Las causas perdidas del panteón.

                      

El bar de Buda es un vacío paradójico, siempre lo encontrarás lleno cuando no hay nadie, y ese no-lugar, está construido sobre un panteón de causas perdidas, como toda escuela secundaria que se respete. Aquí la única ley es que no hay ley, ¿Lo sigues? Ellos tampoco. Un vacío lleno de gente, donde el espectro que nadie ha visto y todos saben que existe es el que vende birras a solo 4'50 el kilo. Si hubiera palabras lógicas que explicasen ese lugar, entonces no hubiera estado hablando de ese lugar. Es una de esas cosas que harían que Alfred Jarry se enfadase porque le han robado la idea de la patafísica mientras algún gnóstico del siglo XX antes de Cristo dice que el fue el creador de la idea porque fue el primero en pasar a papel esa idea de la creación donde Ra forma el universo masturbándose a mano cambiada.

(Si, eso existe, no te recomiendo buscarlo).

Para unos nada, para otros todo, y para el Rey sentado en su taburete roto, un puto infierno que empezó hoy y terminó hace tres años. Él es esa figura que cobró vida cuando Coldplay lo mató en ese verso de "Viva la vida" que dice "el rey está muerto, Larga vida al rey!". En fin, otro jueves en este precioso miércoles al que llamamos lunes.

"Más altas que el basalto.

Sabios temen su presencia.

Historia diluida en su esencia.

El que todo sabe, nada sabe en su ausencia".

- Un poema hermoso, ¿No crees? - Dice Cicerón, llenando de vacío su entorno.

- Ponlo en el encabezado del Quijote y habrá quien se lo crea, al parecer así funciona la historia - narra la voz gruesa del rey, un personaje sin autor que se escribe a si mismo.

- La historia no existe, es hecha por gente que no estuvo, hablando de cosas que no vieron para decirle a gente que no va a estar lo que pasó, como si no fuera a repetirse de nuevo.

- No quiero filosofía barata, Cicerón - gruñe el rey, el mismo vacío se calla. — Esa cosa que se llamará Roma, si es que alguna vez esta historia se completó, ha jodido tanto esto que ahora pueden entendernos.

— Carambolas, este círculo de acontecimientos es muy cuadrado.

El rey suspira, se hace un masaje entre las cejas, le gusta recordar cuando aún sentía algo, antes de ascender entre dimensiones. Roma ya ha ganado, esta historia empieza donde todo termina, y tiene tanto sentido como el hombre que viajó atrás en el tiempo para matar a su abuelo, y como lo mató, tuvo que viajar en el tiempo para matarlo.

- Necesito que escuches, algo muy malo se acercará, algo que es transfinitamente más peligroso que un bebé comiendo tierra - comenta el rey, dándole voz al vacío. - Ni si quiera tiene sentido que hable de esto como si no hubiera llegado, es como esa gente que escribe los libros del siglo X y pone los verbos en futuro para hablar del pasado.

- Bien, deja de explicar, solo haces que la gente se entere - susurra Cicerón.

- E tú - me dice Otom Tercero. - Cuentales la historia para que piensen que no estamos todos jodidos.

Con mucho gusto, no tiene forma de saber que Roma ya ha destruido todo este sin sentido tres historias antes de que el silencio hable.

***

Alguien ha agrietado los huesos de este sin sentido. La cabeza de los chistes mal contados rueda por el suelo. Incluso los ladrillos de La Torre Basalta se han reducido a gravilla. Aquel lugar sin fin ha encontrado su final. Las grietas del suelo hacen brotar el mar de las capas inferiores. El cielo hecho pedazos muestra resquicios de las tierras superiores. Una niña posa con una guitarra en vertical, cual guerrero de la antigüedad, su armadura de plata deslumbra el paraje, su pelo corto y castaño desvía la atención de aquellos ojos ambarinos en una piel tan gris como la ceniza. Así la perciben, porque así quiere ser percibida, pero no es hombre, no es varón, es total ausencia, una ley ontológica que suprime cualquier ley imaginada, imaginable o por imaginarse.

Una espada busca incrustarse en sus costillas, pero es desviada gracias a la espada de sangre en la cual la guitarra se ha transformado, ignorando la distancia que dicho ataque había ignorado. No hay espadas, porque las espadas son cosas, y las cosas son cadenas. Pero la guitarra canta, y su canto es un filo que no corta carne, sino sentido. Un tajo de luz atraviesa la Ley Olvidada, no porque la destruya, sino porque la imagina como un chiste de esos sobre Lepe que le hacen tanta gracia a la media Española del siglo XX.


Cualquier concepto lógico e ilógico deja de ser aplicable a este punto. Ante la complejidad de los hechos, reducir al absurdo siempre es la mejor opción, pero tiene tanto sentido como explicar física cuántica con gatos y cajas. Perdonen, pues, la basta comparación que hacen mis palabras para tratar de describir la pelea.

- No se te permite estar en este territorio - dice la luz que ahora es el rey.

- No hay lugares, rey. Solo yo, que los soñé, a este punto son menos que los delirios de autores apóstatas.

Los puños que nunca serán escritos chocan. El rey rebana la quijada de la niña, que entre risas ahogadas en sangre recoge la mandíbula y aplastándola con una mano lanza sangre a presión solidificada que atraviesa al rey sin forma. Roma lanza el golpe de gracia que acabará con todo más rápido de lo que puede ser narrado con conceptos inteligibles o ininteligiblemente perfectos.

- Ramera de Babilonia, no hay bestia que gobierne contra la ira de un rey.

El lugar toma forma. Las grietas del cielo se abrieron en todas las dimensiones habidas y sin haber. El rey mira desde lo alto del trono con la superioridad que por herencia le corresponde.

- Eso no funcionará conmigo, yo soy la ley del pueblo que no tiene ley, el fuego de quien pasa frío y el axioma que hace que el agua no moje - Roma ganó.

No habrá más palabras.

***

Cicerón me mira. No a mí, al rey, ni a la niña, sino a ti, que lees o escuchas. —¿Falló la Ira Regis? —pregunta, pero su pregunta no es pregunta; es un corte en la narrativa.

- Así es, la ley de leyes, la regla en el mundo sin reglas fue ignorada. Que le den, no quiero seguir escuchando esto. —gruñe el rey, pero no es el rey quien habla. Es un eco, un chiste, una solución que se disuelve. Se levanta, no porque se mueva, sino porque Roma imagina que ya no está.

Ahora que el Rey, Cicerón y todos se han ido no hay nada que pueda hacer para traerlos, como tampoco podría traerte a ti si Nerón no me permite narr

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