K-on! Fanfic: Por esas locuras que merecen una segunda parte (Capítulos del 1 al 5).

 

Nota de autor: este fanfic es una secuela de la creepypasta/ fanfic "K-on! El manga de la locura", yo solo soy autor de esta obra y de la parte 3 del capítulo 4 que da fin a ese fanfic, la historia original le pertenece al usuario CreepyAnime, gracias por su atención.


Capítulo 1: Lo que Londres se llevó.

El parque de diversiones parecía más infinito que el cielo al que miraba, Tainaka Ritsu lo admiraba con la boca abierta y una emoción que afloraba por cada poro de su cuerpo. A su lado estaba su mejor amiga de la infancia, Akiyama Mio, tan sorprendida como ella.

Se conocieron en la guardería, cuando Mio hizo un dibujo para ella, o algo así, tenía la manía de contar siempre la historia de una manera diferente.

Hoy se habían vestido para la ocasión con ropa veraniega; pantalones cortos, camiseta casi sin mangas y zapatillas de deporte. De no ser porque Mio tenía el pelo largo y negro, mientras que Ritsu lo tenía corto y claro, hubieran parecido gemelas (si también obviamos la diferencia de 7 cm de altura).

El parque tenía cierto aire de misticismo porque era el primero que visitaban a la edad de 16 años. Ya podían ir sin un adulto, montar en otras atracciones e incluso comprar determinados productos con altas cantidades de azúcar.

"Este día cambiará mi vida para siempre", pensó Ritsu. Terminaría lamentando tener razón.

- ¿Dónde subiremos primero, Ritsu? - preguntó Mio sin perder la chispa de los ojos.

- Aaam, no lo sé, hay tantas buenas opciones - respondió Ritsu subiéndose la diadema amarilla que recogía su flequillo. - ¿Qué quieres hacer tú?

- Yo tampoco lo sé - dijo Mio con una cara reflexiva. - Tú cumpliste años hace cuatro días, así que tienes prioridad para que se cumpla tu deseo de cumpleaños.

- Uuums - dijo Ritsu poniendo morritos, incluso sirvando. - Ya se, mi deseo de cumpleaños es que tú elijas donde nos podemos subir, la atracción que tú quieras.

Mio se sorprendió tanto que casi parecía que un géiser de humo le hacía estallar la cabeza. - Has dado la vuelta al tablero para no ser responsable - acusó a su amiga riendo.

- Me sale natural - respondió Ritsu con los hombros encogidos.

- Está bien, veamos, ¿Qué te parece la montaña rusa? 

Mio señaló por encima del hombro de su amiga, Ritsu se volteó para ver una increíble construcción de metal que subía y bajaba haciendo trompos de mil formas distintas. Tenía múltiples luces de colores y todo parecía sonar alegre, hasta los gritos de quienes estaban montados inspiraron alegría e inocencia.

A la chica de la diadema se le detuvo el corazón, un escalofrío sombrío que no pudo describir le asaltó por la nuca, y atrapó la muñeca de su amiga que había empezado a caminar hacia aquella atracción.

- No, Mio, esa no - dijo Ritsu. - Tengo un mal presentimiento sobre ella, tal vez tu cuerpo no lo resista.

- ¿De que hablas? - Mio no se giró para ver a su amiga. 

Ritsu entonces notó que todo el parque quedó en silencio, excepto por el constante, frío e inhumano sonido de las vías y su traqueteo cuando el vagón de la montaña rusa pasaba sobre ellos.

- Solo, no es una buena idea, ¿De acuerdo? Tu corazón puede ser demasiado sensible para eso - insistió la chica de pelo corto.

- Quiero hacerlo, Ritsu, quiero superar mi miedo.

Mio tiró de su brazo, soltándose de Ritsu y empezando a caminar hacia la maquinaria.

- No, espera, nuevo deseo de cumpleaños, quiero que vayamos a comprar algo, no hay nadie ahora - Ritsu se puso delante de su amiga. Mio la rodeó y siguió caminando como si no la escuchara. - ¡Oye, no me ignores!

- ¡Soy más que una lista de síntomas y enfermedades que escupe sangre cuando hace ejercicio! - gritó Mio de vuelta. - ¡Voy a subirme allí! No me obligues a ser insistente.

- ¡No puedes!

- ¿Por qué no? - dijo la de largos cabellos llevándose las manos a la cabeza.

- ¡Si lo haces morirás! - le escupió Rirsu a la cara antes de caer sobre sus rodillas y susurrar. - Si lo haces, morirás.

Se fue el parque, la máquina y los gritos. Solo había oscuridad para la chica que había caído sobre sus rodillas. Toda su vida la habían llamado ruda, despistada e insensible, toda su vida había fingido que eso no le importaba, porque tenía a su familia y a Mio, que la apoyaban en sus peores momentos, ahora lo había perdido todo.

Ritsu empezó a llorar, pero eso no le impidió hablar. - Lo siento, lo siento tanto, Mio. Por favor, no subas a esa atracción, no tienes que demostrarle nada a nadie.

No había nadie que escuchara sus llantos, se había quedado completamente sola; como cuando ignoró a Yui después de que su hermana mayor muriera, cuando ignoró a Nodoka porque nunca llegó a ser su amiga, cuando ignoró a Mugi después de perder el contacto por un año, cuando ignoró a su familia y se enlistó en el ejército, cuando abandonó la formación a los 22 para vivir en Londres, junto a un largo y penoso etcétera de recuerdos grises que dejan su mundo oscuro y vacío.

***

Ritsu despertó de golpe, mirando al techo agrisado de su departamento de alquiler. No estaba llorando, se sentía molesta por notar toda su ropa arrugada contra su piel.

"Por favor, no me jodas, dime qué", su réplica mental cayó en mala tierra al notar su traje de uniforme. "Mierda, esta era mi última ropa sin arrugar".

Ritsu estaba tirada boca arriba de cualquier manera en una cama que parecía haber peleado con un lobo rabioso, y había perdido. Ella en cambio, vestía con un smoking, una falda gris y estaba descalza, porque se había quitado los zapatos luego de regresar de otra mala entrevista de trabajo. A grandes rasgos, también se veía como si hubiera peleado con un lobo, del cuál había escapado a duras penas.

Se reincorporó y miró la hora en su teléfono móvil, un Nokia con tapa de segunda mano más antiguo que la caída de Yugoslavia, lo sorprendente era que funcionaba para las tres funciones que Ritsu lo usaba, reloj, teléfono y juego de la serpiente. La cámara no, hacía años que no necesitaba hacerse una foto con nadie.

En la pantalla ponía "17:23", tendría que entrar a trabajar en menos de dos horas. Solo dio un bufido y abandonó su habitación para ir a la cocina de su apartamento, vivía en él porque no tenía ahorros suficientes para una casa propia, y menos en Londres, donde el precio de la vivienda estaba por los cielos.

En general, Ritsu no tenía ahorros para nada que no fuera ese espacio cuadriculado de paredes blancas con rodapiés de flores de la época en la que su móvil era algo nuevo. Tenía un pasillo de baldosas amarillo chillón y cuatro habitaciones, el comedor cocina, el baño con ventana, una sala de estar con una televisión que funcionaba a ratos y su ya mencionada habitación.

Sacó la ropa de la secadora, tomó la camiseta de algodón blanca menos arrugada que encontró, se puso encima una chamarra gris, añadió a su outfit un chándal del instituto y sacudió sus manos como si hubiera hecho un trabajo en condiciones.

"Lo bueno de seguir midiendo metros sesenta es que la ropa de cuando era pequeña me sigue quedando bien", pensó, y se conformó con eso antes de ajustarse una diadema a la cabeza que le recogió el flequillo.

***

Ritsu no pensó en su sueño mientras tomaba su desayuno, una tostada con queso y jamón. Tampoco pensó en ello cuando se calzaba y se guardaba su arma reglamentaria bajo la ropa, técnicamente no tenía permiso legal para usarla en Europa, pero técnicamente tampoco tenía permiso legal la gente para intentar asaltarla con una navaja. Nunca le había pasado en estos años, pero siempre era mejor prevenir que lamentar. Cuando la imagen de una montaña rusa le pasó por la cabeza al recordar ese refrán, la reprimió con un "así son las cosas", y miró mejor sus ahorros escondidos, el dinero de reserva que usaría para regresar a Japón si todo salía mal.

Ritsu fue andando a su trabajo con las manos en los bolsillos de la chamarra. Londres la recibió con su clima templado y húmedo, en realidad no hacía mal tiempo, pero para ella el mundo estaba hecho a escala de grises. Ese color atípico solo se rompe con las cabinas rojas, los autobuses y la gente que pasea a sus perros despreocupada.

Ritsu gira en una esquina, topa de frente con un gigantesco edificio industrial dedicado a la venta de instrumentos musicales y relacionados.

"Lo que daría yo por tener unas nuevas baquetas", pensó, antes de descartar la idea y de una patada ponerla en el montón de cosas en las que no quería pensar.

Las baquetas no eran el problema, ella podía hacer un buen ritmo de batería con un lápiz y tres cuadernos, el problema es que el nombre de ese monopolio le traía recuerdos; "Kotobuki Enterprise".

"Debería alegrarme de que les esté yendo mejor", pensaba con la cabeza agachada mientras caminaba por un camino que se sabía de memoria. "Soy una completa estúpida, ella no va a parecer girando una esquina y diciendo; "siempre he estado aquí, sorpresa, seamos mejores amigas de nuevo", si no paso página seguiré viviendo en la misma mentira que escribo".

***

18:55, Ritsu llegó a tiempo a su trabajo, a las puertas de un antro con un gigantesco cartel de neón y luces que decía; "Fantasy Disco", escrito en cursiva.

Había una sola puerta en la entrada, gris y sólida, combinaba con los sentimientos de Ritsu. A la izquierda estaba la taquilla donde ella había trabajado los últimos 10 meses, seis horas al día los siete días de la semana. Entraba a las 7 de la tarde y se iba a la 1 de la noche, cuando empezó se quedaba hasta las 2, pero lo adelantaron por algo del marketing, u otros detalles de los que no se enteró.

A la derecha de la puerta estaba el portero de la discoteca, alto como un armario empotrado y capaz de levantar un caballo a pulso, se llamaba Noah Johnson, un hombretón de 34 años tan calvo como feliz y era lo más cercano que Ritsu tenía a un amigo.

- No me quiero imaginar cómo quedó el otro tipo - es lo primero que le dijo a Ritsu cuando vio su pelo revuelto y su ropa arrugada.

- Esa es nueva, supongo - Ritsu le lanzó una sonrisa de complicidad antes de abrir la taquilla y meterse dentro. - ¿Qué te cuentas?

- No mucho, no está siendo una semana interesante, ¿Y tú?

- Creo que he vuelto a fallar en una entrevista de trabajo, no lo sé, pocas personas quieren contratar a una militar extranjera.

Noah le puso una mirada que buscaba ser comprensiva, pero Ritsu se centró en mirar la caja para saber si había cambiado suficiente, nunca falta el típico iluminado que quiere pagar con billetes grandes una entrada de 15 libras esterlinas.

Ritsu apoyó su mandíbula en un puño y empezó a mirar al frente. Su antro de trabajo estaba en una calle de las afueras, una zona algo empedrada donde no se permitían coches y estaba todo pensado para el ocio. Enfrente podía ver otros edificios residenciales, la gente caminaba y convivía, inmersos en sus vidas. Muy de vez en cuando pasaba algún civil con las manos muy cerca de la cintura y el peinado mal arreglado a propósito, no llevaba placa, pero todos sabían que era un policía asegurándose de que no hubiera peleas de borrachos o vendedores de crack.

Se comentaba que había algún que otro vendedor por la zona, no debían ser muy problemáticos porque si no se les jodía el negocio, Ritsu nunca había visto uno, pero Noah le comentó que unos tres meses antes de que ella llegara, uno de estos casi manda a un tipo con San Pedro y sus parcelas usando una tarjeta de crédito que al doblarse se hacía una navaja. 

Ritsu a veces se imaginaba esa escena en su cabeza y se reía para sí, le recordaba a sus días de formación militar, si algo enseñan allí es que el ser humano puede transformar cualquier cosa en un arma. Esta también era otra razón por la que Ritsu iba al trabajo armada, Noah había tenido problemas con borrachos que usan copas rotas como arma, si ella tuviera que defenderse, bueno, digamos que no necesitaba muchos motivos para defenderse lo mejor que sabía.

A fin de cuentas, seguía trabajando aquí por las anécdotas y por el dinero, pero en el fondo extrañaba trabajos más sencillos, como el que estuvo haciendo de cajera de supermercado unos meses antes.

***

La gente empezó a venir sobre las 19:30. Llegaban desde adolescentes con 18 recién cumplidos hasta adultos a finales de sus treinta que buscan algo de marcha y música fuerte.

Ritsu solo tenía que encargarse de dar el cambio y mirar las identificaciones personales, asegurándose de que rostro y nombre coincidieran. A veces veía identificaciones que le recordaban a su niñez, pues fueron hechas cuando la persona pasaba por su etapa emo, y ahí seguían, con su maquillaje y pelos de colores, fieles a su esencia.

***

20:49, ya cae más la noche, solo dan luz las 6 farolas de la calle, las luces de los edificios y el cartel bajo el que están los dos trabajadores de la entrada.

Después de atender a una chica de unos 28 años, que llevaba mechas verdes y una camiseta de sex pistol, Ritsu se dejó caer sobre la pequeña mesa de trabajo con un suspiro. Noah la miró de reojo, sabía que estaba extraña, pero Ritsu se había vuelto de esas personas que no hablaban de sus problemas ni por recomendación del médico, así que solo siguió con su mirada seria y brazos cruzados.

“Si que me gustaría volver a verlas, a cualquiera de ellas”, pensó Ritsu cuando el montón de preocupaciones se derrumbó sobre ella, esto le pasaba una o dos veces al día, como resultado evocó otro suspiro.

- Está bien, haré la pregunta - dice Noah sin dejar de mirar al frente. - ¿Qué te ocurre? Se que nadie viene a estos trabajos con la euforia por las nubes, pero querido paraíso, tú te ves peor que yo cuando Inglaterra perdió la final de la Eurocopa dos años consecutivos.

Esa comparación le sacó una carcajada a Ritsu, por eso se llevaba bien con Noah, sabía leer el ambiente.

- No te preocupes, no es nada muy grave - dijo Ritsu con un leve contoneo de cabeza. - Es solo que, !Ay!, ¿Me van a despedir de este trabajo, cierto?

- ¿Cómo dices? - Noah le sostuvo la mirada, pero su cara no refleja tanta duda como él quería.

- Mira esto - respondió Ritsu mientras abría los brazos, refiriéndose a toda la calle. - No hay prácticamente clientes, desde que abrieron ese otro antro que nos hace competencia, hay un claro perdedor que se niega a tirar la toalla - cambió a una expresión disgustada. - Solo me queda este mes en el contrato, hace unos días fui a hablar con el encargado y no tienen la certeza de que lo vayan a renovar. Se muy bien lo que eso significa.

- Pues entonces no voy a mentirte para que te sientas mejor - dijo Noah llevándose las manos a los bolsillos del pantalón y negando con la cabeza. - Me preguntaron hace poco si sería capaz de ocupar tu puesto, me darían como la mitad de tu sueldo y la otra mitad se lo ahorrarían, les dije que no me parecía bien, expliqué lo poco que sé de tu situación económica y esto...

- Nah, no te preocupes - Ritsu hizo un ademán para restar importancia, como si apartara en el aire sus preocupaciones. - Ya veía venir esta situación, tengo ahorrado suficiente dinero para regresar a Japón con mis padres y decirles que su hija se ha cansado de aventuras que no van a ninguna parte.

- Dicho así parece que te van a decir un; "te lo dije, nadie vive de sueños" - dijo Noah cambiando su acento londinense por una voz de abuelo batallitas. Ambos se rieron, fue una imitación muy fidedigna.

- No hombre, mis padres me quieren mucho, no hablo con ellos muy seguido porque las llamadas al exterior son caras, pero no me reprocharán que vuelva buscando un mejor lugar.

Eso dijo Ritsu, pero su mente se quedó atascada en el comentario sarcástico de Noah, "nadie vive de sueños", y no dejó de repetirse en su cabeza como un ritmo sencillo de platillos y tarola.

***

- Disculpen, ¿Nos atienden? - dijo una voz, sacando de su cotidiana charla a los dos trabajadores.

Ritsu ni se había dado cuenta de que alguien se había acercado a ella desde un punto ciego. Pero verla hizo que su corazón diera un salto mortal hacia atrás y se quedara sin aire.

Quién había hablado era una chica, puede que un año más joven que ella, con rasgos que ya había visto en una compañera de clase hace 17 años aproximadamente. Pelo rubio y largo que parece caer en cascada sobre sus hombros, flequillo pronunciado en una punta de pico central y ojos claros, prácticamente azules. De no ser porque sus cejas eran muy finas, Ritsu la hubiera confundido con una de sus tres amigas de la infancia.

Ritsu miró la identificación que le dio, ponía "Saitõ Sumire", 25 años, la foto iba a corde con su persona. La miró, y luego la miró a ella para volver a mirar a la imagen.

- Es-es-está todo bien - expresó tímidamente la chica rubia.

Ritsu miró en silencio la identificación por 5 segundos, como si fuera una solicitud para un club extraescolar que fuera a romper de un momento a otro. 

Sacudió la cabeza, haciendo algo que solo ella parecía entender y se obligó a poner los pies en la tierra. - Perdón, es que me has recordado a alguien, pero no importa, disfruta de tu estancia aquí, Mugi.

La chica tomó su identificación cuando Ritsu se la devolvió, pero en lugar de agradecer o pagar, miró a su alrededor con rápidos movimientos de cabeza. Ritsu tuvo ganas de azotar su frente contra la mesa hasta perder el sentido, ¿Por qué había dicho ese nombre?. Noah pensaba que toda esta situación solo se estaba dando porque Sumire aún no había pagado el precio de la entrada.

- Lo siento, no quería decir ese nombre - Ritsu suplicó perdón con las dos palmas juntas sobre su cabeza. - Son solo recuerdos confusos, mira, el precio es 15 libras, si tienes suelto mejor porque necesito cambio.

- ¿Has dicho Mugi? ¿Cómo Kotobuki Tsumugi? - preguntó Sumire con cierto nerviosismo.

- ¿E? ¿Yo? ¿Si? - preguntó Ritsu con aún más nerviosismo que Sumire, o aquella vez que trató de pedir una orden en un restaurante y solo le salió decir “I love sushi”.

- Ahora lo entiendo - los ojos de la chica que le hablaba parecieron brillar. - Ella tenía razón, tu frente es verdaderamente enorme.

- ¿E? - fue la única vocal que salió de la boca de la taquillera.

Pensó que tal vez esa chica se dio por aludida y reconoció a Mugi porque, dentro de lo que cabe, ella era famosa, antes de ser la chica pobre de su colegio, era la portentosa hija de un empresario que sabía tocar el teclado a la perfección desde los 4 años. Que Ritsu supiera, en tiempos recientes la empresa de los Kotobuki había empezado a ganar dinero de nuevo, subidas y bajadas frenéticas de vez en cuando, pero en líneas generales eran estables, no era tan sorprendente que identificaran a la hija del CEO, ¿Pero a qué había venido lo de su frente?

- ¡Buuu! - expresó una voz que salió desde un punto ciego de la cabina e hizo que Ritsu retrocediera tres pasos hasta abrir la puerta. - Jejeje, perdón por eso, ¿El mundo es realmente pequeño, no, Ritsu?

Metro sesenta y uno, sonrisa calmada y hombros fuertes, el paso del tiempo y el ejercicio habían hecho maravillas en esa chica que le hablaba. Su pelo largo y dorado claro era tan inconfundible en ella como sus dos pobladas cejas sobre sus pupilas celestes. Era su amiga de la infancia, ahora si era ella, la chica que tuvo que dejar todo atrás para vivir en Europa, la profesional del teclado, y más y más detalles que se podrían resumir en un solo apodo, “Mugi”. Ahora sí, de verdad era ella.

Ritsu salió hasta estar de frente, el corazón haciendo piruetas y las piernas casi temblando. Su amiga tuvo suerte de que la cabina tuviera un cristal tan grueso, o Ritsu hubiera intentado salir saltando a través de él.

Noah no entendía nada, miró a Sumire que tenía una mano en el pecho, asustada por la repentina aparición de Tsumugi, y luego miró a Ritsu, jamás la había visto en ese estado tan cercano a la euforia que rompía en pedazos su cuasi perfecto estado melancólico constante.

Entonces Ritsu se abalanzó sobre los brazos de Mugi, se aferró a ella y la abrazó llorando. Su amiga estaba sorprendida, muy sorprendida, jamás hubiera esperado causar tal efecto con un simple susto.

- Mugi, Mugi-chan, eres tu de verdad - dijo Ritsu mientras la abrazaba con todas sus fuerzas. - Tenía muchas ganas de verte, si, si que las tenía.

Las lágrimas pasaron por las mejillas como dos arroyos, y empezaron a mojar los hombros de la rebeca rosa que Mugi llevaba puesta. La primera reacción de Mugi fue corresponder el abrazo de su vieja compañera mientras Sumire buscaba en un bolsillo algunos pañuelos para limpiarla después. Noah solo miraba esa escena enternecido, aunque no entendió nada cuando Mugi y Ritsu empezaron a hablar en japonés.

- Yo también me alegro mucho de verte, Ritsu - Mugi le dio varias palmaditas en la espalda a su amiga para subirle el ánimo. - También estoy emocionada, pero no esperaba que incluso fueras a llorar.

- O Mugi, no lo sabes, hay tantas cosas que no sabes - dijo Ritsu, desahogando años y años de sentimientos reprimidos. - Perdóname, te lo suplico, perdóname por no haber vuelto a establecer contacto contigo, por alejarme de ti y no volver a llamarte por teléfono ni escribirte.

- ¿E? No, no pasa nada - Mugi puso una sonrisa que podría curar heridas. - Para serte sincera, supuse que se te habría caído el móvil a algún sitio como el retrete y se te había olvidado el número, ¿Qué pasó en realidad?

- Todo fue tan rápido y tan seguido que cuando me di cuenta ya no podíamos establecer un contacto de nuevo. Lo siento Mugi, de verdad que si.

- Está bien, está bien, esas cosas pasan.

Noah vigiló el perímetro, asegurándose de que nadie en la calle viniera para ser atendido, o alguien molestara desde los edificios. Sumire solo miraba con el corazón enternecido como dos viejas amigas del alma se reencontraban.

***

Se necesitaron 5 minutos hasta que las aguas se calmaron, en ese tiempo Noah entró en la cabina para cubrir a Ritsu y ella junto a Mugi y Sumire se apartaron un poco para qué el portero atendiera.

- ¿Ya te encuentras mejor? - le preguntó Mugi.

- Si, creo que sí, perdón, tenía mucho que sacar de aquí - dijo Ritsu señalándose la cabeza. - ¿Qué os ha traído a vosotras dos por aquí?

- O bueno, técnicamente nunca me fui - Mugi se encogió de hombros. - Hubo viajes y vacaciones, pero aquí terminé mis estudios y aquí vivo y trabajo junto a mi familia. Ella - presenta a Sumire como si recorriera un telón con las manos - es Saitõ Sumire, es como mi hermana, mi familia ayudó a la suya cuando pasaros por momentos difíciles y su familia ayudó a la mía cuando nos encontramos igual.

- Kotobuki-sama me habló mucho de ti, gracias por ayudarla cuando nadie más lo hizo y yo no podía estar a su lado - dijo Sumire haciendo una perfecta reverencia.

“¿Kotobuki-sama?”, se preguntó mentalmente Ritsu mientras ponía una mueca.

- Sumire, por favor, llámame solo Mugi - dijo la chica de cejas pobladas con un modesto ademán. - ¿Y tu Ritsu, qué haces aquí?

- Yo, ehm, es una muy larga historia, no creo que este sea el momento o el lugar - Ritsu desvió la mirada deliberadamente hasta Noah, este pareció captar un mensaje que le llegaba desde el subconsciente de su compañera con diadema.

- No sé de qué habláis, porque no entiendo el japonés, pero supongo que este no es el lugar adecuado - Noah señaló donde la calle hacía esquina, a unos 15 pasos de la última farola. - Allí en cambio hay una bonita cafetería donde podréis hablar largo rato sin que nadie os moleste.

- Noah, no puedo irme, estoy trabajando - replicó Ritsu, esa no era la ayuda que esperaba.

- Trata esto como un descanso y así yo practico por si dentro de un mes estoy solo - dijo reclinándose en la silla de la cabina. - Y cuando digo descanso quiero decir media hora o una entera, como debe ser.

- ¿Y si alguien importante pregunta por mí?

- Le diré que estás en el baño.

- ¿Y si espera?

- Que sigues en el baño - él puso una sonrisa de complicidad que gritaba “esto es por tu bien, y yo no tendré problemas estando solo”. - Venga, vete antes de que cambie de opinión.

Ritsu agradeció con una reverencia aún más perfecta que la de Sumire, y se fue con las otras dos chicas a dicha cafetería.

***

El local desprendía glamour en todas direcciones, Ritsu había visto este sitio solo por fuera porque le parecía que estaba lejos de su nivel económico, y ahora que estaba dentro lo podía confirmar. Aunque eso le parecía evidente desde antes, ¿Quién puede permitirse gastar electricidad en luz a las 9 de la noche en una cafetería de poca clientela?

Mugi caminó por el lugar sin verse impresionada y tomó una mesa bastante alejada de las ventanas, pensando que así su amiga se sentiría tranquila y no observada por cualquiera que pudiera acusarla de estar fuera de su puesto. La siguieron y tomaron asiento, Ritsu frente a ella, Sumire en la silla de la izquierda.

- Veamos que nos ofrecen - Mugi abrió la carta que estaba junto al recipiente de servilletas. 

Ritsu se alegró de que fuera un lugar chapado a la antigua, no podría leer códigos QR con su móvil del siglo pasado. Sumire solo se sentó en la silla, esperando para pedir después de su casi hermana.

 Creo que pediré esta variedad de té verde - dijo mientras volteaba la carta y señalaba para que Ritsu lo viera. - Es una versión un poco más refinada de la que solía llevar cuando nos juntábamos todas, ¿Te acuerdas? ¿Quieres uno por los viejos tiempos? 

Lo que debía ser un recuerdo nostálgico para Ritsu se convirtió en una mueca vacilante cuando vio el precio. - Mu-Mugi, yo no puedo permitirme esto, es tres veces mi salario mensual.

- No importa, yo te invito - el brillo en sus ojos era tan amable y puro que puso nerviosa a Ritsu.

- Te lo agradezco, de verdad que no quiero ser mal educada - intentó negarse la trabajadora de salario mínimo, si hubiera sido más joven lo hubiera aceptado sin dudas, pero ahora no podía permitirse deber dinero, y menos a una amiga que llevaba una década sin ver. - Yo no puedo aceptar que gastes el dinero de tu familia en mí.

- No es dinero de mi familia, es 100% de mi trabajo y quiero hacerlo - dijo Mugi muy decidida, Ritsu simplemente no pudo decir que no a eso. - Sumire, por favor, pide dos de estos tés, y tú también pide lo que gustes, hoy invito yo.

Sumire se fue con la carta y un gesto de gratitud. Ritsu sentía que se estaba perdiendo algo, era como si el lenguaje corporal de Mugi dijera; “déjanos a solas”.

- Ritsu, andas mal de dinero - saltó Mugi a la primera de cambio.

- ¿Por-por qué lo preguntas? - trastabilló Ritsu.

- Vistes desarreglada, trabajas en una taquilla de un pub de pocas visitas y un té de 150 libras es más del doble de tu salario.

- Eso último era solo una exageración para matizar - Ritsu se escondió en sus hombros mientras se le achicaba la boca.

- Por favor, dime qué te sucede, si yo puedo hacer algo para ayudar, te prometo que lo haré.

Ritsu sintió que se repetía la historia, que ya había tenido una conversación parecida con una amiga en una sala de hospital. Notaba a sus recuerdos tomar la forma de un abismal monstruo, tan grande como 5 países, que quería aplastarla hasta que no fuera nada. Pero ahí estaba Mugi, había aparecido de ningún lugar y había noqueado a ese monstruo con un gancho de derecha mientras le tendía una mano sincera a su amiga.

- No tengo problemas con el dinero - confesó finalmente la chica de la diadema, sintió que se derretía en su silla por el alivio de poder tener esta confesión con alguien. - Pero tampoco es que me vaya excesivamente bien, si no encuentro otro trabajo para finales de este mes o inicios del próximo, voy a regresar a Japón, tengo ahorros suficientes para hacerlo.

- Lo entiendo - Mugi se quedó mucho más tranquila al escuchar eso. - Supongo que allí podrás vivir mejor con el apoyo de tus padres, tu hermano y demás.

- Jeje, Mugi, yo no tengo un hermano.

- ¿A no? 

- ¿Me has visto alguna vez con un hermano?

- No, pero creía recordar… Bueno no importa, mi memoria falla un poco después de 16 años - Mugi se da un golpecito muy suave en la cabeza para matizar. “Y no es que mi nuevo trabajo ayude a dejar mi cabeza tranquila”, añadió para sus adentros para no molestar a su amiga. - ¿Y qué ocurrió con el resto? ¿Qué fue de Yui, de Nodoka o Mio?

Ritsu que tenía las dos manos en la mesa empezó a mover los dedos, casi a retorcérselos. Sabía que este momento llegaría antes o después, pero gloria divina, como le hubiera gustado que hubiera sido mucho después. Mugi empezó a perder la felicidad que tenía al ver cómo la cara de Ritsu empezaba a tomar rasgos más serios, como si fuera a confesar algo que no le iba a gustar oír, algo que le había hecho llorar múltiples noches.

- Mio no está entre nosotros - confesó Ritsu en un suspiro, centrando su vista en la mesa. - Ella está en el cielo, lleva muerta y enterrada 10 años.

Mugi compartió con Ritsu una subida de presión cardíaca, trata de encontrar matices que le digan que es una broma macabra, pero desgraciadamente no lo es, su amiga ya se habría delatado si fuera así.

- Mi más sincero pésame - es todo lo que puede decir mientras nota como lágrimas se acumulan en sus ojos. - No me odies, por favor, por haberte traído aquí y haberte obligado a recordar.

Mugi agachó la cabeza, empezó a recordar a Mio, a la pequeña y delicada Mio y su bajo casi tan grande como ella. Recordó las tardes de prácticas, incluso se acordó de la vez que alquilaron las cuatro un estudio de grabación por una hora para ensayar con todos sus instrumentos, Ritsu inmortalizó ese recuerdo en una foto. Así recordaba ella a Mio, tímida, risueña y decidida. Se imaginaba que seguiría en Japón, quizás dedicándose a escribir música independiente, o como una artista anónima, pero a la pregunta; “¿Cómo está Mio?”, jamás se hubiera imaginado que se podía responder con una simple, seca y contundente palabra; “muerta”.

Notó la mano de su amiga en el hombro y levantó un poco la mirada. Ritsu sonrió, aunque también quería llorar, pero fue fuerte por las dos. Decía tanto sin necesidad de hablar, era la experiencia de quien soñaba con ese hecho todas las noches.

- ¿Qué le ocurrió?

- Fue tres meses antes de empezar el instituto, decidimos celebrar nuestros 16 años yendo solas a un parque de diversiones. Allí encontramos una montaña rusa, ella quería subir, yo le dije que era peligroso, las emociones fuertes eran malas para ella - Ritsu hizo una pausa y tragó saliva. - Cuando comenzó el juego ella estaba nerviosa, pero parecía estar tan decidida a hacerlo. No pudo terminarlo, no gritó, no lloró, no se aferró a mi, no nada. Empezó el juego nerviosa y lo terminó con la piel y los ojos pálidos, mirando hacia otra vida que ya no era esta.

- ¿No hubo forma de salvarla?

- Pedí ayuda a gritos, se consiguió una ambulancia, pero no se logró nada. Una hora después en el hospital confirmaron su fallecimiento por ataque cardíaco - Ritsu estaba siendo todo lo fuerte que podía, pero aún así le temblaban las manos. - Sentí tanta culpa, y tenía tanto miedo a las consecuencias - negó con la cabeza. - No ocurrió nada. Creo que mis padres hablaron con los de Mio y consiguieron llegar a un acuerdo para que esto no me martirizara, no lo sé, no volví a ver a la familia de Mio jamás, no era tan valiente, y sigo sin serlo.

Mugi tuvo que secarse las lágrimas y forzarse a mantener las formas, el personal la miraba y los cuatro clientes que había también. 

Ritsu siguió hablando. - Respecto a Nodoka, no se que fue de ella más allá de que se fue a estudiar a una universidad, ni siquiera se que carrera hizo - sacó otro hondo suspiro de sus pulmones. - Y Yui, bueno, la verdad es que perdí mi amistad con ella cuando murió su hermana.

- ¿Qué? - exclamó Mugi.

Ritsu no subió la mirada ni un poquito, no quería mirar a Mugi a la cara y que le regañara por haber roto la promesa no escrita de estar siempre juntas contra las adversidades.

Su amiga no hizo nada de eso, intentando imitar el gesto anterior, puso una mano en el hombro de Ritsu y dijo con toda la buena intención que tenía. - Por favor, Ritsu, dime qué sucedió.

- Ui, su hermana, sufrió un accidente en el trabajo el día de su cumpleaños - Ritsu hiló en su cabeza esa historia que llevaba años sin rememorar. - Le cayó un foco y la dejó en estado grave. Al día siguiente, Nodoka y yo fuimos a ver a Yui al hospital, había ido a ver cómo estaba su hermana.

» Estaba muy enfadada, ella dijo cosas, yo dije cosas, y terminó echándome en cara la muerte de Mio, diciendo que había sido culpa mía - mientras puso una mueca dio varios toques con el dedo en la mesa. - Le llamé tonta y no volví a hablarle.

» Luego de eso solo se que la adoptaron, pero yo me centré en mis estudios lo mejor que pude - miró al techo, a las luces, como si esperara quedarse ciega fundiendo su retina. - ¿No fui una buena amiga, cierto?

- No puedo juzgarte, Ritsu, no estaba allí - dijo Mugi, al mismo tiempo que lamentaba no haber podido estar allí. - Pero te entiendo, es duro, y no me puedo ni imaginar todo lo que debes haber sufrido, luchado y llorado tu sola. No tienes que seguir hablando de esto si no quieres.

- No quiero, Mugi, pero lo necesito - confesó Ritsu en contra de los designios de su mente.

- Entonces estaré aquí para escucharte, y ya se puede poner roja la luna, que no dejaré que vuelvas a lidiar con esto sola.

Ritsu hizo un pequeño inciso para respirar, miró a su alrededor las mesas decoradas con tonos pastel y los rosetones de tela como manteles, protegidos por un cristal. Vio en la barra a Sumire, asomándose nerviosa, como si fueran a regañarla si no llegaba el té. 

Luego miró con cierto recelo a los escasos clientes que les echaban miradas desdeñosas por no hablar en inglés, "Qué falta de respeto venir a un lugar como este desarreglada y hablando en otro idioma", pensaría más de uno. Podían irse todos caminando hacia el... No importaba, era su terapia, su reencuentro soñado, y no iba a arruinarlo.

Mugi la contemplaba con lástima, hasta hace 7 minutos su mayor preocupación era buscar un lugar barato donde tomar una buena copa de noche, ¿Cómo podía haber estado pensando en algo tan superficial cuando su mejor amiga sufría en silencio a un tiro de piedra? Se sentía culpable de un modo que no se puede expresar con palabras.

- Cuando terminé el instituto no tenía claro dónde quería ir - se animó a seguir Ritsu. - Así que estaba en ese dilema al que llegan los adolescentes sin título y sus tres opciones; estudiar que no quería, trabajar en un lugar que no me gustara o unirme al ejército. Tomé esa última opción.

Mugi subió sus cejas hasta lo alto de su frente, por personalidad, a Ritsu le cuadraba haberse enlistado en el ejército, pero de todas formas era extraño. Es como si le hubieran dicho que Yui se ganaba la vida como cantautora de Heavy Metal, podría tener sentido pero no era de esperar.

- Cómo has de saber, desde la Segunda Guerra Mundial, Japón no tiene un ejército convencional, pero sí fuerza terrestre de autodefensa, que viene a ser lo mismo con otro nombre. Cómo sea, estar allí me cambió.

- ¿Mataste a alguien? - preguntó Mugi, adelantándose sin ninguna razón en particular.

- ¿E? No - negó Ritsu frunciendo un poco el ceño. - Aprendí disciplina, rendimiento, idiomas como el inglés, más o menos, y en general, me aferré al ejército como mi única esperanza de encajar en algún lado, pero no sirvió - miró a los claros ojos de su amiga, asegurándose de que podría soportar este último detalle. - Entonces me acordé de que tu familia y tú vinieron a vivir aquí, llámalo estupidez si quieres, era el último rastro tuyo que me quedaba, pensé en tratar de contactarte personalmente pero, pero - aprietó los puños sobre la mesa y baja tanto la cabeza que casi podría tocar el mantel con la frente. - Pero tuve miedo de no poder lidiar con el hecho de volver a verte. Llevo aquí desde los 22 años, buscándome la vida donde puedo aferrada a una idea infantil y egoísta, porque no he podido superar una muerte que ocurrió hace 10 años, así de patética soy.

- No te llames patética - Mugi negó suavemente con la cabeza. - ¿Te acuerdas de aquella conversación que tuvimos en aquel árbol hace mucho tiempo atrás?

- Allí donde enterramos una cápsula del tiempo, si - Ritsu tuvo ese recuerdo placentero.

- Juramos que siempre seríamos amigas sin importar la distancia o las dificultades, ¿Recuerdas?

- Yo no firmé nada, a mí que me registren - dijo Ritsu con una sonrisa, levantando ambas manos como si lo hubiera ordenado la policía.

Mugi se rió, y Ritsu también lo hizo. Que gratificante resultó esa tontería tan simple, una pequeña dosis de sarcasmo en el momento adecuado para rememorar tiempos mejores. Se rieron tanto que una camarera les llamó la atención y les pidió que bajaran la voz o tendrían que echarles.

- Y bueno, ¿Tu vida va bien de momento? - preguntó Ritsu mientras se quitaba una lagrimilla que le había salido de tanto reír.

- Si, afortunadamente mi padre ha conseguido recuperar su estatus económico casi de milagro, ¿No lo has visto en las noticias?

- No suelo leer el periódico, es caro y hay palabras que no entiendo.

- ¿No lo has mirado en internet?

- Mi móvil es muy viejito, no tiene acceso a internet - dijo Ritsu con una mueca mientras ponía sobre la mesa esa reliquia arcana a la que llamaba teléfono.

Mientras Mugi deducía si eso era una broma o no, Sumire llegó con una bandeja y tres tazas de té, al final la presión social le había podido y había pedido lo mismo que el resto. - No interrumpo, ¿Cierto? - preguntó mientras dejaba todo en el centro de la mesa.

- En lo absoluto, muchas gracias por traerlo - dijo Mugi con una sonrisa amable que llenó de orgullo a la chica de cejas finas.

- ¿Y de qué hablaban, si puede saberse?

- No mucho, nos estábamos poniendo al día - dijo Ritsu con un gesto de mano que indicaba poca cosa.

Sumire asintió como si se lo creyera, aunque había escuchado, tan claramente como el resto del local, a Mugi llorando y riendo de un momento a otro. Pero no dijo nada, si Mugi ahora estaba bien, entonces todo estaba bien.

***

Las tres tomaron su té, Ritsu saboreó cada gota con la sazón de la nostalgia, o tal vez era el hecho de que no podría permitirse otro té así en lo que le restaba de vida. Mugi y Sumire lo tomaron con la delicadeza de dos nobles criadas en la corte victoriana, la última incluso levantaba el dedo meñique al beber, aunque no era consciente de ello.

- Así que esto lo vas a pagar con tu dinero - dijo Ritsu moviendo los escasos restos de líquido hasta hacer un pequeño remolino dentro de la taza. - ¿De qué trabajas?

- ¿De qué creés? - contrapreguntó Mugi sonriendo.

- No se, supongo que algo relacionado con la empresa de tu padre, ¿Tal vez contable?

Mugi miró a Sumire, ella tapó su sonrisa con la mano. - No, no es eso, pero si que requiere que haga algo con mis propias manos.

- No me digas, ¿Eres mecánica? - Ritsu se imaginó a Mugi llena de aceite de motor mientras tomaba el té con pastas rodeada de mujeres de alta cuna, le hizo gracia.

- Kotobuki-sama boxea - saltó Sumire.

- Sumire, quería que lo adivinara - le regañó Mugi con un tono afable. Su compañera puso la cabeza gacha y se sonrojó. - Y no hace falta que me llames Kotobuki-sama, con "Mugi" está bien.

- Espera, eso sí que me cuesta creerlo, ¿Tú haces boxeo? - Ritsu retomó el ritmo original de la conversación.

- Si, es algo común por aquí, ¿Sabías que el boxeo moderno se inventó en Reino Unido? - confirmó Mugi sin dejar algo a la interpretación.

Ahora Ritsu se imaginó a Mugi con un ojo hinchado y el cuerpo lleno de hematomas, tomando té con los guantes puestos mientras asentía con una sonrisa y los ojos cerrados. Eso le parecía aún más extraño que la mecánica.

- Si, ¿Pero en qué momento dijiste, "soy buena para los madrazos, ganaré dinero con esto", tengo recuerdos muy pacíficos de ti.

Eso era cierto, fue Yui quien presentó a Mugi al grupo de amigas, antes de eso ella pasaba mucho tiempo en solitario y por los horarios de trenes que debía tomar para llegar a clase, le costaba mucho compaginar su tiempo con sus posibles amistades.

- Esa es una historia divertida - miró a su compañera cuando terminó su último sorbo de té. - Sumire, ¿Quieres contarla tú?

- ¿Me darías ese honor? - preguntó tan sorprendida como alagada.

- Por supuesto, tú también estabas allí.

Sumire se sonrojó un poco cuando Ritsu la miró expectante. Acumuló valor, y tomó el cargo de narrar la historia lo mejor que pudiera.

"Más vale que esté a la altura, porque están generando mucha expectativa", pensó Ritsu, que veía en aquella muchacha de 25 años una emoción casi infantil, como si le hubieran dicho que su té era maravilloso después de prepararlo por primera vez.

Sumire empezó a decir; - Esto ocurrió hace 7 años, el señor Kotobuki-sama nos pidió a mí y a Mu-Mugi, que moviéramos un armario muy pesado, pues iban a pintar la sala.

» Yo no quise molestar a Mugi-san, así que pensé que podría mover el armario sola. Estuve tres minutos tirando de él con todas mis fuerzas, me puse roja y me dolieron las llemas de los dedos, pero no lo moví ni un centímetro.

» Cuando creí que estaba perdida, Kotobuki-sama me encontró soplándome las manos en el suelo, supo de inmediato mi tarea, ¡Y movió aquel armario sin siquiera sudar! - Sumire gesticuló para denotar lo impresionante de la hazaña.

- Sumire, me alagas, pero no exageres, si que sudé - dijo Mugi sin perder la sonrisa.

- Bueno, pero no mucho - se defendió la chica de cejas finas.

Ritsu tuvo un pequeño recuerdo que casi había olvidado, la vez que Mugi por si sola cargó un altavoz de música en aquél estudio que alquilaron. Podía parecer una flor compasiva incapaz de hacer daño a nadie, pero era muy fuerte, la viva imagen de que las apariencias engañan.

- Cuando casi había terminado de mover el armario llegó mi padre, las patas se deslizaban por el suelo de madera y hacian mucho ruido - continuó Mugi con la cabeza en alto, aunque se frotaba los dedos como si contara algo vergonzoso. - Cuando dijo que moviéramos el armario se refería a la porcelana que había dentro, no al mueble como tal, a día de hoy sigo sin saber que le sorprendió más, como interpretamos la orden o que realmente fuera capaz de moverlo.

» Sea como fuere, ese día conoció mi gran fuerza, creyó que haría bien desarrollándola en un gimnasio para aprender a controlarla, y el gimnasio al que fui hacía sesiones de sparring de boxeo, el resto es historia.

- ¿No has oído hablar de Kotobuki-sama? Es muy reconocida en el terreno amateur - añadió Sumire en cuanto pudo. - Lleva un record de 46 victorias y 9 derrotas, aunque 5 fueron en su etapa inicial.

Ritsu se retiró un poco, Sumire parecía una manager que quería venderle un producto. Solo se limitó a mirar su móvil sobre la mesa, no estaba dispuesta a decir con palabras bonitas que era pobre y no tenía donde mirar las noticias. No otra vez esa noche, por favor.

- Sumire se emociona mucho - agregó Mugi. - Pero no es nada profesional, luchamos con casco, asaltos de dos minutos y, bueno, se gana bien para pagar las cuentas.

"Si puedes permitirte tres tazas de té de 150 libras solo con lo que ganas, va más allá de un simple "pagar las cuentas", creo yo", pensó Ritsu antes de darle vueltas a esa última parte. "Y si yo quiero pagar mis cuentas tengo que regresar a trabajar".

- Me alegro muchísimo de que te vaya bien, Mugi - Ritsu abrió su móvil y vio la hora, habían perdido 15 minutos. - Pero tengo que volver a mi trabajo, lo último que necesito es que me despidan de esto también.

- ¡O, iré contigo! - exclamó su amiga. - Deja que pague y te acompaño.

- Mugi, voy a estar hasta la una de la mañana en la cabina, no puedes estar fuera pasando frío solo para hacerme compañía.

- ¿Quién me lo impide?

- E, bueno, ¿El sentido común?

- Aún tengo muchas cosas que quiero hablar contigo.

- Te puedo dar mi número de teléfono y quedar otro día, vivimos en la misma ciudad.

- Pero también podríamos hablarlo hoy, toda la noche, tal vez en tu casa, como una pijamada sorpresa - las pupilas de Mugi eran dos supernovas de esperanza.

- Mugi, eso no va a pasar por más insistente que seas.

***

1:23 de la noche, Ritsu abrió la puerta de su apartamento y dejó que Mugi fuera la primera en pasar por pura cortesía.

"No he aprendido nada en estos años", pensó Ritsu antes de cerrar.


Capítulo 2: Los mejores improvisan, pero solo Yui lo hace rimando.

"Oh, otra vez este sueño", pensó Yui mientras miraba de reojo a la estudiante de sexto grado que trataba de ponerse de puntillas para ver mejor el concierto.

Metro cincuenta, largas coletas gemelas, cabello negro y una cara que le recordaba a un gato. Esa chica se llamaba Azusa Nakano, era la protagonista de un anime de comedia escolar que Yui veía de pequeña con su hermana.

Curiosamente su hermana estaba al lado de Azusa, o mejor dicho, esa chica del sueño que se parecía a su hermana, y decía ser su hermana, estaba junto Azusa, su nombre era Ui Hirasawa.

Yui sabía que esa no era su hermana, para empezar, porque su hermana era mayor que ella, y esa chica en cambio, era un año más pequeña. Lo sabía por el lazo de su uniforme, era rojo, como los lazos de los ingresados al primer año de instituto. Para seguir, porque su hermana había muerto hacía ya 10 años en su trabajo cuando le cayó un foco en la cabeza.

Su falsa hermana pequeña pareció prestarle atención, y Yui desvío la cabeza para mirar al motivo por el cual Azusa trataba de ponerse de puntillas. 

Las tres estaban al final de un gimnasio que se había transformado en un escenario, y múltiples estudiantes femeninas prestaban atención a la banda que tocaba sobre la tarima.

Ese era el instituto exclusivo para mujeres con el que Yui llevaba soñando desde que tenía 8 años, un sueño absurdo que había idealizado su vida como cualquier programa de la televisión. Un recuerdo tan vívido que le hacía sentir nostalgia de algo que jamás había ocurrido.

Cuando era pequeña, Yui siempre soñaba esta historia en primera persona, pero ahora lo veía como un personaje secundario. 

En el escenario estaban ella y sus tres amigas de la infancia tocando una canción que hablaba sobre un corazón transformado en grabadora, una música ligera y dulce, con una letra que Yui se sabía de memoria y olvidaría al despertar.

Volvió a mirar hacia un lado, su cuerpo se paralizó, encontró a su supuesta hermana pequeña sosteniéndole la mirada, eso no le había pasado nunca. Se hizo el silencio y ella se acercó hacia Yui.

- Disculpa, ¿No nos hemos visto antes? - le preguntó.

***

Yui se despertó repentinamente, dando manotazos hacia todos lados y quitándose el edredón de encima. Sus pelos parecían el contorno de una estrella de mar, pero eso poco le importó, cuando cerró los párpados, en la oscuridad de su vista, aún veía a su hermana, o a esa niña que se parecía a su hermana.

- Solo, solo era un sueño - se forzó a pensar Yui mirando una esquina de su cama. - Solo uno de tantos, eso me pasa a veces.

Se trató de convencer sola otros dos minutos antes de asumir que no volvería a conciliar el sueño tras eso. Así se desperezó, estirándose y masajeandose las yemas de los dedos, mientras decía "puni puni", le esperaba un largo día de prácticas.

Se abrió paso entre la ropa del suelo de su cuarto, o como a ella le gustaba llamarlo, su estudio de grabación poco profesional.

Entró al baño y se enchufó el secador de pelo en la cara, le agradaba esa sensación, casi sonreía mientras su pelo se movía como el trigo en el ojo de un huracán. Tuvo que cortar en 17 segundos, si Sawako no se enfadaba por el ruido, lo haría por gastar tanto tiempo en una tarea tan sencilla.

Yamanaka Sawako, su madre adoptiva, cara de ángel y exigente como el demonio. Yui fue adoptada unos meses después de que su hermana muriera, y si seguía con Sawako no era por gusto, era que no tenía donde ir.

Sawako fue su profesora en la primaria, e hizo con ella cosas que ningún adulto debería hacerle a un niño, pero eso se detuvo el día que fue adoptada. Yui no hablaba de eso con nadie, era una experiencia que había suprimido y sellado exitosamente, y estaba tan enterrada como su hermana y sus padres.

Yui no se había cambiado el apellido, le suplicó a Sawako para no hacerlo, "Hirasawa" era lo único que le quedaba de su familia, o al menos a nivel simbólico, aún tenía la guitarra de su padre también, pero no la usaba, preferiría la guitarra profesional que Sawako le regaló por su cumpleaños número 16.

***

Después de cambiarse de ropa, fue al comedor. No tuvo que bajar a ningún lado, toda la casa de Sawako era una única planta con dos cuartos, un baño, una sala de estar y una cocina. Al principio fue difícil acostumbrarse, bastante claustrofóbico a comparación de la casa de dos pisos en la que vivía, pero después de 10 años, esa sensación también se había diluido.

Sawako estaba en la mesa de la cocina, leyendo el periódico junto a una taza de té de una marca blanca de esas que son malas. Sus dedos, delicados pero firmes, sostenían las páginas del diario con una mezcla de curiosidad y rutina, mientras el silencio de la mañana solo era interrumpido por el leve crujir del papel al pasar las hojas y el ocasional sorbo que tomaba, casi por compromiso más que por placer.

Su cabello castaño y lacio caía como una cascada suave por su espalda, brillando ligeramente bajo la luz matinal, con mechones que se deslizaban con naturalidad cada vez que inclinaba la cabeza para leer. Las gafas finas de montura elegante siempre a la mitad del puente de la nariz, y una sonrisa amable que solo podía traer problemas si se prolongaba en el tiempo. Esa era Sawako Yamanaka, su fachada serena ya no engañaba a nadie en esa casa, ni siquiera a ella misma.

- Buenos días - dijo Yui haciendo una reverencia.

- Buenos días, cariño - dijo Sawako doblando el periódico para verla por encima. - Al final hoy voy a estar toda la mañana en el instituto, así que he llamado a Tachibana-san para que te lleve.

- Pero... - Yui masculló sus palabras, no quería, pero se forzó a decirlo. - Dijiste que tú me llevarías.

Sawako dobló el periódico en 4 antes de dejarlo en la mesa y mirar a su hija adoptiva. - Es solo un cara a cara en una plataforma para streaming, Yui - se colocó las gafas más alto. - Tienes 26 años, no puedo llevarte de la mano a todos lados, y te he asignado un taxi con alguien que conoces, así que no te asustes tanto.

Tachibana Himeko era una chica que había ido al mismo instituto que Yui, coincidió con ella toda la educación secundaria, no se puede decir que fueran amigas, pero se sentaron una al lado de la otra en dos de los tres cursos, así que a veces se hablaban.

Ahora, trabajaba como taxista a tiempo parcial mientras buscaba algo mejor, o relacionado con el softbol, deporte en el que destacó en la secundaria.

- Está bien, muchas gracias - Yui volvió a hacer una reverencia.

- ¿Y ya está?

- Quiero decir, de acuerdo, muchas gracias, madre.

- No hace falta que seas tan formal, un simple "mamá" me basta - Sawako suspiró, esta conversación se repetía más de lo que debería. - En fin, no digas ninguna locura delante de "Rain", ¿De acuerdo? Sabes que tratará de meterse en tu mente.

- Si.

Yui desvió la mirada y caminó hacia el armario donde se guardaba el desayuno, solo sacó tostadas y mermelada, luego buscó algo de zumo en la nevera.

- Cariño, ¿Estás nerviosa por el enfrentamiento de la semana que viene? Lo puedes decir, sabes que estoy aquí para ayudarte.

"Es una pregunta trampa", le advirtió la desconfiada mente de Yui al resto de su cuerpo. "No, muestres, debilidad, no muestres debilidad".

- No le temo a nada, no volveré a perder - respondió Yui, girando para ver a su madre a los ojos.

Sawako medio sonrió. - ese es el espíritu - tarareó.

A Yui le dio un escalofrío al mirar la mano izquierda de Sawako. "No, no volveré a perder".

***

Yui abrió la puerta del taxi y se sentó en el asiento trasero, a la izquierda. Himeko estaba colocando el espejo y se sorprendió un poco de ver cómo la chica metía con prisa la guitarra y la abrochaba el cinturón como si también fuera un pasajero en lugar de dejarla en el suelo, sonrió por ello.

- Buenos días, Hirasawa-san, ¿Todo en orden?

- Si, si, perdón por tardar, no encontraba mis horquillas, Tachibana-san, puedes acelerar, si no salimos ya podríamos llegar tarde - expresó Yui con culpa.

"Qué exagerada, si vamos con 1 hora de antelación", pensó Himeko. - A sus órdenes - respondió finalmente en voz alta, su tono firme pero teñido de un sarcasmo juguetón, mientras acompañaba sus palabras con un saludo rápido, llevándose dos dedos a la frente como un soldado obediente. Apretando el acelerador se puso rumbo en carretera.

Yui iba con su pelo arreglado, el café de su cabeza compaginaba con sus ojos y lucía sus dos pinzas amarillas a la izquierda del flequillo. Solo se había puesto una camiseta de manga corta de color blanco y una remera gris que no destacaba mucho. Como pantalón llevaba unos gims que rozaban muy sutilmente el margen entre lo formal y lo informal, aunque para Himeko eran mucho más sofisticados que todo su uniforme de taxista.

- ¿Y dime, Hirasawa-san, que tal te ha ido en estos meses que no nos hemos visto? - preguntó para matar el tiempo a falta de una radio que funcionara.

- Bien, practicando - fue una respuesta seca para rehuir la conversación.

Yui prefirió mirar por la carretera en completo silencio, veía pasar los coches y se imaginaba la vida de los peatones que andaban despreocupados por las aceras. Ella podría haber sido así, le hubiera gustado ser así, pero le había tocado ser la chica que llevaba desde los 16 tocando en bares de mala muerte para ganar algún dinero, porque supuestamente el sueldo de profesora de Sawako solo alcanzaba para pagar la casa.

"Mentira y grande, no te hubieran dejado adoptarme si así fuera", maldijo Yui para sus adentros.

- Así que sigues haciendo freestyle - comentó Himeko pasados cinco minutos.

- Si - respondió Yui.

- ¿Y has mejorado mucho?

- Solo he tenido dos competencias más desde la última vez que nos vimos, pero si, gané ambas.

Yui se ganaba la vida como "freestyler de batalla de bandas", una nueva modalidad que no distaba mucho de las batallas de hip hop tradicionales, solo que esta podía ser por equipos y con más instrumentos, además, los equipos no cantaban para insultarse entre ellos, sino que tenían que llevar sus propias canciones.

La modalidad era simple, tres asaltos de dos minutos y medio cada uno, la instrumental era desconocida y cada equipo tenía que ajustarse a ella para cantar. El jurado evaluaba el ritmo, los acordes, la capacidad de fluir y lo más importante, el espectáculo que pudieras otorgar con los recursos que tuvieras sobre el escenario.

Yui era un ejército de un solo hombre, un oído fino capaz de adaptarse a cualquier instrumental, una movilidad con los dedos increíble y carisma de sobra para hacer que su puesta en escena agradara al público. Todos la llamaban, "La reina sin espada", y ese también era su nombre artístico.

Himeko dio algunos toques en el volante cuando se detuvieron en un semáforo en rojo. - Así que solo dos competiciones... Son pocas.

- Los eventos son prácticamente conciertos, no pueden organizarse en cualquier lugar, necesitan mucho apoyo mediático, sin contar que tampoco podemos escribir canciones para esos eventos cada semana - dijo Yui disimulando un tono molesto. - Tenemos una o dos competiciones cada 3 meses, poco más.

- ¿Pero es necesario llevar siempre canciones nuevas?

- Los ponis de un solo truco no ganan dinero en las carreras hípicas.

"¿Es que esta chica no sabe tener una conversación orgánica?", pensó Tachibana Himeko, maldiciendo de nuevo su suerte por tener la radio rota. - Bueno, me alegro de que se te dé bien, al menos alguien triunfa en este coche, yo sigo sin suerte, ni siquiera puedo entrar en algún equipo regional de baseboll femenino, jeje.

Yui desconectó de la conversación cuando escuchó; "alguien triunfa en este coche", ¿Ella estaba triunfando? Llevaba en esto desde los 18, cuando Sawako decidió por ella que jamás sería una artista famosa y la apuntó a algo más sencillo.

37 - 2, esas dos derrotas aún la marcan.

La primera se dio en su primera competencia regional, perdió en cuartos con una banda llamada "Onna Gumi", tres universitarias que conectaron mejor con el público.

Cuando regresó a casa, Sawako solo la dijo, "está bien, a veces los mejores fracasan".

Su segunda derrota se dio hace tres años, en los octavos de una competencia nacional contra una solista llamada "Rain", consiguió llevar a Yui a su terreno y allí la masacró.

Cuando regresó a casa, Sawako la esperaba con los brazos cruzados, Yui no se atrevió a mirarla a los ojos, solo susurró; "a veces los mejores fracasan". Su madre le soltó tal golpe con el reverso de la mano que Yui a veces mira sus nudillos y todavía ve la marca de sus dientes.

- Los mejores no fracasan dos veces - le dijo.

Hasta la actualidad, solo se había vuelto a enfrentar con Rain una vez, y venció, fue su victoria número 29. El cara a cara que tenía hoy era el preliminar antes del cierre de la trilogía.

***

- Bien, ya solo queda esta calle recta, y tres o cuatro giros, ¿Esta lista, Hirasawa-san? - preguntó Himeko.

Yui sacudió la cabeza saliendo de su ensimismamiento. - Si, buscaré el dinero.

Abriendo el estuche de su guitarra sacó un monedero rojo de cierre dorado y un extraño bote naranja de pastillas. Yui abrió este último, se llenó la palma con 5 y se las tragó sin masticar.

- ¡Valla! ¿Qué era eso? ¿Estás resfriada? - preguntó Himeko que vio eso por el espejo.

- No, es solo "vitamina A", para la garganta - Yui levantó el bote para que se viera bien la etiqueta.

- Ya decía yo que casi no habías ganado peso, así te alimentas, ¿Eh? - rió Himeko, llevándose una cara de disgusto de Yui como respuesta. - Perdón, no lo decía con malas intenciones, es solo que te has tomado muchísimas, ese consumo puede ser malo, yo como atleta también me tomo, pero reguladas... Es solo un consejo.

- Un consejo maravilloso, y si lo hubiera pedido lo apreciaría más - Yui frunció el entrecejo y Himeko se volvió a centrar en la carretera.

"Debería pagarla menos por comentarios inapropiados como este", pensó Yui con recelo, buscando el dinero en el estuche.

***

Himeko dejó a Yui a la entrada del edificio donde se realizaría el "cara a cara", Yui pagó y le dijo que estuviera aquí de vuelta dentro de 4 horas, aproximadamente. Luego se echó la guitarra en bandolera y se dirigió donde la habían citado.

El edificio era una discográfica, una estación de radio, un plató para entrevistas de TV... Era muchas cosas. Al adentrarse en sus entrañas, Yui percibió que el espacio era un mosaico de actividad: los pasillos amplios estaban flanqueados por paredes de un blanco impoluto, salpicadas de paneles acústicos y luces LED que emitían un resplandor frío, casi quirúrgico. Las puertas, algunas de vidrio esmerilado y otras de metal pesado, se alineaban con precisión paralela, y dentro se escuchaban ecos de trabajo apresurado y quejas puntuales, interrumpidas ocasionalmente por risas que Yui notaba anticlimáticas. Caminando por los corredores se dio cuenta de que varios trabajadores ni siquiera eran japoneses, el acento inglés era el más resonante, después de todo, estaba en una sucursal de una bebida energética americana que apuntaba maneras para ser la competencia directa de Red Bull, llamada "Soda New Records".

Decidida a orientarse en aquel laberinto, Yui buscó a alguien que le inspirara confianza para preguntar por la sala de entrevistas, consciente de que su inglés titubeante solo complicaría las cosas si se topaba con un extranjero. Sus ojos se posaron en una mujer de la limpieza, una figura menuda con un uniforme gris y una coleta sencilla, cuya apariencia y gestos discretos la hacían parecer la persona más japonesa en ese mar de diversidad. Con una mezcla de nervios y alivio, Yui le habló en su idioma natal, y la mujer, con una voz suave pero firme, le dio instrucciones breves: un giro a la derecha, dos pasillos más allá, la tercera puerta a la izquierda. No fueron muchas palabras, pero bastaron para que Yui sintiera que podía navegar en ese caos ordenado como un casillero de oficina. Le agradeció y se fue dejando atrás a la mujer que ya retomaba su tarea con un trapo húmedo y una expresión de manual.

Recorrió unos pasillos blancos, con distintas puertas de plástico y barras que se abrían empujando. Tenía que moverse evitando a gente de etiqueta o ropa casual que caminaba demasiado concentrada en sus problemas como para hacerle caso a ella, "la joven promesa de la semana", pensó que pensaban de ella. Era todo tan artificial y claustrofóbico que distraía su cerebro, por poco se choca unas cuantas veces ya sea con el personal, o incluso con un carrito de equipos que alguien había dejado olvidado. Sin embargo, con cada paso, se acercaba más a su destino, dejando que la adrenalina de la búsqueda la guiara a través de aquel reino prefabricado de ambición y ruido.

"Nunca me acostumbraré a estos lugares, es como regresar a los pasillos llenos del instituto después de que sonara la alarma del recreo", pensó.

***

Llegó a la sala que quería quince minutos antes de que el cara a cara empezase, un guardia de seguridad la dejó pasar y luego se fue a buscar a quien debía entrevistarla a ella y a Rain.

El lugar era más pequeño que una cabina de radio, apenas tenía 5 metros de largo y si dos personas como Yui se pusieran al lado una de la otra extendiendo los brazos a lo ancho, tocarían cada pared. Lo único que había era una mesa negra con bordes verdes fosforito, encima tres micrófonos y el resto muchos cables y máquinas que quitaban espacio.

"Rain va a ser un dolor de muelas", pensó Yui mientras tomaba asiento. "Siempre tan alegre y extrañamente agresiva, además con ese cosplay barato de Hatsune Miku, no se cómo puede ir con la cabeza tan alta".

Rain era lo que se conocía en este medio como una "trash talking" (lanzaba comentarios hirientes como parte de su personaje), aunque en una medida muy limitada.

Se podría decir que era mestiza, venía de la baja California (Estados Unidos) por parte de padre y de Kioto por parte de madre. Por ello había sido desprestigiada en bastantes ocasiones, y se había ganado su puesto con más esfuerzo, sudor y lágrimas que cualquier otra persona en el circuito.

Inició su carrera el 7 de febrero de 2017, gracias a ser bilingüe participó en varias competiciones de 3 países; Estados Unidos, Canadá y Japón. 

Desde que empezó llevaba una racha de 47 victorias y 24 derrotas, de esas derrotas 17 son en tierras niponas, aunque si le preguntabas a ella, solo como 7 de esas derrotas habían sido justas (su revancha con Yui no era una de esas).

No quería pensar en ella, no todavía, se quitó la guitarra y la apoyó donde no molestara. Pensando bien, no tenía mucho sentido traerla, no le iban a pedir tocar o algo, pero por si acaso.

***

- ¿Cómo que Yui ya está dentro? - se escuchó a alguien preguntar por el pasillo. - ¿Por qué nadie me avisó? Ha venido prontísimo.

La anfitriona abrió la puerta, sorprendiendo a Yui que estaba con la cabeza en otra parte pensando lo mucho que le gustaría comer arroz con pepinos amarillos o algo así.

- Lo siento Yui, no quería hacerte esperar, jeje - dijo la joven estadounidense que entró en una zancada.

La chica que acaba de llegar tenía 23 años, un pelo rubio tan claro que no disimulaba en lo más mínimo que era teñido, con extensiones que le llegaban hasta más allá del final de la espalda. A la derecha de su pelo un moño recogido con un lazo que simulaba un lirio, con un tamaño de la misma extensión que el resto del cabello.

Vestía un traje de tres piezas con falda corta y un moño negro en el centro, todos los colores claros contrastaban con el rojo carmesí de sus ojos (aunque solo eran lentillas), y unos pendientes de diamante.

"¿Me llama directamente con mi nombre de pila? Que confianzas se toma", pensó Yui mientras se ponía de pie para saludar. - Buenos días, Morris-san - dijo.

- A, por favor, llámame Ann - la chica de 23 se tiró a su mano y la agitó para saludar. Yui retuvo dentro de si el ferviente deseo de dar un manotazo y decir; "no me toques". - Que pronto has venido, si que sois puntuales por aquí.

- No te preocupes, es mejor esperar que ser esperado.

Ella era Ann Morris, joven de 23 años, hija de la mano derecha del jefe de "Soda New Record" y una influenser reconocida por el mundillo del estilo libre.

- Más verdad que un santo - Ann tomó asiento y se estiró en la silla a esperar. - Pues empezamos en unos cuatro minutos, no creo que Haku vaya a tardar en llegar.

"Haku Arashi" era el verdadero nombre de Rain, aunque en realidad se apellidaba Storm, había conseguido cambiar su apellido para encajar más con el público japonés.

- ¿Qué? ¿Nerviosa? - preguntó Ann repentinamente.

- No, no te preocupes - Yui negó con suavidad. - Ya tuve dos entrevistas en televisión, y he tenido otras reuniones con guitarristas de estilo libre.

- Bien, esto no será muy distinto, un poco hablar de vuestra vida, planes para la batalla y opiniones varias, con eso me vasta - Ann sacó un portátil de un bolso rosa que traía, y lo conectó con una cámara y otros aparatos que Yui no entendía. - Si necesitas ir al baño o algo, puedes pedirlo en cualquier momento, ¿Okey?

- Si, no te preocupes.

- Jeje, dices mucho "no te preocupes" - la risilla de Ann fue genuina. - Que mona.

Yui quiso decir algo, pero el cumplido la tomó por sorpresa y sonrió mientras se sonrojaba, era como si alguien más joven la llamara "sempai", una dosis de respeto que no estaba acostumbrada a recibir.

En una fantasía de rosas y flores estaba su cabeza cuando alguien llamó a la puerta antes de abrir. Vestida con una sudadera gris y unos jin de algodón, entró Haku, saludando con un "¿Qué hay?" Como si esto se tratara de una fiesta en su casa un domingo por la tarde. 

Yui sonrió mientras juzgaba duramente esa actitud. "Mírala, su pelo corto, mancillado y revuelto, ya se notan algunos cabellos marrones, ni siquiera ha renovado el tinte celeste".

- Ya estabais hablando mal de mí, ¿Eh? - soltó como primer comentario.

- Te encasillas tu sola luciendo así - le comentó Ann con una sonrisa. - Siéntate, que en dos minutos vamos a comenzar.

"Y así va, hacia su silla, sin presentarse formalmente si quiera", a Yui le reconcomía su aparente falta de modales.

Rain ni siquiera mostró signos de sentir algo hacia Yui, pero la miró y alzó las cejas cuando sus retinas se encontraron. - ¿Nerviosa? Es tu primer cara a cara.

- Demos lo mejor y disfrutemos este momento - dijo Yui con unos ojos que sonreían.

Rain quedó totalmente descuadrada, se suponía que esto era un cara a cara, tendría que haber algo de pique entre ellas; "¿Le habrán explicado a esta chica como funciona el formato, o solo está tratando de desconcentrarme?", pensó.

- Esa es la actitud - dijo Ann sin mirarlas, solo centrada en algo de su pantalla. - Bien, empezamos - pulsó dos teclas, y salió la señal de grabar.

Ann hizo una presentación, había configurado todo para tener subtítulos en inglés mientras hablaba, ya que la mayoría de fans de Rain que entrarían al directo eran de Estados Unidos, era importante mantenerlos enganchados porque le subían el "raiting".

- Okey, my girls, ¿Qué tal os va? ¿Váis con muchas expectativas para este próximo encuentro? - empezó preguntando Ann.

Rain tomó un micrófono y se inclinó hacia atrás en el asiento. - Yo ya he ganado, solo iré a demostrarlo y a coger el premio.

Hablaba con tanta soltura que a Yui le incomodaba, estaba demasiado segura, pero aún así, no permitió que su lenguaje corporal le delatara, y espero formalmente sentada a que acabara de hablar.

- Yo creo que gane o pierda, lo importante es dar un buen show - empezó diciendo Yui en su turno. - La gente que se enfoca solo en ganar como si fuera su único propósito en la vida se pierde de la importancia de las relaciones sociales y el peso del tiempo.

- Ya, hemos venido aquí a un cara a cara, no a qué des un mensaje de "Manos Unidas" - interrumpió Rain, lo que trabó un poco los gestos de Yui. - Venga, Hirasawa, dices lo mismo en todos lados, asume que no me ganaste, solo te botaron los jueces.

Yui bajó los brazos hasta dejarlos en la mesa, miró en silencio a Rain tres segundos exactos, quiso notar en su mirada el malestar de una ofensa sin respuesta, y cuando Ann iba a decir algo, Yui subió el micrófono primero. - Si, eso es lo que significa ganar.

Rain ya no estaba tan segura de seguir la puya, por el rabillo de su ojo vio los comentarios del chat, cruzaban el horizontal de un lado a otro de la pantalla, como coches en una autopista, y no eran de apoyo hacia su persona.

- Era una frase de doble sentido - Rain se reafirmó en su postura.

No recibió un "muy ingenioso" sarcástico o algo similar, Yui se limitó a pestañear y mirarla con sus enormes ojos de gata, como si fuera un papel de actividades extraescolares en la entrada de un instituto.

- Okey, okey - intervino Ann, cual árbitro que separa jugadores. - ¿Que tal si mejor empezamos desde el principio? - volteó su cara hacia Rain y su frente arrugada. - Haku, cuéntanos un poco de ti para la gente que pueda estar viéndote por primera vez.

Rain suspiró y se acercó el micrófono. - Me llamo Arashi Haku, vengo de Baja California, ahora estoy porque antes estuve dentro de la escena, y si os molesta que sea mestiza y gane es vuestro problema.

» Tengo un grado de criminología, siempre he sido buena para investigar y sacar la tasa de probabilidades. Me levanto todos los días pensando que mi versión de hoy tiene que ganarle a mi versión de ayer. Aprendo, lucho y mejoro, y no cometo el mismo error dos veces.

Mientras Rain levantaba dos dedos, cual si fuera el símbolo de la paz, intercaló miradas con Yui.

» Podemos discutir quien de las dos es más importante hoy día, pero no quién es más importante para esta disciplina.

Los comentarios del directo se encendieron, más a favor que encontra, y aunque la cara de Yui seguía siendo una sonrisa inocente, estaba pensando; "Eres una idiota con más ego subido a la cabeza que tinte barato".

- okey, uuu, piel de gallina - dijo Ann retirándose la manga y mirándose un brazo. - Comentarios fríos que funden almas, ja, ¿Y tú qué, Yui?

Yui no contestó con la voz alzada, sino que la bajó un poco más, exudando una sensación de autocontrol. - Mi historia es de conocimiento público, unos padres que murieron en un accidente, una hermana que murió en el trabajo, y una profesora que me adoptó.

» No tuve la suerte de estar aquí desde el principio, ni me considero la mejor del momento, y si soy sincera, ni siquiera me considero la mejor de esta habitación.

» Te admiro mucho Rain, derrotarte me pareció un triunfo muy importante en mi carrera musical, lamento que no pienses lo mismo.

La cara de Rain era la de un perro con mal genio, miró a cámara y luego a Ann, que solo se encogió de hombros.

- Estoy confundida por completo - Rain negó para si misma mientras pestañeaba. - ¿Qué tengo que responder a eso?

- ¿Responder? - la inocente cara de Yui albergaba segundas intenciones, Rain acababa de entrar en su terreno.

- Aj, Yui tengo un problema muy grande contigo, y lo digo tanto como conpetidora, como persona, ¿Con quien se supone que estoy hablando? Es muy difícil separar persona y personaje - Rain hizo un giro extraño en la silla y se pegó más a la mesa. - Cuando hablo la gente sabe quién es Haku y quien es Rain, aunque seamos la misma cosa. Tu en cambio te estás portando como Yui, no como la reina, así no se hace un "feis of".

- Lo, lamento - Yui hablaba pausada, como si le hubieran arrancado las palabras. - Pero no puedo entenderlo, ¿Qué tiene de malo ser amable en una entrevista?

- Pues que esto no es una entrevista - tarareó Rain con una sonrisa entre dientes. - ¿No te han comentado sobre los cara a cara? ¿Algo del pique entre jugadores? ¿El clásico "tras talkin"?

- Lo lamento, mi inglés no es muy bueno, no se de qué hablas.

Las pupilas de Rain hicieron un movimiento recto hasta incrustarse en Ann. - Tú, ¿Tú le has explicado cómo funciona este tipo de encuentros, no?

- Yo, amss - Ann quedó un poco cabizbaja. - Pues, di por hecho que sabría, todo el mundo sabe, es básico, ¿No has estado nunca en una situación así, Yui?

- No.

El chat estalló, tanto en carcajadas como en insultos, la incomodidad de Yui era palpable desde el otro lado de la pantalla, y tanto fans como "geiters" tenían algo que aportar. Ann se disoció de la realidad, y solo se quedó viendo esos textos que raviaban.

- Creo que medio Japón quiere mi cabeza en una estaca - dijo Ann al fin.

- Lo lamento mucho - empezó a decir Yui.

- No te esfuerces, este error tiene nombre y apellidos - dijo Rain acercando su cara a Ann.

Esta última giro rápido la silla hacia Yui, con las manos juntas y en tono suplicante dijo. - Está bien, Yui, lo siento muchísimo, no soy una notas, soy el pentagrama entero. Porfa, no te enfades, vamos a tratar de ajustar esto a un cara a cara de toda la vida, solo síguele el juego a Rain, ¿Si?

- Yo, eeh - Yui se puso un poco colorada, y se rascó un cachete con el índice tímidamente. - Bueno, lo intentaré - Miró ahora a Rain, señaló y dijo. - Tienes mucho ego para lo decepcionante que es tu pelo, ¿Así lo hago?

- Je - Rain chistó, vaya insulto más malo, parecía una niña regañando a sus manoplas. - Es un paso en la dirección correcta, al menos, sigamos desde aquí mejor.

***

No fue un cara a cara muy brutal, de hecho, fue bastante "vainilla", terminó con ambas en un apretón de manos que se sintió con la presión de un pulso.

Yui se fue a una cafetería después de eso, estaba dentro de las propias instalaciones, así que no tuvo que preocuparse por encontrarse con fanáticos molestos que le pidieran improvisar o algo así, no había peor sensación que ser reconocida comprando el pan e inmediatamente asaltada a peticiones. Le había pasado pocas veces, pero eran sonadas, así que había aprendido a ir a lugares públicos llevando peluca y chándal.

Pidió un té baratito, algo que no alterara mucho la dieta, y se lo tomó a solas en una mesa alejada de los trabajadores de sueldo mínimo y los empresarios de uniforme que solo hablan de negocios. No tenía que centrarse en eso, lo dejó pasar como ruido blanco mientras habría una aplicación del móvil, leyendo solo un comentario, se formó una sonrisa trabada en su rostro.

"Una absoluta vergüenza lo de este "cara a cara", no explicarle nada a Yui del formato, Rain con una libreta mental de quejas y lloros, la anfitriona solo asentía a lo que las otras decían y las mismas preguntas que hemos visto mil veces".

"Miren el lenguaje corporal de Yui, no quiere estar ahí, normal, ponen a dos de fuera contra la mejor del panorama actual y ni le explican en qué consiste el evento a la pobre. Ya no saben que hacer para regalarle títulos a Storm".

"Para que vuelvan a llorar los gringos de "apoyo al local". Vaya formato, ahora la llorona de Rain quedó en evidencia como la persona que es, que tuvo que llevar a Yui a un terreno a su favor para tener algo que decir porque en el escenario la humilla".

Así y más comentarios podían leerse en la red, y Yui no podría estar más orgullosa, si antes tenía a la mayoría del público a favor, ahora no se le escapaba nadie. 

"Hablantes de todo, expertos en nada", se regocijó mientras tomaba su té. "Ahora que soy una martir, los jueces tienen más presión encima, quizás esto me asegura la victoria un 5%".

Por supuesto que Yui sabía lo que era un cara a cara, pero lo que sabía mejor es que Rain tenía una lengua afilada como una navaja, no podría ganarse al público en un intercambio estandar, así que se dejó apuñalar, y todos se compadecieron ante la reina herida.

Una gentil risa entre amigas le llamó la atención, miró y vio como tres chicas en prácticas giraban la cabeza y volvían a meterse en sus asuntos. "¿No se estarán riendo de mí?", pensó Yui antes de revisar su situación.

Su cara se ruborizó sintiendo un poco de vergüenza, ella estaba sentada en una mesa de té, tomando una taza y mirando el móvil, si. Y enfrente, estaba la guitarra guitarra en su silla, dentro del estuche, totalmente enderezada como si se hubiera sentado a charlar con ella. Para las chicas que la vieron perdida en la pantalla, era como si Yui hubiera tenido un cita con el instrumento, y había salido terriblemente mal porque estaba más atenta del móvil que de intentar tener una plática agradable.

Se dio cuenta de lo sola que estaba, había ganado el apoyo de las redes y en la vida real solo tenía una guitarra que ni siquiera era suya, era la materialización de los sueños frustrados de Sawako. "¿Qué habrá sido de Gita? O de ellas... No, tengo que centrarme, la soledad aburre pero no traiciona".

Aún así, su cerebro hizo un repaso de todas las personas con las que había establecido una conversación de más de dos minutos en los últimos dos meses, el listado ni siquiera llegaba a las dos cifras, y una de ellas era una taxista que prácticamente le había sacado las palabras a la fuerza.

Yui empezó a marearse, iba a tomar las pastillas pero le llamaron al teléfono, y cuando vio el nombre que salía, respondió al toque.

- Moshi, moshi - dijo.

- No hace falta que digas eso, has visto mi nombre antes de responder, cariño - comentó la voz.

- Lo siento, madre.

Sawako chistó, y el sonido se escuchó a decepción por los altavoces, era casi tan devastador como un directo; "No aprenderás en la vida". - He tenido un poco de tiempo entre tanto papeleo, ¿Qué tal el cara a cara?

- Bien, estuvo bien.

Que cargado se sintió el aire de repente, ¿Por qué era tan difícil hablar con Sawako? Todo parecía una revisión constante, como si un solo fallo te fuera a costar la vida.

- Si, las caras de Rain cuando la sacaste de su zona de confort fueron la mejor parte, jajaja - Yui escuchó a su madre dar una palmada en el escritorio. - Seguro que ni siquiera lo vio venir, ¿No es así?

Para sorpresa de Yui, Sawako se reía con ganas, solo la escuchaba así cuando se ponía borracha. - Pero eso fue muy al principio, ¿Cómo lo viste? - preguntó la hija adoptiva.

- Ventajas de tener el pelo largo, me tapó el auricular desde el cual escuché el podcast - Sawako tuvo que hacer algún movimiento brusco, porque se escucharon pequeñas interferencias cuando los pelos rozaron. - Y la pantalla la miraba mientras fingía usar el Excel, aún tengo mis reflejos en perfectas condiciones, ni siquiera sospecharon.

"Me estaba escuchando", pensó Yui. "Aunque tenía el trabajo, ella buscó las mañas".

- Yui, ¿Te has vuelto a perder mirando las nuves?

- No, no, yo sigo aquí, no te preocupes.

- Hija, escucha, tenía ganas de ir contigo, lo último que quiero es mentirte o hacerte daño, pero ahora yo soy la única fuente de ingresos constante, tu salario es tan variado que algunos días apenas nos alcanza para bocadillos, lo sabes.

- Si - soltó Yui débilmente.

- No, no, no quiero que te deprimas - Sawako hablaba resuelta, como si hubiese ensayado cada palabra, maldición, seguramente lo había hecho, pero era demasiado agradable sentir algo de aprecio más tangible que comentarios de apoyo en las redes. - Esto hoy lo vamos a celebrar, con cerveza y mochis de esos que tanto te gustan.

- ¡Mo-mochis estrella! - eran un lujo caro, tanto dinero que se podría hacer un abanico para golpearla en la cara, es más, a Yui hasta le gustaría que le golpearan en la cara con tanto dinero. - Pero, ¿Y la dieta?

- Yui, tú no ganas kilos ni intentándolo, no te preocupes.

Se preocupó aún así, no sentía que lo mereciera, y no pudo callarselo. - Mamá, yo no valgo tanto.

- ¡Ey! - Yui quedó rígida con el grito. - Tú vales mucho, cariño, ¡Repítelo!

- No-no es para tanto.

- ¡Repítelo!

- ¡Yo valgo mucho!

Varias cabezas giraron en su dirección, a Yui le consumió la vergüenza, pero podía escuchar a Sawako sonreír orgullosa del otro lado.

- Bien, esa es mi chica, te dejo cielo, antes de que descubran que no fumo en mis pausas para fumar.

Sawako colgó sin despedirse, y Yui dejó el móvil en la mesa más rápido de lo que se tragó las pastillas con el té para buscar calmar los nervios. Así era la vida, las personas que más te querían te provocaban ataques de nervios e inseguridades que te hacían cuestionar tu valor, para Yui siempre había sido así. El dolor de ese pensamiento le pareció más placentero que asumir que hubo un tiempo, de primaria al instituto, en el cual todo fue diferente, pero eso tenía que ser agua pasada, o volvería a soñar con ello.

Yui tomó la guitarra, y con aparente energía, se dirigió al taxi que ya estaría esperando.


Capítulo 3: Ya no estamos las que estaban, y las que están han cambiado.

1:20 de la noche.

Ritsu sintió el aire frío de la noche mientras caminaba hacia casa; a su lado iba Mugi, su mejor amiga. Las calles de Londres solo podían ofrecerle  coches con las luces largas conduciendo por la izquierda y negocios abiertos las 24 horas (un negocio de kebab, un supermercado y una droguería, porque nadie sabe cuándo vas a necesitar algún medicamento sin receta), contrastaban como polillas en un bosque de cemento. Mugi no se apartaba de su lado, con su sonrisa simple y sus cejas gruesas, y Ritsu miraba en todas direcciones. Nunca la habían asaltado, no en todos estos años, pero hoy había quemado demasiada suerte, y el universo tenía una forma cruel de equilibrar las cuentas.

Llegaron al portal de un edificio que había pasado tiempos mejores, puertas azules contrastando contra ladrillos de rojo opaco. Mugi se maravilló, como si la construcción pobre estuviera hecha de oro y caramelo, y la tocó como si pudiera deshacerse en cualquier momento. Ritsu puso una sonrisa de medio lado, y ojos de no saber qué hacer.

- Es increíble, este edificio seguramente sea anterior a la caída del muro de Berlín, ¿Cómo lo encontraste? - preguntó su amiga.

- Tenía habitaciones en oferta porque lo van a derrumbar - respondió Ritsu con la misma cara de circunstancias que ya traía.

- Maravilloso - Mugi siguió frotando los ladrillos como si un genio fuera a salir a concederle tres deseos.

El ascensor ya no funcionaba, si es que alguna vez lo había hecho, así que subieron las escaleras, alejando sus cuerpos de la barandilla de metal oxidado que gritaba "tétanos" y las paredes que tenían un estampado floral descascarillado en partes donde la humedad empezaba a imponerse, manchas en la historia que nadie tenía intención de arreglar. La puerta del apartamento de Ritsu bien podría haber sido de un búnker militar, toda negra, compacta y de pomo ojalata que imitaba el oro. Introdujo la llave y abrió la puerta mientras la mirada chisporroteante de Mugi se posaba en cada acto como si fueran a salir chispas y un conejo con un "¡Tachán!".

La puerta se abrió, dando lugar a un único pasillo con aperturas para todos los cuartos de los que Ritsu disponía, la cocina la única visible de frente. Los ojos de Mugi eran dos estrellas, y miraba a través de sus dedos separados mientras sus palmas cubrían su boca, cualquiera hubiera dicho que era una niña viendo en persona a Papá Noel. Ritsu traía la cabeza baja y los hombros cansados por las horas trabajando en la taquilla, pero la felicidad de su amiga hizo que esbozase una sonrisa también. Tal vez este lugar —que hace seis horas era un ataúd con fregadero— no estaba tan mal.

- Siéntete como en tu casa. - Ritsu barrió el aire con una pose de mayordomo, dejando pasar primero a Mugi por pura cortesía.

- Con su permiso - Mugi le siguió el juego, haciendo una reverencia de cabeza delicada, como una reina que saluda en un altar.

"No he aprendido nada en estos años", pensó Ritsu antes de cerrar. "Y menos mal, o ahora estaría en Japón comida en deudas y sin esta pijamada sorpresa".

Mugi se quitó el calzado, unas Samba O g de velcro que derrochaban personalidad y que a lo mucho se habían usado diez veces ese mes. Quedó sólo con unos calcetines rosas que olían a talco. Ritsu hizo lo mismo, quitándose sus deportivas Adidas de segunda mano compradas en oferta y mostrando sus bonitos calcetines blancos con un agujero en los pulgares y olor a cabrales. Mugi la miró con algo de preocupación que Ritsu interpretó como descontento.

- Yo, eh - Ritsu empezó a silbar suavemente. - Iré a ducharme antes de dormir - tiró las llaves con total precisión en una bandeja de Ikea en un armario en su entrada, y caminó sobre las tablas gastadas que hacían de suelo, maldiciendo el hecho de no tener calefacción.

- Jeje - Mugi rió en su palma. - ¿Y no vas a cerrar la puerta con seguro?

Ritsu miró al techo, una persona, una simple persona fuera de su rutina y ya todo su comportamiento se volvía torpe, era un desastre.

- Bueno, no te preocupes, entiendo que no tengas miedo - Mugi flexionó el bíceps, mostrando el resultado de su trabajo duro. - Si alguien intenta entrar, tú buena amiga Kotobuki-san lo derriba con un gancho.

Ritsu puso una sonrisa antes de subir su chaqueta y mostrar el arma que llevaba en la cintura. - Tengo mis propios métodos, un viejo truco militar.

Las cejas de Mugi le subieron hasta la coronilla mientras Ritsu, casualmente dejaba su arma reglamentaria del ejército al lado de las llaves, con el seguro puesto, porque podía ser tonta, pero no era estúpida. 

- ¿Tienes permiso para usar eso en Londres?

- Nadie tiene permiso para obligarme a usarlo en defensa propia.

Mugi lo sopesó, y le pareció un argumento razonable, Ritsu mientras giró en redondo para ir a realizar su cometido ya mencionado.

- Eee, Ritsu - le llamó Mugi, doblando la rebeca rosa en el mismo mueble de la entrada a falta de perchero. - ¿Tienes un pijama para mí, verdad?

La cara de Ritsu se volvió un vidrio templado hecho trizas con un mazazo. No, no tenía ropa de dormir, ni para Mugi ni para nadie, ella dormía en chándal y camisetas de algodón.

- Emms, bueno - se rascó detrás de la nuca mientras sus silbidos empezaban otra vez. - ¿No quieres ser una rebelde y dormir solo con una camiseta y un chándal?

Mugi se sorprendió como si hubiera descubierto que podía hacer un trueque de pólvora por opio, y con un chispazo de rebeldía infantil soltó un "claro que sí". Ritsu la dirigió a su habitación, la mostró el cajón donde podía dejar su sostén con su ropa de fiesta y le entregó las mejores ropas que tenía, un chándal de Adidas de marca que le enviaron sus padres por su cumpleaños y una camiseta de algodón blanca que parecía cosida con tres capas, ya que calentaba como un jersey. Mugi le agradeció con su vida, y prometió esperar a Ritsu mientras ella se duchaba, la noche era joven y aún tenían muchas cosas con las que ponerse al día.

***

Las gotas de agua templada se escurrieron por la cara y cabellos de Ritsu mientras gastaba dos minutos más que de costumbre en la ducha. Mugi estaba allí, con ella, después de años y años esperando, al fin había sucedido, y después de años y años esperando, Ritsu no sabía cómo sentirse. Lo sentía como un sueño hecho realidad, pero un sueño al fin de cuentas, como un final feliz para una obra que ha cambiado de escritor. Se volvió a dar con agua en la cara, escurriéndose el flequillo y asegurándose de que, en realidad, no podría estar mejor que ahora, no tenía que arruinarlo.

***

Ritsu se estaba poniendo una toalla bajo las axilas, cubriendo su cuerpo del frió mientras se secaba y cepillaba el pelo antes de ponerse la diadema naranja de plástico duro de siempre. Entonces pasó algo.

- ¡Aaa! ¡No puede ser! - gritó Mugi en la habitación contigua.

Ritsu abrió la puerta de una patada que a poco estuvo de romper el picaporte. - ¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Es una rata? Juro que solo es la tercera vez que me pasa este año.

La escena que esperaba, algo como Mugi encima de la cama a lágrima viva señalando a un roedor en el suelo, no fue exactamente eso. Mugi saltó hacia atrás sorprendida, cayendo de posaderas en la cama, mientras sus dos manos alzaban a contra luz dos baquetas con una historia que se remontaba a tiempos más simples.

- Perdón, Ritsu, creo que la nostalgia me emocionó demasiado - expresó Mugi mientras las contemplaba entre sus dedos. - ¿Estas son tus baquetas de antaño? ¿Esas que usabas en nuestra banda improvisada, cierto?

Ritsu se quedó parada con la boca abierta, contemplando las baquetas, a Mugi, toda la situación en general y el desastre que era su vida en ese momento. - Yo - tragó saliva con más fuerza con la que tragó sus emociones esa mañana - me cambio de ropa y te cuento, pero mejor vamos a la cocina.

***

Ritsu también se había puesto una camisa de algodón, un chándal y ahora caminaba con calcetines limpios, le había dado a Mugi sus únicas pantuflas y prefería no pensar todavía en qué iban a hacer para dormir, porque su cama no era un colchón mágico que creciese, y era muy pequeña para dos personas.

Mugi estaba sentada a la mesa de plástico duro sin mantel, en una silla de madera que prometía llenarte de astillas en cuanto hiciera contacto con tu piel, no pocas veces fallaba en esa promesa. Movía los pulgares en hélice con las manos juntas, y esperaba a Ritsu mientras esta revisaba en la nevera.

- ¿Te molesta cenar fideos instantáneos? - preguntó Ritsu con una mano en la cadera y la otra en la puerta del refrigerador. - Si no te apetece, podemos pedir un kebab en el puesto que está a tres minutos de aquí... Yo, e, no esperaba visita.

- No te preocupes Ritsu, los fideos instantáneos me gustan - Mugi puso su sonrisa que gritaba esperanza. - Ya sabes que también tuve mis tiempos así.

Ritsu miró de medio lado sobre su hombro, Mugi con su pelo rubio perfecto y sus cejas que parecían pintadas con un rotulador grueso, la niña rica que había sido pisoteada por una deuda familiar y ahora se estaba recuperando. Verla exitosa ahora hizo que Ritsu olvidase que, de hecho, Mugi estaba aquí porque durante un tiempo fue más pobre que ella, al menos en Japón, cuando no tenía suficiente ni para pagar el tren que la llevaba al instituto.

- Es cierto, tu también pasaste por esto, ¿Cierto? - murmuró Ritsu mientras sacaba dos envases de fideos, una marca blanca que no conocerían más de seis personas en todo el globo. - ¿Qué le pasó exactamente a la empresa de tu padre para acabar en una bancarrota tan prolongada? Según se, os empezasteis a recuperar a penas a finales de la década pasada.

Mugi dejó de mover los dedos y sacó un suspiro de su interior, leve, pero con una pesadez interna que podría haber tumbado una encina. - ¿Qué sabes de lo que ocurrió?

- No mucho, negocios que empiezan a perder clientela y despidos masivos sin explicación.

- Si - Mugi afirmó de cabeza, pero era un gesto que advertía de que a esa historia le faltaban detalles. - Fue un caso de malversación de fondos.

Ritsu vertió los fideos en dos bolts separados al mismo tiempo que les echaba agua caliente. Mugi hablaba de economía como si hubiera trabajado toda su vida en la bolsa de Wall Street, y Ritsu no pudo evitar soltar otra sonrisa mientras se sentaba frente a ella y esperaba que se hicieran los fideos. La verdad es que no estaba entendiendo nada, pero era agradable saber que a otro ser humano le importaba lo suficiente como para ser oyente de sus problemas.

- En resumen - dijo Mugi encogiéndose de hombros. - Las malas ventas vinieron porque las instalaciones de producción tenían varios accidentes laborales debido a instalaciones fabricadas con materiales pobres, ¿Lo has entendido?

- Amms, siii - Ritsu volteó la vista en dirección a los fideos que ya casi estaban.

- No has entendido nada, ¿Cierto? - Mugi alzó una sola ceja y Ritsu supo que su cara era tan fácil de leer como un libro de primaria.

- solo me perdí un poco al principio, y al final, y quizás el medio tampoco lo tengo muy claro - hizo un ademán sopesando con la mano y Mugi tomó aire con calma para empezar de nuevo.

La paciencia de esta chica era increíble, ya en la escuela primaria era muy buena, compasiva e inteligente, y la vida la había golpeado con la saña de un bate con clavos en las costillas, y aún así, no había dejado que el optimismo en sus ojos se apagase.

Ritsu remontó su mente a horas antes en la taquilla, ella llevaba años lidiando con la muerte de Mio, el haber perdido contacto con Yui, y la decisión tan estúpida que fue dejar a esta última en completo abandono solo porque le dijo, con justa razón, que era una estúpida si creía que iba a tratar de ser optimista con su hermana en coma. Mugi hoy se había enterado de esas noticias, y en lugar de tomarse un tiempo para pensarlo, había decidido buscar soluciones desde el minuto cero. Algo en Ritsu sabía que la chica que estaba a punto de comer fideos instantáneos de segunda con ella, cuando podría estar en su casa de seis habitaciones cenando algo que valía más que el apartamento de Ritsu, era más fuerte que cualquier disciplina que hubiera aprendido en el ejército.

- Es muy sencillo de entender si quitamos las palabras liosas - Mugi empezó su explicación, la mandíbula relajada y una sonrisa fina como línea de lápiz en un papel. - Supón que para construir una instalación necesita 600 yenes, mi padre invierte 1.000, 600 para el material, y 400 extra para los posibles inconvenientes como impuestos, gastos de envío, etc. Pon que al final se gastan unos 990 yenes, esos 10 restantes se invierten en otros asuntos de la empresa. Es una explicación muy muy simplificada pero, ¿Lo entiendes?

Ritsu asintió, era un poco corta en economía pero esto parecía sencillo. 

- Bien - continuó Mugi. - Ahora imagina que usas materiales baratos, defectuosos, por 300 yenes. Con extras, cuesta 500, quizás 600. Sobran 400 o 500. Si sabes mentir bien (y esta gente sabía), dices que gastaste los 1.000 en lo correcto, y esos 500 son tuyos. El inversor pierde, las fábricas se caen a pedazos, y los accidentes laborales se disparan por encima de la media.

- Lo que te pone en el punto de mira sindicatos y sistemas de gobierno, ¿Cierto? - concluyó Ritsu, sorprendida de que sonara lógico.

Mugi solo asintió en silencio antes de volver a retomar la sonrisa y señalar a los platos. - Me parece que eso ya está - fue a levantarse pero Ritsu la detuvo con un gesto.

- Detén tus caballos, amiga - Ritsu se puso en pie al doble de velocidad. - Eres mi invitada y yo te sirvo la cena.

- Será un placer - Mugi hizo otra reverencia que parecía sacada de un teatro kabuki.

***

Con los platos ya puestos en la mesa, Ritsu se levantó para tomar algo de beber, solo necesitó una zancada para llegar de la mesa a la nevera y sacar dos latas de cerveza. Cuando Mugi notó lo que traía entre manos tuvo que negarse.

- Gracias, Ritsu, pero no puedo tomar alcohol, me deja el hígado sensible y es malo para el boxeo - puso cara lastimera y se masajeó un costado.

- Buff, ojalá hubiera alcohol en esta casa - Ritsu leyó la letra pequeña de la lata solo para estar segura, Haineken 0.00% ponía. - Toma, es cerveza sin alcohol, la compré en un descuento de un pack de doce. 

La cara de asombro de Mugi se podía pintar en dos trazos, y abrió la lata con un metálico "clanch". Ritsu brindó con ella al grito de un "por los viejos tiempos", y ambas dieron un amplio trago, como si la franja de 10 años en la que no habían sabido nada la una de la otra nunca hubiese ocurrido. A lo mejor se pasaban despiertas toda la noche, y para Ritsu, eso estaba bien.

- Así que, ¿Qué onda con Sumire? - preguntó la chica de la diadema. - ¿Es como tu prima o algo así? Os parecéis mucho.

- Bueno, es intencional - Mugi se apartó un mechon mientras subía el tenedor con fideos a su boca. - Me admira mucho, fui su única compañía cuando era pequeña, sus padres no tenían ni para la educación básica, y eso que la educación básica es gratuita. Así que pasaba tiempo conmigo, y yo, que soy dos años mayor que ella, le enseñaba lo que aprendía en el colegio. Soy su ejemplo a seguir, por eso viste como yo, se peina como yo y me habla con tanta cortesía.

- Es usted un alma pura Kotobuki-sama - Ritsu exageró una reverencia con los dos brazos y Mugi se sonrojó un poco.

Sumire se había ido a casa una hora atrás, Mugi la había dicho que jurase con su vida que convencería a todos de que estaría bien quedándose con Ritsu, y Sumire había respondido que enterraría un cuerpo si Mugi se lo pedía. Luego un mayordomo había llamado a Mugi por teléfono cerca de la una de la noche, y ella había inflado sus cachetes hasta parecer una pera, de alguna forma logró convencer a todos de que dormir en el edificio de la Guerra Fría en el que Ritsu malvivía era un plan apasionante para esa noche.

- No es para tanto - la chica rubia se encogió de hombros mientras Ritsu tomaba fideos como una aspiradora. - Te devolveré el favor, este fin de semana fiesta de pijamas en mi casa, con chimenea y malvaviscos.

- Ay, Mugi, no puedo aceptar tanta generosidad - Ritsu se sintió mal, su comida le empezaba a saber insípida de solo pensar en los lujos de su amiga. - Menos de alguien que va hablando mal de mi frente a su casi hermana.

La rubia agachó un poco la cabeza avergonzándose. - Pe-perdón, es que con Sumire me cuento todo y tú, bueno, la frente amplía es en lo primero que me fijé cuando te conocí.

- ¿Porque te reflejaste en ella? - Ritsu puso una sonrisa picará.

- Si, pensé hasta en pulirla con mis cejas.

La cerveza sería sin alcohol, pero cualquiera lo hubiera dudado viendo como ambas se reían con esa broma de parvulario.

- Querido paraíso, Mugi, no te recordaba tan humorística - acotó Ritsu.

- He aprendido a sonreír contra las adversidades, aunque duela como un martillo con clavos en los riñones - finalmente, puso las baquetas en la mesa, nunca las había soltado desde que las tomó esa noche. - ¿Quieres hablar sobre esto?

Ritsu miró los instrumentos, las llamaba sus baquetas de la suerte, siempre las llevaba en su maleta, y luego las guardaba en lo más profundo de sus cajones para no volver a mirarlas, seguramente se habían caído al suelo cuando estaba sacando la ropa para Mugi. Eran de madera fina, un barniz tan abundante como el agua en el desierto, y el brillo de un hierro para atizar chimeneas. Eran historia grabada a conciencia en astillas, quisiera Ritsu reconocerlo o no.

- No hay mucho de lo que hablar, Mugi - Ritsu dejó escapar un aire frío entre sus dientes. - El sueño de formar una banda murió con Mio.

- No me lo creo - Mugi se puso de pie y arrastró la silla hacia atrás, la luz de la cocina marcando su fuerte silueta. - Estuve ahí cuando se formó la banda, estuve ahí cuando dimos nuestro primer concierto para los peluches de tu habitación, no estuve ahí para ver a Mio muerta - la voz se quebró un poco, un fuerte nudo en la garganta. - Y no voy a estar aquí para ver cómo te rindes sin intentarlo.

Dejó caer su mano contra las baquetas y las arrastró hacia Ritsu y su plato de fideos terminado con su lata vacía al lado.

- Mugi, yo-o, me he aferrado al pasado mucho tiempo, por eso las conservo - susurró la mujer de la diadema. - Pero ya no me queda nada en la música.

- Demuéstralo - Mugi casi clavó las uñas en la mesa.

- ¿Cómo?

- Haz un ritmo, aquí y ahora, la Ritsu que conocí podía hacer un solo de batería con un cuaderno, un lápiz y una cajita de pañuelos, ¿Te acuerdas?

Cómo olvidarlo, fue dos semanas antes de que reservaran su primera cabina de grabación, Ritsu estuvo tan emocionada que se grabó haciendo eso y lo compartió con todas sus amigas.

- No, no va a salir bien - Ritsu desvío la vista, la mandíbula apretada, quería gritar y decir que esa niña inocente e hiperactiva todavía estaba abrazando el cadáver de Mio en aquel parque de diversiones de verano, pero no tuvo valor.

- ¡Entonces fracasa! - le gritó Mugi, tanta euforia como una bofetada bien puesta. - No le temas al fracaso, Ritsu, también es parte de la vida. La única forma de asegurarse de que algo no sale es no haciéndolo. 

Ritsu se atrevió a mirar a Mugi a los ojos, los encontró melancólicos, ella ya había estado de su lado de la mesa, estaba evitando lo mejor que sabía que cometiera el mismo error.

- Pero... Pero - Ritsu no podía encontrar excusas.

- Antes del boxeo trabajé en un restaurante de comida rápida - empezó a decir la rubia de cejas gruesas. - El primer día lo hice fatal, me equivoqué de pedidos, me trababa al hablar, y choqué con una compañera derramándola encima un refresco, ¿Y sabes que pasó?

- Te despidieron.

- No, me dijeron que estaba bien, que era el primer día, y que la gente no nace sabiendo - empezó a esbozar una sonrisa. - Eso no cambió el hecho de que la bebida me la descontaron del sueldo, y un cliente me tuvo entre ceja y ceja porque me equivoqué con su pedido dos veces, pero aprendí, Ritsu, aprendí. La Luna no se va a volver rojas y fracasas, no voy a desaparecer otros diez años si lo haces mal, pero mírame y dime que tú te vas a sentir bien si no lo intentas. 

Ritsu tragó saliva, sin más lágrimas para ofrecer, las había perdido todas con el encuentro en la taquilla. Tomó las baquetas bajo las palmas de Mugi y las giró entre los dedos, era como volver a escribir a un amigo de antaño, los nervios a flor de piel esperando una respuesta, y entonces se dejó llevar. 

- ¡Uno, dos! - gritó al hacer chocar las baquetas por el centro.

Entonces fluyó, golpeó la mesa como si tuviera bombos y tarolas, y daba en el plato y la lata con la gracia de un profesional y sus platillos, y cielos, lo hizo de pena. No seguía el bombo de ninguna caja y se notaba, las baquetas las había tomado mal, y los movimientos de sus brazos parecían los de un primate que ha descubierto una sierra y la usa como una espada. Aún así, Mugi se quedó allí, se sentó y sacó un teclado digital de una aplicación de su móvil y siguió el ritmo lo mejor que pudo, que no era mucho. Eran dos descerebradas tocando a las 2 de la mañana, y si no fuera porque las paredes gruesas eran a prueba de bombas, el sonido hubiera molestado a los quince vecinos del edificio.

El "concierto" siguió quince minutos después, Ritsu estaba totalmente sudada y tenía la cara más alegre que se había visto en semanas. Mugi cumplió su palabra, y ahí seguía apestando a flores frescas, y tan feliz como si le hubiera estrechado la mano a Miki Matsubara.

- ¡Auch! - gritó de pronto Ritsu, soltando la baqueta que fue a parar contra la pared, se llevó el dedo pulgar a la boca.

- ¿Qué? ¿Qué pasa? - Mugi se puso a su lado de golpe.

- Me he clavado una astilla - Ritsu se sacó la esquirla de madera con los dientes, y luego Mugi y ella rieron hasta cortar la sangre que salía con una tirita. - Caray, que noche nos espera - confesó al final.

***

Ritsu no tenía un colchón mágico, pero si dos pares de sábanas y un saco de dormir de sus días en la milicia, era naranja y te hacía parecer una oruga, ni que decir tiene que fue Mugi la que insistió en dormir en el suelo con eso envuelta en las mantas, y tal como dice el dicho; "Al invitado lo que pide".

Pasaron 30 minutos, y las dos se quedaron mirando al techo, el frío silencioso del cuarto solo roto por las respiraciones suaves de ambas.

- Licopeno - dijo Mugi de pronto.

- Jeje, ¿Qué? - preguntó Ritsu.

- Es una forma graciosa de romper el hielo, quería saber si seguías dormida. 

Ritsu dio otro suspiro tenue, de esos que anticipan una reflexión. - La verdad es que tengo miedo, a veces tengo pesadillas con la muerte de Mio, y con "a veces" me refiero a que tengo pesadillas muy frecuentes con ese hecho. 

- ¿Quieres hablar más de ello? Estoy aquí para escuchar.

- No, quiero encerrarlo en un cajón y no tener que volver a preocuparme por ello jamás - confesó Ritsu con la garganta rota.

- Así no se solucionan los problemas.

- Lo sé, lo aprendí a la mala el primer día de instituto - Ritsu se envolvió en la sábana sin edredón como si su protección la fuera salvar de los fuertes latidos en su pecho. - No se lo dije a Yui nada más volver a verla, me esperé a que se llevara la desilusión de que no había club de música ligera en el instituto, y luego se lo conté, y estuvo todo ese día sin hablarme, y al siguiente ella seguía de frente con una sonrisa - se apretó más el ropaje contra el cuerpo, castigándose a sí misma con el peso de las envolturas. - Yo era una cría demasiado estúpida, ¿Como no puede darme cuenta de que estaba actuando para tapar la tristeza que llevaba dentro? Y luego lo de su hermana... No me perdonaré jamás el no haber intentado tenderle la mano una segunda vez, ella lo hizo cuando necesite apoyo con Mio, y yo no resistí ni el primer embate. 

- Yo tampoco me voy a perdonar el lo haber estado allí para ayudaros - Mugi se puso recta en forma de L, mirando a Ritsu y su pelo aún sudado y revuelto. - Somos un desastre emocional andante, ¿Cierto?

- Sep - respondió Ritsu, un monosílabo que pesaba toneladas.

- Pues ya sabemos el problema, vamos a buscar soluciones - Mugi se abrió el saco, su móvil brillando en las manos.

- No vamos a hacer una llamada al exterior, Mugi, ni siquiera tengo su número - refunfuñó Ritsu, no hubiera querido hacer la llamada ni aunque su amiga tuviese saldo ilimitado y el número fresco en su memoria.

- No es eso - Mugi negó con la gracia de un clavel mecido por el viento. - Voy a buscar en internet si hay algún rastro de ella, quien sabe, a lo mejor ha triunfado como solista de rock metal progresivo, era buenísima con la guitarra.

"Ah, cierto, los móviles de hoy en día tienen acceso a Internet", pensó Ritsu mirando en la penumbra de la noche su patata para llamadas.

- ¡Por las flechas de San Sebastián asaetado! - se sorprendió Mugi. - Si que sale.

Salió de su capullo de oruga y le puso el móvil en la cara a Ritsu, que no es que le hiciera mucha gracia, reaccionó como un gato al que apuntan repentinamente con una linterna. Mugi se disculpó con una reverencia apresurada y dio la luz.

- Mugi por poco me fundes las retinas, joder - gruñó Ritsu frotándose el ojo como si se quitase legañas. 

- Perdón, me emocioné - bajó el brillo a su teléfono y se lo pasó a Ritsu, que aún acostumbraba su vista.

- A ver "Hirasawa Yui" - masculló Ritsu, la imagen del teléfono, como mínimo, se asemejaba mucho a la chica que recordaba. - Solista y "fristailer", nombre artístico: "La reina sin espada".

- Si que parece ella - dijo Mugi.

- Su apellido no ha cambiado - afirmó Ritsu extrañada, y exploró más la información que la wiki le brindaba. - Tutora legal: "Yamanaka Sawako", ¿Eh? - miró a Mugi y está la miró como si le hubiera pedido que comiera tierra. - ¿Ese no era el nombre de nuestra profesora de primaria?

- No lo sé.

Ritsu se sintió estúpida, Mugi no iba a la misma clase que ella a los diez años, se conocieron porque Yui la trajo al grupo un día después de acompañarla al metro.

- Mira, también tiene una foto, es esta - Mugi dio dos toques en el teléfono, la pantalla mostró a una mujer que ya debía estar cerca de los 40, gafas finas en el puente de la nariz y cabello marrón que se dividía simétricamente en dos cascadas en sus hombros. - Ahora que lo dices, si que me suena haberla visto en la escuela primaria.

- Si que es ella - Ritsu marcó su entrecejo y se llevó un pulgar al mentón, como si eso obligase a su mente a pensar. - Que raro, ¿Por qué la adoptaría? Quiero decir, no es que Yui se portase mal con ella, incluso diría que se comportaba de manera más infantil, pero Yui hacia eso con cualquier persona mayor si agarraba confianza.

- Jeje - Mugi sacó un suspiro de risas recordando. - Cierto, como ese día que dijo "¡Oni-chan eres lo mejor del mundo mundial!" Y abrazo a su hermana un minuto entero porque le dobló la paga.

- Si - Ritsu se mordió un poco el labio. - Ella daba y le gustaba recibir mucho amor. Sabes, se compró un colgante con el kanji de "amor", y lo estuvo llevando por meses antes de... Bueno, antes de que todo se jodiera para siempre.

Mugi entonces puso una mano en el hombro de Ritsu, esta volteó los ojos hacia su amiga de sonrisa cálida que parece estar siempre contemplando un milagro. - Para siempre no - le dijo.

Mugi tomó su móvil después, miraron unos cuantos videos de los conciertos / batallas de Yui, miraron algunas entrevistas e incluso releyeron su página en wikipedia. No decía nada de ellas o la banda, nada, ni la más mínima indirecta, parecía que Yui si había prendido fuego al pasado, solo se la veía feliz e inocente, así que, o estaba actuando muy bien, o había tirado el mechero a una pila ceremonial de malos recuerdos con ella encima y había resurgido de sus cenizas como un pájaro de Alas de fuego con el poder del destino y la tempestad.

- Bueno - Ritsu bostezó. - Hay que admitir que canta bien.

- Ha sido maravilloso - los ojos de Mugi eran dos estrellas de orgulloso brillo mientras revisaba más cosas en la pantalla. - ¿No sería genial volver a verla?

Ritsu salió de su cansancio, su cara era un cuadro minimalista y su mente se estaba haciendo preguntas que no se había hecho hasta ahora. - No tenemos ni forma de contactarla - soltó al cabo de un rato.

- ¿Cómo que no? - empujado por la mano derecha, el móvil de Mugi quedó a 5 centímetros de la cara aún somnolienta de Ritsu.

- ¡Aaa! - las retinas sensibles y poco acostumbradas a estar despiertas a éstas horas le picaron y Ritsu se echó hacia atrás instintivamente, dando un cabezazo a la gruesa pared que resonó hueco. - ¡Joder! Mugi, no me acerques así el móvil.

- Perdón - la rubia puso ojos de cordero degollado, y Ritsu se calmó un poco más avergonzada.

- Ya, no pasa nada, ¿Qué querías que viera? - se frotó los ojos despacito con dos dedos mientras la suave voz de Mugi explicaba.

- Yui tiene un "feis off" en dos semanas, y luego una batalla contra esta chica que hemos visto, Rain, y finalmente, en enero, va a participar en una exhibición con meet and greet , podríamos ir a verla allí, es en Sakuragaoka, nuestro hogar natal.

A Ritsu parecía que le había pegado un rayo, eso era dentro de 3 meses más o menos. - Yo no sé si tendré...

- No importa, yo lo pago - Mugi la tomó de las manos, tenía esa cara que dice "voy a poner solución a cualquier escusa que me digas", y Ritsu sabía muy bien que con eso no podía lidiar. - Escucha, mi última pelea programada es en noviembre, puedes pasar Navidad conmigo y en enero nos regresamos a Japón, ¿Recuerdas el viejo centro comercial al que íbamos? Allí tenemos abierta una tienda de guitarras, y tus padres no se han movido de sitio, ¿A qué no? - Ritsu no tuvo que responder para que se supiera la respuesta. - Perfecto entonces, un techo, trabajo y un reencuentro, ¿Qué puede salir mal?

- Pues Yui seguro nos sigue odiando - Ritsu solo pudo susurrar eso, una estocada de paja contra el ímpetu inamovible que era Mugi.

- Puede que si, pero puede que no - efectivamente, Mugi ya estaba decidida. - Has visto las entrevistas conmigo, ya habla del tema de su hermana con naturalidad, aunque sea debemos intentarlo, ¿Cierto?

Ya no había nada que hacer, el plan de Mugi era un muro sin grietas; "para que luego digan que el dinero no da la felicidad", pensó Ritsu, lo que le hizo caer en cuenta de otra cosa.

- Yo... Yo iba a regresar a Japón a finales de este mes - confiesa Ritsu. - Es que ya casi no me queda dinero, Mugi.

- ¡Puedes trabajar en mi casa! - expresó Mugi con alegría subiendo aún más sus manos.

Ritsu lo pensó exactamente un microsegundo, se imaginó con un traje de mucama sirviendo té a gente de dinero y lanzando corazoncitos sobre tortillas. El rojo se subió a su cara hasta parecer un tomate del supermercado.

- ¡No voy a ser la criada de nadie! - dijo.

- ¿E? - Mugi ladeó la cabeza. - No Ritsu, criada no, podrías ser mi coach, tú disciplina militar sería perfecta en mi boxeo, si quieres hasta puedes dormir en la habitación de invitados y así te ahorras dinero sin tener que pagar el piso.

Ritsu deslizó sus manos fuera del agarre, su cara un poema escrito durante una pelea de bar. Se pellizcó suavemente en la muñeca, dolía. Nop, esto no era un sueño, era su vida dando un giro de 180 grados en una curva, y ella iba sin cinturón ni frenos.

- Bueno, ¿Por qué no? - fue todo lo que le salió decir.

- Perfecto - Mugi le dio un abrazo de oso que casi la deja sin aire. - Ya verás, las cosas van empezar a cambiar, no se si para bien o para mal, pero irán mejor, tú confía.

Tras eso durmieron, Ritsu no tuvo ninguna pesadilla, en el gran esquema de las cosas, eso tenía que tener algún significado, pero no es momento de descifrarlo todavía.


Capítulo 4: El corazón por delante, para derrotar a Yui no queda ni un aspirante.

"Maldición, otra vez este sueño", pensó Yui. Estaba rodeada de una marea de rostros borrosos, otra vez, con Azusa tratando de ponerse de puntillas a su lado. "Supongo que sueño con esto siempre que estoy estresada, que bien".

Eso era un problema grave, aunque hubiera preferido arrancarse un brazo antes que admitirlo en voz alta, Rain era motivo de sobra para ponerla nerviosa. Era el final de una trilogía, un reino enemigo que no caía dos veces en el mismo truco, si todo lo que Yui había ensayado fallaba lo más mínimo, Rain podría verlo y adaptarse sobre la marcha para usarlo en su contra.

Sus ojos, perdidos en un torbellino de pensamientos, se deslizaron hacia el suelo. Allí, a unos tres pasos de distancia, un par de zapatos relucientes se detuvieron frente a ella. Una voz suave, con un toque fraternal, rompió el caos de su mente.

—Disculpa, ¿no nos hemos visto antes?

Yui alzó la cabeza tan rápido que casi se mareó. El movimiento fue tan brusco que dio un traspié hacia atrás, chocando con la compañera que tenía a su espalda.

—¡Oye, no empujes! —protestó una voz aguda, perteneciente a una chica de pelo negro que la fulminó con la mirada.

- Lo siento, lo siento - Yui hizo unas cuantas reverencias de disculpa mientras se ganaba las miradas de varias que le exigían tanto silencio como en una biblioteca, como si las disculpas avergonzadas quedaba estuvieran opacando los fuertes altavoces o el ritmo combinado de batería, guitarra, bajo y teclado.

Un último riff eléctrico llenó la sala, y el polideportivo dejó de centrarse en Yui para centrarse en... Bueno, en Yui también, pero la que había en el escenario iluminada por focos y luces estroboscópicas a ras del suelo, la líder de las "Ho-kago Tea Time". Las chicas aplaudieron con euforia en su mayoría, incluso Azusa, aún de puntillas, hacia chocar sus palmas mientras tenía cara de gato feliz por oler una lata de atún. Era una felicitación más calmada, pero reflejaba admiración pura.

- O, yo, lamento eso - le dijo a Yui la misma voz fraternal que antes le había sacado de su ensimismamiento.

Los ahora ojos negros de Yui revisaron de arriba abajo a la figura que le hablaba, minifalda verde, traje de marinero y un moño recogido con un lazo amarillo. El pelo marrón era claro y peinado a conciencia, y sus ojos eran iguales que los que veía en el espejo al despertar. Era Ui, su hermana mayor. Pero en este sueño absurdo, Ui no era la hermana protectora de siempre, sino una versión más joven, como si el tiempo hubiera retrocedido un año.

"Maldito sueño, ni siquiera la apariencia es consistente", pensó Yui, pues su hermana ya no llevaba su uniforme de primer año, si no su uniforme de la escuela media. "¿Por qué no me despierto todavía?".

- Soy yo quien se disculpa, fue una reacción exagerada - Yui hizo una reverencia más, inclinándose más por reflejo que por verdadera cortesía. Los aplausos y la voz amplificada de su contraparte en el escenario se fundían en un zumbido indistinto, como ruido blanco.

- No, me disculpo yo - Ui hizo una reverencia correligionaria. - Tendría que haberme dirigido a ti con más sutileza, es solo que... ¿No nos hemos visto antes?

- No - Yui fue tan cortante que podría haber partido un árbol.

Ui no supo qué responder, y con un "perdón por molestar", prefirió dirigirse a Azusa otra vez para pedirle su opinión sobre el concierto de su hermana, su "insuperable onee-san" y su guitarra que cautivaba a todos. Yui miró entonces al centro del concierto, estaba muy lejos, las chicas en la tarima se veían poco más grandes que hormigas, y aún así las distinguía a todas: Ella, Mugi, Ritsu y Mio.

- Que sueño más estúpido - expresó en alto.

***

Yui despertó con el ceño fruncido, los pelos revueltos y la boca pastelosa, como si se la hubiera untado en azúcar. Se relamió los labios con sabor a polvo y crema para que no se agrietasen, mientras se sentaba en el lateral de la cama y miraba una zapatilla particularmente brillante por estar en el foco de los tres o cuatro rayos de luz matutina que llegaban.

"Hoy es el día", pensó, sus dedos se movieron solos, cual si tocase una guitarra invisible, lo cual estaba más cerca de un tic nervioso que de un gesto emocionado.

Sus ojos estaban abiertos aunque sus párpados suplicaban por cerrarse, "sólo cinco minutos más" parecían decirle. Pasó de la zapatilla al soporte de guitarra en el suelo, ahí estaba "Natasha", la fiel guitarra de Sawako, bautizada por Yui en secreto, porque sabía que si se lo decía a su madre adoptiva le diría que ya está grande para tontear dándole nombres a objetos inanimados. La guitarra parecía un guardián esperándola, había estado practicando con ella antes de dormirse, sin los altavoces conectados, por supuesto. Yui tenía un oído fino, y unos dedos de pensamiento autónomo, que podían replicar diez acordes escuchándolos una sola vez. "Si Rain no baja llorando del escenario, no será una buena noche", se dijo antes de ponerse en pie.

La semana había pasado más rápido que un tren de mercancías, ya estaban a 14 de octubre, hoy Rain y ella se iban a jugar la reputación en el cierre de una trilogía, y Yui solo tenía un as bajo la manga que ensayaba inconscientemente dando pasos largos. No fue consciente de lo que estaba haciendo hasta que entró en la cocina y Sawako la miró con esas pupilas firmes de iris marrón que siempre acechaban por encima de las líneas de plástico rojo en sus gafas de montada fina.

— Buenos días, Yui — dijo con una sonrisa que debía transmitir alegría rutinaria, pero no lo hacía.

Sawako vestía su vestido de una sola pieza que siempre usaba para ir a la escuela, una camiseta azul claro debajo que tapaba el escote y un collar con un pequeño rubí falso colgando del cuello. Hoy no leía ningún periódico, solo tomaba la misma marca blanca de té de todas las mañanas.

— Buenos días, mamá — Yui hizo una reverencia antes de avanzar con más cautela hacia la nevera.

Ya no había mermelada, se terminó ayer, así que desayunaría solo tostadas con mantequilla y algo de café caliente para mantenerse activa. Así, mientras echaba agua en el recipiente de una cafetera moka del año 1956, Sawako se giró en un semicírculo, apoyando su brazo en el espaldar de la silla, la taza de té a la altura de los labios para poder beber en intervalos de palabras.

— ¿Estás bien, hija? — preguntó.

Yui se paralizó a segundos de echar otra cucharada de café molido en el filtro que va sobre el agua. "¿Acaba de llamarme hija?", se preguntó antes de dejar caer el contenido y girar con dos ojos de asombro como dos tarolas de batería. — Sí, ¿Por qué la pregunta? — puso un rostro alegre como había fingido desde pequeña.

— Se que estás fingiendo esa cara de felicidad — Sawako dio un sorbo de tres segundos con los ojos cerrados mientras Yui la contemplaba como un poste. — Son años de experiencia, hija, si estás nerviosa por la competencia lo puedes decir.

"No muestres debilidad, no muestres debilidad", pensamiento que resonó en la mente de Yui como el galope de caballos hacia la guerra. — No estoy nerviosa, madre, ya he ganado esta batalla, solo voy a ir allí a demostrarlo y a reclamar mi trofeo.

Yui se giró sin más que decir, y Sawako hizo un movimiento de cabeza para sopesarlo antes de dar el último sorbo que vació el contenido caliente, y con sabor más semejante al cartón que a la menta, que había en su taza. Yui enroscó con fuerza la parte superior de la cafetera antes de ponerla al fuego, destilaba todo cierto olor metálico que seguramente no era muy sano para los pulmones, pero estaba más preocupada por la batalla de "fri estail" que por algo de plomo en su organismo.

"¿Por qué me hace esto?" Pensó Yui mirando el metal italiano de los 50. "Esa pregunta no tiene sentido, pero la hace siempre, como si no supiera que se decepcionará si digo que estoy preocupada. Pero no lo estoy, no, ni hablar, Hirasawa Yui lucha contra "la lluvia" sin un ápice de miedo".

Sawako se puso en pie a su lado, dejando taza y plato en el fregadero sin ninguna intención de limpiarlo, tendría que hacerlo Yui o se quedaría allí hasta que le ordenasen hacerlo.

— Bueno, hija, me voy al trabajo — apoyó un brazo sobre el fregadero mientras miraba desde arriba a Yui. Esta última centrada en la cafetera, no quería quemar su producto por cuarta vez este trimestre. — Ya le dije a Jane que te pasarás por su sala de ensayo, solo te ha podido hacer un hueco para dos horas, pero bueno, tener poco es mejor que tener nada.

Jane era la baterista de "Death Devil", la antigua banda de Sawako, esa donde usaba su guitarra y cantaba hasta quedarse afónica. Era la única de las cuatro integrantes originales que se había decantado por seguir en la industria musical. Trabajaba alquilando cabinas insonorizadas para practicar, estudios de grabación semi-profesional con herramientas para grabar pistas, sampleo, etc. Sawako se puso en contacto con ella desde que regaló la guitarra a Yui a los 16, y aunque hablan ocasionalmente, Yui nunca las ha visto interactuar en persona, solo por teléfono, casi se podría decir que Sawako la evita.

— Eso son como 5.700 yenes — murmuró Yui mientras hacia las cuentas de cabeza.

— No te preocupes, Jane lo deja en 5.000, precio amigo.

Yui solo puso cara de pensamientos profundos y se quedó mirando la cafetera antes de atreverse a preguntar. — ¿Me vas a descontar ese precio de la paga de este mes? 

Sawako pestañeó, el labio bajándole un poco. — ¿Tu paga? Hija, que tienes 26 años, ganas 5 mil dólares cada que subes a un escenario, ¿Te preocupa perder 5 mil yenes?

Yui bajó la cabeza, la inseguridad volvía a ganarle la partida, aprovechó que estaba mirando bajo para apagar el fuego. Lo cierto es que Yui no sabía con certeza cuánto dinero ganaba tras la transferencia económica de dólares a yenes, era Sawako quien le llevaba las cuentas. Alguna vez pensó en pedir explicaciones, pero podría ser vista como un desafío en busca de independencia económica, un error a los ojos de Sawako, y con solo recordar la mano izquierda de su madre adoptiva se le pasaban las ganas de hacer preguntas. Pero no del todo.

— ¿Irás al concierto de hoy, no? — pregunta Yui cuando Sawako está por salir por la puerta.

— Tal vez — Sawako solo se encogió de hombros, de espaldas a Yui y su cafetera ardiendo.

— Se dará a solo diez minutos del instituto en coche — murmuró Yui, la vista hacia el suelo. — Sí terminases temprano... ¿No querrías ir ni siquiera a la hora final cuando participo? Tienes asientos reservados en primera fila por ser mi... — Yui tragó saliva, ahora todo se sentía tan frío como el fondo sin colorear de un manga. — Mi única familia.

Sawako se quitó las gafas, y las dejó en la cima del estante donde se guardaban platos y vasos. — Yui, cariño, un "tal vez", no es sinónimo de "no" — el iris marrón parecía prendido en llamas cuando se clavó en el corazón de Yui. — Pero aún si no fuera, cosa que entenderás porque soy una maestra disciplinada y atareada a cargo de una clase entera, tienes que aprender a lidiar con el mundo sola, ¿No aprendiste eso el día del "cara a cara"? 

— Sí — masculló Yui, su mano, sin poder moverse, aferrada al mango de una cafetera que ardía.

— Hija, yo te encontré cuando te estabas sintiendo sola, y te enseñé que estaría contigo sin importar la distancia, ¿No es así? — no hubo respuesta. — Responde, ¿Si, o no?

— Sí — dijo Yui alzando la vista. Los ojos de su madre adoptiva aferrados a ella como la lengua de una rana a una mosca.

— Estaré cuando regreses a casa con el trofeo, cariño — Sawako volvió a ponerse las gafas. — Te quiero, cuidate.

Yui permaneció quieta, las ampollas de su mano aferradas al plástico duro de la cafetera, su boca incapaz de emitir palabras. Ya no tenía ganas de desayunar, pero lo hizo de todas formas, pensando que ella era el problema por querer siempre demostraciones de afecto de la única persona que estuvo allí cuando todas las demás se fueron.

***

Yui caminó con el estuche de la guitarra al hombro, en algún punto del pasado hubiera podido correr con ese peso desde su casa al instituto sin problema alguno, pero ahora caminaba despacio, casi arrastraba los pies, mientras cruzaba pasos de cebra, ignoraba a mujeres que barrían las calles o pasaba frente a tiendas que no tenían nada que ofrecerle. Así era la vida en Sakuragaoka, una ciudad tan pequeña y de toques rurales que en los mapas siempre era confundida con el area residencial de Tama (Tokio), su posición geográfica, cerca de la capital, tampoco ayudaba con el asunto.

No había adolescentes por las calles, tal vez podrías ver a varios por la mañana, entre las 7 y las 8, caminando por las calles que conectan el centro de la estación de tren con el instituto casi a las afueras o llevando su propio ritmo por caminos que dependen de barreras de paso a nivel amarillas y negras. Ahora era el tiempo de los adultos, mujeres que iban a la compra, hombres que iban al trabajo, todo tipo de 20 añeros que maldecían su suerte en el mercado laboral. Yui podría catalogarse en ese espectro, y tal vez podría identificarse con alguna de las chicas que pasaban a su lado si no estuviera demasiado ocupada pensando en que haría si Rain no caía en su truco. La gente a su alrededor eran poco más que extras, como humanos sin rostro y alargados que se dibujan en el fondo de un anime para llenar espacio.

Su tripa gruñó, eso hizo que Yui pusiera los pies en la tierra, siendo consciente de que una tostada sin calentar y café negro, no eran el desayuno más equilibrado para un día de octubre donde el sol pegaba tibio cubierto por nubes algo claras. Se detuvo en un cruce de caminos, aún a 30 minutos de su destino. Giró la cabeza para ver su reflejo en una máquina expendedora de chapa roja y que ofrecía golosinas por 500 yenes. Seguía siendo ella, la chica que perdió a sus padres a los 9 años, la chica que perdió a su hermana a los 14, la "fristailer" salida de la nada con 37 victorias en su historial.

"37 no, 38", se dijo frunciendo el ceño a su reflejo.

No era la versión joven de la que no quedaban ni fotos, aunque se hubiera puesto a una al lado de la otra, no hubieras visto tantas diferencias, más allá de la altura, las dos compartían una expresión apagada que jamás recuperó su brillo.

Al concentrarse más en su reflejo, Yui miró a través del cristal, y no llegó a dar crédito a lo que veía. En el surtido de dulces, uno destacaba en la parte superior, eran unas paletas llamadas "Not not ball" y su mascota, era una colegiala de vestido amarillo con dos botones tan negros como su pelo recogido en un lazo. Era prácticamente idéntica a una caricatura de su hermana, pero no su hermana mayor que descansaba metros bajo tierra, sino su hermana del sueño, hasta sus ojos eran idénticos.

"Lollipop sabor mango", leyó mentalmente, y se acercó más al cristal como si esa caricatura fuera una ofensa hacia su persona. Tuvo suerte de que no pasase ningún niño pequeño y se riera de la guitarrista depresiva que prácticamente estaba frente a frente contra un producto de 700 yenes. "Seguramente esto tiene la culpa, seguro que lo vi y mi subconsciente hizo el resto. Maldición, tanto susto al despertar por un producto tan tonto".

Esa excusa no tenía ni pies ni cabeza, Yui llevaba teniendo estos sueños desde que tenía diez años y se despertaba tras la siesta pensando "Desearía que fuera real". Pero era una mentira que estaba dispuesta a transformar en un ladrillo y apilarlo en el muro de excusas que la protegían.

***

Yui llegó cinco minutos antes. La puerta de cristal corrediza se abrió con un siseo, y el aire la golpeó con una mezcla de naftalina rancia, café moca dulzón y el eco de un espresso quemado. El vestíbulo de la sala de ensayo era un espacio modesto, quizás de unos 100 tatamis, puede que 120, a Yui nunca se le había dado bien sacar medidas a ojo. Las paredes de ladrillo gris, ásperas y desnudas, estaban salpicadas de pósters de bandas locales, algunos con fechas de conciertos de hace una década. Un ventilador de pedestal languidecía en un rincón, inútil bajo el fresco de octubre. Catorce pasos exactos la separaban del mostrador de recepción y su minibar, una pieza de madera falsa barnizada en tonos oscuros para encajar con la estética industrial del lugar.

Tras el mostrador estaba Toyosato Echigawa, una chica de dieciséis años, estudiante y empleada a media jornada. Llevaba un traje negro abotonado, una pajarita que parecía un bastón de caramelo y un gusto por la moda peculiar al pensar que llevar una gorra de maquinista en un interior es algo "aestetic". Su cabello rubio, recogido en dos coletas diminutas, enmarcaba unos ojos celestes que parecían asombrarse por todo. “Toyosato, como la estación de tren”, solía decir al presentarse, y Yui ya lo había oído demasiadas veces.

Yui suspiró para sus adentros. Otra extrovertida. Sabía cómo iba a terminar esto. Toyosato garabateaba en una libreta, probablemente una canción inspirada en Joy Division, pero en cuanto levantara la vista y viera a Yui con su guitarra, especialmente hoy, desataría una avalancha de admiración y buenos deseos que duraría diez minutos. Lo había hecho las veintitrés veces anteriores que Yui había pisado ese lugar. Así que ella ya avanzaba entre los instrumentos de alquiler y las estanterías de discos, preparándose mentalmente para el tren descarrilado de palabras que se avecinaba.

Una puerta a la izquierda del mostrador chirrió al abrirse, revelando el pasillo hacia las salas de ensayo. Dos mujeres emergieron, pisando el linóleo con vasos de café en la mano, probablemente preparados en el minibar sofisticado de la recepción, que impregnaba el aire con su aroma. La primera era Jane, la dueña del lugar. Tan alta como Sawako, con el cabello revuelto recogido en una coleta desordenada en picos que le darían envidia a las hojas de una piña y un pintalabios rosa que solo resaltaba una pequeña, pero significativa, parte de su sonrisa. Sus botas de cuero resonaban con cada paso, y su sudadera morada le daba un aire despreocupado. Una baterista retirada en toda regla, aun con el fuego de antaño en los ojos.

A su lado, centímetro y medio más alta, una mujer con pelo avellana que podría describirse como un clavicut hecho con un tazón en la cabeza y mucha paciencia. Reía con una energía que llenaba el espacio, su minifalda blanca y sus tacones plateados destellando bajo la luz tenue. Una camiseta a rayas azul y blanca, cortada al ombligo, dejaba ver su piel clara, y su acento extraño, quizás holandés, bailaba en el aire.

— Lo que te digo, tía, será una banda de poca monta, pero le ponemos pasión, y eso ya hace que valga la pena — dijo la desconocida, con un acento español que Yui no identificaba.

— Pero venir a ensayar a Japón es una locura, ¿No te parece? — respondió Jane, apoyándose en el mostrador con el café en la otra mano.

Yui, inmóvil junto a las estanterías, era casi invisible, como un poste en la penumbra. Toyosato ni la notó, demasiado ocupada en aclararse la garganta para dirigirse a la extranjera con una voz ensayada: — Buenos días, Lucia, es una placer tenerte en nuestro estudios — Habló en un idioma que Yui no reconoció, probablemente español.

— Jaja, que carisma, chica, vas mejorando — respondió la mujer, que ahora Yui suponía se llamaba Lucía, con una risa cálida. 

— El español es sencillo cuando memorizas la fonética — se enorgulleció Toyosato. — Estudiarlo junto al francés es más sencillo después de dominar el inglés, porque el chino si que me supera, jaja.

— Esta chica va a ser una estrella del idioma, como Matsubara Miki, apunta mis palabras — añadió Jane antes de hacer un barrido con la mirada y ver a Yui sobre salir de los estantes de discos. — ¡Tomá!, Yui, ¿Cuanto tiempo llevas ahí?

Todas las miradas se clavaron en ella como si hubiera insultado a un vocalista en el minuto de silencio de un concierto. Así que tragó saliva y se sacudió las manos en el pantalón de chándal que llevaba.

— Yo... Buenos días — saludó con un tímido movimiento de mano.

— Buenos días — dijeron Jane y Toyosato.

— ¿Qué pasa? — contra-pregunta Lucia.

— Lo siento, no quería interrumpir — dijo Yui titubeando, sintiendo que había hecho algo indebido.

— Vah, no interrumpes — dijo Jane con un gesto despreocupado, antes de consultar un reloj de pared con manecillas rojas. — Tres minutos antes, siempre tan puntual.

— Jaja, Yui-sempai nunca decepciona — añadió Toyosato, y Yui sintió un rubor traicionero subirle a las mejillas, imaginándose rodeada de flores.

Lucia miró a la chica que estaba embobada y a las otras dos que casi se reían, y miró a la nada cual actor que rompe la cuarta pared. — ¿Nos presentan? — preguntó.

— A, cierto — Jane casi se da un manotazo en la frente para matizar. — Yui, esta es Lucía Quijano, corista de una banda española que conocen como... ¿tres personas y un gato?

— Oye, que confianzas — golpeó suavemente el hombro de Jane para no tirarle el café mientras ambas reían.

— Lucia, ella es Hirasawa Yui, "friestailer" popular por esta zona, y también es la hija de una de mis amigas del instituto — Jane la señaló con la mano del café.

— Es un placer — Yui hizo una reverencia.

— ¡Ay va! Una fristailer japonesa, nunca había visto una — se sorprendió Lucía mientras correspondía la reverencia. — Es increíble lo mucho que ha crecido la industria últimamente. En mi país había una que se llamaba Sara Socas, y gracias al fri se pateó dos continentes y ahora tiene una carrera de música rapeando, o algo así.

Yui no perdió la sonrisa pero se sentía altamente ofendida, ¿Rap? ¿Acababan de comparar su increíble estilo para adaptarse a una base con una guitarra, acordes y letras con hacer poesía barriobajera de callejones donde la gente se enorgullece de tomar droga?

— Confundes los términos, ella no rapea — intervino Toyosato antes de que Yui pudiera decir su réplica. — Ella es "fristailer" de batalla de bandas, una modalidad que incluye instrumentos, coreografías y letras propias, a veces incluso objetos adicionales.

— A, puff, no me suena de nada — Lucía se encogió de hombros. — En fin, me voy yendo, tengo una cita importante que atender, Azuceno se enfada si no ensayamos.

La despidieron con un "vuelve pronto" que Yui no pronunció, y las miradas recayeron en la única cantante que quedaba, osea se, ella. De repente la decoración individual parecía opresiva, como si esas paredes se fuesen a cerrar sobre ella en cualquier momento.

— Yui-sempai, ¿Hoy practicarás las canciones que usarás contra Rain esta tarde? — preguntó Toyosato.

— No, solo voy a practicar con distintas bases — respondió Yui, acercándose más a la recepción. Nunca practicaba fuera de casa; no confiaba en que nadie pudiera robarle sus ideas.

— ¿Sawako te ha hecho venir a entrenar a solo horas de la batalla? — Jane dejó su café en la barra y llevó sus manos a las caderas. — Pestañea dos veces si haces esto en contra de tu voluntad.

— ¿Qué? — Yui pestañeó dos veces, desconcertada por la acusación.

— Wow, típico de ella.

— No, Jane-sama, no te preocupes, vine por gusto — expresó Yui con la seguridad de quien da una respuesta al azar en un test.

— Tranquila, solo lo digo por pincharte un poco. No hace falta que uses el "sama" con mi nombre artístico — Jane le colocó una sonrisa más amigable. — Yui, estuve desde los 15 a los 21 con Sawako en una banda, se lo perfeccionista que puede llegar a ser, jajaja. Ay, lo diferente que sería el mundo si lo de ella y aquel chico hubiera funcionado.

Yui conocía la historia sin necesidad de preguntar. Jane la repetía a menudo. Sawako la había integrado como baterista en su banda escolar, Death Débil, parte de un club de música ligera que sobrevivió al instituto. Siguieron tres años más, persiguiendo el metal que amaba el chico de Sawako. Pero cuando él le dijo “Estás llevando la banda demasiado lejos”, todo se desmoronó.

— Desde los 15, impresionante — espetó Toyosato, sus ojos dos estrellas contemplando a Jane. — Ojalá yo tuviera de eso, en lugar de un estúpido curso de tarde, tiempo libre que tengo que gastar en este trabajo.

— Ni que te pagase mal — vaciló un poco Jane mientras Yui esbozaba una sonrisa tensa que gritaba “abran mi sala ya”.

— No, Jane, amo este empleo, tengo tiempo libre para escribir mis canciones y todo es genial — Toyosato suspiró por una nostalgia que no había vivido. — Pero a veces me gustaría ser una emprendedora exitosa como Yui-sempai, no se achanta con nada — la señaló y Yui se puso colorada. — Hoy tiene el cierre de una trilogía, la más importante de su carrera hasta la fecha, y no está ni un poco nerviosa.

— Es solo dedicación y disciplina — Yui se rascó un poco tras la nuca avergonzada. Bajo las capas de indiferencia, aún latía la chica entusiasta que alguna vez fue.

— Yo empecé temprano porque en mi instituto teníamos un club de música ligera — Jane dio un sorbo profundo a su café al mismo tiempo que el rostro frío e insensible de Yui volvía a tomar forma. — ¿No hay de eso en el tuyo?

— No, a lo mucho un club de coro, pero es poco interesante — masculló Toyosato con un suspiro de derrota. — Creo que también crearon algo llamado "Sociedad de apreciación de música ligera", pero suena más a espacio para charlar de gustos musicales que para formar una banda de verdad.

— No te desanimes, Echigawa-chan, todo puede solucionarse si le pones voluntad — Jane miró al techo con un aire nostálgico. — Nuestro primer concierto fue en clase, el último día, sin permiso. Nos castigaron limpiando escaleras, pero valió la pena por estar con mis amigas. Éramos unas rebeldes sin causa. — Sus ojos se abrieron al recordar algo. — Sawako trabaja en ese instituto ahora, ¿verdad?

— Si, también es donde yo estudié, entró a trabajar allí tras que yo me graduara — sacar el tema del instituto y los clubes tocó una fibra sensible de Yui, y se notaba el frío en su voz, más pesado que el clima de octubre. — Echigawa-chan, tampoco hubo club de música ligera para mí, no pienses que tus fantasías escolares se van a cumplir.

Jane y Toyosato se detuvieron, sus sonrisas transformadas poco a poco en finas comisuras neutrales que se preocuparon por como Yui se había expresado.

— ¿Puedo ir ya a practicar? He perdido cuatro minutos de mis dos horas de reserva — comentó la guitarrista cuando el silencio se hizo más pesado que la guitarra en su hombro.

— Si, tienes razón, has pagado por esto y has venido a tiempo — Jane le abrió la puerta y le señaló el final del pasillo. — La sala 3 es la tuya, te he dejado lo de siempre, equipo de sonido, 30 géneros musicales a elegir y el lugar con más aislamiento por si te quieres poner jebi.

Un "gracias" seco fue todo lo que Yui dijo antes de pasar. Cruzó la puerta, la correa de su guitarra raspándole el hombro más que los recuerdos de su instituto, más que la certeza de que muchos sueños, especialmente los tejidos con fantasías y presión, nunca se cumplen. Jane cerró la puerta y dio un sorbo al café que ahora le sabía más amargo. 

Toyosato guardó silencio mientras sacaba una lista impresa y un bolígrafo para tachar la reserva de Yui antes de decir — No debimos mencionar su instituto, seguramente le trajo recuerdos de su hermana.

Jane dejó el café sobre la barra y se masajeó la sien — Mierda, he sido una insensible.

Ella sabía la historia de Yui, todo aquel que conociese a "La reina sin espada" sabía la historia de Yui, porque Sawako la había promocionado a si, y con ese dolor se creaba la fachada perfecta para que Yui evitase dar explicaciones. Sin explicaciones, podía seguir moviendo los hilos desde las sombras sin que nadie hiciese nada al respecto. 

***

Yui caminó a través de paredes cubiertas de paneles acústicos grises, algunos con rasguños o pegatinas medio despegadas. Pisaba con rabia ignorando un lamento de guitarra que venía de una puerta mal cerrada y ritmo de batería que parecía hecho por alguien que golpeaba los bombos con la cabeza. No quería pensar en la primera vez que estuvo en un sitio así, porque la primera vez no vino sola, estaban también Mio, Ritsu y Mugi, ese puñado de falsas promesas que se había prometido olvidar sin éxito alguno. Recuerda el ensayo, las risas a pesar de que lo hacían de pena, la foto que se tomaron y luego enterraron bajo un árbol, todo, todo, para su pesar, tenía un recuerdo vívido de todo que persistía en su cabeza con más ansia que los sueños que le generaba su estrés. 

Llegó a la Sala 3, una puerta negra con un letrero plastificado que decía “Ocupado” en rojo. Giró la manija y entró. La cabina era más pequeña de lo que quería, pero funcional: paredes forradas de espuma acústica negra, un suelo alfombrado que amortiguaba sus pasos, y una batería Yamaha algo desgastada en una esquina, con parches llenos de marcas de baquetas. Dos amplificadores Marshall, uno con una grieta en la rejilla, flanqueaban un micrófono Shure SM58 montado en un trípode. Un ventilador de techo apagado, y tres luces fluorescentes largas bien posicionadas bañando todo en una luz fría. En una esquina, un taburete cojo sostenía una botella de agua a medio beber y un cuaderno con hojas sueltas, probablemente olvidado por la banda anterior.

No tenía tiempo que perder, ni ganas de leer nada. Dejó con cuidado el estuche de la guitarra en el suelo, y sacó a Natasha con la delicadeza de quien sostiene un niño en brazos. Conectó los amplificadores, también suprimió ese pitido que le perduraba en la conciencia por aquella vez que desconectó todo demasiado rápido y una explosión sonora le levantó el pelo como si fuera una bofetada del mismísimo Susano.

"Ritsu estuvo dos horas riéndose de eso, ¿Cómo demonios podía soportar la actitud de alguien así?", se preguntó a si misma mientras tomaba posición. "¿Qué habrá sido de Nodoka? Aj, que importa, como si se hubiera graduado en Luna Nova, no gastaré mi tiempo recordando lastres del pasado".

Configuró lo que tenía que configurar en la mesa de sonido, empezó con una base de regue lenta, dos minutos sonando y cambió a pop de inicios de los dos mil. Yui hizo un riff arriesgado junto a unos pasos laterales, transicionando perfectamente para el cambio de pose y un salto. Adaptarse a la base era sencillo, aprenderse los acordes junto a la letra era más memorizar que otras cosas, pero bailar sin parecer una loca con un palo, ese era el verdadero desafío.

Mientras su pelo se alborotaba cual marea de la que son víctimas dos barcas de oro (sus dos broches en el cabello), el sudor resbala por su cara mientras no pierde énfasis en la letra que le grita al micrófono. Un enorme paso hacia delante que parece no tener sentido pero que para Yui lo es todo, y finalmente, el sentimiento de volver a estar viva que tanto añora en el resto de momentos de su vida. Le sonríe al techo insonorizado y a las luces que funden sus ojos. Hoy es el día que demostrará que es la mejor, hoy va a superar a Rain sola, como siempre ha estado, porque no necesita a nada ni nadie para ser quien es, es Yui Hirasawa, la reina sin espada, y donde ella pisa, ninguna lluvia borra sus huellas.

***

A las 6:30 de la tarde, Echigawa Toyosato llega corriendo a la taquilla de la live house Kurozakura, sin tiempo siquiera para quitarse el uniforme escolar. Ya se había perdido el enfrentamiento entre Miura Akane y el equipo "Mob-On!". Lo último que quería era perderse también la batalla final entre Rain y Yui solo porque la falda de su uniforme le apretaba la cintura. El aire fresco de octubre, cargado del aroma de castañas asadas desde un yatai cercano, le llenaba los pulmones mientras ajustaba su mochila, decidida a entrar antes de las 7:15, que sería el momento en el cual empezase el final de la trilogía.

No había multitudes con bengalas ni banderas en el exterior, como en los grandes eventos de Tokio. Aunque populares, las batallas de bandas fristail solían reunir entre 2.000 y 3.000 personas, impresionante para Sakuragaoka, pero lejos de las competencias de Red Bull, que atraían 8.000 o 10.000 fans. Todo se reducia a un atardecer que se acababa y un letrero rojo neón en lo mas alto del edificio de concreto que le marcaba el destino. 

La batalla tendría lugar en Kurozakura, una antigua live house que Soda New Records había transformado exitosamente en un recinto para eventos más ambiciosos. Había que darle crédito: no cualquiera convierte un bar de sake con aforo para 500 personas en un espacio que ahora podía albergar cerca de 4.000, con un escenario ampliado, luces LED y una pantalla para visuales. La taquilla, un mostrador de madera cubierto de pegatinas de bandas, estaba atendida por una mujer con una camiseta negra con un estampado del logo de "I've Sound". Tenía el cabello recogido en una coleta desordenada y un piercing en la ceja que brillaba bajo el tenue carmesí. Mientras Toyosato se acercaba, la taquillera escaneaba un código QR en su teléfono y entregaba una pulsera de papel a otro fan, murmurando algo sobre no perderla.

La joven finalmente llegó, con un pulmón prácticamente en el suelo, y soportando todo su peso en las rodillas, un equilibrio que amenazaba con fallarle y dejar que besase un rato el suelo. La mujer de la taquilla alzó la vista y sonrió al ver su entusiasmo juvenil sacar lo mejor de ella, seguramente también había hecho locuras así de joven, aunque no con el uniforme escolar puesto. Toyosato, ya con la respiración más calmada, puso su móvil sobre el mostrador, la pantalla enseñando un código QR que la acreditaba para entrar al recinto. La chica de la taquilla asintió, lo escaneó y dio unas cuantas indicaciones: "Por ahí, directo al área de pie. No corras, que el suelo está resbaloso porque a alguien se le calló un refresco". La joven rubia de coletas agradeció y se encaminó a su lugar. 6:45, todo marchaba bien.

Su sentido se agudizó al escuchar un gemido de frustración, un chico sentado en el bordillo frente a Kurozakura llamó su atención. Maldiciendo en inglés con un acento propio de la Baja California, golpeaba su teléfono contra la palma de su mano. — This is bullshit, man — dijo para el aire que le rodeaba. Toyosato miró al interior, no había tomado un boleto con asiento, así que tampoco tenía prisa por quedarse mirando desde el final ahora que ya estaba asegurada su plaza. Se acercó hacia ese chico.

— Ams, hola, disculpa, ¿Puedo ayudarte? — dijo en un inglés que estaba más cerca de ser ruso que alguna variante anglosajona.

El chico volteó a verla como si fuera un ángel que le ofrecía ayuda hablando en arameo. — A, hola, ¿Puedes entenderme si hablo inglés?

— Un poco, trabajo en tienda, hay clientes internacionales frecuentes — Toyosato sonrió orgullosa de su buen manejo del idioma.

El chico se incorporó de un salto. Llevaba una sudadera negra y un llavero colgado del cinturón con la forma del brazo-teclado de Rain, brillando en plástico neón. — Perfecto, puedo arreglármelas con poco — le enseñó su teléfono a la chica. — Los datos no me funcionan, creo que no hay buena cobertura en el lugar y no voy a poder explicarle mi problema a la de la taquilla porque mi japonés no da para mucho. 

Toyosato tomó el móvil, era un modelo viejo, de 2017 como poco, y la pantalla estaba golpeada, ya parecía algo digno de magia que siguiese funcionando el botón de encendido y apagado. — ¿No te han ofrecido ayuda de personal que inglés hable? 

— Yo... — el chico agachó la cabeza mirando a otro lado. — No pregunté, me da un poco de vergüenza, lo siento.

— Dont worri, bi japy — Toyosato le entregó su propio teléfono con la aplicación del registro y se comunicó en japonés lento y claro. — Puedes iniciar sesión desde mi teléfono, ya pasé mi boleto, así que no habrá problema.

El chaval se lo agradeció con el alma, se presentó como Luis Wallach, 18 años, un fan de Rain hasta los huesos que había viajado desde California solo para verla. En un minuto, tenía su acreditación digital lista, un código QR que brillaba en la pantalla, y una sonrisa que indicaba que estaría agradecido de por vida con aquella estudiante. Al final entraron juntos, empezaron una buena charla que derivó en 10 minutos de Toyosato explicando como Yui era la mejor e iba a aplastar a Rain sin compasión alguna. La escena terminó en un "sin ofender".

***

7:15 de la noche, el host subió al escenario, los focos del techo apuntándole, los de a ras del suelo moviéndose en todas direcciones sobre la cabeza de los jurados que estaban en una mesa a tres metros del final de la tarima, a una altura perfecta para apreciar cada movimiento del show. También iluminaban a espectadores que se dejaban la voz apoyando a sus favoritos, y en esta gran noche, no había nadie situado en un terreno neutral. Los fans de Yui agitaban pancartas, luces de neón y, prácticamente, superaban a los de Rain en una proporción de 20 a 1.

— Damas y caballeros, les voy a pedir un poco de calma — dijo el host mientras los gritos callaban poco a poco. — Hoy es la gran final nacional de 2025, y todos sabemos quiénes luchan por el trofeo — hizo una rápida barrida con el brazo y las luces apuntaron en esa dirección. — A mi izquierda, con un récord profesional de 47 victorias, la lluvia que cruzó mares y océanos para imponer su ritmo, ¡Rain!

Haku Arashi, aka Rain, caminó con paso seguro hasta el inicio de la pista mientras se llenaba todo de aplausos y, lastimosamente, no pocos abucheos. Botas negras de plataforma, tres broches en cada una, cabello magnífico y celeste que iba a juego con las lentillas que usaba para que sus ojos brillaran como los de los gatos en la noche, falda negra y plisada, terminada en bordado igual de celeste que el resto de atributos y un precioso uniforme gris de anchas mangas negras con un teclado electrónico en el brazo derecho, tecnología prácticamente ciberpunk. Ella era la diva virtual que mejor cantaba en ese sueño futurista. No dijo palabras, solo alzó el puño con el teclado.

— a mi derecha — el host repitió el movimiento de antes señalando en dirección contraria. — Con 15 victorias consecutivas y 37 totales, "La reina sin espada".

Yui caminó hacia el escenario, zapatos loafer negros que se mimetizaban con unas medias que cubrían toda la pantorrilla, lo que no tapaba el calcetín lo hacía la falda plisada azul marino que ondeaba como un estandarte de personalidad con cada paso al frente. Su vestuario era un uniforme Sailor Top sin collar visible y de tonos mas bien oscuros y un chaleco igual, una disparidad si veías su cara inocente y sonrisa ensayada que decía que podía con todo. Su guitarra colgaba en bandolera y la traía conectada con un cable extra largo. Similar a Rain, no habló, un simple pase de la uña contra las cuerdas fue suficiente.

El host siguió diciendo palabras, pero Rain ya no prestaba atención. Examinó a Yui de arriba abajo, y descubrió un cable de su equipo enrollado a su pie, lo que le sacó una sonrisa de soslayo, no había de que preocuparse, era solo la niña inocente y torpe a la que ya superó una vez, podía volver a hacerlo. Yui movió un poco el talón y alzó las cejas mientras expandía los ojos al notar el picor extra del cable contra la media. La sonrisa que vio que Rain ponía le hizo pensar cosas, pero mantuvo la calma, podría con ella, era solo cuestión de escuchar a las gradas, la gente quería ver cómo la pobre e inocente reina destrozaba a la engreída abusona. Todo iba según lo planeado.

— Muy bien chicas, ya sabéis cómo va esto — Las llamó el host al centro de la pista. — piedra, papel o tijera y la que gane elije quien empieza.

Yui miró a Rain y sintió como descodificaba sus pensamientos. Rain por su parte estaba pensando tal que así: "mírala, que predecible, el típico temblor ensayado de clases de actuación, pero su expresión facial no parece mentira, verdaderamente se ha enredado un cable de sonido en el pie... Sacará piedra, un movimiento simple con todo el puño apretado por los nervios".

Yui tenía un proceso mental algo distinto, sus ojos miraban descuidadamente hacia el público, buscando a Sawako que, tal como se temía, no estaba en ningún lado. Así desestimaba la seguridad de Rain, un mensaje indirecto pero conciso, "tengo otras cosas de las que preocuparme".

Se dispararon las manos al centro, Rain sacó papel, Yui tijeras. Mientras Rain abría los ojos y alzaba hasta la frente, Yui dijo — Tú empiezas.

— Muy bien, ya estamos listos, Rain será quien de comienzo, y la Reina termina, ¿Listos todos? — se escuchó un frenesí de discos en alguna mesa de Diyei tras bambalinas a través de los altavoces. Rain y Yui fueron a sus partes predestinadas, sus micrófonos esperándolas sobre sus respectivos tripodes. — Pues se lo damos en 10, 9, 8...

El escenario entero se prendió en añil cuando Rain se puso en cabeza, La multitud rugía, agitada por el olor a bebida energética en descuento y el eco de batallas anteriores. Haku Arashi los miró a todos, devotos y "geiters", su silueta en recorte frente a las dos pantallas enormes sobre su cabeza para que todo el mundo la viese. La instrumental desconocida irrumpió cuando la cuenta atrás llegó a cero: un ritmo synthwave con pulsos graves y un loop de percusión sincopada. Rain sonrió, sus botas golpeando el suelo al ritmo tres segundos antes de que sus dedos se movieran rápido sobre su teclado, pulsaciones musicales que rompían el ritmo agresivo de la base antes de que empezase a cantar. No inició con una canción nueva, tiró de un clásico, su plato fuerte, una pieza de dos minutos treinta llamada "La chica que caía colina abajo", esa solía ser su canción de cierre más icónica, pero hoy la usó para empezar. Giró sobre sí misma, dejando que su minifalda y sus ondulaciones reflectaran los focos, y proyectó acordes en staccato que resonaban como gotas de lluvia, se sentía como si el rocío de la mañana se pegase en tu cara mientras rodabas por la pendiente, dolido pero, extrañamente, feliz. Cada movimiento era deliberado: un paso lateral, un giro de muñeca que modulaba el sonido, y un salto que sincronizó con un cambio de tonalidad, haciendo vibrar al público. Tras eso solo 20 segundos de instrumental que poco a poco descendía para dar paso al turno del adversario.

Yui arrancó en cuanto notó el cambio de ritmo, la instrumental transformándose en un riff electrónico que exigía respuestas mientras añadía acordes en una reversa lenta. Yui dio un paso al frente, su corta melena marrón marcando con ella mientras su boca se ponía a la distancia justa del micrófono. La reina sin espada empezó una canción nueva, "Esta monarca raya hasta el diamante". Rasgó un acorde crudo en su Stratocaster, un sonido afilado que cortó el aire como ese mandoble que no tenía. Sus zapatos pisaron fuerte, marcando el tempo, mientras su cuerpo se mecía al ritmo, el cable enredado poco más que un efecto secundario que no aportaba nada. Cada nota, cada letra, le recordó al público quien era y por qué estaba donde estaba. Hubiera expulsado su alma si pudiese, pero se conformó con seguir el ritmo sin bajar ni acelerar al llegar al estribillo que era un solo de guitarra, sus dedos deslizándose por el mástil para soltar un ruido vertiginoso que entrelazaba el riff de la base con una melodía propia. Empezando a cantar de nuevo mientras el sudor envolvía su cara, dando fin a la segunda parte con un "Los mejores improvisan pero solo Yui lo hace rimando", que dejaba claro su estandarte para el estadio entero, antes de volver a un solo triunfal.

El segundo asalto comenzó con Rain subiendo la apuesta. La instrumental viró hacia un groove más funk, con bajos profundos y un hi-hat nervioso. Rain se movió como si el escenario fuera un lienzo, sus pasos deslizándose en una especie de moonwalk que hizo estallar al público. Apostó por una ronda donde predominase ritmo sobre letra, lo que le permitió explotar la coreografía, entrando solo en momentos puntuales con tres líneas bien elegidas. Su teclado respondió con una línea de bajo sintética que vibraba en los pechos de la audiencia, mientras sus dedos izquierdos disparaban acordes agudos. Saltó y se deslizó de rodillas hasta el centro del escenario, el teclado inclinado hacia arriba, y tocó una secuencia rápida con una sola mano, usando la otra para lanzar un efecto visual desde su brazo: luces estroboscópicas que simulaban lluvia cayendo sobre el escenario. La multitud enloqueció, pero Rain no rompió su concentración, levantándose con un giro que sincronizó con un crescendo electrónico. Yui maldijo al ver eso, ese truco era nuevo, se preparó para su entrada que comenzaba en 15 segundos mientras Rain decía unas últimas palabras: "La corriente solo fluye, no lo tomes personal".

Yui arremetió con fuego en los ojos, moviendo clavijas y afinando acordes mientras se adaptaba a un nuevo ritmo más pop que mezclaba intervalos de groove funk. Arrancó con un riff distorsionado, sus dedos arrancando notas que parecían desafiar la gravedad mientras su uña rugía como si verdaderamente fuese a rayar diamantes. Corrió hacia un lado del escenario, deslizándose de rodillas hasta el borde, su guitarra gritando un solo que mezclaba blues y punk. Eso le daría puntos en puesta en escena, y también una posible esguince, porque el cable se tensó cuando hizo eso. Se puso de pie de inmediato, y pivotando en su pierna libre llegó al micrófono justo a tiempo para empezar a cantar su segunda pieza: "Muchas gracias, pero no". La multitud coreó cuando llegaba por el segundo estribillo, y Yui aprovechó el impulso para motivarse y seguir dando todo, su silueta proyectada en la pantalla como una guerrera. Cada gesto era un desafío, su energía cruda contrastando con la precisión tecnológica de Rain.

La de cabellos azules sabía que perdía a una audiencia que de por si no la quería, así que en su tercer asalto entró con la fuerza de una explosión a la base. La instrumental se volvió más caótica, con un tempo acelerado y capas de sintetizadores que emulaban el jazz improvisado, prácticamente un opuesto a su energía futurista, pero se adaptó bien. Su teclado desató una cascada de arpegios, cada nota sincronizada con un destello de su brazo cibernético, un acompañamiento que se sentía como relámpagos y truenos. Empezó su última pieza, una nueva de hecho, se llamaba: "Llovizna tras la tempestad en el punto Nemo". Se acercó lo más que pudo al público que aún le quedaba a decímetros, tocando con una mano mientras la otra dirigía a la multitud, incitándolos a aplaudir al ritmo, varios se animaron. Su voz sonaba a sintetizador futurista, como si el autotune le hubiera copiado a ella. En un momento cumbre, se detuvo en el centro, cerró los ojos y dejó que el teclado emitiera un crechendo profundo, sus manos alzadas como si convocara una tormenta real. Memorizó tan bien la base que calculó exitosamente donde se daría silencio previo al último acorde, y cuando lo tocó, el público estalló, hipnotizado por su fusión de música y teatro.

Tres segundos después, Yui cerró el tercer asalto con una intensidad que parecía desafiar al universo. La instrumental, ahora un torbellino de ritmos y texturas que mezclaban cumbia y techno rock, hubieran supuesto un desafío para cualquiera, pero para Yui no. Arrancó con un power chord que hizo temblar los altavoces, sus piernas separadas como si anclara la tarima a sus pies, el cable tenso como si esperase un movimiento ensayado. La chica sacó su última pieza, "Fenix de fuego y tempestad", su guitarra rugiendo con un solo que tenía el frenesí de una montaña rusa hasta que empezó a cantar. Los hombros subían y bajaban, su cabeza mirando directamente al suelo y su voz saliendo de sus cuerdas vocales como si su vida dependiese de ello. El público la apoyaba, el jurado juzgaba su poca movilidad y entonces, Yui hizo el paso que tanto había ensayado al tirar su pie hacia delante, la pierna del cable arrastró hacia el escenario dos cañones con pirotecnia de cine, llevados directamente desde bambalinas y sobre dos carritos con ruedas que garantizaban el movimiento con inercia hasta sus pies. Yui pisó fuerte hacia atrás, justo en un pedal que accionaba los dos cañones, y a la par que decía: "No digas que soy un ángel solo porque mis alas brillan, su combustible es el fuego del infierno", todo estalló en fuego tras ella en el momento justo de un parón en la base. En otros veinte segundos de solo, su turno llegó a su fin. Su rival había evocado los sentimientos de una tormenta, pero Yui había traído pólvora a una batalla de micrófonos.

La cara de Rain era un galimatías en idiomas precolombinos, ¿Eso era legal? Si, si lo era, Yui era temeraria, y haria muchas cosas por mantenerse en la cima, pero romper la ley no era una de ellas, de momento. Todo fue cuestión de conseguir cañones con pirotecnia de baja temperatura y tener a Sawako negociando con la empresa para un truco de una sola vez.

El público aplaudía, de pie, al fondo, Toyosato le decía a Luis que ese último asalto decantaba la balanza de manera abrumadora, y Luis insistía en que la tecnología futurista de Rain la había dado más puesta en escena que la pirotecnia anticuada de Yui. El jurado tomaba unas ultimas anotaciones y el host las llamó al centro, la luz fugaz de los focos aún reflejada en su chaqueta de mezclilla y sus gafas de sol. 

— Muy bien, voy a pediros de nuevo calma, los jueces ya tendrán el veredicto, y consagraremos a la nueva campeona nacional de esta disciplina en este año 2025. ¿Jueces estáis listos? Pues nos dais el resultado en 5, 4, 3...

Rain miraba con sudor en la cara a ese jurado, cinco figuras en la penumbra, que todavía garabateaban notas frenéticamente. La pantalla LED detrás del escenario repetía fragmentos de ambos actos y escenas de campeones anteriores mientras letras en katakana pasaban por todas partes recordando que había descuento de un 15% en las sodas. Yui, por su parte, estaba más relajada y segura de que saldría de allí con la victoria, lo único que la dolía era no ver a su madre adoptiva entre el público. La cuenta regresiva llegó a cero y cinco carteles se alzaron, cuatro votos para Yui y uno para Rain.

¡Bum!

Cañones de confeti llenaron de serpentinas y brillitos el escenario, Rain hizo una mueca y suspiró, Yui saltó de alegría y ovacionó con una sonrisa y un puño al aire.

"Aj, no tendré el valor de decir que esta derrota no fue justa", pensó Rain antes de caminar hacia Yui para estrecharle la mano.

La guitarrista giró en sus talones, su mano estrechó la de Rain tan rápido que la peli-celeste lo interpretó como un ataque, y seguidamente la guitarrista la abrazó en un acto que parecía felicidad desinteresada y deportividad.

— Mientras yo viva tu lugar predilecto es el segundo puesto — le susurró Yui al oído con lágrimas de felicidad y una sonrisa enorme. Rain solo abrió los ojos, las pupilas apuntando hacia ella, y dos pasos atrás manteniendo su equilibrio. — Diles que te dije eso, adelante, nadie te va a creer. 

Entonces se separó, le agitó la mano en otro saludo de falso agradecimiento, y mientras Rain continuaba atónita en un escenario lleno de confeti y júbilo para la persona que la había humillado en el mismo, Yui siguió corriendo y dando saltos de alegría por la tarima, mientras otros participantes e invitados subían a celebrar con ella antes de que le trajeran el trofeo.

Yui entonces giró cuando los focos se juntaron en un punto de la pista, una mujer traía el trofeo cargado al hombro, seguida por dos miembros de la marca. Tenía gafas pequeñas en la mitad del puente de la nariz, un pelo marrón que le caía en cascada y había cambiado su uniforme de profesora por un vestido digno de la ocasión. Si, era Sawako, y su expresión de orgullo podía verse desde cualquier ángulo de cámara, se había asegurado de ello. Después del breve momento de shock en el cual a Yui casi se le cae la mandíbula al suelo, fue corriendo hacia ella, arremetiendo como si buscase taclearla más que darle un abrazo. Sawako se mantuvo más firme que un roble y correspondió el abrazo con su mano libre.

— Has venido, si has tenido tiempo — dijo Yui que inevitablemente había empezado a llorar en su pecho.

— Yo siempre tendré tiempo para ti, hija — le respondió Sawako mientras el público, ahora más enternecido, vitoreaba con más ganas.

Rain se sentía impotente, alejada y sin ganas de nada. Toyosato estaba saltando al rededor de Luis con un constante "te lo dije, te lo dije, que feliz soy", y el chico reconoció la derrota, aunque no perdió la sonrisa al decir: "no tendrás tanta suerte la próxima". Muchos fans de la diva virtual se habían cambiado la chaqueta, y ahora apoyaban a Yui, y los fans de la reina estaban tan emocionados que hay testimonios de que alguno se orinó encima.

***

Yui no perdió el ánimo pasada la victoria, la ancló en sus memorias como el momento más importante de su vida. En una entrevista posterior le preguntaron si no le preocupaba que el truco de los cañones hubiese salido mal, que algunos se cayese, que no llegasen hasta ella, que golpease por error un equipo de sonido, etc. La respuesta de Yui fue consistente: "simplemente no pensé en que podría pasar si salía mal, me concentré en lo que podría ocurrir si salía bien, y después lo hice posible".

Haku se retiró temporalmente tras la batalla, meses después declararía en un podcast estadounidense: "siento que perdí bien esa batalla, no quiero quitarle ningún mérito a los jueces, simplemente creo que ya no merece la pena seguir sobre los escenarios cuando una mayoría muy notoria del público no te apoya solo por una parte de tu genética que no se puede cambiar. No seré la primera que se queja de que la menosprecian por ser mestiza, ahí tienen el caso de Rei Miyazawa, Sayuri Yoshii y Reira Serizawa, entre otras. También hubo ciertos roces con Yui que se quedan entre ella y yo, dejémoslo en que los escenarios ya no son un lugar donde me sienta cómoda. De todas formas no se preocupen por mí, tengo una familia esperándome en casa, una hermana pequeña que me quiere, y una carrera de criminología terminada, me irá bien". Lejos de calmar las aguas, esta última parte de la declaración, fue considerada como un ataque hacia Yui (cuyos familiares directos están muertos), pero Haku no volvió a pronunciarse sobre el tema. 

***

Viernes 16 de enero de 2026.

Yui ya había terminado su exhibición y frente al espejo de su camerino empezó a masajearse los dedos diciendo "puni puni". Todo parecía ir bien, el contrato con la discográfica había funcionado, había más dinero en casa, y sus discos recopilando sus canciones vendían a un ritmo levemente superior al que se esperaba, no era Hikaru Utada, pero tampoco era la chica desconocida de hace 5 años.

Toc toc.

Llamaron a la puerta, Yui miró un reloj de pared, empezaba la sesión del "mit an grit" en su camerino, así que se dio unos últimos retoques de colorete antes de decir: "adelante, pueden pasar".

Un hombre de seguridad, tan alto como un álamo, tapó brevemente la puerta mientras dejaba entrar a las dos primeras personas que vería hoy. Yui giró en su silla, y esa sonrisa infantil que actuaba se rompió cuando reconoció un par de cejas y una frente que solo había crecido con el tiempo.

— Hola, Yui, cuanto tiempo — dijo Mugi.

Ritsu, a su lado, solo podía sonreír con las manos en el bolsillo de la chaqueta y algo incómoda. Esto había sido una muy mala idea por varias razones, y todos en esa sala, salvo el hombre de seguridad, parecían notarlo.

Yui se puso de pie, con una cara que decía que sus ojos todavía no se creían lo que estaban viendo, miró al de seguridad. — Por favor, déjeme a solas con ellas.

El hombre de seguridad asintió, está permitido si la celebridad lo solicitaba para que la reunión con los fans se sintiera menos incómoda. Cerró la puerta tras salir pero permaneció a poco más de 30 pasos de ella.

— ¿Qué amigos más raros has hecho en este tiempo, no? — Ritsu rió secamente. — Yo conocí a uno así en Londres, ¿Verdad, Mugi?

La chica rubia asintió, pero no tuvo tiempo de hacer o decir nada más. Yui dio otro paso hacia ellas sin expresiones en el rostro, habría quien lo describiera como sentir algo anormal en su vibra normalmente serena, algo muy diferente a lo que mostraba públicamente. Entonces habló.

— ¿Cómo os atrevéis a regresar y hablarme como si no me hubierais arruinado la puta vida?


Capítulo 5: Dime qué tal te trataron los años ¿Dónde te tiene el destino?

Mugi sudaba más que un neandertal tras un antílope, manos firmes contra el suelo del gimnasio mientras Ritsu gritaba órdenes como un sargento a sus soldados.

— ¿A eso le llamas hacer flexiones? Mi abuela puede hacerlo mejor, ¡Y le falta un brazo! — tenía los brazos recogidos tras la espalda, un chándal de cuerpo completo azul y blanco, y toda la sarta de ordenes que había recibido en el ejército. — Dame diez más, paquete, o se nos junta este entrenamiento con el de 2027, maldita sea.

Mugi no quitaba su vista del suelo, e hizo todo lo que se le indicó. Estaba ahí por gusto, cansada de haber sido siempre la chica delicada a la que nadie pone un dedo encima por si se rompía, como si fuera de porcelana. Si Ritsu le hubiera dado un capón, ella se hubiera tomado una foto y lo habría enmarcado.

— Tiempo — dijo Ritsu tras la décima flexión. — Carai, eres más dura que el refuerzo de los barcos.

16 de noviembre de 2025, en solo 4 días Mugi tendrá su última pelea del año, razón de sobra para redoblar la dureza en los entrenamientos. Ritsu le pasó una botella de agua a Mugi, tomó dos tragos y se echó el resto por la cabeza. Ritsu se imaginó las dos cejas absorbiendo el agua como dos esponjas y rió de medio lado antes de girar la cara.

— Estás siendo muy blanda — dijo Mugi mientras se sentaba de piernas cruzadas en la moqueta.

Ritsu se sentó en la silla de oficina que había traído, de cara al espaldar y los brazos cruzados encima. Le gustaban esas sillas porque tenía ruedas para desplazarse y podías girar encima.

— ¿Por qué dices eso? — preguntó Ritsu dando un giro lento en el eje.

— En las películas los generales dicen palabrotas y cosas como, "muy lento, cien flexiones más" — Mugi se peinó el pelo hacia atrás en una coleta improvisada.

— Mugi, si me sobrepaso contigo, en tu casa, a lo mejor un mayordomo me mata o algo — Ritsu dio otra vuelta, el eje chirriando al ritmo de su risita. — Además, vas a tener un mach de box, no vas a luchar a Vietnam.

El aíre acondicionado sonaba emitiendo calor para regular la temperatura, un clima templado para el cuerpo de Mugi que aún se estaba recuperando del corte tras el pesaje. 65 kilos exactos le podían pasar factura por su altura y peso natural, pero parecía en forma.

— ¿Viste como le fue a Yui en su última batalla? — preguntó Mugi, interesada por la cara que Ritsu pondría.

— Si, también me vi la batalla en los descansos del curro.

— ¿Qué? Podrías haberme dicho, la hubiéramos visto juntas.

— Va, no fue divertido, ni siquiera se insultaron indirectamente — Ritsu se impulsó y dio dos vueltas seguidas. — Pero aún así, tiene mérito que solo con pop y pirotecnia pudiese humillar tanto a una cantante, en el ejército estuve con varios marines estadounidenses, y esa gente lo da todo en lo que sea.

— Pero Rain no era estadounidense — le corrigió Mugi.

— ¿Eh? ¿Cómo que no? En internet ponía que era de California, eso está en Estados Unidos.

— No, Ritsu, ponía Baja California — Mugi puso una sonrisa de pastel por una confusión geográfica tan común y sacó su teléfono. — Ves, Baja California es un estado de México.

Miró el mapa que su amiga le mostraba en pantalla. Efectivamente, un estado Mexicano de la península de California al lado del golfo de California.

— Wow, que confusión más tonta, como había visto que participaba en Estados Unidos y Canadá, y la mayoría de sus fans hablaban inglés — Se encogió de hombros. — No se, sumé dos y dos, y me han dado decimales.

— Jejeje, que expresión más rara. Igualmente, creo que prefirió los países ingleses porque es donde su estilo de friestile encaja. México puro y duro sigue teniendo predominancia en batallas de rap o escritas.

— ¿Cómo sabes todo eso?

— Cuando te interesas por el boxeo mexicano, terminas interesándote de todo México en general.

— A mi solo me interesa la comida.

Mugi rió un poco, pero enseguida volvió a fijarse en su amiga, detenida en la silla. — se sincera, ¿Estás orgullosa de lo que Yui ha conseguido?

Ritsu lo pensó un momento, perdiendo la mirada y exhalando sin dramatismos. — Si, por qué no decirlo, me alegra que ahora sea feliz y tenga su propio camino. Me gusta fingir que no, pero una parte de mí hubiese permanecido intranquila por siempre si no sabía cómo terminaba su historia. 

— Hay quien diría que su historia está por comenzar.

— No, claro, tampoco quería sonar fúnebre — se rascó tras la nuca. — ¿Y tú qué opinas?

— Me alegro mucho por ella, cuando la conocí se llenó ese vacío que llevaba conmigo desde siempre, el pensar que era una carga... — sacudió la cabeza cuando vio la preocupación en la frente de Ritsu. — No pensemos en eso, la volveremos a ver, y quizás las cosas mejoran.

— O quizás nos insulta y dice que no quiere volver a vernos — Ritsu daleó la cabeza. — Tienes esa posibilidad dentro de tus expectativas, ¿Verdad?

Mugi bajó las cejas. — Si, quisiera que todo volviera a ser como antes, pero las finanzas y los puños me han enseñado que duermes sabiendo algo nuevo, y despiertas siendo una persona distinta. 

— Vaya, que profundo.

— ¿Te gusta? — Sonrió y juntó las manos en su cara tapando la emoción. — Lo cierto es que he estado pensando en cosas así para letras, escuchar a Yui cantar ha hecho que le agarre el gusto a la melodía nuevamente. Sumire también me ha ayudado mucho, el otro día me dijo; "acepta quien eres para saber quién serás".

— Fiu — Ritsu soltó un fluido silbido. — Esa me la voy a anotar, es muy buena. En fin, y en muy buena forma es como quiero verte — dio un aplauso. — Fin del descanso, dos vueltas a la sala y luego cien golpes al saco, ¡Te quiero en movimiento pero en fa!

Mugi saltó en el segundo cero e hizo lo que se le ordenó. Disciplina y carácter en movimiento.

***

La noche se desplegó sobre la casa, Mugi despidió a Ritsu, quien dormía en una habitación de invitados unas dos veces más grande que su antiguo piso. La chica rubia tomó un camino distinto. Aunque tenía su propia habitación, esa noche algo la impulsaba hacia el cuarto de Sumire. Con Ritsu como nueva inquilina, Mugi había volcado su atención en ella, dejando su casi hermana, en un segundo plano, aún si no era su intención. Sumire, fiel a su naturaleza, no lo había tomado a mal. Al contrario, su sonrisa se ensanchaba al ver a Kotobuki-sama reír con más frecuencia, y además, le daba espacio para sus propios asuntos. Todo parecía un ganar ganar para cada integrante de esa casa.

***

Mugi llamó suavemente a la puerta de pino blanco. — Sumire, ¿Estás despierta?

La persona de dentro llegó a la puerta en dos pasos y la abrió de golpe mostrando a la chica con su pijama de algodón de rayas blancas y azules en horizontal, similar al de los presos en el cine. Contrastaba con la habitación amplia, pero aún más con la ropa de Mugi, que pese a su estatus, se conformada con una camiseta de pana y un pantalón corto, incluso ahora en vísperas de un invierno frío. — Lista y presente, Kotobuki-sama, ¿Qué deseas?

— Sumire, por favor, sin formalismos — sugirió Mugi sin achicar el rostro. — ¿Puedo dormir en tu cuarto?

Sumire escudriñó el pasillo con entusiasmo, como si esperara ver a Ritsu aparecer para una de sus improvisadas fiestas de pijamas. —¿No viene Ritsu contigo?

— No, creo que ella ya está revolcándose en sus sabanas jaja. Perdón si te confundo, esto no es una pijamada, solo es para hablar un poco y calmar nervios, algo más familiar.

Sumire se sumergió en nervios, "más familiar", se repitió mentalmente. — ¿Es algo muy importante? 

— No mucho, si te molesta...

— ¡Jamás! — Sumire dio un salto, su entusiasmo casi sacudiendo las paredes. Se tapó la boca de inmediato, sus mejillas encendidas—. Perdón, pasa, pasa.

— Jeje, si.

La habitación era una cantidad decente de metros cuadrados, dos camas, un armario, y esas cosas que la gente de dinero se puede permitir. La única bombilla soltaba la luz que ya no entraba de la ventana frontal que daba al patio.

Mugi bostezó y señaló la cama con unos ojos que luchaban contra el peso de sus cejas. — Con permiso. — Se tumbó en la de más a la derecha, quitándose solo los calcetines que llevaba.

Sumire, sonrió extrañamente al escuchar los muelles, recordando tiempos pasados, no necesariamente mejores, pero si más nostálgicos, donde dormían de la misma manera tras la bancarrota de los padres de Mugi.

— Así que, Koto... Mugi, Mugi, ¿De que querías hablar? — pregunta mientras se arropa hasta el cuello.

— No mucho — Mugi miró al techo mientras la luz se apagaba con el "click" del interruptor cerca de la cama. — ¿Te cae bien Ritsu?

La pregunta tomó a Sumire por sorpresa, que rotó su cuerpo para ver a la chica que consideraba como su hermana de frente. — Por supuesto, ¿Ella piensa que no?

— No, a ella también le agradas, pero tengo miedo de que te sientas desplazada — concluyó Mugi, durmiendo solo con una sábana sin edredón. — Os quiero a las dos por igual, y me gustaría que también fueseis amigas.

— Jamás te haría elegir, Mugi-sama.

Mugi le sonrió con una ceja alzada.

— Quiero decir, Mugi a secas.

— Je, lo sé Sumire, es solo que no veo que habléis cuando yo no estoy, no pasáis tiempo juntas, y cuando ella entrena conmigo tú te vas a otra habitación.

— Si, pero lo hago para no molestarla, y no he podido pasar mucho tiempo con ella porque ella estaba trabajando y ahora le gusta estar sola viendo películas en su cuarto, o disfrutando de su acceso ilimitado a internet.

Mugi soltó una carcajada suave, sus hombros temblando.

—La haces sonar como si hubiera descubierto la electricidad por primera vez.

— ¡Oh, no! No eran mi intención en absoluto — Sumire se echó con tanto ímpetu hacia delante que casi se da de bruces con el suelo.

— No digo que digas que lo sea — Mugi se estiró y la detuvo de los hombros, quedaron frente a frente, era como ver una imagen de encuentra las diferencias de lo mucho que se parecían. — Cuidado.

— Si, lo siento — Sumire retrocedió a su posición. — ¿Ella sigue tocando la batería?

— Sabe aporrearla, eso seguro — ambas se partieron la caja en bajito. — ¿Quieres que ella te enseñe a tocar?

— Pues si no es mucha molestia...

— Es una idea maravillosa, Sumire, yo desempolvaré también mi antiguo teclado.

— ¿Y de donde sacaremos la batería?

— Papá vende instrumentos.

— Si, pero no está la cosa como para regalarlos.

— Pues la pagaré con el dinero de mi próximo combate — Mugi alzó un puño al cielo con la idea ya forjada.

Sumire sonrió, su corazón hinchándose ante la pura y radiante energía de Mugi. Era feliz porque Mugi lo era, y la idea de aprender a tocar la batería, de compartir algo con ella y con Ritsu, hacía que su pecho vibrara de emoción. — Eres un alma pura, Mugi-sama.

— No tanto como tú, Sumire.

— Buenas noches.

— Buenas noches.

***

20 de noviembre de 2025.

Mugi está en su esquina del cuadrilátero, Ritsu a su lado con una toalla y Sumire a su otro lado con el agua echando una de esas miradas que decapitan al oponente. 

La rival a batir se hace llamar Iv "la pintora" Rose, una chica galesa con dos manos como dos brochas porque te dejaba la cara hecha un cuadro. Ella tenía en su esquina a Nate Mcgregor, un luchador irlandés ya retirado de esos que pueden demoler paredes con los puños y tienen cara de antecedentes penales. 17-0, ese era el récord de Iv, y no tenía cara de querer añadir una derrota al listado.

Mugi se aseguró el casco, eran igual de altas, pero Iv era más explosiva, si la gastaba en el primer asalto, podría asegurar puntos en el segundo y, tal vez, dejarla fuera en el tercero.

Chocaron guantes, sonó la campana. Primer asalto.

Mugi tantea terreno, manos rápidas en fintas mientras ambas circulan. Iv cabecea o desvía los puños con la palma. Flexiona las piernas hacia abajo y vuelve a subir como un resorte, movimiento que parece de espectáculo, pero Mugi nota que lo ha usado para adelantar posición.

Pibota el tronco esquivando una mano derecha y contragolpea directo al cuerpo, un gancho al hígado que da con el aire porque Iv se desplaza hacia atrás.

Mugi empieza a presionar, en un estilo similar al de Christy Martin, avanza frontalmente mientras busca algún hueco en la guardia. Ya van 40 segundos y no alcanza la cabeza de Iv, que está retrocediendo en diagonales que evitan las esquinas para no quedar acorralada.

Iv no responde en el choque frontal, y Mugi se da cuenta muy tarde, ¡Está aplicando su estrategia en su contra y está intentando que ella sea quien se canse! Por pensar eso retrocede tres pasos, pero Iv la telegrafía, y avanza cuatro.

Mugi sube a una guardia alta, pero Iv no deja huecos, su agresividad se basaba en combinaciones rápidas de puñetazos, especialmente ganchos y rectos al cuerpo, lanzados con potencia, aprovechando su fuerza física desarrollada desde sus días de practicar savate, consciente de todo, hasta de puntos más bajos.

— ¡La mandíbula Iv, busca la mandíbula! — grita Nate.

— ¡Oye, no puedes dar consejos durante el asalto! — le grita Ritsu al entrenador rival.

— Reglas de barrio, niña.

Ritsu se aguanta las ganas de insultarlo, volviendo a mirar a Mugi. Ya va un minuto y medio, y su amiga no es la que lleva la delantera.

Mugi finta hacia atrás, Iv avanza, ella lanza un recto, inclinándose a la derecha para abrir espacio. Iv se mueve, pero ella consigue atinarle una izquierda medio gancho medio upercut, que le baja las luces a su oponente un momento.

¡Eureka!

Lo intenta de nuevo, con su rival aún confundida, su pelo rígido amenazando con salirse del casco por la sacudida. Se inclina, Iv le lanza un uno dos, Mugi esquiva uno y para el otro con la cabeza, dolor repercutiendo en su nariz.

Mugi se inclina, pero Iv taimea a tiempo, suelta un gancho delantero en la guardia abierta de Mugi. Mucha fuerza en la cabeza con una velocidad que no se imaginaba.

La chica de cejas gruesas da un traspié, esto va mal, ¿Cuanto queda? Faltan 40 segundos aún, puede remontar. .

¡Zas!

Iv le encaja un perfecto gancho en él mentón, su golpe maestro en apenas tres décimas de segundo. Mugi siente que sus pies se separan del suelo y de pronto su espalda está contra las cuerdas, rebota y es atrapada por la árbitro en un abrazo. El cuerpo de Mugi está kao, pero su mente está en otro lugar.

***

¡Achís!

Mugi se frota sus brazos en su chaqueta azul marino, un bosque en invierno, ¿Qué hacía ella en un bosque en invierno? Y aún peor, ¿Qué hacía con ese uniforme puesto y roto?

Tenía desgarres en su brazo derecho que dejaban la piel al descubierto, y su boca se sentía extraña, como si estuviera llena de sangre y vino, ¿Sería esto una metáfora que no entendía?

— Al final nunca pude utilizar este uniforme — dice mirando los copos caer. — Quería ser la chica amable que siempre motiva a la banda con su comida, la musa del teclado con un moño extraño y un vestido en blanco y negro, quizás la extraña de arte experimental que se arma con un martillo en un vídeo con restricción de edad.

Si, incluso después de saber que se mudaría a Europa y no podría ir al mismo instituto que sus amigas, soñaba con ser esa protagonista que aparece en la batalla de bandas de final de grado. El escenario está expectante, la gente impaciente, Mio se come las uñas y Ritsu tamborilea con el pié mientras Yui intenta mantener la esperanza.

— Tienen que salir ya — les diría una voz.

— No podemos — contestaría Yui al borde del llanto. — Nuestra banda es de cuatro, y somos tres.

Entonces la puerta se abriría de golpe, y llegaría ella con su Korg Triton Extreme de 76 teclas, 36 kilos de puro talento musical. — Perdón, creo que mi invitación se perdió en el correo — diría, sudando y llorando por tan emotivo reencuentro. 

Todas se abrazarían y serían felices, y tocarían en esa batalla de bandas, seguramente perderían, pero merecería la pena solo por estar juntas una vez más.

Pasos en la nieve, un cuerpo ligero con el mismo uniforme que ella, pelo negro y ojos grises y fijos en su persona. Una de sus mejillas está manchada de sangre purpura, pero extrañamente, la chica no reacciona, aunque en circunstancias normales eso habría hecho que se llevase las manos a la cabeza.

Mugi sonrió cálidamente — Buenos días, Mio, ¿Cómo estás?

— Al parecer, muerta — respondió con una crudeza similar a la nieve que pasaba.

— Si, eso me han dicho — Mugi deslizó la mano por una nieve que no parecía tener tierra debajo, tampoco le producía frío en los dedos. — Esto es un sueño, ¿Cierto? Una alucinación producida por el fuerte golpe en la cabeza. 

— Tal vez — Mio se encogió de hombros. — O tal vez verdaderamente soy el alma de tu mejor amiga.

— ¿Y a qué has venido?

— No te rindas Mugi — Mio se puso de cuclillas a su lado. — Ya sabes lo que pasa si hago mucho esfuerzo, es exactamente lo mismo que le pasa a tu mente si solo piensas en una cosa.

Mugi asintió. — Yui no nos va a querer de vuelta en su vida, ¿Cierto?

— No te hubiera sabido responder cuando estaba viva, ¿Qué te puedo decir ahora que estoy muerta?

Mugi sintió que se le escurrían las lágrimas. — Dime qué todo estará bien, aunque sea mentira, necesito escucharlo, necesito creerlo.

— Pues no — Mio negó. — Has sido el pilar de apoyo de mucha gente, Mugi, ¿Pero quién te apoya a ti? 

Mugi miró a la cara de su amiga, que se puso de pie y le ofreció una mano. — Basta de moralejas y consejos, de llantos y "si hubiera, si hubiera", hazlo y punto — Mugi correspondió la ayuda. — ¿Te acuerdas del día de nuestra primera grabación?

— Jamás lo olvidaré.

— ¿Te acuerdas de cómo preparaste el té en el suelo porque no teníamos mesas?

— Jaja, si, estuve 6 meses ahorrando para poder comprarlo y compartirlo ese día.

— Se que agüaste el tuyo de más para que a nosotras nos tocase más cantidad y sabor. — Que Mio le dijera eso le hizo abrir los ojos como dos teclas blancas. — Siempre has tenido soluciones, porque siempre has tenido problemas, ese valor que transmites incluso cuando estás temblando, es más fuerte que todos tus miedos.

Mugi envolvió a su amiga con los brazos y rompió a llorar. — Fue mi culpa, ¿Verdad? Yo te transmití el valor que te impulsó a subirte a esa atracción pese a tus problemas de corazón, ¿Estás muerta porque seguiste mis consejos de enfrentará tus miedos, cierto?

Mio le devolvió el abrazo. — No, Mugi, morí por mis propias decisiones, pero quiero que sepas una cosa, en la cima de la montaña rusa, antes de que mi corazón se parase, pensé: "Si pudiese vivir toda mi vida de nuevo, no cambiaría nada".

— No es verdad — Mugi la abrazó con más fuerza. — Me estoy engañando a mí misma para sentirme mejor, no eres real, lo siento.

— 5 de marzo de 2004, pregunta a Ritsu porque es un día que no puede olvidar — le susurró Mio antes de soltar el abrazo, su cuerpo esfumándose como la nieve al sol. — No te rindas, alguien tiene que desenterrar ese cofre. Espero que siga ahí.

***

Mugi abrió los ojos de golpe, estaba entre los brazos de una árbitro que hacía señales con las manos. Once segundos, solo había desconectado por once segundos.

Mugi se llevó una mano a la cabeza mientras escuchaba al árbitro preguntarle si podía regresar sola a su esquina. Afirmó levemente, tenía un poquito de mareo, pero sus pasos eran firmes uno tras otro y se sentó en un taburete que Sumire puso en su esquina a la velocidad de un puma en carrera.

— No se puede decir que no haga honor a su leyenda — comentó Ritsu de mala gana viendo como Nate y Iv celebraban la victoria. — ¿Tú estás bien, no? ¿Cuantos dedos ves aquí?

Mugi miró los tres dedos que Ritsu ponía frente a su cara, pero se centró más en los ojos de su amiga, ¿Debía hacer la pregunta que Mio le sugirió, o aún era temprano? — Hay tres, Ritsu, estoy bien.

Sumire fue la que se puso en su campo visual ahora, como si quisiera tapar a los oponentes de Mugi, extendiendo un brazo mientras en el otro cargaba una toalla encima de una botella de agua. — Ningún daño grave, ¿No? ¿Sientes todos los dientes?

— Lamento haber perdido, Sumire — comentó Mugi con una sonrisa mellada. — Yo si que no hago honor a mi leyenda.

Sumire puso una mueca de dolor interno, no por ella, sino por Mugi, semanas de esfuerzo que no habían dado resultados. — Va, ¿Qué le hace una raya más al tigre?

— ¡Fiu! — Ritsu suspiró al escuchar eso. — Si que estáis muy al día con frases poéticas.

Sumire y Mugi mostraron una sonrisa gemela antes de que la primera ayudase a sacarle el protector bucal. Mugi se relamió las encinas, como si aún pudiera saborear la sangre y el vino de sus alucinaciones.

La árbitro hizo un gesto, Mugi pidió a Sumire y Ritsu ayuda, cada una tirando de un lado le sacaron los guantes. El resto fue protocolo, ambas se estrecharon la mano como gesto de respeto antes del veredicto, que no tenía mucho sentido porque era obvio el resultado, pero igual el público del polideportivo aplaudió cuando la mano de Iv fue alzada.

***

20 minutos después, tras un chequeo rápido e hidratarse, Mugi estaba con Ritsu y Sumire en una parada de autobús para subirse en esas gigantescas máquinas de dos plazas tipicas de Londres. No había muchas personas por la calle y estaban las tres solas en la parada.

Ya eran las 21:00, llegarían a tiempo para cenar.

Esperaban con ropa más cómoda, Sumire y Mugi con mochilas en sus hombros para guardar guantes, bucales y demás equipo. Ritsu solo esperaba con los brazos cruzados sobre la cabeza, su confiable ropa arrugada, y el arma reglamentaria escondida en la cintura.

Mugi miró a su amiga de la infancia en un desliz, preguntándose si sería ahora un buen momento, pero se le olvidó al ver su cara perdida en las estrellas que ya empezaban a salir.

— Se te ve feliz, Ritsu, ¿Qué ocurre?

— ¿E? — la chica de la diadema pestañeó viendo como ambas chicas rubias giraban la cabeza en simultaneo para observarla. — No, no es nada, solo pensaba que este día se parece mucho al de nuestro reencuentro, solo que esa vez yo estaba machacada por el trabajo y ahora tú estás machacada por el trabajo.

— No lo llames trabajo, es más un pasatiempo, empezó siendo perfecto y se va siendo perfecto.

— ¿Siendo perfecto? — replicó Sumire cabizbaja, sorprendiéndose al ver que la escucharon.

— Si, Sumire, 46 victorias, 10 derrotas, ningún empate, todo números pares — Mugi rió con optimismo. — Es perfecto.

Ritsu frunció el ceño y miró a las casi hermanas por encima del hombro, las chicas giraron viendo llegar a Iv y Nate en su dirección.

— Jaja, es bueno ver como conservas el optimismo después de perder un par de dientes — río el entrenador con cara de ex-convicto.

Iv negó con la cabeza con cara de "si preguntan, no lo conozco". — Deja el humor ácido para otro momento, hombre. — Miró a Mugi. — Buena actuación la de esta noche, creo que estaré hasta el mes que viene sin beber alcohol, me has machacado el hígado.

Ritsu no pudo evitar recordar un comentario parecido de Mugi, y agradeció que nunca se le hubiese ocurrido entrar en el boxeo amateur para salir del desempleo.

— Muchas gracias, tuviste una victoria merecida — Mugi hizo una reverencia con la cabeza para mostrar su punto. — ¿Y que hacéis aquí?

— Estos eventos locales nunca dan alojamiento, toca volver cabalgando a casa — dijo Nate. — ¿Os pasa igual?

— Si, hoy tenían que limpiar la limusina y Kotobuki-sama prefirió el autobús — respondió Sumire.

Nate se rió solo, pensó que era broma, pero hasta Iv se le quedó mirando raro. — Espera, ¿En serio?

— ¿Me dijiste que me informase sobre ella y no sabes que es millonaria? — le reclamó Iv.

— Bueno, no estoy sorprendido, una luchadora de ganancias promedio no tendría tan buena penicura.

Iv las miró la uñas con cuidado. — ¿Manicura con productos naturales? 

— Si, Sumire sabe mucho de ese tema — respondió Mugi.

— Impresionante, pensé que eso de la manicura japonesa era un mito — estiró su mano mostrando todos los dedos. Uñas normales, limadas y sin pintar. — Yo a veces me pongo uñas postizas con la temática de Harue Koga, él y Weiss Guertena me parecen un antes y después en la industria.

Así, las tres chicas empezaron una conversación sobre subrealismo, arte dadá y otras cosas sofisticadas, mientras Nate y Ritsu se miraban como si se hubieran puesto a hablar en chino.

— A mi siempre me ha gustado Naoya Inoue — dijo Nate para intentar sacarle conversación a Ritsu. Se llevó la misma cara que ya tenía. — No eres mucho de boxeo, supongo.

— No, soy más de ver películas y estar desempleada — comentó para aliviar tensiones.

— Jaja, yo también se de eso, el M M A ya no vende como lo hacía y no me apetecía ser carnicero, por eso entrené aquí a la amiga — señaló a Iv con un gesto de cabeza mientras esta enseñaba unas uñas postizas a Mugi y Sumire, eran moradas con relieve de rosas amarillas. — ¿Te puedes creer que quería vivir de pintar cuadros?

— Así que de ahí sale el seudónimo — Ritsu daleó la cabeza pensando en Iv "la pintora" Rose.

Iv giró la cabeza en cuanto captó la pulla. — ¿Por qué no cuentas que te retiraron la licencia de M M A tras que agredieras a un Uruguayo en un bar?

— Él empezó — respondió Nate sin pensarlo.

Mugi cambió de tema para evitar disgustos. — ¿Entonces pintas?

— Si, pero no es mucho, cartas del tarot y muñecos vivientes — respondió Iv.

— Suena aterrador — añadió Sumire, que de un paso disimulado se puso detrás de Mugi.

— No mucho, es como arte Naíf, si nos vemos en una revancha os traeré un cuadro de muestra.

Mugi negó con la cabeza, volviéndose el centro de miradas. — Me temo que no habrá revancha, esta era mi última pelea.

Nate rompió el silencio con una palmada en el hombro de Iv. — Felicidades, es la primera oponente a la que jubilas.

Iv rodó los ojos, no veía mérito en ello. — ¿Qué te lleva a tomar esa decisión?

— Vamos a retomar una vieja carrera musical, esta pelea era para ganar dinero y pagar los instrumentos.

— Espera, ¿Cuando decidimos eso? — preguntó Ritsu, Sumire temblando un poco pensando en la posibilidad de que se niegue y no la enseñe a tocar la batería.

— ¿Te has dejado romper la mandíbula por 350 libras? — pregunta Nate.

— El premio era de 560 si ganaba — Mugi se encogió de hombros.

— Ya pero...

— ¿Te vas a quejar por todo lo que digamos? — se adelantó a preguntar Ritsu sobre las réplicas de Nate.

— Mi compañero de piso es un poeta, me ha pegado eso de quejarme y no hacer nada al respecto.

— Si tuviese un botón de apagado lo presionaría — le susurró Iv a Mugi antes de rematar en alto. — Pues si lo de la música os funciona y queréis que alguien os haga la portada de los discos, yo podría por un módico precio.

— ¿De cuántos ceros hablamos? — Ritsu se cruzó de brazos y Nate asintió, un silencioso "me gusta su estilo". 

— Emms, dos, tal vez, pero por precio amigo os lo puedo dejar en uno.

— Gran oferta — dijo Mugi sacando su teléfono. — Anótame y estaremos en contacto.

Las ruedas del autobús empezaron a escucharse por la carretera, y así se separaron los caminos. En el trayecto a casa Mugi le explicó a Ritsu el plan de hacer una banda mientras Sumire afirmaba todo y se declaraba como responsable de la idea por si ocurría una mala recepción. Todo pareció quedar en un "lo consultaré con la almohada", pero no todo era tan simples en la cabeza de Mugi.

"5 de marzo de 2004, pregunta a Ritsu porque es un día que no puede olvidar".

***

Fue una cena entretenida, el señor y la señora Kotobuki habían hecho hueco en la agenda para unirse, y aunque no pudieron celebrar la victoria de Mugi, celebraron la salud, la amistad y esas cosas que hay que agradecer todos los días. Rumbo a despedirse, Mugi interceptó a Ritsu antes de que se encerrara en su cuarto, sabía lo que quería preguntar, pero prácticamente se arrancó las palabras con una pala, porque no salían con la fluidez que quería.

— Ems, Ritsu, verás, no se cómo decirte esto — empezó.

Ritsu sacó una media sonrisa creyendo ver por dónde iban los tiros. — ¿Es por lo de la banda? No te preocupes, no tengo problema en empezar de cero con el entrenamiento de Sumire, solo no le digas que yo también estoy empezando de cero porque no me acuerdo de nada, ese aura de talento nato me gusta bastante.

— No, no, yo, eeeh — suspiró tomando tanto aire con sus fosas nasales que notó hasta las partículas de las paredes. — Ritsu, tuve un sueño, y Mio estaba en ese sueño.

Su amiga se detuvo, nada de risas, nada de sarcasmo, solo brazos caídos y una mirada perdida con una mueca de labios juntos. — Ya... Yo también sueño con ella a veces, ¿Qué ocurría en tu sueño?

— Eso va a ser lo más difícil de explicar — las miradas chocaron como dos extraños que se encuentran hablando el mismo idioma en un país extranjero. — Ritsu, ¿Recuerdas lo que pasó el 5 de marzo de 2004?

Ritsu le dio vueltas un momento antes de abrir bien los ojos. — Cuando Mio y yo apenas nos habíamos conocido, mi familia decidió hacer un picnic y yo la invité, eso fue en primavera, el 5 de marzo, si... Pero eso lo sabías, fue cuando encontramos ese árbol floreciendo, te conté la historia el día que enterramos aquel cofre bajo sus ramas.

— No recuerdo que me dijeras el día.

— Espera, ¿Cuando has tenido este sueño? ¿A qué viene ese recuerdo ahora?

— Fue cuando me noquearon, creo que aluciné tanto que me llegaron recuerdos del pasado, pero esa fecha es demasiado exacta, ¿Creés que sea una señal de algo?

Ritsu se rascó tras la nuca, preocupada por cosas en las que no quería pensar. — También lo consultaré con la almohada.

Abrió la puerta y Mugi captó el mensaje. — Buenas noches, que descanses.

— Igualmente Mugi, buenas noches.

La caminata hacia su habitación fue pesada y solitaria, no soñó con Mio, pero pensó en ella todo el día siguiente.

***

No hablaron de Mio, no encontraron momento o lugar para retomar el tema, y en el fondo, Ritsu no quería hablar de eso. El tiempo siguió su cauce, siempre en una dirección, hacia el futuro. Llegó Navidad, Ritsu tuvo una llamada larga y tendida con sus padres, hablando de cómo regresaría en enero y que tendrían que preparar, así como el ingreso monetario que podría traer de su trabajo en la tienda de música de la familia Kotobuki.

Para el 25 no hubo visita al templo, pero si una interesante fiesta del amigo secreto entre las tres amigas; el primer regalo fueron unas baquetas, para Sumire, evidentemente, Ritsu no cambiaría las suyas ni aunque fuesen radioactivas. El segundo fue un teléfono móvil para Ritsu, uno de última generación, de esos que tienen un teclado digital que combina japonés e inglés. El tercer fue para Mugi, un gato de la suerte en forma de colgante que guardó con cariño, Ritsu no se atrevió a confesar que solo era una baratija de una gasolinera, en su defensa, dio por hecho que ambas lo sabían, y no se equivocaba.

***

8 de enero de 2026.

9 de la tarde, Noah Johnson revisaba unas tarjetas del "Chelsi" que se había traído al trabajo, valían más tras convertirse en el primer campeón del mundo a nivel formal e informal. Salió de su trance cuando alguien golpea el cristal de su taquilla. 

— ¿Qué necesita? — preguntó antes de mirar.

— Un par de vendas, no quieres saber cómo quedó el otro tipo. 

Noah alzó ambas cejas con una media risa al escuchar esa voz. — Pero si es mi vieja amiga Tainaka, pareciendo Adam Sandler, como siempre.

Ritsu iba con ropa sencilla, chándal, sudadera gris para este efímero frío de enero, unas deportivas Adidas que de lejos parecían piratas y su pelo recogido con el viejo y confiable plástico duro.

— Me alegra ver que tu calva aún brilla.

Noah y su cabeza calva seguían igual que la última vez, y seguía vistiendo con camiseta blanca y pantalón azul marino.

— ¿Y que te trae por aquí después de que dejases el trabajo? — preguntó Noah, al que por la cada vez mayor falta de clientes tenía tiempo para hablar. 

— No lo dejé, me echaron, tu estabas ahí cuando pasó. Estás en mi sitio, de hecho — Ritsu inclinó la cabeza con un falso reproche.

— ¿No vendrás a quemar el local, no? 

— No, hoy no — miró a los lados como si no hubiese descartado esa idea del todo. — Mugi y Sumire, ¿Las recuerdas?

— Si, tus amigas rubias.

— Exacto, han ido a ver una obra de teatro, "los misioneros" o algo así.

— Querrás decir Los miserables —corrigió Noah, señalando una enorme pancarta al otro lado de la calle. No le sorprendió que Ritsu no lo hubiera notado. 

— Si, esa — asintió la chica de la diadema. — No me gustan los musicales así que pensé en pasar a verte y así despedirme, regreso a Japón la semana que viene.

— ¿Vas a cumplir tu sueño de guitarrista libre y poderosa?

— Baterista, Noah, toco la batería.

— Viene a ser lo mismo.

Ritsu le miró como si la hubiesen dicho que un caballo y un piano son de la misma especie. 

— Jaja, era broma, deberías ver tu cara.

Ritsu negó con la cabeza mientras él reía. — Tú sentido del humor es tan extraño. En fin, no estoy aquí solo para hablar de eso, necesito consejo sobre la vida y tal.

Noah vio como Ritsu poco a poco ponía la cara larga, apartó todo del mostrador y quedó dispuesto a escuchar. Ella tomó aire, preguntándose si realmente una entrada de discoteca iluminada por un neón era el mejor sitio para hacer terapia. Concluyó que si.

— Cuando tenía 14 años, en un parque de diversiones, vi a una amiga mía morir — confesó Ritsu. — Se llamaba Akiyama Mio, y no he superado del todo su muerte.

— Santo paraíso... — Susurró Noah. — Normal y entendible.

— Si, hay muchos, muchos más detalles, pero ahora solo te puedo decir que un año después de esto a una amiga se le murió la hermana, y yo intenté consolarla, pero ella dijo una cosa muy fea sobre Mio, y no la volví a hablar jamás. Cuando regresemos a Japón, tendré la oportunidad de verla de nuevo, realmente la aprecio como amiga, pero no se si ella me apreciará a mí igual.

— Bueno, fue hace muchos años — Noah se rascó el mentón, y por la cara que le puso Ritsu, supuso que no estaba diciendo nada nuevo. — ¿Tú quieres hacerlo?

— Si.

— Pues ya está, inténtalo, y si sale mal la insultas en inglés, que seguro que no te entiende.

Ambos rieron por esa ocurrencia, y estuvieron tres minutos de reloj intercambiando insultos ingeniosos por si llegaban a ser necesarios. Luego empezaron a llegar clientes, y Ritsu tenía que tomar un autobús. Intercambiaron contactos, y prometieron seguir hablándose.

"Basta de moralejas y consejos, de llantos y "si hubiera, si hubiera", hazlo y punto".

***

Era viernes, 16 de enero de 2026, Ritsu y Mugi estaban en primera fila de un espectáculo que no decepcionó. No era solo un concierto, sino una especie de caos alegre que te hacía olvidar el mundo por un rato. Salieron varias bandas, Mugi se había informado de los integrantes y géneros; Ritsu no conocía ni las marcas que se patrocinaban en las pantallas, y aún así, se estaba dejando llevar. Recordó aquella vez que, siendo niña, vio ese concierto junto a Mio, cuando decidieron formar su propia banda y las cosas eran más fáciles.

"¿Estarías orgullosa de nosotras, Mio?" Se preguntó a si misma, un susurro mental que no podía ser opacado por las luces multicolores del escenario. "¿Si no hubieses muerto, habrías venido con nosotras para ayudar a Yui, o tu enfermedad hubiera impedido que vinieras aquí?" Una lágrima imprevista se resbaló por su mejilla.

Ritsu, con su camiseta de manga corta y sus short grises, se sentía enormemente pequeña, si es que eso tenía algún sentido. Rodeada de hombres y mujeres de veintitantos que saltaban y movían vengalas rosas y verdes. Apretaba su entrada VID con la mano derecha mientras sus ojos se clavaban en el escenario, viendo a una banda tocar para un público dedicado.

"No, conociéndote, hubieras venido igual aunque acabases tosiendo sangre".

— La voz del vocalista es genial — le dijo a Mugi, que estaba en una revolución de 30 saltos por minuto.

— Si, este grupo es increíble, nunca había visto a un bajista tocar con la mano izquierda — asintió. — Si regalasen Yokisoba, esto sería un sueño hecho realidad.

— Jajaja, Mugi, que cosas dices.

Finalmente Yui salió al escenario, verla era como contemplar a una delicada chica de secundaria tocar las cuerdas del firmamento con los dedos. No miraba a nadie, solo se ajustaba a cualquier base que sonase, fundida con la melodía que hablaba de deseos y ángeles, su voz un grito que atravesaba el corazón de todos, desde la primera fila hasta los confines del recinto. Era una profesional hecha a medida y tallada por su propia mano.

Ritsu sintió cosas al verla tan de cerca, nunca habían estado en la misma liga cuando se trataba de estabilidad emocional y desarrollo personal, pero ahora la distancia entre ambas era tanta, que si se pudiera recorrer a pié tomaría una jornada laboral entera.

***

Cuando terminó el concierto, Mugi y Ritsu se dirigieron a un entorno más controlado, por decirlo de algún modo, ya que la gente seguía circulando sin orden alguno y ya se podían ver los primeros síntomas de borrachera en algunas caras. Llegaron a una pequeña edificación detrás del escenario, una construcción individual del calibre de un teatro propio de los 70, todo de colores vivos y al mismo tiempo excesivamente simple. Era difícil de describir si no lo veías con tus propios ojos, y la luz del anochecer no ayudaba a que se distinguieran mejor sus partes.

Mugi habló con un encargado de la seguridad, un hombre de cuerpo firme que custodiaba una puerta junto a un cordón de terciopelo, posiblemente cobraba 3 veces más que Ritsu solo por estar ahí mirando a la nada con sus gafas de sol marca Tom Ford. La chica de la diadema no se sorprendió, la entrada VIP que tenía ya era prácticamente tres veces su sueldo.

Tras identificarse él las condució por unas enormes galerías llenas de luces y ruido de fiesta en el fondo, aunque el concierto había terminado había una sesión de "dijei" y un micrófono abierto por si alguien se animaba con el estilo libre. El lugar por dentro olía a frituras, perfume y tabaco, fruto de bandas que habían terminado y estaban empezando a cenar. Mugi mantenía la cabeza alta, sus dedos rozando la tela de su abrigo rosa, no era frío, eran nervios. Ritsu lanzaba miradas de asombro a cualquier puerta abierta, más alerta que en las calles de Londres pese a estar en un lugar más seguro. El guardia, con su mandíbula cuadrada y ojos a prueba de luces fluorescentes, no parecía notar nervios extraños en ninguna, solo otro grupo de fans esperando ver a su estrella.

El camerino al que entraron era un cubículo estrecho, iluminado por un tubo fluorescente y compacto con un único tono de luz naranja cálido y natural, como una ducha de rayos UVA. Yui estaba allí, sentada en una silla plegable, su rostro una máscara de infantilidad. Se puso alerta como los gatos cuando se abrió la puerta, y sus ojos cálidos se hicieron brasas al reconocer a sus amigas del pasado. 

— Hola, Yui, cuánto tiempo — dijo Mugi, su voz suave cargada de esperanza frágil. 

Ritsu, sonrió algo incómoda, y de inmediato metió las manos en los bolsillos de su chaqueta. El guardia, ajeno a la tormenta que se gestaba, permaneció en la puerta.

Yui se puso de pie con ganas de frotarse los ojos para saber si esto era real, su gesto cortante era tan sutil como un ladrillazo en la cara. — por favor, déjeme a solas con ellas.

Le pidió, no, le ordenó al hombre de seguridad, quien acepto sin mayor percance ya que era algo que se podía hacer, lo ponía en el contrato. La puerta se cerró con un chasquido, dejando a las tres amigas, ahora mujeres adultas, en un silencio que pesaba como plomo. 

Ritsu rompió el momento. — ¿Qué amigos más raros has hecho en este tiempo, no? — rió secamente. — Yo conocí a uno así en Londres, ¿verdad, Mugi?

La chica rubia asintió, pero no tuvo tiempo de hacer nada más cuando Yui dio un único paso hacia delante, mocasines de suela dura contra suelo de chapa y moqueta. — ¿Cómo os atrevéis a regresar y hablarme como si no me hubierais arruinado la puta vida?

La verdad, escuchar a Yui decir una palabrota era una cosa que Mugi tendría que tachar de su lista de "cosas que quiero ver antes de morir", pero eso es harina de otro costal. Ritsu si se veía venir algo así, pero de todas formas alzó ambas cejas mientras su cara se volvía de poker.

— Bueno, es una reacción de esperar — Mugi suspiró sabiendo que no podía culparla. — Pero si nos dejas que nos expliquemos.

— Cinco minutos — Yui alzó la mano con todos los dedos en fila. — Os doy cinco minutos para que me deis una buena razón.

— En la entrada ponía 10 por persona — reprochó Ritsu, experta en rascar de donde fuese. 

— Ahora tenéis tres.

Los ojos marrones de Yui tenía la frialdad de un café en un gabinete de empresarios y no había ni rastro de la chica con vibras anime que se veía en las entrevistas. Ritsu captó al vuelo que todo se trataba de un personaje, que Yui no había sanado tanto como aparentaba.

— Está bien, primero que nada me disculparé, lamento haber fallado a la promesa que te hice, lamento haberos fallado a las dos — dijo Mugi con un ademán hacia su pecho. — No se puede cambiar el pasado, pero podemos hablar de nuestro presente.

Yui bufó despectiva, bien podrían estar intentando venderle una enciclopedia, en lugar de ofreciéndole una disculpa sincera, porque hubiese prestado la misma atención. A Mugi le dolió ver esto, pero no se dejó noquear tan fácil.

— Verás, Ritsu y yo volvimos a encontrarnos en Londres, nos pusimos al día y luego buscamos información sobre ti en una pijamada.

— ¿Y? — Yui interrumpió como un acorde que no iba al ritmo de la caja.

— Pues no teníamos otra forma de contactarnos contigo, así que esperamos hasta hoy — concluyó Mugi. No era el discurso que tenía pensado, pero Yui tampoco era la receptora que esperaba. Se hubiera imaginado insultos, desprecio y puede que sarcasmo, nadie puede ser una "lolita feliz" todo el tiempo, pero no se esperaba impaciencia e indiferencia.

— ¿Esto es por dinero, cierto? — preguntó Yui con una cara que no mostraba debilidad. 

Mugi cedió mirando al suelo, pero Ritsu se cruzó de brazos y la sostuvo la mirada, recuerdos inoportunos del último encuentro en el hospital la encrespaban los pelos.

— Esto no se trata de dinero, Yui, genuinamente queríamos arreglar las heridas abiertas — comentó Ritsu, quizás un poco más ruda de lo que quería.

— Si, claro, según lo veo, tú vives en una caja y tú se la rentas — comentó señalando a Ritsu primero y luego a Mugi. 

La chica de la diadema frunció el entrecejo, no existían traumas por más dolorosos que fuesen que justificasen estas agresiones verbales. No era rabia por un pasado doloroso, eran palabras premeditadas y lanzadas con intención de hacer daño. Yui estaba tratando de humillarlas por el mero placer de hacerlo.

— No, nos va bastante bien — comentó Mugi, mirando a Ritsu, estaban empezando a compartir el pensamiento. — Sabes, la industria de mi padre logró recuperarse de las pérdidas, todavía hay altos y bajos, pero no se puede decir que nos vaya mal.

— ¡Ah, ya lo entiendo! — a Yui se le iluminaron los ojos como dos focos. — ¿Queréis una colaboración conmigo para patrocinar vuestro negocio, cierto?

— Baja de tu nube un momento, amiga — cortó Ritsu echándose hacia delante, no necesitó alzar la voz, solo ese gesto. Recta como un poste y con Mugi a su lado, no las separaban más de siete pasos de Yui. — ¿Por qué parece que quieras tener el control de la conversación en todo momento? No salimos en Wikipedia pero tampoco es que estemos desesperadas por la fama. Nuestro plan era saludarte, invitarte a tomar algo si las cosas mejoraban o despedirnos con un "no creas que no fue un placer conocerte" si las cosas iban mal, pero desde luego no estamos aquí para que nos insultes.

Mugi asintió en silencio, la pena empezando a asomar en su rostro mayoritariamente alegre, advirtiendo con tristeza que Yui no estaba conmovida. 

— ¿Amiga? — la mente de Yui se había quedado anclada en esa palabra. — No somos amigas, Tainaka, recuerdo perfectamente lo que le pasa a la gente que confía en ti.

— Si te atreves a mencionarla... — Ritsu se descubrió apretando los dientes, sus ojos dos flechas en llamas clavadas en Yui.

— ¿Qué? ¿Vas a matarme? Atrévete a tocarme un solo pelo, la denuncia que te va a caer va a tener cinco ceros como mínimo.

Mugi agradeció que Ritsu hubiera dejado su arma reglamentaria en casa, porque veía en ella un rostro con tanta furia que temía que montase una escena. Pero Ritsu se contuvo, apretó sus uñas contra la palma al cerrar el puño y giró la cabeza.

— No mereces la pena, Hirasawa — escupió girándose hacia Mugi, un rostro que a todas luces decía "vámonos".

Yui se quedó mirándolas con un tono oscuro, como si tuviese algo en la garganta que no mostraba por miedo a quedar vulnerable, pero no lo pudo retener. — No voy a perdonaros porque las únicas que vais a salir ganando sois vosotras, vais a poder caminar por la calle con el pecho inflado diciendo "no importa todo el mal que hicimos en el pasado, porque la chica a la que se lo hicimos ha dicho 'acepto vuestras disculpas', qué buenas personas somos".

Ritsu miró a Mugi al escuchar eso, y esta le devolvió la mirada con notoria extrañeza, parece ser que no eran las únicas que se montaban sus propios escenarios mentales.

— Yui — empezó a decir Mugi, que sabía ser más delicada con estos temas. — Esto no va sobre ganar o perder, no vamos a ser mejores si nos perdonas, tu tampoco serás peor si no quieres hacerlo, pero al menos podríamos hablarlo, ¿Quieres que empecemos de nuevo?

Yui ensanchó los ojos, pero no se movió ni un milímetro. Tenía la misma cara que un boxeador atrapado en un clinch y puesto contra las cuerdas. Quizás, y solo quizás, esas buenas intenciones le hicieron acordarse de alguien que llevaba enterrada más de una década.

— No — dijo al fin, después de 9 segundos muy largos. — No os culpo por lo que pasó, todo fue culpa mía por confiar en una amistad falsa producto de sueños que no entiendo. Todo está bien ahora, tengo una madre que me quiere, un trabajo que disfruto y fans en cada esquina. No hay heridas que sanar, estoy bien.

Ritsu genuinamente se acordó de aquel primer día que se conocieron, cuando no necesitaban engañarse y sin conocerse confiaban lo suficiente la una en la otra para contarse sus problemas. Esa Yui, inocente y compasiva, murió junto a su hermana, ahora solo quedaba una fachada de auto engaño. Mugi no entendía eso, por eso insistió.

— Yui, recuerdas lo que me dijiste el primer día que me acompañaste...

La reina sin espada retiró su manga rápidamente para mirar su muñeca vacía y volvió a taparse. — Ya han pasado diez minutos, iros.

— No hay ningún reloj en esa muñeca — dijo Ritsu con el ceño fruncido.

— Que te importa, largaros — señaló violentamente la entrada, sus próximas palabras serían gritando.

Mugi supo que ya no podría hablar más, pero Ritsu no estaba dispuesta a abandonar el lugar quedándose con los sentimientos atrapados dentro de ella, no se volvería a repetir la situación del hospital. 

— ¿Donde está Giita? — preguntó, causando un sobresalto en la guitarrista.

Yui cambió de pronto, lo sintió como una agresión y respondió igual. — ¿Ese trasto viejo? En alguna chatarra agarrando polvo, ¿Qué importa? Natasha es mucho mejor — se tapó la boca al decir el nombre de su guitarra en alto, demasiado infantil para su faceta de tipa dura.

Ritsu sonrió con malicia involuntaria. — Sigues siendo la amiga que una vez tuve, Yui, no se porque este mundillo te ha vuelto una diva de puertas para adentro y una adolescente que no crece de puertas hacia fuera, pero en el fondo sigues siendo la misma niña rota que espera que su hermana regrese para celebrar su cumpleaños.

Mugi miró a Ritsu, y esta última tragó saliva, llevaba tanto tiempo guardando cosas que pensó que la terapia de choque podría servir, claramente no midió sus palabras.

Yui quedó en blanco, cruzó sus brazos por instinto y perdió su mirada. — Cállate — susurró. — No tienes ni puta idea del esfuerzo que hay detrás de esto, de la sangre, sudor y lágrimas que se derrama en cada letra. Soy demasiado para vosotras, vuestra envidia no me duele, no podéis dejar huella en mí.

— Yui, esto no se trata de rangos — Ritsu miró a su amiga intentando encontrar apoyo.

— Si, la música es genial, y requiere mucho esfuerzo, nosotras incluso estamos retomando una banda. 

— Cá-lla-té — Yui hizo presión en cada sílaba. — Jejeje, ¿Creéis que esto es un paseo por el parque?

— Yui, no desvíes el foco de tus problemas, improvisar música en una tarima no te ayudará... — intentó decir Ritsu antes de ser interrumpida.

— ¡No es solo improvisar! - Yui alzó ambas manos, más grande, más segura. — Es un arte, es un ritmo, es la diversión de las cosas divertidas, ¿Creéis que podéis superarme?

— ¿Por qué esa obsesión? — intentó decir Ritsu, pero la puerta se abrió de golpe.

El hombre de seguridad entró con cara de pocos amigos, el realmente no sabía que Mugi de un gancho lo tumbaba. — Escuché un grito, ¿Sucede algo?

Yui pasó a mostrar un rostro alegre y unos ojos que, curiosamente, mostraban felicidad. — No fue nada, solo nos emocionamos, ellas ya se iban. Parece que no saben que el tiempo pasa y las cosas se acaban.

Lo dijo con una mirada tan inocente que el hombre de seguridad no captó la indirecta, aunque a Yui y Mugi les llegó hasta lo más profundo de las entrañas. Ritsu chasqueó la lengua y se fue sin despedirse, Mugi solo hizo una reverencia y salió tras su amiga.

Ritsu miraba a todos lados mientras caminaba hacia la salida molesta, Mugi no tardó en alcanzarla.

— ¿Pero quién se ha creído? — masculló Ritsu. — Como si tuviera a todo Tokio haciendo fila en su puerta. Aparte de nosotras solo había una niña con gorra de maquinista esperando allí.

Mugi la tomó suavemente de la muñeca para que parase, luego le señaló algunas puertas abiertas. — No es el momento ni el lugar.

Ritsu suspiró como si se estuviese desinflando por dentro. — Tienes razón Mugi, mejor vámonos a casa.

***

Fue una caminata fría y silenciosa hasta el estacionamiento, atrás quedaron los griteríos y los motivados improvisando poemas sobre amor. 

Ritsu sacó unas llaves, las apuntó hacia un coche, el coche de su padre, que se lo había prestado para ir al concierto. Mugi sonrió un poquillo, el ejército había hecho que su amiga se sacase el carnet de conducir antes que ella, no lo necesitaba mucho cuando tenía la limusina en Londres, pero ahora sí que necesitaban un método de desplazamiento mejor que las piernas.

Los asientos estaban duros y ya tenían sus buenos 10 años, sería lo único cómodo del viaje, porque la radio estaría reproduciendo a Eiko Shimamiya y hoy ya habían tenido suficiente música. Pusieron rumbo a la casa de Ritsu, Mugi dormía allí por razones que solo ella entendía y porque sino los trenes la separarían del lugar de trabajo.

Con las luces largas en carretera y a 50 km/h, Mugi tuvo una idea cuando pararon en el primer semáforo. — Hay que darle una paliza.

Ritsu la miró con una ceja alzada. — ¿Cómo?

— Oh, bueno, no con nuestros puños — Mugi se recompuso. — En boxeo tenemos una expresión, "lo que dices por la boca lo sostienes con los guantes".

Efectivamente, Ritsu solo estaba entendiendo que Mugi quería golpear a Yui.

— Tenemos que ganarla en una competencia de "fri estail".

Ritsu se quedó pensativa y tamborileó sus dedos en el volante. — Me gusta más la idea de darle un puñetazo.

— Ritsu, no digas eso.

Retomaron la marcha con el semáforo en verde, la chica de la diadema no quitaba los ojos de la carretera, así que Mugi siguió detallando su plan.

— Creo que somos buenas, pero podemos ser muy buenas. Tenemos los instrumentos y el tiempo, y mejor aún, con nuestro trabajo podemos costearnos el transporte — a Mugi se le iluminaron los ojos de solo imaginarse siendo la estrella que más brilla en el escenario. — En cuestión de 3 meses podemos ganar la fama de Yui, y en cuestión de 6 entrar a la competencia de "Soda New Record" para ganarla en su propio tablero, ¿No quieres intentarlo?

Ritsu permaneció fija en el volante, sus dos ojos sorprendidos y su rostro iluminado por las luces que pasaban de largo por la carretera. — Nos machacará.

— No podemos rendirnos sin primero intentarlo.

— No, Mugi, escúchame — Ritsu desaceleró para mirar a su amiga los ojos. — Nos machacará. Esto no es cuestión de optimismo, es cuestión de que no traemos nada nuevo. Yui a lidiado con guitarras, bajos y baterías como la que más, ni tengo que recordarte lo que le hizo al teclado de Rain. En seis meses, nosotras solas, no le daremos ni pa la muela.

Mugi se achicó un poco, era duro escuchar la verdad, pero a veces el esfuerzo no se puede imponer al talento nato.

— Por eso lo mejor es que hagamos una banda de música ligera con más miembros — Ritsu cambió las marchas y aceleró, a Mugi le volvieron a salir chispas por los ojos.

— Espera, espera, detalla eso — pidió Mugi.

— ¿Recuerdas la promesa que le hice a Mio? Seríamos una banda, ella el bajo y yo la batería — Ritsu rió. — Y cuando fuéramos famosas nos repartiríamos las ganancias en un 70/30.

— Fiu, siempre has sido algo graciosa y centrada en los negocios.

— Si, pero Mio ya no está, y aún así se nos brinda la oportunidad de retomar el sueño de la banda, no podemos dejar que pase de largo — sonrió con algo de malicia. — Y si le enseñamos un par de cosas a Yui por el camino pues eso que nos llevamos, ¿A qué si?

— Jeje, claro que sí, ¿Cuál es el plan?

— Simple... ¿Qué sabes de diseño gráfico?

***

Una mujer ya entrada en sus 26 años, rumbo a 27, se detuvo mirando un cartel promocional en su tablón de anuncios de confianza. Allí ponían ofertas, noticias de la comunidad y... Y un papel dibujado a mano que decía: "Se buscan nuevos miembros para una banda de fri y música ligera. Contacte con Tainaka Ritsu y Kotobuki Tsumugi en la tienda de música o llame a este teléfono".

La mujer se ajustó las gafas y susurró un leve — no puede ser verdad.

***

Llegó a la tienda en poco tiempo, un local pequeño y encantador con varias guitarras increíbles colocadas en sus estantes. El personal a cargo era un hombre de 30 y pocos ataviado con un mandil rojo y sacando cuentas en una libreta. También estaba una chica joven de cabello suelto colocando cajas y moviendo con algo de dificultad un equipo de música.

La mujer respiró ese aíre propio de las tiendas pequeñas y notó que sobre la música de ambiente también había ruido en la trastienda. Se acercó al mostrador y el hombre le prestó atención de inmediato.

— Buenos días, ¿En qué puedo ayudarla? — preguntó con una sonrisa experta.

— Disculpe, estaba buscando a Tainaka y Tsumugi, leí un cartel que decía que tenía que venir a este lugar — la mujer hablaba con gentileza y cortesía, denotando un carácter recto.

— O, si, ellas están colocando discos allí atrás, ahora salen, ¿Está interesada en unirse a la banda?

— No exactamente, pensaba más bien que podría dar un buen servicio como manager, tengo estudios sobre el tema — se ajustó las gafas y sonrió con una nostalgia que solo ella entendía. — Y si no se puede, tal vez se alegren de verme.

¡Chaf!

El encargado y la mujer miraron al unísono en una dirección, la puerta de la trastienda que se había abierto. Ritsu, por el asombro, había dejado caer una caja llena de disquetes vacíos sobre su pie, pero la sorpresa se impuso al dolor.

— No, puede, ser — dijo con la boca abierta.

Mugi salió junto a ella y al ver quién era sonrió. Había crecido, las gafas también eran distintas, pero su cabello permanecía con el mismo corte, y pese a haberse bronceado por pasar tiempo en la zona de Machu Pichu, permanecía serena y firme.

— El mundo es realmente pequeño, buenos días, chicas.

Mugi sonrió y Ritsu se recompuso para que las dos saludasen a la vez. — Buenos días, Nodoka.


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