinos en estos papeles y solo me daré cuenta cuando los reparta?
— Una imaginación encantadora, pero solo son aburridos panfletos — Haruki se dirigió hacia la otra bolsa que tenía. — Claro, que si algo te enseñan en los negocios no es a vender un producto, sino a como venderlo.
Tenéis que estar cansados de escucharme decirlo, pero lo que Haruki hace para encontrar ambigüedad léxica, literalismo extremo, silogismos y antítesis disfrazadas a su conveniencia, cada que habla, es algo de estudio.
— ¿Listo para algo de Marketing interactivo, Mitsuru-kun?
— ¿Eee? — Asahina puso ojos de gacela a penas escuchó que lo nombraban. El panfleto que había tomado temblando en sus manos.
— ¡Ta-taa! — Con una sonrisa enorme como la de un gato robot, Haruki sacó una prenda de tela negra.
¡No puede ser! A medida que Haruki terminaba de vaciar su bolsa de papel multidimensional, entendí por qué quería que Asahina era importante en el plan. Chaqueta negra de corte recto, camiseta blanca de cuello alto, corbata de moño y pantalones que aparentaban ser de lino oscuros. Eso era un disfraz de mayordomo victoriano.
— ¿Para qué es eso? — preguntó tímidamente Asahina.
— Pues pensé que nada vende mejor un restaurante que una chica en traje de mucama, así que hay que ir a juego — dijo Haruki muy decidido a la par que sacaba algo más.
Sacó un vestido azul marino de mangas largas y falda hasta los tobillos, sin escote, volantes color crema decorando todo y traía de complemento su mandil y su cofia. ¿Este hijo de puta no estaría pensando en que usase eso, no?
— Si intentas ponerme eso te voy a golpear — debí sonar muy amenazante porque hasta Nagato dejó de leer el volante para... Para nada realmente, solo volvió a tomar su libro. — No me voy a poner eso.
— Pues hice bien en no comprar el traje de conejita entonces — pensó Haruki en voz alta mientras yo apretaba los puños. — De todas formas, mejor, no era para ti.
Los ojos de Haruki atraparon a Mitsuru que tenía una expresión perdida en la que se podía leer, "¿Entonces para quien es si no hay más mujeres aquí?". Afortunadamente yo lo procesé más rápido.
— ¿¡Quieres que él se ponga eso!?
— Si — Haruki soltó una sonrisa de menta y dientes perfectos.
Asahina, a mí lado, prácticamente se puso rojo al pensarlo y rehuyó con dos medios pasos hacia atrás. Lo que tiene de guapo lo tiene de cobarde, me va a tocar gritar otra vez.
— Bue... Bueno, lo haré — dijo Asahina cuando yo estaba por alzar la voz en su nombre.
— ¿Cómo?
— Creo... Creo que puede ser divertido, nunca me he disfrazado.
— ¡Ese es el espíritu, amigo mío! — Hakuri le dio una palmada en la espalda que le hizo temblar por completo. — Alguien debería aprender de ti.
— Asahina-sempai, ese es un disfraz de mujer — señalé el conjunto de maid en la mesa, hasta la etiqueta especificaba que era para mujeres jóvenes.
— Kyonko, ¿Pero en qué siglo vives? La ropa no tiene género — Haruki negó y el silencio de los otros dos verdaderamente me hizo pensar que yo era la que estaba mal. — Toma la llave y espera fuera si quieres, a no ser que quieras verme en calzoncillos.
— Vaya, ¡Ahora sí te preocupa eso! — le quité las llaves de un manotazo y me salí.
Y yo pensando que Asahina era el único hombre normal que conocía después de Asakura Ryou y Kunikida. Esperé recta contra la pared en el pasillo, sacando de mi cabeza la escena de Asahina con su cuerpo al descubierto poniéndose ropa de sirvienta. Me tapé los ojos con las manos mientras me subía el calor, por favor, ¿Cuando me había vuelto tan pervertida?
La puerta se abrió al rato, Haruki anunció — Ya puedes entrar.
Lo admitiré solo porque nadie me escucha, Haruki se veía muy bien con esa ropa; cuerpo alto, rostro fino y pelo en orden. Mitsuru casi hace que me derrita como chocolate al sol. Su cuerpo pequeño, la ropa ajustada y la diadema que de alguna forma realzaba sus ojos, estaba para comérselo a besos. No lo negaré, le hubiera comprado cualquier cosa que me ofreciera, y mi rostro lo denotaba porque Haruki le dio un codazo cómplice.
— Deja alguna mujer para mí, Don Juan.
— ¡Calla, idiota! — dije desviando la vista, preferí centrarme en el imperturbable Nagato y su libro. — ¿De donde sacaste esto?
— Internet — canturreó antes de tomar todos los volantes en dos tacos. — Como sea, vámonos Mitsuru-kun, antes de que a Kyonko le empiecen a escurrir lágrimas por las piernas.
Haruki tiró de Mitsuru que salió de escena con un "Nyaa", mientras yo estaba más preocupada por la sanción que les podría caer por quitarse el uniforme que por el comentario de Haruki que no había entendido ni quería entender.
Cuando estaba por desplomarme en una silla, sentí una mirada amenazante. Nagato había dejado su libro y señalaba el suelo.
— Eso.
Al mirar donde señalaba vi dos uniformes esparcidos allí. ¿Eh, eso que hay ahí es un calzoncillo de Sakura Card Captor? El chico de anteojos y cabello corto señaló al armario en el lado opuesto del salón, y luego continuó leyendo su libro. Esto lo confirmaba, no hay un solo ápice de caballerosidad en esta brigada.
Respiré profundamente y comencé a recoger su ropa, organizándola en el armario. ¡Ah, podía sentir el calor de sus cuerpos en las prendas! ¡Todavía estaban tibias!
***
Media hora más tarde, un agotado Asahina regresó al salón. Sus ojos estaban perdidos como los de un conejo a punto de recibir un disparo, aunque preferí no decirle nada al respecto. Me apresuré a ofrecerle un asiento, y al igual que la vez anterior, simplemente se dejó caer de frente a la mesa, sus hombros temblaban. Parece que ni siquiera le quedan fuerzas para cambiarse de ropa.
— ¿Qué demonios pasó? — pregunté.
— Me hicieron fotos — murmuró sin fuerza.
— ¿Qué? ¿Y Haruki no hizo nada?
— Solo dijo que toda publicidad es buena.
Sentí muchas ganas de alzar la voz, pero claramente el pobre no tenía cuerpo para lecciones de autoestima. Parecía estar temblando de frío pese al calor que hacía, asi que opté por no pensarlo mucho, me quité la chaqueta y la puse sobre sus hombros para cubrirlo.
Los grupos de los jugadores del Club de Béisbol se escuchaban a lo lejos porque nadie en el club parecía tener ganas de hablar. Ya había pasado otra media hora y Haruki no regresaba. Cuando comenzaba a pensar en qué iba a cenar esa noche, por fin se abrió la puerta con un — ¡Malditos! ¡¿Qué se creen esos malditos profesores?! ¡Siempre me están estorbando!
Como no estaba seguro de que le había enojado, pregunté — ¿Ahora es cuando finjo sorpresa porque tuvieron algún problema?
— ¡Ni siquiera habíamos entregado la mitad de los volantes, cuando llego una estúpida profesora diciéndonos que dejáramos de hacerlo! ¿Cuál es el problema?
— ¡Idiota, lo raro sería que los profesores ignoraran a unos estudiantes disfrazados entregando volantes en la entrada de la escuela!
— Paparruchas — Haruki pensó que lo había solucionado todo con un ademán de desdén. — Aquí el valiente estaba a punto de llorar, y a mí me llevaron a hablar con el Prefecto, y luego llegó Okabe del Club de Balonmano!
— Imagino que el Prefecto y Okabe-sensei no sabían a dónde dirigir la mirada cuando te vieron vestido así — comenté para ser ignorada, como ya era costumbre.
— ¡No soporto más esto! ¡Es todo por hoy! ¡Terminamos! — Haruki se empezó a desabotonar lentamente la camiseta, y quedó a pecho descubierto mientras yo salía de inmediato de aquel cuarto.
Me apoyé en la pared del pasillo y esperé a que se cambiaran. Parece que Haruki no es en realidad un exhibicionista, es sólo que no tiene idea del efecto que verle semidesnudo tiene en las mujeres. Si sigue así, nunca podrá tener una relación sentimental normal, aunque dudo que la quiera.
— Lo-lo siento — le escuché decir a Mitsuru.
— ¡Si empiezas a llorar otra vez a lo mejor te doy motivos para que llores! — gritó Haruki.
Esto era horrible en muchos sentidos. Ojalá pudiera ser un poco más considerado acerca de lo que pensamos los demás. ¡Al menos podría hacerlo por mí! En realidad, estar cerca de una persona tan desquiciada es más agotador que peligroso, o con eso justificaba mi necesidad de no irme sin mirar atrás.
Y yo debería cambiar por el bien de Asahina. Sí... ¡Y Nagato-san, al menos podría pronunciarse sobre el escándalo en sus ratos de lectura.
Haruki se fue sin despedirse y un poco más tarde, Asahina surgió del salón, con la misma expresión triste de alguien que acaba de fallar en todos sus exámenes. De no ser porque se apoyaba en la pared, seguramente se habría caído. Al no saber qué decirle, sólo pude quedarme ahí en silencio, sus ojos estaban completamente rojos por el llanto, y algo me decía que Nagato no iba a hacer nada a parte de seguir pasando páginas.
— Kyonko-chan — Su voz celestial sonó como un pequeño querubín. — ¿Si algo llegara a pasarme y ya no fuera alguien idóneo para casarse, tú me aceptarías...?
Mi cara no sabía hacia donde mirar, ¿Qué puedo responder a eso? ¡¿Y por qué le pones "chan" a un apodo?!
Asahina me entregó mi chaqueta en un gesto casi mecánico. Cuando empezaba a pensar que se lanzaría entre mis brazos llorando, noté que ya se había ido.
¡Diablos... Merezco el infierno!
***
Al día siguiente, Asahina no vino a la escuela.
Haruki ya era bien conocido, pero después del incidente donde se le vio con un hombre travestido, su nombre y su excentricidad entraron a formar parte de las leyendas estudiantiles. ¡No es que me importara en realidad, yo no era responsable por lo que Haruki hiciera! Lo que sí me importó fue que las acciones de Suzumiya provocaron también muchos rumores sobre Asahina Mitsuru. Eso, y también las extrañas miradas que comencé a recibir de todos en la escuela.
— ¡ey, Kyonko! ¿Viste a Suzumiya ser un escándalo público? ¿Quién lo hubiera predicho? — Taniguchi me dijo en un tono amigable después de clases.
— No estuve involucrada en eso — no activamente quise decir.
— Lo sé, yo solo es que no pensé que un ser humano pudiese ser tan buen amigo de él, ¡Parece que nada es imposible en este mundo!
— ¿No tienes alguien con quien coquetear? — la saqué tratando de cambiar de tema.
— No, ya no me habla, resulté ser demasiado cara para él.
— ¿Esa es tu forma de decir que te pasaste de molesta y el chico decidió pedir la tarea a otras personas? — alcé una ceja llevando la conversación a mi terreno.
— No creo que seas la más adecuada para opinar cuando tus referentes masculinos son dos chicos disfrazados de servidumbre aristócratica, mi estimada — por poco se me cae la cara de vergüenza mientras ella sonreía.
¡Me llevé una sorpresa ayer! ¡Vi un criado y su mucama cuando iba para mi casa, pensé que estaba soñando! — eso lo dijo Kunikida, que se unió a la conversación, traía un volante muy familiar para mí. — ¿Esto de la brigada SOS va enserio, o es algo así como un proyecto artístico?
— Ve y pregúntale a Haruki. No lo sé, y no quiero saberlo — respondí a la defensiva.
Se escucharon pasos calmados y un "disculpad" que cambió todo el sentido de la conversación. La cabeza de Asakura Ryou sobresalió demasiado de entre mis dos amigas.
— ¿Tú también estás al día con la noticia, Asakura-san? — preguntó Kunikida.
— ¿Quién no? — respondió con una sonrisa cálida. — Es mi deber estar informado de lo que ocurre en la clase — desdobló perfectamente un papel que sacó de su bolsillo, si, era un volante. — Aquí dice que les informemos de cualquier actividad paranormal, pero no especifica de qué clase. ¿Y a qué se refiere con lo de fenómenos paranormales comunes y corrientes?
— Yo no sé nada — me retiré apoyándome contra la pared. Vaya fuente de autoridad era Ryou cuando se ponía serio. — ¿Pueden dejarnos a solas?
— Yo por ti iría al fin del mundo — dijo Taniguchi, que se llevó una frente algo arrugada como respuesta.
— Si, los dejamos — Kunikida arrastró de un brazo a una Taniguchi con el corazón partido.
Así que Ryou vino a hablar en persona conmigo. Alto, sereno, hermoso, y prácticamente lo sentía como si me estuviese apuntando con una katana hacia el cuello. Las demás personas en la clase permanecían lejos, pretendiendo no escuchar, y Haruki ni estaba ni se le esperaba.
— Parece que están haciendo cosas muy interesantes. Pero si es algo demasiado extraño, les aconsejo que mejor no lo hagan. En serio, ayer se pasaron de la raya.
No me faltaron ganas de decir, "¡De haberlo sabido, también habría faltado a clases hoy!". Pero me limité a un simple. — Yo no sé nada.
Ryou me puso una mano en el hombro y respiró con algo de pesar. — Eres una buena chica, Kyonko, pero estar cerca de él te puede pasar factura, y algunos precios son más altos que una detención por vestimenta inadecuada, ¿No quieres conocer las consecuencias de esos actos, a qué no?
— No — me trastabillé hasta con ese monosílabo.
— Bien — asintió sereno con una sonrisa marcada. — No quiero ser quien te traiga malas noticias, pero si tengo que hacerlo, lo haré.
Solo asentí en silencio, no puedo culpar al más responsable de la clase por hacer bien su trabajo. A quien si culpo era a Haruki, que seguía enojado como si el mundo tuviese un problema con él y no al revés. Por un lado, estaba enojado con los profesores por impedir que repartiera sus volantes; por otro lado, estaba enojado porque el buzón de correo de la Brigada SOS estaba completamente vacío. Yo esperaba que al menos alguien nos enviara uno o dos correos de broma, pero la gente resultó ser más sensata de lo que había pensado. ¿Quizá nadie quería tener nada que ver con Haruki para evitarse problemas?
Haruki gruñó ante el buzón vacío, sacudiendo con fuerza el ratón óptico. — ¿Por qué nadie nos está enviando correos?
— No hubo nada ayer, ni hoy. Quizá la gente sí tiene experiencias para contar, pero no confían en un club sospechoso como el nuestro — le dije.
— ¿Tú crees? — hubiera respondido sarcástica, pero se veía de lejos que esto lo estaba dejando tan devastado que solo podía responder con enfado hacia nadie en particular.
Pobre, pero la vida real es cruel y estricta. Cosas como una conspiración para destruir el mundo desde una escuela común, o hombres lagarto suplantando a Bill gueit, o Jhon Lennon aún vivo y comiendo en un MacDonalds, ¡Son imposibles! Debo decirle que es hora de que abra los ojos. Debería conseguirse una novia que le acompañe a casa todos los días, y a la que invite al cine los domingos. O quizá debería unirse a algún club deportivo para liberar esa energía que le sobra. Con su habilidad, sería parte del equipo titular en poco tiempo.
— ¿Mitsuru-cun faltó a la escuela hoy, verdad?
— Quizá ni regresa. Te pasaste mucho haciéndole llorar.
— ¡Diaaaablos! — dio un puñetazo lento a la mesa que era más una exclamación física de su aburrimiento. — Y yo que había preparado un nuevo disfraz para que usara hoy.
— Uno de hombre, ¿Verdad?
— ¡Así que a ti también te gusta que se disfrace! — levantó la cabeza de golpe y me puso una media sonrisa.
— ¡No he dicho eso! Si tantas ganas tienes póntelo tú.
— No creo que te guste verme vestido de enfermera.
— ¡Lo sabía, no es un traje de hombre!
— Oye, se está sacrificando por el equipo voluntariamente, ¿Puedes decir lo mismo tú?
Nagato Yuuki se mezclaba con el fondo casi como si fuese invisible mientras yo quedaba sin respuestas.
Es extraño, lo obsesionado que estás con Asahina; ¿Por qué no le pones el disfraz a Nagato por esta vez, y le obligas a jugar contigo? Sé que no debería pensar esto, pero pensándolo bien, me gustaría saber cómo se vería el callado e inexpresivo Nagato con un disfraz de mayordomo como el que Haruki usó.
***
Así pasó otro día que no llegó a nada, y luego otro, y otro, hasta que ocurrió lo que se había profetizado en vagas conversaciones de tiempos pasados, ¡La estudiante de intercambio que Haruki estaba esperando, por fin había llegado!
Haruki me dijo la noticia un día, antes de comenzar las clases.
— ¿No te parece genial? ¡De verdad viene una!
Haruki se inclinó hacia mí, hablando emocionado. Su sonrisa era como la de un niño de preescolar que al fin recibe el juguete que tanto ha querido.
No sé de dónde sacó el dato, pero la estudiante nueva iba a estar en el salón 1-9.
— Esta es una oportunidad única. Es una lástima que no esté en nuestra misma clase, pero ella es nuestra estudiante misteriosa de intercambio, ¡no hay duda!
— Ni siquiera la has visto, ¿cómo sabes que es una estudiante misteriosa de intercambio?
— Lo de las preguntas obvias háztelo mirar — me reprochó, lo que me obligó a poner los ojos en blanco. — No hay forma de que alguien que se incorpora tan tarde sea normal.
— Tus fuentes son estadísticas de la Universidad de Misco, ¿A que si? Si todos los que se transfieren a mediados de Mayo son anormales, entonces habría miles de estudiantes misteriosos de intercambio por todo Japón.
Podéis suponer lo que estos datos objetivos y verificables supusieron para Haruki. Después de que sonó la campana de la primera clase, salió corriendo instantáneamente.
Probablemente fue a visitar a la chica de intercambio del salón 1-9. Justo antes de que la campana sonara nuevamente para reiniciar las clases, Haruki regresó con cara de confusión, lo cual era tan raro como un gato verde, porque siempre parecía estar seguro de tener la verdad para todo.
— ¿Entonces sí es una estudiante misteriosa?
— No se ve como una — dijo al dejarse caer decepcionado.
— Lo de las respuestas obvias hazte lo mirar — le dije con ambas cejas alzadas, él solo rodó sus ojos hasta mirar por la ventana hacia el patio.
— Hablé con ella, pero todavía no tengo suficiente información. Quizá está ocultándose tras la identidad de alguien normal; creo que eso es lo más probable. Después de todo, no sería lógico que revelara su verdadera identidad al primer chico que le hable bonito, ¿Quién haría eso?
— Taniguchi lo haría.
— Hablaba de alguien con sentido común. Iré a preguntarle otra vez en el descanso.
— Por favor, no. Imaginate a los estudiantes del salón 1-9, que no tienen nada que ver contigo, teniendo que lidiar con alguien que agarra a quien sea del cuello mientras pregunta, "¿Dónde está la estudiante de intercambio? ¡Díganlo! No estoy encerrado con ustedes, ustedes están encerrados conmigo", y luego salir corriendo hacia ella para poner cara de galán y decir; "Hola, guapa, ¿Vienes mucho por este plano espaciotemporal? ¿Quién eres en realidad?".
— Hasta tú sabes que no sería capaz de eso — entre cerré los ojos dudando. — Solo me acerqué a la primera chica que vi rodeada de compañeros diciendo cosas aburridas como "espero que te adaptes bien a este nuevo curso", o "Si tienes cualquier duda sobre alguna localización, pregunta sin miedo", y me presenté.
— Esas "cosas aburridas" se llaman buenos modales, y es lo que el común de los mortales hace por defecto — justo en ese momento, pensé en otra cosa. — ¿Te dejaron acercarte a ella sin que pareciera que llegase un anuncio de bomba?
— ¿Qué importa eso?
— Tomaré eso como un "no" — suspiré. — ¿Pero porqué la cara larga, era fea?
— No, aunque existe la posibilidad de que sea un disfraz, parece que es una chica risueña y bien portada.
Asi que la Brigada SOS tiene la oportunidad de reclutar otra mujer aparte de mí. Quizá Haruki la arrastre al salón sin preguntarle siquiera, nada más porque es nueva. Pero puede que no sea tan amable como yo, o como Asahina. ¿Será posible que la haga unirse al club? ¡No importa lo obstinada que sea Haruki, alguien con una voluntad firme simplemente podría ignorarla!
Si logramos tener el número suficiente de personas, la " Brigada de Suzumiya Haruki para Ayudar a Hacer más Emocionante el Mundo" será una asociación. Sin importar si la escuela nos aprueba o no, la persona que tendrá que hacer todo el papeleo y ocuparse de las labores más desagradables… ¡seguramente seré yo por los próximos tres años! Tendré que cargar con el título de "Vicepresidenta de Suzumiya Haruki" y vivir mis días en eterno tormento.
Nunca había pensado en lo que quería hacer cuando me graduara, pero sabía que siempre había querido ir a una Universidad, así que tenía que cuidar mi comportamiento. Pero mientras siga con Haruki, es posible que ese sueño nunca llegue a hacerse realidad.
Tuve que haber hecho caso a su consejo y tirarme por la ventana cuando pude. Ya sé que debería haberme enfrentado a Haruki, hacer que disolviera la Brigada SOS, y luego haber hecho lo posible por que viviera una vida normal. Quizá podría haber logrado que dejara de pensar en extraterrestres y viajeros del tiempo, que consiguiera una novia, o se uniera a un club deportivo, y se conformara con los tres años de preparatoria que nos esperaban. Pero es que tengo los pies en la tierra, y ese complejo de salvadora sólo me gusta en comedias románticas con final feliz. Bien, también está el detalle de que pasar las tardes con Haruki era mejor plan que aburrirme en mi casa estudiando y cuidando a mi hermanito.
Sin embargo, querida audiencia imaginaria de mi cabeza, no piensen que no me arrepentí de esta decisión, mi vida tuvo sus altibajos, más altis que bajos, todo hay que decirlo. ¿Por dónde debería comenzar? Sí, comencemos desde el momento en que la estudiante de intercambio llegó al salón del club. Pero ya en el siguiente capítulo.
Capítulo 5.
Debido al tristemente célebre incidente del mayordomo y su maid, el nombre de Asahina también fue motivo de muchos rumores en la escuela. Después de ausentarse, regresó valientemente al salón del club.
Como todavía no habíamos planeado ninguna actividad seria, había traído un tablero de Othello, que estaba guardado en mi casa desde hacía mucho tiempo, y jugaba unas cuantas partidas contra Asahina mientras hablábamos. Él era bueno, parecía acarrear años de experiencia, pero normal, ¿No? Después de todo, era un año mayor que yo.
La página web estaba lista, pero habría sido lo mismo si no lo estuviese, porque nadie la visitaba, ni un solo correo. El computador sólo lo utilizábamos para navegar por Internet. Si las chicas del Grupo de Estudio de Informática se enteraran, llorarían hasta morir. Sentada al lado de Nagato Yuuki, que como siempre estaba leyendo un libro, comencé mi tercera partida de Otelo contra Asahina.
— Suzumiya-san se está tardando bastante. — Dijo Asahina en voz baja mientras miraba al tablero.
Al ver que no parecía afectado por lo que había pasado, di un respiro de alivio. Sin importar las circunstancias, el poder compartir todos los días este salón con este adorable sempai bastaba para hacerme sentir emocionada.
— Hoy está de aventurero, llegó una estudiante de intercambio y ha ido a verla.
— ¿Una estudiante de intercambio? — Asahina levantó su cabeza como un pequeño pájaro.
— Haruki estaba muy emocionado cuando se enteró de que había una estudiante nuevo en la clase 1-9. ¡Parece que le interesa mucho! — Puse una ficha negra en el tablero y volteé las fichas blancas.
— Eh ah... — a Mitsuru empezaron a temblarle los labios.
— Y bueno, Asahina-san, ¿Cómo llevas todo el asunto de tu nueva fama? Si se puede saber — me rasqué la nuca bajando la vista. — Pensé que no volverías en una semana o así.
— Eh... Tuve algunas dudas, pero estaba muy preocupado, así que al final vine.
— ¿Por qué estabas preocupado?
¡Chaz! Volteó una de mis piezas negras con sus pequeños dedos. — Ya no es nada importante.
Miré hacia un lado y vi a Nagato mirando hacia el tablero. Su rostro estaba quieto como una muñeca de porcelana, pero detrás de sus lentes, sus ojos tenían un brillo que nunca antes había visto. Su mirada era como la de un gatito recién nacido, sorprendido al ver a un perro por primera vez en su vida. Estaba mirando fijamente mi mano, que sostenía una de las piezas.
— ¿Nagato-san, quieres jugar? — Después de que dije eso, Nagato parpadeó casi como un robot, y en un diminuto gesto que nadie habría notado a no ser que se estuviera prestando mucha atención, asintió levemente con la cabeza. Esperaba un "afirmativo" o un "código de autodestrucción activado", pero viendo que se ponía en pie, cambié de asiento con él y me senté junto a Asahina.
Nagato levantó una de las piezas y la estudió. Cuando descubrió que se mantenían pegadas gracias a unos pequeños imanes, alejó sus manos de ellas, casi como si tuviera miedo.
— ¿Nagato-san, habías jugado Otelo antes?
Sacudió su cabeza lentamente de lado a lado.
— ¿Al menos conoces las reglas?
La respuesta fue negativa.
— Bueno, es fácil, como tú tienes las negras, tu objetivo es rodear las fichas blancas con las tuyas. Luego volteas las fichas que tienes rodeadas para que se vuelvan negras. Al final, quien termine con más fichas, gana.
Asintió una vez más. Comenzó a poner elegantemente sus fichas en el tablero, aunque se veía muy torpe cuando volteaba las fichas contrarias.
Después de que cambiamos de lugar, Asahina había comenzado a verse nervioso. Noté que sus dedos estaban temblando, y no se atrevía a levantar su cabeza ni a mirar fijamente a Nagato. A veces levantaba la mirada por un instante y la desviaba de inmediato. En definitiva, es probable que Asahina no pudiera concentrarse, porque empezó a jugar peor, así que el lado negro tomó una rápida ventaja en el juego.
¿Por qué? Parece que Asahina le tiene miedo a Nagato, pero no entiendo la razón. Vale, si, era un chico de primer año que hablaba como una máquina y le sacaba como tres cabezas, pero ni cuando Haruki le dio un revolcón con la chica de informática lo vi tan asustado.
No pasó mucho tiempo antes de que el lado negro ganara. Cuando estaba a punto de comenzar otro juego, la entidad responsable de todo el caos apareció trayendo una nueva víctima.
— ¡Ya llegó por quién lloraban! — Haruki nos saludó informalmente, mientras tiraba de la manga de una estudiante. Eso era el trato más delicado que le había visto dar a alguien. — Esta es la estudiante que entró hoy a la novena clase de primer año, su nombre es. .
Haruki se detuvo de repente, y le dirigió una mirada de "es tu turno". La víctima dio la vuelta y sonrió con calidez actoral. — Koizumi Itsuko, es un placer conocerlos.
Era una chica de esas que te hacen dudar si el universo juega limpio. Delgada, con una postura que gritaba confianza sin esfuerzo, como si hubiera nacido para posar en una portada de revista. Su cabello caía en ondas perfectas, sus ojos brillaban con un toque de picardía, y su sonrisa… bueno, digamos que era el tipo de sonrisa que vende perfumes caros o convence a profesores de subir notas. Si en la mañana que llevaba aquí no había enamorado a, mínimo, diez chicos, sería porque no la habían estado mirando.
Me cayó mal, llámalo envidia, llámalo odio a primera vista, como gustes, noté algo en ella que no me pareció sincero. El gemidito que Asahina hizo cerca de mi oído, aparte de ruborizarme de ternura, solo terminó de confirmar una profecía autocumplida que me hacía sospechar de esa mujer como se sospecha del repetidor que saca buenas notas sin estudiar.
— Este es el salón de la Brigada SOS. Yo soy su comandante, Suzumiya Haruki. Ellos son la vicepresidenta Kyonko y subordinados Número Uno y Dos. Ah, y tú serás Número Tres, ¡Ahora todos somos un equipo! ¿Alguien se anima a firmar con sangre?
¡¿Qué clase de presentación es esa?! Pude sentir como a Asahina se le bajó la presión al escuchar lo de la sangre. Además, ¡Los únicos nombres que mencionaste fueron el tuyo y el de ella! ¡Y dejen de presentarme con mi apodo, usen mi nombre!
— ¡No tengo problema en unirme! — Koizumi, sonrió educadamente: — ¿Y qué tipo de club es este?
Si no me hubiera transmitido tanta desconfianza, hubiera dicho algo así como: "Llevo dos meses con este loco y todavía no lo averiguo".
Sin embargo Haruki no parecía preocupado, sonrió alegremente y dijo. — Con gusto te explico lo qué hacemos en la Brigada SOS — tomó aire lentamente, y nos reveló la impactante verdad. — ¡Buscamos extraterrestres, viajeros en el tiempo y gente con poderes paranormales. El objetivo es hacernos sus amigos, nada de conflictos interplanetarios, ¿Lo pillas?
No creo que hubiese persona viva que pillase esa explicación, en el mejor de los casos eso fue una declaración bastante ridícula. Lo único que me pasó por la mente fue "Me hubiera extrañado más si no hubiese dicho algo parecido a eso". Pero no se si los otros dos compartían esa opinión. Asahina estaba completamente impactado, abrió los ojos de par en par y se quedó mirando al muy sonriente Haruki. Nagato Yuuki, después de girar un poco la cabeza en dirección a Haruki, se quedó quieta, como si se le hubiesen agotado las baterías. Lo que me sorprendió fue que los ojos de Nagato se abrieron un poco. En alguien que no muestra ninguna expresión, eso fue toda una sorpresa.
Respecto a Koizumi, su sonrisa era ahora un tanto enigmática; era difícil saber qué estaba tratando de expresar, yo creo que internamente se estaba burlando de todos nosotros, y tampoco voy a culparla por ello.
Un instante después, Koizumi fue la primera en reaccionar. — Ah, ya veo — como si acabara de entender algo, miró a Asahina y a Nagato, y asintió. — Era de esperarse, tratándose de Suzumiya-san.
¿Por qué hablaba como si le conociese de toda la vida? No habían pasado ni 5 horas desde que Suzumiya se presentó delante de ella. Venga, no estoy loca, eso sí fue raro, ¿Cómo es que Haruki no hizo ningún comentario al respecto? Tal vez estaba muy ocupado planeando que iba hacer ahora que oficialmente tenía cinco miembros en su club.
Después de ese ambiguo comentario, ella continuó.— No hay problema, me uniré. No puedo esperar para comenzar a trabajar con ustedes. — Sonrió mostrándonos sus dientes blancos y brillantes.
Si, algo estaba muy mal en ella.
Notando mi confusión, Koizumi se acercó de repente y me extendió su mano. — Soy Koizumi. Como acabo de ser transferida, todavía tengo mucho por conocer. Es un placer conocerte.
— Si, jaja, estaba aquí cuando te presentaste — correspondí al educado saludo. — Yo soy...
— ¡Mi vicepresidenta Kyonko, ya lo he dicho! — Haruki me presentó como le dio la gana, y luego señaló a los otras dos. — El delicado es Mitsuru-kun, si lo mueves mucho llora, y el gafas es Yuuki-san, le gusta leer y las computadoras.
¡Crash!
Sonó un gran estruendo. Era Asahina, que se había tropezado con la silla tratando de ponerse de pie, y se había ido de bruces sobre el tablero de Otelo.
— ¿Estás bien? — Al escuchar la voz de Koizumi, Asahina reaccionó girando su cabeza y mirando a la estudiante de intercambio con sus ojos brillantes.
— E... Estoy bien. — dijo Asahina en voz muy baja, mirando tímidamente a Koizumi.
— ¡Genial, ahora tenemos cinco miembros! ¡La escuela no podrá hacer nada para detenernos! — expresó Haruki, que estaba en su propio mundo. — ¡Bueno, la Brigada SOS está ahora en funcionamiento! ¡Vamos a trabajar todos juntos para sacar esto adelante!
¿A qué te refieres con que está en funcionamiento?Antes de que pudiera notarlo, Nagato había regresado a su asiento y seguía leyendo su libro.
Después de que Haruki dijera que quería llevar a Koizumi a dar un recorrido por la escuela y salieron del salón, Asahina también dijo que tenía cosas por hacer en casa, así que sólo quedábamos Nagato y yo.
No tenía ganas de jugar más Otelo, y ver leer a Nagato no es muy divertido, así que decidí que me iría también. Recogí mi maleta y me despedí de Nagato.
— Pues nada, supongo que yo también me voy.
— El libro — Al escucharle decir eso, me detuve. Al voltear, vi a Nagato Yuuki mirándome fijamente con sus ojos en modo avión.
— ¿Cuál libro? ¿Ah, el libro grueso que me prestaste el otro día?
— Afirmativo.
— Oh, no lo he leído — dije tratando de recordar que había hecho con él. — ¿Quieres que te lo regrese?
— Léelo hoy en casa — Nagato nunca desperdicia palabras, siempre va directo al grano con una frase corta.
No soy de leer en general, más que cosas obligatorias o algunas revistas de interés, pero por su tono imperativo, decidí dar una oportunidad al libro... Si me acordaba. — Claro, los satélites naturales me apasionan.
Al escuchar mi respuesta, Nagato se detuvo, posiblemente porque me había equivocado en el contenido del libro del cual solo recordaba que pesaba como un rinoceronte en una nevera, pero él siguió leyendo.
***
Unas 4 horas más tarde me encontré pedaleando en mi bicicleta, tan rápido como podía, en medio de la noche.
Regresé a mi casa después de despedirme de Nagato, y después de cenar subí corriendo a mi cuarto para empezar a leer. Cuando comenzaba a sentirme mareado por la cantidad de extrañas palabras y tecnicismos de lo que se suponía era una novela de ciencia ficción, comencé a pasar rápidamente las páginas, preguntándome si alguna vez podría terminar de leer aquella cosa, cuando un separador cayó del interior, sobre la alfombra. Era extraño, con un patrón de flores impresas. Le di la vuelta y vi algo escrito del otro lado:
"Esta noche a las siete, ven al parque al lado de la estación".
Los caracteres eran perfectos, como si hubieran sido hechos a máquina. Esa caligrafía tenía que ser de Nagato, cuadraba con lo que sabía de él.
Ya llevaba cuatro días con aquel libro guardado. ¿”Las siete” se refería a las siete en punto de esta noche o de la noche que me dio el libro? ¿Acaso esperaba que yo encontrara el separador, y me había esperado allí todas las noches? ¿No era más fácil decírmelo directamente? Además, no sé por qué quiere verme en ese parque, pero tampoco quería morir con la duda.
Miré mi reloj; eran más de las seis y cuarenta y cinco. A pesar de que la estación es la más cercana a la escuela, me tomaría por lo menos veinte minutos ir en bicicleta desde mi casa.
Lo pensé por menos de diez segundos, y maldije a Suzumiya por alimentar ese espíritu curioso en mi que creía muerto desde que descubrí que el monstruo del lago Ness era un juego de sombras.
Metí el separador en mi bolsillo antes de salir corriendo y bajar las escaleras dando saltos. Llegué a la entrada de mi casa y me tropecé con mi hermanito, que lamía una paleta y comenzó a preguntarme, "¿A dónde vas, Kyonko-chan?" le respondí; "a la estación". Subí a mi bicicleta, que estaba asegurada junto a la puerta, y salí rumbo a mi destino.
Si Nagato no está allí, creo que habré fracasado como persona. Como temeraria es mi segundo nombre, eran las siete en punto cuando por fin llegué al parque de la estación. Como el parque queda lejos de la calle principal, no había mucha gente a esa hora de la noche.
Entre el ruido de los trenes y los coches, bajé de mi bicicleta y caminé por el parque llevándola a mi lado. Bajo la luz de una de las lámparas que se alineaban más adelante, pude reconocer la delgada figura de Nagato Yuuki sentado en uno de los bancos. En realidad era una persona cuya presencia era difícil de notar. ¡Como estaba sentado quieto y en silencio, si uno no le conocía, podía pensar que se trataba de un fantasma! Aún con todo, parecía dispuesto a esperar 15 minutos más si era necesario.
En cuanto escuchó mis pasos alzó la cabeza con suavidad, así que pregunté como si no estuviera con un pulmón en el suelo y totalmente sudada. — ¿Estabas esperándome?
Asintió.
— ¿Y estuviste esperando todas las noches anteriores a esta?
Asintió otra vez.
— ¿Es por algo de lo que no puedes hablarme en la escuela?
Nagato asintió una vez más, y se acercó un poco. — Sígueme, por favor.
Tras esas tres palabras, dio la vuelta y comenzó a caminar. Tal vez estaba muy cansada, pero de verdad digo que sus pasos no hacen ruido en absoluto. Lo único que pude hacer fue seguir a Nagato, que casi desaparecía a la perfección en la oscuridad.
Después de unos minutos de caminar y observar cómo la brisa agitaba suavemente su cabello, llegamos a unos edificios de apartamentos cerca de la estación.
— Aquí — Nagato sacó su identificación y la pasó cerca del sensor electrónico de la entrada; La puerta de vidrio se abrió frente a nosotros. Dejé mi bicicleta en la entrada y seguí muy de cerca a Nagato, que se dirigía hacia el ascensor. Dentro del ascensor, Nagato parecía estar pensando en algo, pero no dijo nada, y sólo observaba el tablero electrónico con los números. Por fin, el ascensor se detuvo en el séptimo piso.
— ¿Perdóname, pero a dónde vamos? — dije al darme cuenta de que estaba siguiendo a un chico, que me dobla el tamaño, a un lugar que no conocía de nada.
No dejé de seguirlo hasta que se paró enfrente de una puerta — A mi casa — respondió.
Para que negarlo, era evidente que no me había traído a un bloque de edificios a matar a un oso, pero aún con eso me detuve en el acto.
— No te preocupes, no hay nadie.
Pues no me preocuparía si fuese Kunikida, que nos conocemos desde prescolar, pero viniendo de él, ¿Qué quería decir con eso?
Nagato abrió la puerta número 708, y volteó para mirarme. — Entra.
— Yo... Como decirlo amablemente.
— Te doy miedo — lo estaba afirmando.
— Mínimo entenderás que crea que esto es raro.
Nagato abrió la puerta de par en par y me dio las llaves. ¿Es en serio? Esto no lo hacía más seguro en ningún sentido. Pero le había hecho esperarme en un parque, solo, por 4 noches, y eso me martillaba la conciencia. Traté de permanecer en calma, y entré vacilando. Mientras me quitaba los zapatos, para luego cerrar la puerta. Llámenme estúpida por confiar en los chicos guapos que me invitan a su casa, no creo que lo vaya a cambiar.
Nagato me esperaba ya dentro y con los zapatos quitados — Adelante.
El departamento estaba perfectamente iluminado, haciendo que el enorme espacio se viera aún más grande. Supongo que es uno de esos condominios de lujo. Al estar tan cerca de la estación, el precio del alquiler tiene que ser enorme.
¿Pero por qué parece que nadie vive aquí?
Además del salón principal con su mesa kotatsu, no había nada más allí. Las ventanas no tenían cortinas, y no había alfombras sobre el piso de madera de diez tatamis.
— Toma asiento donde gustes — dijo Nagato antes de ir a la cocina.
¿Estaba siendo más amable para que no me asustase? Como sea, me arrodillé junto a la mesa del salón y me cubrí un poco las rodillas con sus faldas, solo llevaba un pantalón de algodón que tenía antes de ducharme.
Las razones por las que un chico invitaría a una compañera a su casa mientras sus padres no estaban habían comenzado a cruzar mi mente, cuando Nagato, moviéndose como un muñeco mecánico, dejó una bandeja con una tetera y tazas sobre la mesa, y se sentó elegantemente, aún con su uniforme escolar, del otro lado de la mesa.
Otro silencio incómodo, ni siquiera sirvió el té, sólo se sentó allí mirándome sin expresar nada con el rostro. Al verlo así, me sentía cada vez más intranquila.
— Así que... ¿Tu familia no está, eh?
— No hay.
— Bueno, ya veo que no están en casa.
— Siempre he sido el único aquí desde el principio.
Era la primera vez que escuchaba a Nagato diciendo una frase tan larga, pero sonaba igual de enigmática que los libros que leía. — Espera, ¿Vives aquí solo?
— Afirmativo.
— ¿En un hotel de lujo? ¿Cómo? Tienes 15 años.
Nagato ignoró mi pregunta, como si tratara de hacer tiempo para recordar algo, sirvió el té en una de las tazas, y me la entregó.
— Bebe, por favor.
— No, creo que no haré eso — miré mi reflejo en el líquido. — No es que piense que lo has envenenado, pero este comportamiento me descuadra.
Nagato asintió y bebió primero en otra taza que se sirvió, me miró sobre sus gafas con una expresión que decía, "de morir, moriremos juntos". Volvió a acercarme la taza — Por favor, bebe, si no es mucha molestia.
Lo dijo susurrando, y lo había hecho esperar, y estaba tratando de ser amable. Me resigné a poner más escusas. Comencé a beber mi taza de té. Todo el tiempo, Nagato me observó como si fuera un animal del zoológico, así que no pude concentrarme en la bebida.
— ¿Es de tu agrado?
— Si — creo que me sorprendió que buscase mi aprobación. — La verdad es que sabe muy bien, ¿Qué marca es?
— Casero.
— ¡Oh! Si, te ha quedado bien.
Cuando terminé, puse la taza sobre la mesa, y Nagato la llenó de nuevo al instante. Da igual, supongo que puedo beber una más. Terminé la segunda taza, con esta vació la tetera. Nagato se puso de pie y se disponía a llenar la tetera una vez más, pero le detuve.
— Ya no es necesario que prepares más té, ¿por favor puedes decirme por qué me trajiste aquí?
Nagato se detuvo un momento y se sentó nuevamente, fue como ver un video mientras retrocede. Siguió sin decir nada.
Quise decirle algo como: "no tengo intención de dormir aquí", pero empecé a ver movimiento en sus labios.
— Es sobre Suzumiya Haruki — enderezó su espalda y se sentó con más elegancia. — Y sobre mí.
Hizo una breve pausa. De verdad no entiendo su modo de hablar.
— ¿Qué pasa con Suzumiya y contigo?
En ese momento, Nagato dejó ver una expresión de incomodidad. Era la primera vez que le veía manifestar emociones. Sin embargo, ese cambio fue minúsculo; habría que observarle con mucho cuidado para notarlo.
— No puedo expresar esto adecuadamente en palabras, y puede haber errores en la transmisión de datos. A pesar de eso, escucha. Suzumiya Haruki y yo no somos humanos normales.
— No tienes que jurarlo — dije un poco sin pensar.
— No es lo que piensas — Nagato continuó, con la vista fija en sus manos, que descansaban sobre su regazo. — No quiero decir eso en términos de desviaciones de la personalidad, sino literalmente. Él y yo no somos seres humanos ordinarios como tú.
A mí me estaban grabando en algún lado, el chico serio y reservado no podía hablar de esto enserio.
— La Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos, que vigila esta galaxia, ha creado una Interfaz Humanoide para interactuar con las entidades biológicas, esa entidad soy yo.
Mantuve silencio.
— Mi trabajo es observar a Suzumiya Haruki y enviar todos los datos obtenidos a la Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos. He estado haciendo esto desde que fui creado hace tres años. Durante los últimos tres años, no se descubrieron elementos inusuales, y las cosas permanecieron estables. Sin embargo, un factor externo apareció recientemente cerca de Suzumiya Haruki, y no puede ser ignorado. Ese factor, eres tú.
¿El para que cosa de quien? Pensé mientras él tomaba aire dispuesto a seguir.
— En el gran mar de datos conocido como el universo, existen muchos seres avanzados compuestos de pensamientos que no poseen cuerpos materiales. Estas entidades comenzaron como datos puros. Cuando estos datos comenzaron a agruparse, desarrollaron consciencia, y finalmente comenzaron a evolucionar con la adquisición de nuevos datos.
» Como su existencia se basa en los datos y no poseen cuerpos materiales, no pueden ser detectados ni siquiera por los dispositivos ópticos más avanzados.
» Tan antiguos como el mismo universo, se han expandido junto con él, y sus bases de datos relacionadas se hicieron más grandes y complejas. Nada en el universo escapa a su conocimiento, ni siquiera la formación de este planeta, o de este sistema solar. Para ellos, este planeta en un rincón de la Vía Láctea no tenía nada de especial, porque hay muchos otros planetas en la galaxia con formas de vida orgánica y consciente, como este, tan numerosos que no pueden ser contados.
» Sin embargo, a medida que la evolución de las formas de vida bípedas en este planeta se hizo exitosa, gradualmente comenzaron a desarrollar la habilidad mental de buscar activamente un mayor conocimiento. Las formas de vida que vivían en el planeta llamado Tierra comenzaron a cobrar importancia.
» Por mucho tiempo, se creyó que era imposible que las formas de vida orgánicas, que tienen una habilidad limitada para recolectar y transmitir datos, pudiesen adquirir nuevos conocimientos. En la Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos están muy interesados en todas las formas de vida orgánicas de la Tierra. Creen que mediante la observación, pueden encontrar la solución para su propio estancamiento evolutivo.
» A diferencia de las entidades de datos, que han existido desde el principio con su forma actual, los humanos comenzaron como formas orgánicas incompletas, evolucionando rápidamente al expandir la cantidad de datos que conocían y ponerlos en uso, al grabarlos y complementarlos, para avanzar ellos mismos como especie.
» La Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos está muy interesada en esto, y decidió observar a los humanos con más detalle. Hace tres años, se descubrió una acumulación anormal de datos muy diferente a la de otros humanos en la superficie del planeta. Los flujos de información emitidos desde cierta área en un archipiélago con forma de arco cubrieron instantáneamente todo el planeta y se extendieron hasta el espacio exterior. En el centro de todo eso estaba Suzumiya Haruki. No sabemos por qué sucedió, ni sabemos los efectos que puede tener. Ni siquiera las entidades de datos son capaces de procesar todos los datos nuevos que están siendo creados.
» Mas importante aún, es que los humanos están limitados a ciertas cantidades de datos que pueden procesar, pero Suzumiya Haruki pudo crear toda una nueva explosión de datos por su propia cuenta. La liberación de nuevas cantidades masivas de datos por parte de Suzumiya Haruki continúa sucediendo, en intervalos completamente aleatorios. Sin embargo, Suzumiya Haruki parece no tener consciencia de nada de esto.
» Como existen sólo como datos, no pueden producir habla y por ello son incapaces de interactuar con las formas de vida orgánicas. Pero sin habla, el contacto con los humanos sería imposible, y por eso la Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos me creó para actuar como el puente de comunicación entre ellos y los humanos.
Finalmente, Nagato levantó su taza y bebió su té. Para él, probablemente esas sean más palabras de las que dice en un año.
Solo tomé aire.
— El potencial para autoinducir su evolución puede estar en Suzumiya Haruhi; quizá incluso tenga la habilidad de manipular los datos a su alrededor. Por eso estoy aquí, y es también la razón por la que tú estás aquí.
— ¿Qué? — fue todo lo que dije.
— Créeme, por favor — Nagato me miró con una expresión de gravedad que nunca antes había visto. — La cantidad de datos que puede ser transmitida a través del habla es muy limitada. Yo soy sólo una interfaz terminal para esos datos, un organismo extraterrestre necesario para interactuar con los humanos. Soy incapaz de transmitirte los pensamientos exactos de la Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos, por favor, entiende eso.
Respiro otra vez, pensando bien las cosas, sí hubiera necesitado otra taza de té. Su rostro era demasiado serio para que fuese una broma, y tampoco parecía haber cámaras a la vista. — No puedo mentirte, Nagato-san, no he entendido nada.
Asintió, dejándome tiempo para pensar.
— Digamos que si, que me creo que seas un extraterrestre, ¿Por qué hablas conmigo?
— Porque tú has sido elegida específicamente por Suzumiya Haruki. Aunque sea intencional o no, como una Entidad de Datos Absoluta, ella puede influir en su entorno sólo con sus pensamientos. Debe de haber una razón por la cual fuiste elegido.
— Permíteme dudarlo, Haruki es alguien de pensamientos simples, le seguí la corriente, me consideró su amiga, no hay otra razón — concluí encogiéndome de hombros.
— Sí la hay. Quizá para Suzumiya Haruki tu desempeñas un papel fundamental. Un infinito número de posibilidades están ahora en tus manos y las de Suzumiya Haruki.
— No puedes decir eso enserio.
— Si.
Por primera vez, observé con detenimiento el rostro de Nagato Yuuki. Pensaba que no le gustaba hablar, pero ahora que había quitado todas las barreras y había dejado salir las palabras, eran todas palabras que no podía entender. ¿Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos? ¿Interfaz Humanoide? Si, claro, y yo soy el yeti.
— Si lo que dices es cierto, díselo a Haruki, apuesto a que estaría feliz. Para serte sincera, a mí no me interesan tanto esos asuntos, lo siento.
— Esa propuesta no es viable — dio otro sorbo a su té sin dejar de mirarme. — La mayor parte de la Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos especula que si Suzumiya Haruki se hace consciente de la existencia de sus poderes, podría ocurrir una crisis sin precedentes conocidos, un quiebre total en los cimientos de la existencia, un Big Bang a la inversa. Por eso, en este momento se ha decidido seguir observando sin intervenir más que lo justo y necesario.
— ¿Qué? Define justo y necesario.
— Arreglar el ordenador después de que creyese que había perdido tu amistad, por ejemplo.
— Él pensó eso... — creo que me sonrojé un poco antes de arremeter de nuevo. — Repampanos, lo siento pero no me lo creo, el universo entero no se puede acabar solo porque Haruki no tenga acceso a internet, y aún si fuera el caso, no lo entiendo, ¿por qué me estás diciendo esto?
— Si te lo dijera, lo más probable es que no te lo creas, como sé que no me estás creyendo hasta ahora.
Asentí.
— No soy el único extraterrestre enviado a la Tierra por la Entidad de Pensamientos para la Integración de Datos. La Entidad planea asumir un papel proactivo y observar cualquier cambio en el flujo de datos. Para Suzumiya, eres una persona importante. Si hay alguna señal de una crisis inminente, consultaré primero contigo.
— Entonces me voy a tener que mantener al margen — bajé las manos y puse la cara más ruda que tenía. — Disculpame por darte falsas esperanzas y gracias por el té, pero no me involucraré en esto.
Cuando estaba por marcharme, Nagato no me detuvo. Solo bajó la cabeza y miró su taza, regresando a su modo inexpresivo habitual. Supongo que fue mi imaginación, pero por alguna razón, pensé que se veía como si se sintiera solo.
***
Cuando mi madre me preguntó dónde había estado, le di una respuesta cualquiera y fui directa a mi habitación. Tirada en mi cama, comencé a recordar todo lo que Nagato había dicho.
Si creía en todo lo que dijo, entonces eso convertiría a Nagato Yuuki en un ser que no era de este mundo; un extraterrestre.
¿No es ese el tipo de seres extraños que Suzumiya ha estado esforzándose tanto por conocer?
Y todo este tiempo había estado bajo nuestras narices. No, eso suena algo idiota.
De pronto noté la novela de tapa gruesa que estaba tirada sobre una esquina de mi cama. La recogí y le di un vistazo a la ilustración de la cubierta, antes de dejarla junto a mi almohada.
Nagato debe haberse llenado la cabeza con esas ideas raras, después de leer estas novelas de ciencia ficción solo en su apartamento por tanto tiempo. Quizá nunca habla con nadie más en su clase, y ya vive en su propio mundo. Debería dejar esos libros, salir un poco y hacer amigos, y disfrutar la vida mientras estamos en la escuela. Su falta de expresión no le ayuda a llevarse bien con la gente, y se vería muy guapetón si tan sólo sonriera de vez en cuando.
Creo que voy a devolverle el libro mañana. Mejor no, ya que me lo prestó, al menos podría intentar leerlo.
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