Borrador de Yume Nikki.

 


Abro los ojos, la claridad es abrumadora, algo nunca antes experimentado por mi. Siento el peso de la gravedad como nunca antes, el aire acaricia mi piel, y aunque no siento frío, estornudo.

Estoy en un lugar desconocido, rodeada de árboles y preocupada de no encontrarme con tres fieras que me acechen como a Dante en el poema. No hay nadie, solo me acompaña la luz que se filtra entre las hojas, y un recuerdo de haber estado antes aquí, pero no sabría decir cuando, o si siquiera estuve realmente.

Un susurro cruza mi mente, como si fuera la imagen de un oscuro apartamento, iluminado por una bombilla que parpadea sin fuerza y una penumbra que susurra los nombres que pudieron ser y no fueron.

Aquí no hay paredes, solo un bosque sempiterno que empieza en mis pasos y se extiende hasta el horizonte y más allá, no puedo evitar el preguntarme; "¿E estado aquí antes?".

Empiezo a caminar, cada paso es un descubrimiento, cada sonido una pequeña chispa de algo nuevo. Las hojas crujen a mis pies, oigo a los pájaros a lo lejos, una pequeña parte que no sé si me pertenece los considera molestos, más en general, me parecen preciosos sus cantos distantes. Este lugar está vivo, eso es desconcertante para mí, pues también está extrañamente vacío.


Escena 1: el limite de los sueños.

Estoy descubriendo este mundo, las cosas son lo que son, pero no me lo parecen, me siento como quien se despierta y se queda en una esquina de la cama mirando sus zapatos, mirando la nada pensando en todo.

"Pienso luego existo", eso decía Rene Descartes, pero ahora estoy pensando, y no estoy muy segura de mi existencia. Me siento atrapada en un sueño fugaz, con miedo de despertar y ya no ser yo misma. ¿Me habrá atrapado un genio malvado en este mundo?

Con mis ojos casi cerrados veo fragmentos de este paraje onírico, son objetos que extrañamente recuerdo, se sienten como si fueran míos y al mismo tiempo no lo fueran. Niego para mí, eso es imposible, más ese sentimiento de familiaridad en ellos persiste.

Hay un paraguas roto, su tela impermeable roja está desgarrada y hecha girones, sus varillas están dobladas hacia arriba y a perdido algunos tacos. Parece una araña violinista que hayan aplastado con un periódico, dejada patas arriba una vez que dejó de ser peligrosa.

Hay una bicicleta abandonada, un vestigio de tiempos mejores. Su manillar ya no tiene protectores, las ruedas parecen estar sin aire y uno de los pedales se ha perdido.

En el pasado alguien debió ver esta bicicleta y pensó; "amo esta bicicleta por lo que es y por donde me permite llegar", ¿Pero la amará ahora? Yo la veo y solo puedo pensar en una nostalgia que no comprendo del todo, como un niño que regresa a casa de sus padres después de estar años fuera.

¿Por qué esas cosas parecen tan importantes? ¿Qué representan para mí?


Escena 2: El pueblo sin nombre.

Seguí en la misma caminata, como Dorothy por el camino de baldosas amarillas, como un ser de hojalata en busca de sus sentimientos. Me detengo a dos pasos de algo marcado en el suelo, parece un símbolo de un diario, como una anotación hecha a oscuras por Lewis Carroll luego de despertar para seguir escribiendo "Alicia en el país de las maravillas". Me gustaría entender que dice este galimatías, pero no puedo, de la misma forma que no puedes saber cómo es una habitación si no abres la puerta.

El bosque sempiterno llega a su fin, he caminado hasta el final del infinito, no hay un caldero de oro, como dicen que hay al final del arcoiris. Solo veo luces plateadas contrastando con un nexo negro, un infinito más grande que el que acabo de cruzar. Inmensas figuras se plasman en el suelo, ¿Son dioses o demonios? Sus sonrisas son macabras, pero extrañamente sufro un fuerte deja bu, como si estuviera repitiendo esta historia. Cuando los demonios ven que no les presto atención se apartan a mi paso y me dejan avanzar.

Me acerco a la puerta más cercana que tengo, y la abro, hay nada. Es una nada diferente a la oscuridad que embriaga el nexo, es densa y brumosa, como Caligine en las fábulas de Higino, parece más el humo concentrado de múltiples velas.

Cierro la puerta y me encamino a abrir otra, esta chirría, no se desliza bien, y es que hay nieve acumulada que se lo impide. Demasiado frío, siento como si me doliera la cabeza por tomar un helado muy rápido, lo mejor es cerrar.

No puedo evitar pensar que estas puertas pueden dar a lugares peligrosos más allá de mi comprensión, parajes extensos hacia otra realidad, pero eso no detiene mis ganas de seguir explorando.

Al abrir una más, por casualidad me encuentro una figura infantil abrazando sus piernas en posición fetal. No puedo notar su rostro, realmente no puedo notar nada de él, más allá de su silueta. Parece un fuego castigado dentro de un farol en una fría noche de invierno, o peor, una mente atrapada dentro de sus propios sueños. Mi piel se estremece solo de pensar en su desesperación.

Tal vez puedo interactuar con él, quizás pueda despertarse y contarme sus preocupaciones, a veces no hay soluciones, pero desahogarse puede ayudar. Así que acerco mi mano, entonces. . .

Vaya, el pequeño se ilumina más. Aunque mis ojos duelen y tengo que cubrirme con la mano, siento que he hecho lo correcto, como si hubiera despertado a una criatura inocente de su pesadilla. Pero ahora me surge una nueva incógnita, ¿Es mi misión ayudar a otros atrapados entre el sueño y la vigilia?


Escena 3: Vértigos de olvido y pavor de memoria.

Tengo visiones, momentos previos a mí nacimiento, yo no debería y sin embargo. . .

Estudios recientes revelan que es imposible recordar cosas anteriores a cuando tenías 3 años, pero es posible que mucha gente diga recordar incluso el momento de su nacimiento. No es posible, son recuerdos inventados, la mente no puede concebirse a si misma como vacía, nunca recordarás aquello que has olvidado, así que lo inventas.

¿Donde están los dioses y los demonios? ¿Qué pasó con la persona brillante? ¿Qué hago aquí?

Estaba en un cuarto que no podía ser real, no debería recordarlo, pero era tan palpable como un trauma de la infancia. Una habitación que parecía encerrarme, con una puerta que sería incapaz de abrir. Tengo que hacer algo, pero soy incapaz de moverme, y frente a mis ojos pasan visiones de criaturas imposibles, mujeres con cabeza de pájaro y risa detestable, la encarnación de la malicia misma, la sombra de un bebé que nunca nació, un charco con un dragón marino que me reduciría a cenizas, una entidad con forma de salchicha que come una manzana en un laberinto de muelles marítimos, transeúntes que parecen mirar a las estrellas en el filo de un abismo... No, miran hacia abajo, hacia el hombre que cayó y cuya cabeza abierta ahora cubre las calles... Un semáforo en rojo.

Son varias cosas las que no he logrado comprender explorando este sueño, miro más allá del balcón, como esas actrices que miran decepcionadas a cámara en los shows de comedia. La puerta suena, pero no miro, solo escucho algo arrastrarse, tal vez una mano oscura que recta hacia mis pies, pero no miro.

No puedo tratar de entenderlo todo, no puedo buscarle el sentido a un sueño, pero, ¿Por qué no? ¿No son los sueños un arte también? ¿No fue Dalí quien dijo; "Que no conozca el significado de mi arte no quiere decir que no lo tenga"?

Salvador Dalí se llamaba Salvador porque un año antes de su nacimiento su hermano mayor murió, su hermano también se llamaba Salvador. Dalí era una esperanza frustrada de una vida arrebatada por una infección de estómago.

¿Por qué conozco yo este dato?

Quiero explorar más este mundo, esa curiosidad "nace" de mí, un privilegio tan grande como una responsabilidad.


Escena final: el horizonte.

Después de haber explorado, aún me pregunto si estoy soñando, de ser así, ¿Debería quedarme en este mundo? No encontraré a un demonio encerrado en hielo si sigo descendiendo, no me espera un rey al que preguntarle quién de los dos sueña a quien, ni llaceré en esta cama consciente de que mis aventuras son solo las locuras de mi cabeza.

Solo soy una persona dividida entre el deseo de permanecer y la necesidad de avanzar. El mundo onírico no es más que el vivo reflejo de mi ser, ese consciente dormitante al que Carl Jung llamaba El Ángel Oscuro de la psique.

Al volver la vista atrás, a medida que avanzo, me doy cuenta de lo insignificante que es el infinito, tan efímero como las palabras que se pierden en el aire. Una mente ilimitada que no recuerda, terrenos desconocidos que rememoran tiempos mejores, paisajes sempiternos de un solo fotograma.

Ya no hay más, el infinito se ha terminado, las matemáticas no llegan a esta esfera en la que estoy, quizás es mejor así, la lógica nunca se ha llevado bien con los sueños. 

Me siento en la oscuridad, abrazo mis piernas y me reclino sobre ellas con los ojos cerrados, como un feto que está a merced de una madre primeriza, que sin haber nacido, ya tiene que tener un plan de emergencia por si sufre estrés post parto. Nadie te enseña a vivir, la vida te da palos y luego te pregunta; "¿Has aprendido ya?".

Me siento como una momia inca, juego con mis coletas, girándolas entre mis dedos, ¿Cuando aprendí a hacerme coletas?

Con todo y mis dudas, estoy agusto aquí, entre la oscuridad y el silencio, más allá del sonido, la luz, y cualquier concepto transfinito.

De pronto, una puerta.

Una luz.

Me llama.

¿A mí?

Me levanto con cautela, paso a paso me acerco a los bordes de ese rectángulo que brilla, por más que me enfoco, no veo nada al otro lado.

Algo me empuja con fuerza en la espalda, me giro, pero no hay nada.

Otra vez.

Creo que tengo que salir, ya no podría dar la vuelta ni aunque quisiera.

¿Podré visitar este mundo de nuevo?

Oigo una voz que me resulta familiar, una que parece estar asociada conmigo. No es una voz, son gritos, y parecen dolorosos. Asocio ese dolor conmigo, como si me regañaran a mí por no avanzar, ¡No fui yo quien eligió estos sueños!

Pero la fuerza termina de empujarme, y cruzo el humbral.

Calma, respiraciones de alivio, tienen el mismo tono que tenía esa voz. Ahora quiero conocerla, será quien me trajo aquí.

Abro mis delicados ojos para verte... ¿Mamá?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Creepypasta: Nina the Killer (Remake 2024).

Creepypastas: Las lágrimas del cielo son de mármol rosa - parte final.