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Mostrando entradas de marzo, 2025

FC: la amistad de Maggie y Hannah.

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El lunes por la tarde se arrastra como un perro cojo por las calles de Brightmoor, y el Fight Choir está en pausa, suspendido como una sentencia de muerte que nadie quiere firmar. Hay un soplón suelto, un chivato con lengua floja, y la policía de Detroit ha estado husmeando, metiendo sus narices grasientas en los callejones y sótanos donde las chicas sangran por gusto. Nadie sabe quién habló —tal vez Nora, con su maldita pureza, o quizás Rina, por pura rabia—, pero el rumor pesa como un ladrillo en el pecho de Hannah Kessler mientras camina hacia la vieja sala del coro, un rectángulo de cemento olvidado en el corazón del instituto. El sol cuelga bajo en el cielo, un ojo amoratado que sangra calor sobre el asfalto, y el aire huele a gasolina rancia y promesas rotas, un perfume que se le pega a la piel como mugre. La sala es un cadáver hueco, grande, con una acústica que podría haber sido hermosa si alguien la hubiera cuidado. Tres cristaleras altas dominan la pared este, diseñadas para ...

Creepypasta: El dibujo.

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  El dibujo: Historia original . Nunca has sentido un aliento en el cuello una presencia a tu alrededor y más de una una sensación de Soledad Aún estando en una plaza con gente alrededor y sensación que desaparece y al ver niños amacar y te tomas la mano con la persona que amas Y si te ha pasado Puede que sea más complicado de lo que parece y paso un largo tiempo hasta que lo noté 16 años. Estoy viviendo en mi tercera casa Esta es la tercera mudanza y me siento muy cómoda aquí y me la paso escribiendo o dibujando sin embargo muchas veces me he levantado y mis cosas estaban en otro lugar y enojada devolví todos mis dibujos y demás a la carpeta mi madre como siempre se quejaba de tener que limpiar tanto la cantidad de polvo en la casa era demasiada para un lugar en el cual solo viven dos personas y un perro igual intente no darle importancia y después de todo era raro que yo limpiara la casa de vez en cuando estando en mi computadora con los auriculares puestos escuchaba sonidos a mi...

Creepypasta: No hay gente rara.

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  Y ella caminaba por los pasillos del instituto como un espectro retornado, Tomoko Kuroki, la mujer que fue muchacha en tiempos de risas torpes y silencios rotos, ahora de regreso para una reunión de exalumnas donde no había rostros conocidos. Las paredes estaban cuarteadas, el yeso parecía descascarado como piel muerta bajo el sol, y los ventanales empañados dejaban pasar una luz sucia que apenas iluminaba el linóleo gastado. Vio a los perdedores de turno, sombras flacas con mochilas hundidas y miradas bajas, muchachos y muchachas que arrastraban los pies como si el mundo ya los hubiera aplastado antes de empezar. Los catalogó en su mente con un desprecio viejo, automático: el gordo del acné, la chica de las trenzas deshechas, el que murmura solo. Nadie la miró, y ella no esperaba que lo hicieran. Tenía treinta y seis años, y los llevaba como una carga de leña seca sobre los hombros. No había traficado armas como le juró a Yuu Naruse en noches de delirio adolescente, ni escalado ...

La muerte de Mun - final.

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  Ventana y Llama llegaron a los suburbios de Tokio como dos gatos callejeros que han perdido el mapa y no están seguros de si el otro lleva pulgas. Las calles se habían vuelto más estrechas y desaliñadas conforme dejaban atrás el brillo de Chiyoda, un laberinto de cables colgantes y casas apretujadas que parecían mirarse unas a otras con resignación. Ventana caminaba con los hombros encorvados, desconfiando hasta de la tienda 24 horas frente a su casa —un antro de luces fluorescentes y estantes desordenados que bien podría ser un puesto de espionaje de DSGI disfrazado de conveniencia—. Por el camino, había visto carteles de sí misma, una versión reluciente de "chica mágica de anime" con la falda al viento como una bandera de victoria, el cuchillo en una pose marcial que gritaba disciplina, y los ojos cerrados en una serenidad que solo un editor con demasiada imaginación podía inventar. En la vida real, sus pantalones ajustados colgaban como una segunda piel cansada, las ojer...