Me hubiera gustado ser jardinera.
Nota de autor.
El relato que estás a punto de leer se ubica en el universo de "Semáforos olvidados", más específicamente gira en torno a Cristina, personaje que aparece en el capítulo 39 de la historia "Doki Doki Figth Club". Asegúrate de tener ese contexto presente o puede que no entiendas este relato en su totalidad.
Capítulo 1: y de repente todo.
Mis padres se casaron por dinero, nunca trataron de ocultar ese hecho, incluso diría que tuve suerte de que el matrimonio les durara 19 años, porque así el divorcio me atrapó en una edad en la cual podía entenderlo.
No hubo un complejo proceso judicial, tampoco hubo una pelea por el reparto de bienes, se casaron con bienes divididos y ambos eran funcionarios. Fue el divorcio más pacífico posible.
Estudié dos años para una carrera de economía, mi padre quería que trabajara como vicepresidenta de un departamento de funciones. Abandoné la carrera a los 21 años y decidí dedicarme a estudiar abogacía hasta los 27 que obtuve el título.
Me casé cinco veces y me divorcié cinco veces, todo esto antes de los 35. Mis maridos estaban interesados en el dinero de mi padre porque ya sabes, quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Al final de cuentas yo tampoco puedo fingir que los quería, también me interesaban las ganancias económicas que ganaba luego de mortizarlos en el proceso de divorcio.
Era magistral, invicta e imbatible, yo misma me creía en ese estatus. Pero una de las cosas más duras que te enseña el tiempo es que la rutina tarde o temprano abruma a cualquiera.
Me despertaba, iba al despacho, estudiaba un caso, atendía un cliente, se acaba la tarde, pedía pastillas a un botones para poder dormir.
Día siguiente, se repite el proceso.
Y dé repente todo cambió ayer, cuando vi a Adelina y su ojo morado.
Ya conocía a Adelina, llevaba una semana trabajando aquí, pero ayer llegó con un ojo morado y nadie le preguntó al respecto. Se podría decir que era normal, no tenía alguien a quien pudiera llamar su "amigo" en el despacho, pero la indiferencia de absolutamente todos me sorprendió.
Hoy la he visto completamente normal, con su pelo castaño rizado y su piel lisa, sonriendo como si ayer no hubiera pasado nada, quisiera ignorarlo pero la curiosidad me puede, mañana la preguntaré al respecto.
Capítulo 2: hay reglas.
Me despierto en una cama que vale más que muchos Ferraris, tras quince minutos de ducha con agua fría me pongo una mascarilla de hierbas que cierra mis poros y alisa mi piel. Mientras la mascarilla hace efecto me dirijo al salón para hacer unos estiramientos, movimientos lentos y constantes para no sudar.
Me retiro la mascarilla y comienzo a hacer abdominales, cuando llego a los 150 doy por concluida mi sesión de ejercicios. Necesito otra ducha para retirarme el sudor.
Una vez he terminado de asearme, vestida ya con traje y corbata, me dirijo a la cocina.
- Buenos días mi señora - me dice mi mayordomo / botones personal con una inclinación de cabeza.
- Buenos días Guillermo - le digo sin mirarle, estoy muy centrada en buscar los cereales de proteínas en el segundo estante. - ¿No quedan cereales de proteínas?
- Iré a comprar ahora mismo si lo desea - me dice Guillermo.
- Ya estás tardando.
Guillermo abandona el lugar y yo me siento en el sofá de mi salón a esperar la llegada de mi desayuno. Todavía faltan dos horas para que empiece mi trabajo, tengo el turno de 9:00 a 12:00 y luego el de 15:00 a 18:00, hoy solo es otro jueves por la mañana.
"¿Qué se sentirá llegando tarde al trabajo?" Me pregunto. "Tener que darle escusas al jefe, pelearte con él. Ieuj, eso sería horrible para el cutis".
Me paso 20 minutos pensando en las remodelaciones que le haré a mi casa cuando escucho el sonido de las llaves en la puerta, Guillermo a regresado, me trae los cereales y mi vida se vuelve un poco menos mala.
9:30 de la mañana.
Adelina ha llegado tarde, le está pidiendo perdón al jefe y en su rostro ya no hay rastro de moretones.
"¿Y si lo está tapando porque la ha golpeado su esposo?" Ese pensamiento cruza mi mente con la velocidad de una flecha. "No podría ser, no está casada, no tiene anillo".
No se absolutamente nada sobre mis compañeros de trabajo, he oído que en lugares más pequeños hay más cercanía pero aquí somos tantas personas en cuadrículas tan reducidas que ofrecer un trato impersonal se vuelve casi inevitable. La curiosidad me puede, me levanto lista para ir a su despacho y preguntar.
- Toc toc - digo mientras doy con mis nudillos en la puerta.
- Adelante - dicen del otro lado.
Adelina llevaba el uniforme correspondiente y está escribiendo un informe en su portátil.
- ¿Quieres algo? - me dice con total confianza.
- ¿Está todo bien por casa?
Adelina deja de escribir de inmediato y me mira con una ceja levantada.
- ¿Disculpa?
- No quería ser maleducada - le digo. - el martes te vi con un ojo morado y hoy veo que prácticamente no tienes nada, quería saber si se debía a algún problema que fuera a dificultar tu trabajo.
Adelina pestañea dos veces y me mira con los ojos a medio cerrar, como si la hubiera hablado en chino.
- Esto lo dices por que realmente te preocupas por mí - me dice ella cruzando sus brazos.
- Por supuesto que sí, me preocupo por el bienestar de todos - digo yo con firmes convicciones.
- Pues me hubieras preguntado ayer - responde de manera totalmente cortante. - Mira, tengo mucho trabajo y no puedo hablar de eso ahora... - Adelina empieza a buscar algo en uno de los cajones de su escritorio. - No obstante - pone algo sobre la mesa. - Si te apetece hablar después del trabajo, se de un bar que te puede interesar.
Encima de la mesa hay una tarjeta de empresa, impresa en cartulina blanca y con las letras remarcadas por bordes dorados. Es una buena tarjeta, tal vez mejor que la mía.
- Gracias - digo tomando la tarjeta. - Te llamaré.
No voy a llamarla, tan pronto la tarjeta se entierra en mi bolsillo se que no volveré a tocarla.
18:00 de la tarde, termino de hablar con una cliente a cerca de su caso de divorcio, en eso estoy especializada, divorcios y violencia doméstica. Guillermo me está esperando en la puerta con un Cadillac ATS, el conduce porque yo no se, siempre me ha dado fobia ponerme al volante pero cuando te sobra dinero siempre encontrarás a alguien que haga esas cosas por ti.
7:00 de la mañana.
Martes otra vez, rutina de mascarilla, estiramientos y entrenamiento. Sobre la encimera de mármol de la cocina hay una tarjeta de letras con bordes dorados.
- Guillermo, ¿Qué hace esto aquí? - le pregunto a él que está en una esquina esperando órdenes.
- Lo saqué de su chaqueta cuando la iba a meter a lavar, parecía importante.
Tomo la tarjeta de nuevo entre mis dedos, tocarla me produce una sensación extraña, leo el nombre completo "Adelina Burgos Gijón", la tarjeta viene acompañada de la dirección de nuestro lugar de trabajo y su número telefónico.
- Guillermo.
- Dígame señora.
- Quiero que órdenes rehacer mis tarjetas de presentación, quiero una con bordes dorados, como esta - le hago entrega de la tarjeta.
- Si, mi señora.
9:00 de la mañana.
Hoy Adelina no ha llegado tarde a su turno, no he conversado con ella, no he conversado con nadie.
9:00 de la mañana.
Es martes otra vez, Adelina no ha llegado a su hora.
10:00 de la mañana.
Adelina entra por la puerta y se dirige a su lugar de trabajo sin darle explicaciones a nadie, nadie la reclama tampoco, ha llegado una hora tarde y no le importa a nadie.
Cuando aún estudiaba economía creía que mi vida era demasiado fácil, me imaginaba tumbada en una piscina y dando órdenes en una oficina, la única cosa que tenía segura era que sería severa, no permitiría que nadie llegara tarde, eso me dio miedo, temí poder transformarme en un monstruo indiferente sediento de poder como el malvado villano empresario que siempre quiere talar el bosque para crear centros comerciales en las caricaturas. Esa es la razón por la cual me hice abogada, para conocer y respetar la ley, esta Adelina llega con un ojo morado el otro día y no da explicaciones a nadie, hoy llega tarde y nadie la dice nada, además tiene una tarjeta de empresa mucho más bonita que la mía.
Casi sin darme cuenta me levanto y voy a su despacho.
Toc toc toc.
- Pasa sin miedo - me dice.
Adelina se está quitando la corbata y se ha desabrochado el primer botón de su camisa.
- ¿Pero que haces? - le digo.
- Poniéndome cómoda en mi lugar de trabajo, ¿Por? - me pregunta con una duda genuina.
- ¿Cómo que "por"? Para empezar hablame con respeto, soy más importante que tú aquí. Para seguir, ¿Qué diablos te pasa? Has llegado tarde y ahora te pones informal, estás rompiendo muchas reglas.
- Ay por favor - Adelina pone los ojos en blanco. - Mi jornada laboral empieza a las 10:00, llego una hora antes para preparar las cosas, tu lo sabes, haces lo mismo. Además, me he estudiado el panfleto sobre como vestir en la empresa, la corbata solo es obligatoria para los hombres y no dice nada sobre desabrocharse un mísero botón.
Adelina saca del cajón de su escritorio un libro fino en el que se lee "reglas del buen abogado".
- Adelante, revísalo si no me crees - me dice con un movimiento de barbilla.
No entiendo su actitud tan confiada pero de igual forma tomo el manual, página 73, vestimenta.
- "Será obligatorio para todo miembro del personal vestir adecuadamente en todo momento", en la página adjunta se muestra un traje y en la corbata pone "opcional para personal femenino".
- ¿Y bien?
Alzo la cabeza, esperando encontrarme a Adelina con los pies sobre la mesa, gafas de sol y un puro que terminaría de una calada, pero no fue así, solo me miraba con curiosidad. No era arrogante, no era orgullosa, solo curiosidad.
- Me disculpo contigo - le empiezo a decir. - No debí juzgar tu actitud como rebelde, verdaderamente pensaba que la corbata era obligatoria.
- No te preocupes, somos una generación de mujeres criadas bajo estándares masculinos.
Solo puedo alzar una ceja ante esa respuesta.
- Es algo que me dijo alguien muy importante.
- Pues ya podría ser Mary Maloney, porque si no, no me lo explico.
Ella me pone una media sonrisa genuina.
- Al final no aceptaste mi invitación - dice mientras saca más cosas de su escritorio. - Te apetecería ir mañana a cenar a un lugar que yo se, yo invito.
- Bueno - me encojo de hombros. - No tenía planes de todas maneras.
Por alguna razón, Adelina tiene un aura demasiado feliz que me transmite confianza, quizás sea porque es la única que me ha tratado como una persona normal en este lugar en mucho tiempo. Cómo sea, tampoco creo que me vaya a invitar a un bar de mala muerte.
18:15 de la tarde.
Es un restaurante de cuatro estrellas, de estos que venden mucho y cierran rápido, no parece un mal lugar.
Adelina y yo nos sentamos en una mesa un poco retirada, más cerca del paso de camareros de lo que me gustaría. Finalmente una camarera nos trae la carta, es muy joven dudo que pase de los 22 años.
- ¿Te gusta lo que ves por aquí? - dice Adelina repasando el lugar con la mirada.
Echo un vistazo rápido por encima de la carta - Si, supongo, no parece mal lugar.
- Eso es porque no miras con atención.
- ¿Ee? - esa respuesta me obliga a alzar la mirada.
- Esa camarera de allí - Adelina la señala con un movimiento de cabeza. - ¿Qué opinas de ella?
Mis ojos buscan entre la multitud y la distancia hasta encontrar a una joven de 18 años vestida con el uniforme del instituto tomando notas a clientes que no le prestan atención.
- No trae el uniforme apropiado, alguien debería regañarla - me dice Adelina con una sonrisa burlona.
- Si, se podrían considerar prácticas de medio tiempo.
- ¿Y nadie se da cuenta?
- Aquí la gente viene a comer, no a ver a las camareras.
Mi vista se pierde entre las mesas y la multitud, todas personas adineradas que comen sin prestar atención mientras hablan de negocios y política. No puedo evitar acordarme de mi infancia, mamá y papá tampoco me prestaban atención en este tipo de reuniones.
- ¿Pedimos ya? - le digo.
- Sírvete - me responde. - Como te he dicho, yo invito, pero no tomaré primer plato.
Es un gesto tan amable como sospechoso pero si me invitan a comer lo peor que puedo hacer es negarme.
Ensalada con queso de cabra de primero, cochinillo con salsa dulce de segundo, Adelina pide bistec muy hecho.
- ¿Te has leído "El principito"? - me pregunta Adelina.
- Si, en primaria, como todo el mundo.
- Jeje, créeme que no, no todo el mundo se lo ha leído.
- A ver, entiendo que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades económicas y de educación, pero ese libro es cultura general.
- Ya veo - asiente para si misma. - ¿Tú veías una serpiente o un sombrero?
- Vale, ya te veo venir, crees que soy una adulta amargada y que debería relajarme.
- Eso lo has dicho tú - dice ella encogiéndose de hombros.
- No eres la primera que intenta eso conmigo, mi segundo marido quiso invitarme a ver una película de Bob Esponja para que "se me quitara lo irritante con algo de humor", pero no señor, en esta vida una tiene que ser seria y tomar las riendas con fuerza así que no me vengas con tu royo pseudo intelectual - hago una pequeña pausa para suspirar. - Sin ofender.
- Está bien, seré totalmente directa, ¿Eres feliz Cristina?
- Chis, por supuesto que si, ¿O es que crees que daría toda mi fortuna para echarme un noviete aburrido y formal para pasar el resto de mi vida trabajando en una ferretería? - arqueo una ceja.
- Eso ha sido jodidamente específico, ¿No te parece?
- Pues espera a verme con tres copas encima - fuerzo una carcajada que Adelina parece no creerse pero se ríe igual.
Una vez nos traen la comida Adelina me sugiere que no le eche pimienta, que le quitaré el sabor, no se a que se refiere por lo que me echo en muy pequeñas cantidades.
Para el segundo plato Adelina quita toda la sal de encima con minuciosidad, me está poniendo nerviosa pero respeto los gustos de cada uno.
Terminamos de comer, son las 19:00, ya han cerrado cocinas, muchas personas se levantan para irse.
- Será mejor que vayamos pidiendo la cuenta, el lugar cerrará dentro de poco - le digo.
- ¿Quieres saber por qué tengo el ojo morado? - pregunta repentinamente.
- ¿Pero si ya estás bien no?
Adelina se chupa el dedo índice y se lo pasa por encima de la ceja, poco a poco el maquillaje se desprende, lo que me permite apreciar la sombra de un moretón.
- ¿Cómo has? - entrecierro los ojos para verlo mejor.
- Limón, hielo y maquillaje en polvo, todo junto baja la inchazón y aclara la piel - responde. - el otro día estuve aquí más borracha que una cuba, el registro médico te dirá que tengo el ojo morado porque tropecé en la entrada.
- ¿Y? - la increpo con la mirada.
- Esa es la respuesta médica.
- ¿Y ya? ¿Tanto misterio para un golpe que te hiciste tropezando?
- Tal vez - se encoje de hombros. - O tal vez puedes esperarte quince minutos más para averiguarlo.
- Están cerrando cocinas, tenemos que irnos.
- No te estoy deteniendo, te he dicho que pagaré yo, vete si lo deseas. Es más, - Adelina saca su teléfono y en tres movimientos me escribe un mensaje. - Ahí lo tienes, un registro por escrito de que yo pagaré todo, ahora no puedo acusarte de irte sin pagar.
Mi móvil vibra cuando recibo un mensaje, lo ha escrito a mi número de la empresa, el que está al alcance de cualquier cliente interesado. Ciertamente quiero levantarme e irme, literalmente no pierdo nada, pero veo la sonrisa tranquila y el aura de confianza que Adelina transmite y decido quedarme solo quince minutos más.
19:14 de la noche.
El lugar ha sido totalmente recogido, solo quedan varias camareras recogiendo migas de las mesas, una de ellas está fregando el suelo en una parte donde vomitó un bebé, que asco.
* Plas plas. *
Alguien aplaude en la puerta de la cocina, es la chica de uniforme escolar de antes.
- Esa es nuestra señal - dice Adelina poniendose de pie.
- Espera, ¿Donde vas?
- Solo hay una forma en la cual puedes averiguar eso.
No se si me puede la curiosidad o la presión de grupo al ver como todas se dirigen hacia una sala perdida entre las cocinas pero voy de todas maneras. Se abre una puerta que da directamente a un sótano, bajo la penumbra de un único foco la chica de uniforme rodeada de otras camareras y trabajadoras empieza a dar un discurso.
Ella no es muy alta, su estatura está dentro del promedio, su cabello marrón terminaba a la altura de sus hombros y su rostro era tan genérico que podría ser de cualquiera, en cambio habla con tanta seguridad en sus palabras que daba miedo.
- La primera regla del club de literatura es que no se habla de literatura - dijo. - La segunda regla del club de literatura es que no se habla del club, la tercera regla es que los combates duran lo suficiente.
Continuó con el listado mientras las chicas a su alrededor se enrollaban cintas en los puños o hacían pequeños estiramientos.
- ¿De que va todo esto? - le pregunto a Adelina.
- ¿De verdad aún no averiguas el por qué de mi ojo morado?
Mis ojos se abren más que el diámetro del Sol.
- Tenéis peleas ilegales en un sótano - le susurro increpándola.
- No lo entenderás hasta que lo pruebes - me dice con un ademán señalando a centro donde la joven sigue dictando reglas.
- Ni harta de vino - le digo acompañando mi negativa con un gesto de brazos cruzados. - Me voy de aquí.
Cuando me doy la vuelta para salir por la puerta a mis espaldas una mano me sujeta la muñeca con fuerza. Giro medio cuerpo y mis ojos se encuentran con un brillo de esmeraldas en las pupilas de la joven.
- La última regla del club de literatura es que si es tu primer día aquí, tienes que pelear.
Tirando con toda la fuerza de su brazo me pone en el epicentro del círculo de luchadoras.
- Niña, ¿Qué crees que estás haciendo? - le digo levantando la voz. - Apartate ahora mismo.
- Apártame - dice abriendo los brazos.
Capítulo 3: no hay salida.
No sabía pelear, había entrenado mi cuerpo por años y no sabía pelear. No tenía una buena guardia, no tenía ni idea de cómo lanzar un golpe y no sabía defenderme de una niña de 18 años que me estaba empujando.
Intenté ir por ella de frente pero detuvo mi brazo derecho por las muñecas y me empujó el pecho con la palma, di un tras pié y por poco me rompo el tobillo con los tacones.
- Niña soy abogada - le dije. - Si no me dejas salir ahora mismo te demandaré.
- ¿Tú sabes quién soy yo?
- No.
- Pues eso.
Intento apartarla otra vez pero su mano sale con fuerza desde la cintura y me cierra la boca desde el mentón con un puñetazo que hace castañetear mis dientes tan fuerte que casi puedo sentir como se parten.
- ¿Es que nadie va a hacer nada? - le grito al resto. - Esto no es divertido.
- ¿Tú monótona vida si lo es? - me acusa ella.
- Tú no sabes nada de mi vida niñata.
- Déjame adivinar, padres divorciados, exceso de trabajo y dinero pero una sensación de vacío que no se va ni con pastillas para dormir - dijo ella, los brazos caídos y el ceño fruncido.
- No, que va - vacilo.
- Entonces ven, demuéstrame que merece la pena seguir con esta vida miserable, derrótame y podrás volver a pasar horas y horas frente a una pantalla del ordenador pensando, ¿Qué sentirán las personas que hacen orgullosas a sus padres?
- Cállate - de mi mano sale una extraña polea que impacta contra su oreja y la obliga a retroceder un poco.
- Joder, ¿Por qué en la oreja? - me dice, ni siquiera está gritando.
Cierro mi puño otra vez y le pego en la cabeza, luego otro golpe, solo se lanzar puñetazos y lo hago tan mal que parece más bien como si estuviera tratando de lanzar mis brazos fuera de mi cuerpo.
Estoy empezando a sudar, no llevo ni un minuto golpeando a esta chica que solo se protege y mis niveles de sudor y adrenalina me están matando. Pero extrañamente, me estoy sintiendo viva.
En verdad se siente bien desahogarse un poco, en este momento solo importo yo, lucho contra esta niña que no se mueve solo porque me molesta lo que ha dicho pero tampoco la puedo culpar por decirme las verdades a la cara.
Recibo un gancho en el estómago y antes de poder recuperarme un codo descendente se me clava en la espalda, tumbada en el suelo casi en posición fetal escucho a la niña decir;
- esto duró suficiente, que pasen las otras dos.
Adelina viene a tomarme del brazo y otra joven de una edad similar a la de la chica líder también me ayuda a incorporarme.
- No te preocupes, nadie gana su primera pelea - dice Adelina mientras me apoya en un pilar de madera.
Aunque estoy lejos y mis ojos aún se están recuperando del golpe contra el suelo, veo como otras dos jóvenes se enzarzan en una pelea, no tienen una técnica profesional pero tampoco son golpes a lo bruto, una se defiende en una extraña guardia formada con los codos , cuando la otra intenta darle una patada en el centro de la tripa ella atrapa la pierna, hace un barrido y derriba a su atacante. Sin darle tiempo a reaccionar le pasa los dos brazos por el cuello y empieza a asfixiarla hasta que la chica en el suelo da varias palmadas contra el mismo, indicando que la pelea acabó.
Ambas chicas se levantan y se chocan los cinco, una le propone a la otra volver a encontrarse la semana que viene y ella acepta.
En estas peleas hay un honor muy particular, se golpean hasta sacarse sangre, pero son las primeras en atender y curar heridas.
Es el turno de Adelina, se enfrenta contra una muchacha de no más de 22 años, mirando a mi alrededor descubro que ella y yo somos las únicas del lugar que superamos los 27 años.
La chica se ha aferrado al brazo de Adelina como un kohala y amenaza con partírselo, pero ella se deja caer con fuerza y la espalda cruje contra el suelo, la niña se suelta y Adelina celebra su victoria.
- ¿Has visto eso? - dice caminando para ponerse a mí lado. - Es mi primera victoria aquí. Aunque en realidad ganar o perder no importa mucho.
- ¿Por qué lo hacéis?
- Es liberador, un día de mierda se transforma en una lucha que te desahoga, ¿No te sientes así?
- Un poco, es mejor que hacer ejercicio pero estoy toda sudada.
Pasos en nuestra dirección, la estudiante con la que me peleé.
- ¿Y bien? - me pregunta. - ¿Vas a demandarnos?
Ella es la única que me está mirando pero se siente el aire acusativo. El resto de chicas siguen en lo suyo, incluso Adelina la está mirando a ella y no a mí.
- No - digo desviando la mirada. - Supongo que os dejaré estar.
- ¿Dices eso porque lo sientes o porque es lo que quiero oír? - se cruza de brazos. - ¿Tal vez lo dices por miedo?
- No, lo digo enserio, ni siquiera estoy enfadada por la paliza, se ha sentido bien poder desquitarse contra algo...
- Recordar que eres humana - dice complementando mi discurso. - Los deportes de contacto mueven millones por varías razones, pero la más importante es que somos animales de acción, no nos pueden meter en una jaula y pretender que estaremos agusto, aunque esa jaula sea de oro.
Simplemente asiento.
- Si vuelves por aquí trae mocasines, los tacones solo te darán problemas - me extiende una mano. - Soy Monika por cierto, presidenta del club de literatura.
- Cristina - le digo estrechando su mano.
- Si vuelves por aquí vas a tener que deshacerte de eso.
- ¿De los tacones?
- No - niega con un suave contoneo. - De tu nombre.
Mientras Monika se va veo a Adelina que simplemente se encoje de hombros.
- ¿Tu primer día luchaste aquí borracha? - le digo con una ceja arqueada.
- No hubiera aceptado venir aquí con mis cinco sentidos intactos - me responde.
Entre unas cosas y otras al final nos quedamos hasta que el club de literatura cierra. Con forme las chicas van saliendo le entregan papeles a Monika, son poemas, hasta Adelina ha escrito uno.
Capítulo 4: pasan los días.
No he vuelto al club desde aquel día, Adelina tampoco asiste de manera regular, lo único bueno que saqué de todo eso fueron los remedios caseros de Adelina para tapar moratones.
8:30 de la mañana.
- Oye Guillermo, ¿Tú sabes pelear? - le pregunto mientras hago estiramientos.
- Se lo básico de defensa personal mi señora - responde. - ¿Por qué lo pregunta?
- ¿Podrías enseñarme?
- No veo el propósito en ello.
- Trabajo de abogada, nunca se sabe cuándo podría tener un cliente que esté mal de la cabeza.
- En ese caso tiene a su disposición la seguridad de la empresa, no creo que yo deba enseñarle nada.
Cambio de marcha y empiezo unos abdominales mientras Guillermo me sujeta los pies.
- ¿Qué tendría que hacer para que me enseñaras? - le vuelvo a preguntar.
- Conseguir que su padre me firme un permiso para enseñarle a pelear y me cubra en caso de cualquier accidente.
- Chis, ya veo - lo pienso un momento. - Guillermo, cómprame un saco de boxeo cuando puedas y déjalo en mi cuarto.
- Como desee.
18:30 de la tarde, he terminado mi turno tarde, dos clientes se han pasado horas, HORAS, discutiendo sobre quién tenía que quedarse la custodia del perro, para su hija de 6 años se limitaron a "según lo acordado por las partes".
Cuando todo termina me acerco al despacho de Adelina.
- Hoy invito yo a cenar, ¿Te apuntas? - le digo.
- Faltaría más - me responde con una sonrisa.
19:15 de la tarde.
Así que ahí estaba yo de nuevo, enfrentándome contra una chica que seguramente esta mañana su mayor preocupación era entregar el último trabajo de latín antes de que terminara el plazo. Podía notar las vendas en mis puños, muyidas y esponjosas en el interior, recubiertas de yeso en el exterior, golpes precisos de poco rango.
Duré apenas cinco minutos de pie cuando la chica giró para esquivar un de mis golpes y me estampó el hueso del codo en el lateral de la cabeza, tumbándome en el sitio.
Era yo y el vacío infinito, no sentía nada más que oscuridad a mi alrededor, como si estuviera en un cuarto sin luz frente a una televisión con estática.
Me recuperé a los quince segundos, dos estudiantes de instituto me habían sacado por los hombros.
- Gracias - les dije.
- Vas mejorando - me respondió una de ellas. - Sigue así.
Las dos chicas volvieron junto a Monika mientras hacia a mí llegaba Adelina, hoy había tenido la revancha contra la chica del otro día y le habían roto una ceja con un corte profundo. Traía para mí unas cintas con hielo mientras ella se limpiaba su sangrado.
- Que bonita cicatriz nos va a quedar - le digo.
- Al menos la tuya puedes taparla con el pelo, yo esto lo voy a tener que llevar como carta de presentación - me responde.
- ¿Quieres que digamos que te lo hizo un perro y demandamos a alguien? Se me ocurren dos candidatos.
- No seas rencorosa, hemos venido aquí a olvidarnos de eso.
- Tienes razón - digo mientras me siento en el suelo y me paso el hielo superficialmente por las zonas heridas. - Yo ni siquiera quería ser abogada, yo quería ser jardinera.
- ¿Enserio? - dice mientras se sienta a mi lado.
- Si, pero mis padres me pusieron la bara tan alta que simplemente no me atreví a decirles nada.
- ¿Cual es tu flor favorita? - me pregunta mientras apoya su cabeza en sus piernas flexionadas.
- Los claveles, ¿Y la tuya?
- Los jazmines, ¿Y tú árbol favorito?
- El roble.
- El mío es el Sauce llorón, siempre me preguntaba, "¿Oye por qué llora?" Tendrá motivos para llorar, igual que todos - Adelina suspira. - Se que es infantil e innecesario pero la vida adulta es tan dura.
- Si, y eso que nosotras hemos terminado suerte, no me quiero ni imaginar las favelas de Egipto.
- Ja - Adelina suelta una pequeña carcajada. - Las favelas son de Brasil, en Egipto hay guetos.
- No hombre, los guetos son de zonas como Detroid - digo con un ademán, como si fuera demasiado obvio. - Ni siquiera estoy segura.
- ¿Impresionante verdad? Antes de venir aquí ni siquiera me importaba el que iba a comer, pero ahora disfruto cada día porque podría ser el último - me dice mirando al frente y entrecerrando los ojos.
En el rin, una chica acaba de sacarle una muela a otra con una patada.
- Morir es tan fácil y la vida tan maravillosa que sabiendo que puedo perderla me esfuerzo más - me dice.
- Muy poético de tu parte - respondo retirándome el hielo de la cara.
Escribí un poema para hoy, dice así;
"Puños, patadas y problemas.
Vida vacía y esquemas.
Si es que la muerte me lleva.
No acepto mi condena".
Me pongo en pie, la inchazón ya me ha bajado. Adelina continúa sentada.
- ¿Donde dejo estos hielos? - le pregunto.
- Ponlos por ahí, al alcance de las chicas.
Me acerco hasta donde estaba una de las chicas que me ayudó antes.
- Disculpa, ¿El hielo donde lo dejo?
- Vuelve a meterlo en la canasta - me dice señalando una canasta de lino sobre un cubo azul.
Con forme los hielos se derriten el lino filtra el agua y la deja limpia para ser reutilizada en los martinis con hielo de algún insensato adinerado.
La verdad es que tienen un negocio bien montado.
Capítulo 5: entrenamiento.
Lunes, 7:00 a.m.
Salgo de entrenar con una toalla en el cuello, con ella me limpio el sudor.
- ¿Qué tal se le ha dado señora? - me pregunta Guillermo.
- Bien, bien, Aunque sería mejor si practicara con alguien.
- ¿Quiere que contrate a un sparrin?
- Me refería a ti, Guillermo.
- Señora, me alaga, de verdad que si, pero yo ya estoy mayor y falto de reflejos.
- Ay por favor - me llevo los dedos a la cara. - Guillermo, los mejores entrenadores son boxeadores retirados, ¿De verdad que no quieres practicar junto a mí?
- No lo veo útil señora.
- Guillermo - le interrumpo alzando la mano. - Por favor, solo llámame Cristina.
- Pero tengo un protocolo, señora - dice mientras se ajusta el nudo de la corbata.
- Lo sé, y yo tengo derecho a pedirte que me trates como a una persona normal, tanta floritura me agobia.
- Bien - dice Guillermo pensando sus palabras con detenimiento. - Cristina, aunque quisiera no podría ayudarte a boxear, no es lo que entrené, yo me especialicé en el derribo o los empujones hablando mal, además - una sonrisa se forma en la comisura de sus labios mientras saca algo de su bolsillo. - No es muy necesario saber de boxeo si traigo uno de estos.
A la luz de la mañana, Guillermo me muestra una nudillera de acero del tamaño justo de su mano.
- Cielos - digo adjuntando un silbido. - ¿Tienes permiso para usar eso?
- Naturalmente, solo en favor de la defensa personal mía y suya, señora.
- Guilleeeermooo - digo en un bostezo largo.
- Perdón, quería decir que mía y tuya, Cristina - me guiña un ojo. - Tu padre me mataría si fuera por otro motivo.
- Entiendo.
- Además, si me permites, no entiendo porque tanto entusiasmo respecto a saber luchar, tú no prácticas boxeo ni nada parecido.
Me limito a asentir y a cambiar de tema, Guillermo no es mala persona pero le pagan por mantener informado a mi padre de todo lo que hago, si empieza a sospechar de mis peleas nocturnas tendremos un problema.
Es hora del club, hoy he venido sola, mi oponente es una chica de 22 años, no tiene sobrepeso pero es ancha de caderas, tiene el pelo como un punk (corto y teñido lo más negro posible), un pirsing en los labios y una cara de mala ostia que mataría a un elefante de un susto.
Cuando empieza el combate yo tengo la ventaja por alcance, empieza con un puñetazo a la cara mientras esquivo sus acometidas, quiere tirarme al suelo.
Cuando intento darle una patada baja ella se cubre con la mano y el golpe resuena en su muñeca. Voy otra vez a hacer lo mismo pero ahora cambia de pensamiento y en lugar de protegerse se tira a mi pie y se aferra a mi pierna.
Lanzo repetidos golpes a su cabeza pero ella empieza ha hacer fuerza hacia delante y mi pierna estable no resiste su peso, ambas caemos.
Una vez está encima mio deja caer todo el peso de su pelvis en mi estómago, dejándome sin aire, intento defenderme pero me da varios golpes en la cabeza y viendo que no tengo esperanza grito "me rindo, me rindo".
Ella se levanta, está por retirarse pero Monika la detiene por el hombro.
- Los modales priorizan a la pelea - la mira con unos ojos que no parecen reflejar alguna expresión comprensible. - Dale la mano y llévala hasta el hielo.
La chica tiene pinta de querer replicar, pero no lo hace, me extiende una mano y agarrándome en ella me pongo de pie.
- Buena pelea - comento mientras me quito el polvo de la ropa.
- Como sea - me dice mientras se retira hacia lo hielos.
La sigo de cerca, no puedo evitar los pensamientos prejuiciosos, estoy bastante segura de que esta chica todavía discute con sus padres diciendo "mamá, no es una fase, es mi verdadero ser". Se está poniendo hielo en los nudillos, yo me llevo uno o dos cubitos pequeños a las heridas de la cabeza, si se aplican a tiempo minimiza los hematomas.
- ¿Así que por qué estás aquí? - le pregunto.
- ¿Qué te importa? - me responde.
- No mucho, como todo en este lugar, por eso supongo que a tí tampoco te importará contármelo - le respondo con cierto matiz frío, casi parece una amenaza.
- Ya - ella me mira entrecerrando los ojos. - ¿Por qué una mujer de 40 como tú viene a estos lugares?
Una contra pregunta, la forma más rastrera de evadir una pregunta, si yo no respondo ella sabrá de inmediato que hay cosas que no se tienen que responder aún si se preguntan con amabilidad o desinterés.
- Para empezar - digo alzando mis dos cejas. - Tengo 30 años y muchos piensan que solo tengo 25, para seguir, es liberador poder desahogarse sin reglas o sin papeleo de por medio - me quito uno de los dos hielos, aún me mira incrédula así que en un acto que no se si es valentía o estupidez, me meto el cubo de hielo en la boca y lo mastico, no tiene ningún pelo pegado pero tiene el hedor metálico de la sangre.
- Que puto asco - me dice su boca, pero su expresión delata un "si está así de loca, poco importa si le cuento mis problemas". - Pero supongo que tienes un punto, también he venido a desahogarme, ha sido una semana dura... Ayer atropellaron a una amiga mía.
En el silencio que siguen a esas palabras se escucha al resto de mujeres formar el círculo para que las dos siguientes entren a pelear.
- ¿Sabes quién lo hizo? - pregunto.
- ¿Has oído hablar de Garon Burch y Dakota Hurley? - me pregunta.
- Si, creo que salieron en las noticias de ayer por la noche, trataron de robar en un bar de carretera y fueron atrapados por la policía.
- Pues si, lo que no te cuentan es que en su huida atropellaron a una muchacha que paseaba a su perro, la hicieron saltar por encima del capó y la luna, ahora tiene fracturas múltiples...
- ¿El perro está bien?
- ¿¡Que coño importa el puto perro!? - me responde ella muy agresiva. - ¡Ella puede quedar en silla de ruedas para siempre!
- ¿No va a presentar cargos? - le pregunto aún tranquila.
- No puede permitirse los gastos de un juicio, a su familia de por si ya le cuesta llegar a fin de mes - aplasta los hielos entre sus manos hasta que le queman la piel. - ¡Agg! Me siento tan impotente, ¿Qué clase de sociedad pone solo prisión preventiva a dos cabrones de 21 años que conducen sin licencia y roban en un local? 5 años mínimo me parecería poco pero lo que le han hecho a mi amiga no tiene perdón, pero claro como no puede pagar pues que le jodan y además ellos son extranjeros...
- ¿Quieres un abogado gratis? - le digo antes de que pueda soltar un comentario racista contra los norte americanos.
- ¿El que tienes ahí colgado? - me remeda, alguien tiene que haberla jodido ya con eso, la debe haber jodido tanto que por eso está aquí.
No necesito decir más palabras, solo saco una tarjeta de mi bolsillo izquierdo que da mi identificación y mi número de contacto.
- Llámame de nueve a doce - le digo con una voz tan épica que parezco Sara Conor.
- Esto es... - se queda con la palabra en la boca y lee el reverso de la tarjeta. - Aquí pone que eres especialista en divorcios y maltrato doméstico, ¿Con eso puedes ejercer en este caso?
- Puede poner otra cosa si quieres - escupo el hielo que he estado masticando y tiro el otro a la canasta. - Sígueme - le digo con un ademán.
Llegamos hasta Monika que está en silencio contemplando el combate, este es más intenso que el nuestro ya que está durando más de 50 segundos, normalmente los combates entre inexpertas duran entre 20 y 30 segundos ya que la gente no acostumbrada al dolor se rinde fácil.
- ¿Monika va a ayudarnos? - empieza a decir ella hasta que la detengo de un puñetazo suave en el hombro.
- Nada de nombres - la susurro, entonces me giro para ver a Monika. - Mi señora, creo que precisamos de su ayuda.
Ya que aquí ninguna de nosotras tiene una identidad persé, no nos llamamos por nuestros nombres, solo nos tuteamos. Sin embargo, todas tratamos a Monika con cierto respeto, algunas la llaman de usted pero yo de momento solo la llamo "mi señora" por cortesía.
- Dime - Monika se gira tan sorpresivamente rápido que asusta.
- Mi compañera necesita un abogado, yo soy abogada pero no de lo que ella necesita, ¿Puedes hacer algo? - le pregunto.
- Puedo, mira tu correo mañana - se vuelve a girar.
La chica punk me mira con cara de "¿Ya, eso es todo?", me limito a asentir. Al final no importa porque nuestra atención se desvía hacia la pista de combate, una chica de media melena y cabello blanco ha tirado a otra al suelo y le está golpeando la rótula hasta que se escucha un crujido impropio de una pierna, la otra chica grita y Monika entra en la pista con total calma.
- ¡Es suficiente! - grita lo cual causa un temor extraño en la albina que se levanta y retira.
Monika se acerca a la chica de la pierna rota, otras tres chicas se acercan a ella. Monika parece dar instrucciones pero está susurrando y solo escucho "os dije que esto pasaría tarde o temprano, llevarla al hospital, actuar como ensallamos".
Esa fue la última pelea de la noche, todas despejamos el lugar.
Martes, 9 a.m.
Me ha llegado un correo con un certificado que me permite ejercer mi trabajo como defensa de una tal "Jennifer Linda Esteban", una muchacha que quiere denunciar a Garon Burch y Dakota Hurley por conducción temeraria e intento de homicidio con consecuencias físicas. El juicio se llevará acabo dentro de una semana.
Puedo ver perfectamente que el correo es de una cuenta falsa que supongo que es Monika pero... ¿Cómo sabía Monika mi correo del trabajo? En mi tarjeta solo está mi número de teléfono.
Miércoles, 12:00 a.m.
Último correo que recibo, es una noticia del periódico local, Garon y Dakota han escapado de la prisión preventiva y han cruzado la frontera del país, se suspende el juicio hasta nuevo aviso.
Acabo de salir del trabajo, voy a presentarme en casa de Jennifer Linda Esteban y darle un cheque para sus gastos médicos, es lo mínimo que puedo hacer.
Capítulo 6: no es nuestra lider.
Mi vida poco a poco vuelve a su cauce, aprecio eso porque quiere decir que no hay problemas y si quiero ir al club de literatura solo tengo que asegurarme de escribir uno de esos poemas obligatorios que ahora Monika recopila... O eso hubiera dicho antes, ahora el club de literatura se ha vuelto más violento, desde que aquella chica le partió una pierna a la otra. De los 12 combates que suelen darse por noche, mínimo 2 terminan con mandíbulas fracturadas, muchachas sangrando cuando les arrancan el pelo de raíz e incluso hay una chica preparada para recoger los dientes del suelo.
Demonios, hace apenas unos meses casi dejan parapléjica a una chica sin piernas.
Llámame cobarde, pero yo solo peleo con las nuevas o con las más pacíficas, no tengo ganas de aparecer en el trabajo sin muelas y con una cicatriz en el cráneo solo porque quería despejarme un día por la noche.
Me gusta la monotonía porque cuando se rompe quiere decir que algo malo ha pasado y generalmente siempre es a causa de la misma persona, como cuando Monika hizo que una chica abortara de una patada y luego tubo que provocar un accidente automovilístico para incubrirlo, o cuando Monika empezó a convencer a la mayoría de chicas de que vestirse de manera más seductora y provocativa era una forma de luchar contra la sociedad (ya me explicarás tú a mí por qué lucir como la villana sexy de James Bond es un acto de anarquía), y de verdad que no quiero hablar de el día que nos enseñó a usar un arma, no se de dónde ha sacado una pero no es legal portar pistolas en este país.
En cualquier otro momento de mi vida ya hubiera puesto una denuncia pero sinceramente, ¿Quién soy yo para prohibir a mujeres mayores de edad desahogarse debajo de un restaurante? No están haciendo nada malo, simplemente buscan emociones más fuertes, sigue siendo mejor que emborracharse o robar.
Últimamente no hablo mucho con Adelina, ella también está cambiando, trae sus labios mucho más pintados, se ha puesto extensiones y mechas, suele usar mucha sombra de ojos y se ha pintado las uñas de un rojo tan fuerte que parece la sangre de un dragón escarlata. Las pocas veces que hablo con ella no quiere tocar el tema del club, solo me dice "no romperé la segunda regla", además ella asiste al club mucho más seguido que yo, va mínimo cuatro veces a la semana y creo que está involucrada en algo que Monika llama "proyecto troyano", no se que es eso y no quiero saberlo tampoco.
Lunes, las 18:00 horas.
Estoy cerrando sesión en mi ordenador, estaba haciendo el papeleo, al final será la mujer quien se quede con el perro. Adelina abre la puerta de mi despacho sin llamar y da un golpe en la mesa con la palma de la mano.
- Reunión de emergencia en el club, ya sabes dónde - se reusa a dar más explicaciones y se va con el mismo movimiento de caderas con el que entró.
Guillermo me espera con su Cadillac a la salida pero le convenzo de que iré a comer con Adelina y que no necesito que me acerque, iré yo corriendo para hacer algo más de ejercicio.
- ¿Con tacones? - me pregunta entrecerrando un solo ojo.
A cierto, aún llevo el traje del trabajo y mis tacones de plataforma. Al final me convence para ir hasta mi departamento, cambiarme de ropa y acercarme al restaurante, ni siquiera puedo enfadarme, es muy amable por su parte y solo hace su trabajo. Afortunadamente, no me cuestiona cuando le digo que no me espere, que regresaré con Adelina. Parece que esté hablando de pedirle permiso a mi padre pero prácticamente es el caso, Guillermo es el intermediario entre ambos.
Me adentro en el restaurante, paso sorteando unas mesas y me encuentro a Adelina mirando a la nada en la mesa de la otra vez mordisqueando un trozo de pan con una cerveza San Miguel.
- Hola, ya estoy aquí - digo mientras me quito la chaqueta y la pongo en el respaldar de la silla. - ¿Qué es tan importante?
- Llegas tarde - ¿Me está riñendo? - Deberías saberlo, ¿No has prestado atención a los periódicos o las noticias?
- No, últimamente solo me concentro en entrenar y el trabajo, también he empezado a ver una serie sobre una niña tímida que quiere formar parte de una banda de rock...
- Monika está en prisión - me interrumpe de manera tajante. - Mató a uno de sus compañeros de clase con una taquilla, al parecer él iba a cometer un tiroteo escolar con un revolver de calibre 38.
- ¿Qué? - pongo la cara que pondría una modelo si la preguntas por algo de geografía básica. - ¿Qué? Pero, pero, pero si tener armas es ilegal en este país.
- No si tienes licencia, lo mismo pasa con las nudilleras, los cuchillos de caza, los arcos... - me dice enumerando con los dedos.
- Pero la licencia solo sirve para la caza deportiva o los campos de tiro, no para un puto instituto - de repente estoy gritando y la gravedad del asunto me abofetea en la cara.
Varias parejas y personas de alta clase cercanas a nuestra mesa dejan sus ensaladas, carnes en término medio y copas de vino solo para girarse y mirarme.
- Lo siento - digo para que lo escuche el cuello de mi camisa. Afortunadamente esta gente pierde la atención rápido y vuelve a sus asuntos.
- Ejem, como te decía - Adelina retoma la conversación sin cambiar la expresión, tiene unos nervios de acero. - La noticia ha salido en portada de periódico y la mayoría de miembros vamos a reunirnos para ver que hacemos, ve pensando en algo.
Ha sido la media hora más extraña de mi vida, no he podido sacarle tema de conversación a Adelina, ella solo estaba mirando a la nada y masticando su pan, pero solo con su lado derecho, no mordía con el lado izquierdo de su dentadura, tardé en darme cuenta del motivo, le habían saltado un par de muelas.
Me he informado un poco sobre esto, algunos boxeadores desarrollan el fenómeno llamado "mandíbula de cristal", el maxilar inferior se debilita de tantos golpes y se vuelve una zona tan sensible que de encajar un buen golpe puede dejarte fuera.
Finalmente el hotel cierra y el club abre sus puertas, arrugo el poema que había escrito en una servilleta, pensándolo bien, sin Monika por aquí no será necesario.
Nadie ocupa el centro del círculo, aproximadamente 40 mujeres, la mayoría con una edad que oscila entre los 18 y 25 años, y ninguna se atreve a estar en el centro, nadie quiere ocupar el lugar de Monika. No creo que sea tanto una cuestión de respeto, creo que es más temor, por si cuando Monika salga de prisión toma represalias contra quién haya intentado tomar su lugar. Porque aunque la lógica nos dictaba que una adolescente de 18 años no podría salir de prisión por su cuenta, con Monika cualquier cosa era posible.
- Muy bien - una voz hace eco mientras sus pasos resuenan acercándose al centro. - Creo que no es ajeno para ninguna de nosotras el hecho de que Monika está en prisión preventiva y que hay que hacer algo - la chica que está hablando es fácil de reconocer, cabellera alvina de media melena y metro ochenta de estatura, era la niña rompe piernas del otro día. - Debido a eso, creo que yo debería ocupar su lugar como campeona invicta hasta que regrese.
Nadie se atreve a decir nada, ¿Es enserio? ¿Monika se va y en menos de 24 horas ya quieren elegir a alguien solo basándose en la ley del más fuerte?
- ¡Eso es ridículo! - digo mientras me acerco al centro apartando a las veinteañeras que están delante de mí. - Monika no era nuestra líder, sí, la respetamos y escuchamos sus discursos, pero su mensaje principal es que pensemos por nosotras mismas - estoy frente a frente con la chica Albina, le saco 7 centímetros de altura, probablemente también peso 4 kilos más que ella y extrañamente siento que yo estoy en desventaja.
- Es tu palabra contra la mía - parece que empieza a buscar algo en sus bolsillos. - Hagamos que nuestros puños hablen.
- ¡Un momento! - grita la voz de Adelina. - Ella tiene razón, no podemos simplemente "cambiar de líder porque Monika no es nuestra líder - Adelina termina de ponerse en el epicentro. - Tal vez esto es algo más, tal vez es una prueba - Adelina gira sobre sus zapatos mientras habla y gesticula para que todas la vean. - Hemos visto a Monika, su modo soperandi, ella no mata... Está bien, ha dejado en el quirófano a más de una, pero ella no se ensaña con los cuerpos, es incluso su tercera regla, cada pelea dura lo suficiente.
Adelina detiene su discurso un momento, se asegura de que cada palabra ha sido entendida y asimilada. Ciertamente tiene un punto muy válido.
- Pensarlo detenidamente, es como si Monika se hubiera dejado atrapar, claramente quiere ponernos a prueba, quiere ver si seremos capaces de salvarla - Adelina dice cada palabra con tanta pasión que hasta yo me estoy sintiendo inspirada.
- Tiene razón - doy un paso al frente. - Monika una vez me dio un certificado para ejercer de abogada en un área que no me pertenece, ¿A cuántas de aquí os ha enseñado ha hacer algo parecido a eso? - se levantan cuatro manos. - Perfecto, pues si confiáis en mí, mañana a primera hora me pondría con el caso...
- Oye para el carro - Adelina me interrumpe. - ¿Por qué tienes que ser tú quien la ayude?
- Porque soy la mejor abogada que conozco, y ups... - mi ego me ha hecho hablar antes de tiempo.
- Eres una abogada de divorcios, yo soy experta en conflictos callejeros y agresiones, seré yo la representante - dice Adelina apuntarse con la mano el pecho y alzando la cabeza como si la apuntaran los focos.
- Yo también estoy preparada para casos así aunque no sea mi especialidad - insisto acortando la distancia entre nosotras, quizás de una forma más agresiva de lo que pretendía.
- ¡Me estáis cansando! - grita la rompe piernas sacando de sus bolsillos dos pares de cintas con yeso y tirándolas a nuestros pies. - A ostias se entiende la gente, si de verdad estáis igual de preparadas, ganaros el derecho a cumplir vuestros objetivos - la chica se cruza de brazos, con la risa de quién desata una pelea de bar.
- Me parece bien - dice Adelina que enseguida recoge las cintas y empieza a enrollarse los nudillos.
No le dirijo la palabra, con más seriedad de la que tengo tomo mis dos pares de cintas y dejo que el yeso se apegue a mi piel. Cómo esto no funcione me arrepentiré de seguir mis impulsos, pero verdaderamente me creo capaz de representar y salvar a Monika, ¿Por qué? Porque puedo intentarlo y ya, gracias a ella salí del molde rutinario que era mi vida, no puedo simplemente abandonarla cuando me necesita, o nos necesita, o como sea.
Esquivo el primer golpe, una mano derecha que pasa muy cerca de mi cabeza. Luego esquivo el segundo, es un recto de izquierda que iba a mis dientes. Trato una patada alta pero Adelina la bloquea atrapándola con el brazo. En el momento en el cual me está agarrando la pierna salto hacia atrás y estirando mi cuerpo clavo mi talón libre en su estómago.
Mala idea, suelta mi pierna por el impulso pero yo caigo de costado sobre el duro suelo, por poco me abro la cabeza.
La tensión se siente, son casi el doble de ojos de lo que acostumbro, además el círculo es considerablemente más pequeño debido a todas ellas.
Adelina arremete sin miramientos mientras me estoy levantando, me da un rodillazo en la cabeza que me corta a la altura de la frente, luego una patada de fútbol en la mandíbula y cuando está a punto de darme otra me tiro a su pierna libre y la levanto con todas mis fuerzas obligando a que caiga de espaldas y su nuca resuene contra el suelo.
Apenas me estoy terminando de poner de pie y ella ya se ha incorporado, no me jodas, parece hecha de metal.
Analizando bien su juego de pies noto que está adelantada de la pierna izquierda y su defensa consiste en cubrir bien su mandíbula pero cuando avanzo cambia la posición, adelanta la pierna derecha en un ángulo contrario y me amaga con un golpe con la izquierda ante el cual retrocedo un paso.
Empezamos a girar en torno al centro, ella retrocede de espaldas y yo más que una pose de boxeo, estoy encorvada con las palmas extendidas a la altura de la cabeza, como una clásica pose de Wrestling, amagando un agarre a la cintura que se que no haré.
Adelina da un paso e intenta alcanzarme con un uppercut de izquierda que esquivo de inmediato y contrarresto con un gancho directo a la parte izquierda de su maxilar inferior, el golpe no resuena porque lo amortiguan las cintas pero parte de su labio se queda pegado en el yeso.
Adelina no pierde el tiempo, se niega a resentirse por el dolor, se adelanta antes de que pueda volver a retomar mi guardia y me asesta un gancho de parábola ascendente justo en la cervical de debajo de mi barbilla. Es un golpe que no espero y por el sobresalto me veo impulsada hacia atrás mientras Adelina se adelanta, si consigue ponerse sobre mí en el suelo estoy perdida, no se defenderme de eso.
Juro que fueron apenas cero coma tres segundos, pero logre adelantar mi pierna izquierda lo suficiente para acer lo que a todas luces era una chilena contra el lado izquierdo de la cabeza de Adelina. Por un momento hubo un encaje perfecto entre su mandíbula y mi empeine.
Entonces caigo al suelo cerrando los ojos y cubriéndome la cara, estoy esperando algún golpe pero no hay nada aunque siento un gran peso sobre mi estómago. Cuando miro lo que está pasando encuentro a Adelina inconsciente, tumbada todo lo larga que es sobre mi tripa y piernas.
- Pues tenemos una ganadora - dice la chica rompe piernas.
Mientras dos de las tres chicas que siempre acompañan a Monika atienden a Adelina, una tercera hace uso de un portátil para explicarme como hizo Monika para darme el puesto representante. Mis conocimientos de informática son limitados, muy a penas se usar cosas como filmora y eso que me apunté a un curso online para aprender. A los dos minutos de explicación de cómo se crea un correo falso ya estoy perdida.
- Me parece admirable que le hayas plantado cara a la camionera - me susurra.
- ¿A quién? - pregunto yo.
Termina de escribir un par de cosas y de enviarme el correo, se gira para mirarme y pese a la poca oscuridad del lugar noto bien su figura. Es una joven de 18 años, caucásica y con un pelo anaranjado tan largo que le llega hasta el fin de la espalda, adorna su cabello con una diadema amarilla que complementa sorpresivamente bien sus ojos rojos de rubí.
- Se que aquí no tenemos nombres, pero yo me llamo Milo - aún susurra pese a que solo somos cinco personas en el sitio.
- Soy Cristina.
- Lo sé - me dice desviando la vista al portátil, mirando mi nombre en la dirección del correo.
Es difícil olvidar a esta chica, fue la que me felicitó en una de mis primeras peleas, además parece ser la mano derecha de Monika.
- Un placer - le digo extendiendo la mano. - Pero, ¿Quién es la camionera?
- La chica de media melena que quería ser la nueva líder - me dice aún susurrando y con una mano en el lateral de su cara que tapa su boca. - Desde que se ha enterado de lo que le ha pasado a Monika no nos ha dejado en paz, preguntando que por qué es nuestra jefa o por qué la seguimos.
- ¿Estaría mal si yo preguntara?
- Pero ya sabes la respuesta, Monika le ha dado sentido a nuestra vida, no la sigo porque sea mi jefa, la sigo porque creo que hace lo correcto o cuánto mínimo, propone ideas mucho mejores que lo que vivimos actualmente.
- Claro - le digo con un gesto sereno.
- Pero la camionera no entiende eso, jeje - usa la mano que tenía en la boca para cubrir su risa. - Para ser sincera, la verdad es que en ocasiones yo tampoco entiendo a Monika cuando habla, pero al menos no se rige por la ley del miedo o la ley del más fuerte.
- ¿Irónico no cres? Porque ella es la más fuerte y la que más miedo da.
- A pues... - de repente su cara es un mosaico, como si no hubiera caído en un detalle tan obvio. - Bueno, no es lo mismo, Monika si se hace responsable de sus actos.
- A veces os involucra también ¿No? Cómo en ese accidente de tráfico simulado o la posesión de armas.
- No es lo mismo - su mirada se pierde en el suelo y se está mordiendo el labio inferior mientras cierra los puños.
- Tampoco se diferencia mucho, ¿Si os pidiera incubrir un asesinato, lo haríais?
- ¡Qué no es lo mismo! - me grita y mueve la cabeza hacia delante, su larga cabellera hace el movimiento de una "S".
- Lo sé - digo sin perder la templanza. - Voy a ser su abogada por algo, ¿No?
- A, claro, claro - Milo no me mira a los ojos, es como si hubiera roto sus ideales, ¿A caso no se había puesto a pensar en lo más básico de los actos de Monika? Para ser justos, creo que yo estoy igual de confusa que ella.
Las tres chicas se van 5 minutos después y me quedo a solas con Adelina que está apoyada con la espalda en la pared y los brazos cruzados mirando con tanta rabia al frente que pareciera que quiere saber que hay al otro lado.
- Te importaría acercarme a mi casa - le digo desde la distancia. - Yo te pago la gasolina.
- Ya puedes estar contenta, ¿No? - dice quitándose de la pared y acercándose a mí.
- Gané limpiamente - le digo con total serenidad.
- El problema no es que ganaras, el problema es que no puedes vivir sin ser el centro de atención, ¡Te portas exactamente igual que todas las personas a las que Monika critica! - me acusa con el dedo. - No te interesaba nada de esto, nada, ni siquiera te interesaba yo, estuve una semana entera siendo la chica nueva y solo te acercaste a mí cuando pudiste echarme en cara el ojo morado y la vestimenta.
- Eso estuvo mal, lo admito, pero he cambiado gracias a ti, a esto, no puedes echarme en cara que quiera defenderlo.
- Te echo en cara que solo le das importancia porque te sirve para tus propósitos, mira tu monótona vida, tus lujos, tu entrenamiento y seguramente tus pastillas para dormir... Tienes absolutamente todo, pero solo te interesa esto porque te deja salir de la rutina.
- Yo nunca he dicho eso - mantengo la calma porque estoy acostumbrada a esta clase de gritos, Adelina no es nada comparada con los cónyuges que atiendo.
- Ja ja ja - es una risa sarcástica. - No tienes que decirlo Cristina, se te ve en la cara. Cuando los primeros días tuve que irme a un restaurante de cuatro estrellas a emborracharme porque a nadie en el trabajo le importaba, nadie se preocupó por Adelina, cuando te enseñé el lugar segura de que lo entenderías tardaste tres segundos en ser el centro de atención y ahora esto, ¿No lo ves? Eres una sanguijuela, te apropias de la felicidad de otros siempre y cuando no pierdas mucho.
- Eso no es cierto - insisto.
- ¿A no? Y por qué solo te enfrentas a novatas y gente fácil, ¿Por qué te temblaban las piernas al mirar a la camionera? Podría haberte matado, y cuando se me ocurre ¡A Mí! - grita para matizar esas palabras - una posible explicación para que no te abran la cabeza, también quieres ser la protagonista de mi plan.
- La mitad de las cosas que has dicho están sacadas de contexto y la otra mitad son verdades a medias, ¿Pero si tanto te preocupa mi actitud, porque fuiste tú quien me trajo aquí?
- Por qué pensé que podrías cambiar, apreciar la insignificancia del mundo que te rodea para valorar los pequeños detalles - Adelina echa a andar pasándome de largo. - Quédate tu puto dinero y tu trabajo, pero no vuelvas a hablarme en tu vida.
- Ojalá te mates en la curva - digo entre dientes mientras ella abandona el sótano.
Le pedí a Guillermo por favor que fuera a comprarme crema para las ampollas nada más volver a casa, los pies me estaban matando, fue una caminata larga y muy fría.
Capítulo 7: un juicio justo.
No sabía lo que me encontraría al cruzar aquella puerta, me estaba esperando algo tipo unas paredes de hormigón, una reja con litera y Monika fumando en la cama más alta mientras que del otro lado de la reja solo habría un escritorio, pero no fue así.
Me hicieron esperar en una antesala mientras verificaban que mis papeles estuvieran en orden, era el segundo día de prisión preventiva de Monika y aún se la consideraba mentalmente insegura porque se había pasado toda la noche despierta practicando boxeo de sombras, a oscuras, en una habitación de 2 por 2 metros, en un espacio mínimo entre una litera y un armario.
Finalmente un oficial me trajo a Monika que vestía con su uniforme escolar y traía una cara de muerta mucho más clara que la expresión indescifrable que suele tener, hasta sus ojos parecían apagados, no tenían ese verde puro de otras veces, además se le habían empezado a formar ojeras.
El oficial nos deja a solas, espero dos minutos en silencio mientras saco mis cosas, la información que había obtenido de ella en medios públicos y una libreta con bolígrafo para apuntar detalles. Esperaba que Monika dijera algo al respecto pero solo tomó una postura casi perfecta al sentarse que luego fue inclinando, además daba unos parpadeos tan largos que parecía estar más dormida que despierta.
- Bien, he analizado toda la información disponible de tu caso, que no es mucha y también he visto tu trayectoria escolar.
- Espere - me detiene. - ¿No va a presentarse primero? ¿Ni siquiera me da un "hola" o me dice su nombre?
Eso me detiene en seco, me quedo analizando su rostro, pensando que tal vez todo esto era una prueba pero su duda era totalmente genuina.
- Me llamo Cristina Sabina Ortiz - saco mi tarjeta de un bolsillo de mi chaqueta. - Seré tu abogada de oficio en este caso.
- Un placer conocerla, Cristina - toma la tarjeta y me hace lo que parece una reverencia con la cabeza.
Estoy boquiabierta, ¿De verdad esta es Monika? ¿Actúa así porque tiene cuidado de que nadie nos vea? Pero debería saber que está bajo la jurisdicción del secreto de abogacía, lo que se diga en esta sala se queda en esta sala.
- De acuerdo, remontémonos al día de los hechos, según mi informe mataste a tu compañero Diego Armando Jaleo con una taquilla, ¿Es así?
- Correcto - responde.
- ¿Por qué?
- Iba a matarme - esa respuesta es profunda, como una respiración contenida. - Honoka, una compañera de clase, me apartó y ella recibió el disparo, aproveché ese momento para arrancar una taquilla y tirarsela a la cabeza, cuando trastabilló, me tiré sobre él y seguí golpeando.
Esos ojos pueden entender el infinito, estoy segura.
- ¿Arrancaste la taquilla con tus manos? - le pregunto incrédula.
- Solo fue con una - tumba su mano en la mesa y me muestra un corte de gran profundidad. - era la taquilla de Honoka, ella la había roto un poco las bisagras hace un tiempo, creo que fue porque cerraba la taquilla con mucha fuerza pero a Honoka no le gustaba hablar de eso.
- ¿Sobre su fuerza?
- No, sobre su cuerpo y sus músculos - se detiene ahí.
- Muy bien, profundicemos más en las razones - me chupo un dedo y paso la hoja, hago un click con el bolígrafo en la mesa. - ¿Por qué crees que Diego quería matarte?
- Porque trajo un arma a la escuela - le miro, esa si es una respuesta que me esperaría de Monika. - Quiero decir, tenía un revolver, me buscó a mí, intentó dispararme dos veces...
- Si, eso lo sé - la interrumpo dejando de escribir. - Lo que quiero saber es porque en especial tú, ¿Qué problemas habíais tenido antes?
- Contra él en específico solo hubo un altercado, atacó a MC...
- ¿MC? - cuestiono alzando una ceja.
- Si, es un amigo, en realidad se llama Marcus, le llamamos MC como apodo.
- Entiendo, prosigue.
- Pues lo dicho, golpeó a MC con cemento blanco en su bolsillo, creemos que quería romperle la nariz, lo dejó sangrando.
- Ya veo, ¿Cres que Marcus se atrevería a testificar a tu favor? - digo mientras me apunto su nombre.
- Supongo, pero no hace falta que le pidas ayuda, se presentará personalmente a ayudar, siempre hace eso - parece hacer una pequeña mueca. - Incluso si no se lo pides.
- Noto tal vez cierto rencor en esas palabras - digo con cuidado.
- No, MC y yo somos amigos desde niños - pone una cara de poker. - Es solo que a veces siento que creé tener la solución para cualquier problema o se mete demasiado en mis asuntos, ¿Me entiende?
- Creo que si - tengo un pensamiento fugaz sobre Adelina. - Volviendo al caso, has dicho que con Diego en específico solo hubo un altercado, ¿Hay acaso otras cosas que lo vinculan indirectamente?
- Que yo hubiera hecho, no, que el creyera que yo hubiera hecho, si. Por alguna razón creé que organizo peleas ilegales, que hice abortar a la novia de su novio y tal vez piense que tuve algo que ver con la desaparición de su novio también.
- Un momento - paro de escribir tratando de organizar el árbol de parejas. - ¿La chica de la que hablas no será aquella que hiciste abortar de una patada, verdad?
No obtengo respuesta, en su lugar Monika bosteza tapándose la boca con la derecha y luego cierra los ojos a cámara lenta, primero el derecho, luego el izquierdo.
- Perdón, no me he enterado de lo último que has dicho, ¿Podría repetir? - sus ojos cansados parecen esperar el momento justo para volver a bostezar.
- Olvídalo, ¿Alguien más de tu círculo cercano, aparte de Marcus, ha tenido algún altercado con esta gente? - me dispongo a retomar mis anotaciones.
- El novio de una amiga mía también tubo problemas con Diego y dicha amiga tubo problemas con la novia, le dio una nalgada.
- ¿Hubo algún tipo de respuesta violenta contra ellos antes?
- No, evitaron las peleas a toda costa, y antes de que lo pregunte, si, ellos podrían declarar a mi favor.
- ¿Nombres?
- Rumina y Nacho respectivamente.
- Nombres un poco genéricos, ¿Podrías proporcionarme sus apellidos?
- No - la respuesta es tan seca y directa que me saca de la escritura. - Es que no me los se, pero son los dos migrantes argentinos de mi curso. A, y puede que también sea buena idea preguntar a la chica de la biblioteca, también era consciente del carácter de Diego.
- Bueno, eso servirá por el momento - cierro la libreta y guardo el bolígrafo.
- Eso ha sido rápido - dice mientras se reclina completamente en el espaldar.
Con el bolígrafo tamborileo un poco sobre la mesa, esperando algo, cualquier cosa pero ella solo mira al techo.
- Monika, ¿Es esto una prueba? - le pregunto, ella solo vuelve a pestañear en cámara lenta. - ¡Pero responde si o no!
- ¿Eh? ¿Eh? ¿Qué pasa que he hecho? - me mira con los ojos desorbitados, una mezcla de confusión y cansancio.
- ¿Por qué estás actuando así? - le pregunto mientras me masajeo la sien con dos dedos.
- Es que no he dormido en toda la noche, he intentado ver si me cansaba haciendo boxeo de sombras pero no ha servido - me susurra.
- Si, me han comentado que lo han visto en las cámaras de seguridad.
- ¿Había cámaras de seguridad? - se lleva las manos a la cabeza y se avergüenza.
- Vale, a ver, ¿Qué tipo de pastillas tomas para el insomnio? Iré a comprarlas.
- No tomo pastillas - me dice con una mirada muerta. - Ni siquiera lo tengo diagnosticado.
Si, esto definitivamente es una prueba, está poniendo en juego mi paciencia y mi determinación porque si no, no me lo explico, no puede ser que en 2 días de prisión preventiva haya cambiado tanto. Lo dejaremos así por hoy.
"La segunda regla del club de literatura es que no se habla del club", tal vez eso lo explica todo.
Capítulo 8: el tiempo sigue su cauce.
Fue un juicio rápido porque el padre de Diego no tenía forma de sostener su acusación, los testimonios que me proporcionó Monika fueron válidos y su pasado impoluto como niña de 18 años sin padres que se ensaña con un cuerpo porque mató a su mejor amiga es una carta sorpresivamente convincente,y menos mal porque apostaría que Monika se mantuvo sonámbula el 95% del caso, como si estuviera siendo controlada por un piloto automático.
No se puede decir que declarasen a Monika como totalmente inocente, pero por su situación solo le pusieron una fianza económica relativamente alta que alguien pudo pagar de forma anónima.
Después de 5 días de juicio todo acabó, la muerte de Diego quedaría en su expediente, si, pero quedaría como un acto eufórico en defensa propia y nada más. El padre de Diego se fue muy contento en cuanto vio el dinero entre sus manos.
He de decir que para ser mi primer caso fuera de mi zona de confort no lo hice nada mal, hasta Monika vino a felicitarme a mí despacho, sin nada más que ocultar le hice una reverencia y le dije "de nada mi señora". Ni más, ni menos, ni siquiera me quedé a esperar su respuesta, supe que había hecho lo correcto. Me sentía tan bien que hasta mi rostro parecía cinco años más joven.
Llego a casa y me tumbo en el sofá, necesito relajarme un rato, ni siquiera me importa el hecho de estar arrugando mi traje recién planchado y la falda.
- Felicidades por el juicio ganado, Cristina - me dice Guillermo mientras limpia una copa que me pone sobre la mesita de cristal.
- Que bien me conoces - le digo mientras lo veo dirigirse hacia la cocina por una botella de vino tinto.
- ¿Le apetece que haga una llamada en algún restaurante para que lo celebre? - me dice mientras descorcha la botella.
- ¿Por qué lo dices en singular? ¿No vas a querer venir? - le digo recolocandome boca arriba.
- No suelo estar invitado a tus fiestas de celebración, sueles ir con tus amigos del trabajo - me dice el dejando la botella al lado de la copa.
- Solía, Guillermo, solía, pero esas fiestas eran solo para fanfarronear y seguir hablando del trabajo porque a nadie le importaba la vida de los demás, estoy segura de que ni siquiera sabíamos nuestros nombres - reflexiono un momento, cielos, realmente no sabría adjuntar los nombres con las caras de mis compañeros... Bueno, de una de ellas si recuerdo nombre y cara.
- ¿Y donde quiere ir? ¿Llamo a Dorsan y hago una reserva?
- Ni te esfuerces, por más que llamo ese lugar nunca tiene sitio... ¿Tú dónde irás a comer? - le pregunto, girando la cabeza en los cojines para mirarlo.
- Sinceramente - me pregunta echando la cabeza adelante y elevando ambas cejas.
- Si, sin miedo.
- Al "puesto de tacos Goku", parecerá broma pero los tacos de ese puesto ambulante son dignos de gloria - se besa los dedos como un italiano para que sepa que lo dice enserio.
- ¿Es mexicano a que si?
- Tacos y Dragón Ball, Cristina, por supuesto que es Mexicano.
- Bien, dame cinco minutos que me cambie y ya vamos - le digo mientras me pongo de pie y me echo una generosa cantidad de vino en la copa.
Razón a quien razón tiene, estos tacos saben a cielo y además son muy baratos. El dueño de la taquería es un afroamericano llamado Don José, simpático, alto y con un cuerpo que parece tallado en mármol, tengo que venir aquí más a menudo.
- Disculpe - una voz joven parece llamarme. - ¿No es usted Cristina, la abogada de Monika?
Al darme la vuelta me encuentro con un joven de metro setenta y cinco, cabello castaño, uniforme escolar y mochila al hombro que parece que se ha duchado hace poco. Es Marcus, el compañero de Monika, hablé con él antes del juicio pero poco porque hay una ley única en este país que prohíbe interactuar mucho con los testimonios para evitar sobornos.
- Cielos chico - digo dando un mordisco al taco y dejando que Guillermo lo sostenga. - Vine aquí para no hablar de trabajo mientras comía.
- No quería molestar, es que venía de el club de atletismo y justo esto estaba en el camino que se dirige a mi casa, pero si es un problema me voy - dice poniendose bien la mochila en los dos hombros.
- No, no es molestia, eres un muchacho bien portado así que dime, ¿Qué te sucede? - le hago un ademán para que se acerque mientras Guillermo y Don José empiezan otra conversación en paralelo.
- Quería agradecerla que ayudase a Monika de manera tan desinteresada, sin cobrarle y tal, desde que sus padres se fueron parece que ha decidido empezar todo desde cero y a veces noto rara su personalidad.
- ¿Eso por qué?
- Bueno, son cosas más bien personales - se sonroja un poco y desvía la mirada así que como experta en el amor supongo que se lo está ligando con indirectas.
- No te preocupes chico, solo hacia mi trabajo y no fue tan desinteresado, el estado me tiene que pagar por ser abogada de oficio.
- Si, pero lo hizo muy bien, enserio que muchas gracias, ya estaba empezando a preocuparme por Monika desde que se cambió el nombre y todo.
- ¿Se cambió el nombre? - eso llama mi atención y detiene mi mano que se dirigía hacia uno de los tacos.
- Si, antes se llamaba Felicia María Camila pero supongo que como sus padres la abandonaron decidió cambiarse el nombre, tampoco la he preguntado al respecto, sería de mala educación. En fin, no la entretengo más, muchas gracias por su ayuda y provecho con los tacos - me hace una reverencia rápida de 30 grados y se va.
Que raro, en toda la documentación oficial que me dieron de Monika salía registrada con ese nombre, Monika, en ninguna ponía Felicia... ¿Será que ha podido cambiar todos sus registros legales? Incluso en su instituto está registrada con el nombre de Monika.
He investigado, el nombre de Monika viene del griego "monos", que básicamente quiere decir "una sola" o "única", eso explica muchas cosas, creo.
Capítulo 9: no puedes detener un camión con los ojos.
Alguien ha desbordado el río, ha metido un puto coche dentro y ahora va cuesta abajo y sin frenos en dirección a cinco cataratas como mínimo. Pasó de un momento a otro, lo estoy viendo todo desde fuera pero el club de literatura ha cambiado, el proyecto Troyano ha cambiado y mi trabajo ha cambiado, los crímenes de todo el país han subido un 2% y contando, todo el mundo necesita un abogado y no damos a basto. Para colmo de males Adelina ya no me habla, dejó de hacerlo desde el día que le gané pero ahora es peor, llega todos los días con tanto maquillaje encima que es difícil distinguir su piel y se ha hecho una profunda marca en el cuello que ni con pintura se taparía, es como si se hubiera puesto una jodida soga al cuello durante un minuto y medio.
No he vuelto al club de literatura pero tampoco puedo denunciarlo, saben demasiado de mí y ya han atacado a secretárias de la policía, no tendrían piedad conmigo.
Solo por curiosidad me pasé por el nuevo "centro de operaciones" del club, es una casa relativamente normal, con un jardín en el patio trasero y una peluquería en el salón. Pienso en ello, en una vida más sencilla, revisando todo lo que he hecho a lo largo de estos años, la verdad, me hubiera gustado ser jardinera. Si, de algún pueblo perdido en la periferia del país, cerca de los montes que hacen frontera con Texas o México.
El estrés me está matando, ahora estoy obligada a hacer horas extra, muchas empresas de seguros necesitan abogados que trabajen más y aunque se ha prometido que nos pagarán yo no estoy tan segura aunque tampoco sé si necesito el dinero o no, ¿Y si renuncio? Sería por mí propio bienestar pero siento que si hago eso le daré la razón a Adelina ya que estoy haciendo que todo gire entorno a mí de nuevo ¿Y ella que hace?, nada, literalmente nada, hace nada la despidieron del trabajo por faltar tantos días seguidos y ni siquiera ha regresado a recoger sus cosas.
Me gustaría preguntarle a Adelina que sucede, tratar de entablar conversación, arreglar las cosas, pero todo sigue escalando más y más, ni siquiera puedo ver la televisión tranquila sin que me salten mensajes subliminales sobre invertir en criptomonedas.
Lo único que tengo para relajarme son los paseos que Guillermo y yo damos en su coche todas las noches por la zona en la que vive Monika que irónicamente parece ser la más segura.
"Pues claro, ningún pirómano inicia un incendio en su casa", pienso.
No se cuántos meses han transcurrido ya, tampoco me importa, estos últimos dos días, mientras daba el paseo con Guillermo y escuchaba música de los inicios de los 90, he visto a Marcus saliendo de la Iglesia, no debería ser extraño salvo por el detalle de que eran las 3:30 de la noche.
Ahora vuelvo a verlo salir, el chico es rutinario, no se si Guillermo también lo está viendo o solo está relajándose mientras escucha la extraña mezcla de J-pop y sevillanas que tenemos en este país. Yo desde el asiento trasero del lado del copiloto me pregunto si habrá algo que le preocupa, ¿Tal vez necesita un abogado?
No puedo evitar la sonrisa con ese pensamiento, ¿Qué estoy haciendo? Tengo la cabeza apoyada en el extremo de la mano derecha a su vez apoyada en el filo de una ventana cerrada y a través del cristal estoy viendo a un chaval de 18 años que camina a las tantas de la noche hacia su casa luego de salir de la iglesia.
Todo era tan ridículamente gracioso, que me resulta chocante lo rápido que se torna serio cuando una chica de media melena alvina se acerca a Marcus, creo que le está pidiendo la hora y cuando Marcus va a buscar el teléfono para enseñárselo se tira a su cara con un papel que aprieta con fuerza en su rostro hasta que se desmaya. La inconfundible mirada de la camionera peina el perímetro con la mirada pero estoy demasiado lejos para que me vea, pero eso también implica que me estoy alejando de ella.
- ¡Detén el coche! - le grito a Guillermo sacándole de su ensimismamiento. - ¡Tengo que ir a orinar, no me sigas!
Eso lo he gritado mientras salía de el coche que reducía su marcha antes de que Guillermo pueda estacionarse. Entonces corro en dirección a donde estaba la camionera desgastando la suela de las zapatillas deportivas que llevo puestas. Creo que llego tarde, no están, pero doblando una esquina veo unos pelos naranjas que enseguida desaparecen.
"No será posible", es lo único que puedo pensar.
Ahora sí que llego a tiempo de ver a Milo junto a las otras dos chicas de siempre cargando el cuerpo de Marcus mientras la camionera va delante de ellas indicando direcciones. Las sigo de lejos, memorizando calles y giros, creo que puedo escuchar detrás de mi los pasos de Guillermo pero estoy segura de que ellas, que son cuatro chicas corriendo a la vez no prestan atención a los pasos extra que las siguen.
Me detengo repentinamente en la boca de un callejón, el panorama que me encuentro es una casa medio en ruinas y en la puerta a un joven de pelo rizado y músculo considerable que besa a la camionera con tantas ganas que parece que quiere llegar a su externón.
- ¿Esa viene contigo? - le pregunta cuando abre los ojos y me ve en el fondo del callejón.
La camionera gira su cabeza tan rápido para verme que parece que la haya girado 180 grados como la niña del exorcista.
- ¡A dentro con él! - les grita a las tres muchachas mientras viene corriendo en mi dirección.
Por la confusión, el miedo o lo que sea no soy capaz de moverme y luego todo pasa muy rápido. Pasa en medio segundo, puede que menos, el puño derecho de la camionera se encuentra con mi ojo izquierdo y de pronto dejo de ver por ese lado. Casi de inmediato noto como la sangre se resbala por mis mejillas y se pierde por el suelo, pierdo mi percepción de profundidad pero no pierdo de vista el globo ocular que rebota en el asfalto... Un ojo, mi ojo, incluso estoy viendo restos de mi cráneo junto a él, apenas lascas, astillas, pero definitivamente es hueso.
Entonces lo único que puedo hacer es mantener lejos mis piernas y formar una guardia con los brazos en cruz. Sus golpes empiezan a llegar desde todas direcciones, parecen navajas, me rompen la ropa y me desgarran la piel, me está dejando hematomas y agujeros del tamaño de un tomate maduro.
"Estoy sangrando mucho, tengo que moverme", pienso, pero mi cuerpo no reacciona.
He escuchado que incluso con los guantes puestos, un boxeador puede generar cortes con golpes lo suficientemente precisos, pero esta chica me está tratando como si fuera un folio contra una espada.
La furia de la camionera cesa y con un juego de piernas en deslizamiento hacia atrás evita un puño adulto que le llegaba a la altura de la cara. Solo le veo de espaldas pues ha aparecido por mi punto ciego pero reconozco la voz.
- Corre Cristina, yo me encargo.
Guillermo ha venido a ayudarme, con sus dos nudilleras y su cuerpo veterano.
Guillermo le lanza un cruzado a la camionera, pero ella lo vuelve a esquivar, intenta un jab sencillo, un uno dos, y nada de eso sirve, por lo que Guillermo se lanza a por ella por su ventaja de tamaño y la empuja agarrándola de los hombros y tirándola al suelo.
- ¡Me lo explicará después, ahora corra! - me dice Guillermo mientras forcejea con la camionera que se defiende como gato panza arriba.
Guillermo supera a la camionera en peso, pero no en experiencia, ella consigue situarse en lateral dejando sus rodillas al alcance de la cabeza de Guillermo. Cuando las flexiona y le da un golpe Guillermo empieza a sangrar.
- ¡Por favor Cristina! - me grita.
De repente noto mi propio peso como una gran carga, noto toda mi ropa mojada y sangrante y noto la escasa fuerza en mis piernas, me aferro a esa poca fuerza y echo a correr.
Solo vuelvo la vista atrás un momento, un instante del que me arrepentiré toda mi vida. Veo como el chaval que besó a la camionera le da una patada baja a Guillermo justo en la nuca, sus huesos crujiendo suenan igual que el fuego crepitando.
Entonces echo a correr y siento todo el peso del mundo sobre mí, ¿Recordará la camionera quien soy? ¿Qué se supone que quería conseguir? ¿Cómo iba a ayudar a Marcus exactamente? ¿Está actuando por su cuenta o bajo las órdenes de Monika? No, Monika no haría eso, ella iría personalmente a hacer su papel, como ocurrió el día que me reclutó en esta cosa, ¿Verdad? Lo cierto es que no lo sé, de hecho no se prácticamente nada de la vida que me rodea, me he dado cuenta demasiado tarde.
Sé como hacer un trámite bancario y no sé cómo plantar una flor, sé como romper una mandíbula y no sé jugar al conecta cuatro, sé donde encontrar peleas ilegales y no sé apreciar a la gente que me rodea.
Son las cuatro de la mañana, llamo frenéticamente a una puerta hasta desgastar mis nudillos, en poco tiempo me abre una joven de pelo marrón y ojos verdes, si, esos si son los ojos verdes que recuerdo. Ni siquiera la dejo hablar, "La camionera quiere traicionarte, ha secuestrado a Marcus" balbuceo. Entonces la digo la dirección de la casa, la repito un par de veces y señalo bien los lugares remarcando el nombre de cruces y callejones, Monika solo asiente y memoriza, como si estuviera situando todos los lugares en su mapa mental. No puedo haber tardado más de cinco minutos en explicarle todo.
Mis piernas no dan más de sí, todo mi cuerpo cede hacia delante, no siento nada, ni siquiera mis latidos. No veo nada y no sé si estoy escuchando los coros celestiales o las llamas del infierno.
Capítulo 10: flores para quien quiso ser jardinera.
Cuando Monika regresó a la casa traía las manos llenas de sangre y restos de cuatro tipos de piel en sus vendas con yeso, eso sí, no tenía ni el más mínimo signo de agotamiento.
Dejó la puerta de la entrada abierta de par en par y pasó bordeando el cadáver de Cristina. Cuando las hijas de viuda fueron despertando y llegando a la entrada miraron el cuerpo que ya empezaba a oler por culpa del calor mañanero. No mostraron expresión alguna, les intimidaba más Monika de pie enfrente de él con los brazos cruzados a la espalda.
Cuando las 20 hijas de viuda despertaron y se pusieron en torno a ella, solo una se atrevió a preguntar.
- ¿Qué haremos con su cuerpo? - la pregunta la hizo Adelina.
- Lo enterrareis en el jardín, de su cuerpo saldrán flores y ella vivirá en las flores para siempre - Monika gira y mira a todo su séquito a los ojos. - No lo malinterpretéis, yo no hice esto, fue la camionera quien intentó traicionarme, ella me envió a Cristina y yo la envíe al infierno - Monika se asegura de que esas palabras las entienden todas. - No veréis eso en los periódicos, no hablaréis de eso, pero se que lo vais a recordar - Chasquea los dedos y señala el cadáver. - Ahora andando que queda mucho día por delante y yo tengo un viaje programado.
Nunca se encontró el cuerpo de Guillermo ni el de Cristina, es como si las policías a cargo no hubieran querido hacer bien su trabajo.
A día de hoy, 14 años después, siguen creciendo flores en el jardín de la casa de Felicia.
Fin.
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